Radicali.it - sito ufficiale di Radicali Italiani
Notizie Radicali, il giornale telematico di Radicali Italiani
cerca [dal 1999]


i testi dal 1955 al 1998

  RSS
mar 11 feb. 2025
[ cerca in archivio ] ARCHIVIO STORICO RADICALE
Archivio Partito radicale
Pannella Marco - 1 maggio 1973
La censura en casa
Marco Pannella

SUMARIO: Candidato único de la izquierda contra De Gaulle en las elecciones presidenciales de 1965, artífice de la refundación socialista y durante largo tiempo secretario del nuevo Partido Socialista Francés (PSF), fautor de la unidad en la izquierda y del programa común a principios de los años setenta, derrotado a medida por Giscard d'Estaing en las elecciones presidenciales de 1974 y posteriormente vencedor en dos ocasiones, en 1981 y en 1988, François Mitterrand es el mayor protagonista de la vida política francesa de los últimos tiempos. Los radicales considerarán su acción, sobre todo por la tarea realizada en la refundación socialista, como un posible modelo.

En 1973, ante la inminencia de las elecciones legislativas francesas, el director de "L'Espresso" invitó a Pannella a seguir dicho acontecimiento. Las corresponsalías fueron censuradas. Este artículo es un narración de dicho episodio, pero contiene igualmente valoraciones interesantes sobre la política francesa y sobre la manera de informar en Italia.

(La Prueba Radical - Mayo de 1973 del libro "Marco Pannella, Escritos y discursos, 1959-1980", editorial Gammalibri, enero de 1982).

Es posible para un simple demócrata, para un liberal, ejercer, con algo de fiabilidad y rigor, el "oficio" de periodista, sin coartadas "deontológicas" para cubrir los compromisos políticos y civiles, y sin coartadas políticas para cubrir los compromisos deontológicos?. Creo que sí, pero creo que es difícil y que no son fácilmente detectables ejemplos que corroboren esta posibilidad.

Sergio Saviane, por su parte, en este número de "La Prueba Radical", vuelve a denunciar los mecanismos de autocensura que se extienden por doquier. En un número reciente de "Panorama", a propósito de la Radio televisión italiana (RAI) y de su sistema planetario (no hay estrella aunque sea pálida en el nublado publicismo editorial italiano que no forme parte de él), nos llega una honesta contribución sobre el conocimiento y la vulgarización (es decir la laicización) sobre las virtudes y las indemnidades del oficio de periodista. La apología valiente y fraterna de Giorgio Bova a favor del arriesgado periódico "Il Manifesto"(1) (y la actitud análoga de Livio Zanetti) muestra asimismo que entre nuestros mayores periodistas todavía los hay que no renuncian a la esperanza y a la voluntad de recuperar los valores de la libertad y la moralidad en el sector de la información y del periodismo profesional, hecho que no hay que infravalorar sino apoyar: aunque, a propósito de "Il Manifesto", sería cuestión llevar a cabo

un análisis más amplio y profundo del que podría fácilmente obtenerse la demostración de que la deliberada y admirable pobreza, el dimitir de los compromisos editoriales y políticos a través de la práctica de la autofinanciación, no resuelven de por sí el problema que tanto nos preocupa; en "Il Manifesto" el uso de la censura, de la información intermitente a servicio de las particulares simpatías personales o de grupo, del instrumento-periódico como elemento de poder contra las verdades de la crónica militante, siempre han estado presentes y siguen predominando.

Nos parece que si seguimos denunciando el "fascismo" (del todo inexistente desde el punto de vista de la praxis) de periodistas como Enrico Mattei, o a ser hipersensibles a ese, lo dudo, de un "paleo-fascista" como Alberto Giovannini, seguiremos produciendo esas grotescas encarnaciones de lo veleidoso y de la hipocresía realmente neo-fascista o veterano-corporativa que fueron, o son, básicamente, el Movimiento de los periodistas demócratas de los Ceschia y de los Rocco Pellegrino, de los Manca y La Volpe, de los radiotelevisivos con plumas o realista-revolucionarios o místico-rústicos que tan bien viven y comen juntos, pasando de la honestidad periodística, de la democracia y de la libertad de información y del ciudadano.

Pero un poco fascistas, la verdad, lo somos todos. Es un hecho de capacidades y de inadecuaciones, más que de buenas voluntades y de buena fe. Había pensado, al cabo de diez años de andar dimitiendo de la "profesión" remunerada y orgánica, poder finalmente aceptar desde el punto de vista personal y político, un regreso al "periodismo" oficial. Tras un año de renovado conocimiento, de diálogo más general, en enero de este año, acepté la oferta de Livio Zanettvi, director de "L'Espresso", de seguir como enviado especial las elecciones francesas y los acontecimientos posteriores. Diez semanas de trabajo profesional en condiciones financieras desastrosas para mí pero, en el contexto de un acuerdo pedante y casi notarial, con la más absoluta libertad de toda censura y control, incluso indirectos. A título de ejemplo, considerando, por otra parte, un deber "informar" sobre las directas, aunque mínimas, pero significativas experiencias que acumulamos sobre los mecanismos de la información "democrática", quisiera br

evemente contar lo que me sucedió en dicha ocasión. En cuanto llegué a París, el programa y los acuerdos saltaron por los aires. Llevaba 24 horas ahí, con un denso itinerario de encuentros y de entrevistas, el director editorial del periódico. Mientras al corresponsal de París, el gran y único Giancarlo Marmori, le habían avisado solo pocas horas antes de nuestra llegada. Descuido "de la empresa", por supuesto, superado al final compromisos realistas, pero ya habían hecho la pascua. El programa había saltado por los aires. Y sin embargo, al estar de acuerdo con Zanetti de que una de las claves de interpretación sobre la "novedad" de la situación francesa consistía en la evaluación motivada y documentada de François Mitterrand (estuve convencido desde 1959) y de su línea política, rigurosa, limpia, eficaz, clara, laica, democrática, auténticamente socialista, estuvimos de acuerdo en publicar, junto a otros artículos y entrevistas sobre el Partido socialista francés, uno mío de cuatro o cinco páginas, que pe

rmitiese sin demasiadas contradicciones, poner en marcha la visión crítica acordada. Pues bien, el servicio por una parte vino reducido a un tercio (los clásicos motivos de "espacio") y por otro enriquecido con añadidos que lo compensaban. En repetidas ocasiones recordé con gran insistencia que Mitterrand "cree en el socialismo", que "ya no cree en la posibilidad de un desarrollo democrático basado en el capitalismo". Eran intervenciones deliberadas, para protestar contra el viejo "cliché" del hombre político transformista y contradictorio, ambicioso y listo, que seguía circulando en esos días: incluso Spadolini, en las columnas de "La Stampa" sentencia de forma moralista. «De qué púlpito llega el sermón!.

Pues bien, la "redacción" de "L'Espresso" no encontró nada mejor que censurar toda mención polémica contra la denigración con respecto a Mitterrand, y concretamente, las afirmaciones de que el líder socialista "cree en el socialismo" o "no cree en el capitalismo" se integran por un desleal inciso: "oficialmente". De manera que yo me encuentro con que he firmado un artículo en el que se subraya con socarronería que Mitterrand es socialista solo "oficialmente" y se deja entender que en la inconfesa realidad la verdad es otra. Para que no quede la menor duda sobre esta realidad se me hace escribir que Mitterrand había sido víctima de poco claras aventuras como la del "falso" atentado de "L'Observatoire". Otro rollo, bastante infame aunque ampliamente difundido: Mitterrand logró no ser víctima incluso moralmente, en ese enésimo intento de linchamiento, hasta tal punto que incluso hoy la "justicia" francesa y gaullista no ha tenido, al cabo de más de diez años, el valor de continuar los procedimientos judiciales

que Mitterrand y la policía pusieron en marcha.

De esta manera, al cabo de unos diez días, volví a Roma: si los "acuerdos" funcionan así desde un primer momento, mejor abandonar inmediatamente. En el periódico se me acusa de dramatizar un incidente técnico, de pecar de excesivo y formal rigor, pero todos, todos están de acuerdo en deprecarlo. Se me asegura, a todos los niveles, que el hecho no se volverá a repetir bajo ningún concepto, y se me suplica que vuelva al trabajo. De esta manera vuelvo a París. Escribo un artículo más bien largo sobre el PCF, Marchais y los "nuevos comunistas". Subrayo las diferencias patentes entre PCF y PCI, contradiciendo la opinión del momento: en Italia un partido democrático y liberal, en Francia un partido esclerótico y estalinista, que ha durado veinte años. Subrayo que sería impensable, incluso en el futuro, que el PCF fuese hasta tal punto corresponsable de régimen como para apoyar incondicionalmente, tal y como hizo el PCI en 1963, la obra de un personaje como Eugenio Cefis(2)". En "L'Espresso" se cambia la frase: Ni

es imaginable que el PCF pueda un mañana, como lo hizo en su día el PCI, tolerar la acción de ambiguos personajes de la vida pública o privada". De una afirmación concreta, que se puede desmentir, pero también documentar, firmada, se pasa a la alusión, típica de un cierto periodismo nuestro experto en decir sin decir, y en el insinuar sin afirmar.

Al cabo de tres semanas, envío un serio servicio conclusivo, de perspectiva. No lo publicarán nunca. Antonio Gambino se da cuenta de que son las elecciones francesas y empieza a escribir un artículo en el que sostiene exactamente lo contrario de lo publicado hasta el momento presente.

Dejo París diez días antes de lo previsto. En vez de las más de setenta páginas concordadas, se han publicado la mitad, parte de ellas manipuladas.

Y sin embargo, lo que ha pasado ha bastado para solicitar grandes presiones políticas lo cual es indudablemente mérito de Zanetti por haber resistido: y al final, a pesar de todo, ha sido posible hacer "pasar" algo que, sin "L'Espresso", no hubiese circulado.

Por qué creo que merece la pena contar un episodio tan marginal, aparentemente tan pobre y personal?. Pues, porque si esto sucede en "L'Espresso" quiere decir que numerosos colegas de este periódico consideran ciertos procedimientos normales e ineludibles. La mayoría de estos colegas son, cada uno por separado, "demócratas" y probablemente más de izquierdas que yo, a parte de ser buenos amigos y compañeros. Entonces?. No se trata, sobre todo, de hechos nuevos, de tendencias que sean en particular imputables al actual director. Durante casi diez años la censura de cualquier iniciativa, en nombre del Partido radical, ha sido la regla constante. Es más, con Zanetti se han producido las primeras señales de deshielo. Si con Zanetti los enfrentamientos se han producido es porque un mínimo de honestidad, de información incluso sobre las luchas y sobre las organizaciones de conquista de los derechos civiles se ha abierto camino.

Hace tres años vivimos una aventura hilarante con motivo de un artículo que me pidieron sobre el divorcio y sobre la "mediación Leone(3)", sobre las enmiendas aprobadas por el Senado: pasaron cinco semanas y el artículo no salió, al cabo de tres me pagaron, al final me masacraron: "clerical" se convirtió púdicamente en "democristiano" y "anticlerical" se convirtió en "laico".

Esto actualmente, debido a las discusiones que tuvimos, no sucedería. En todo caso no me pedirían que escribiese un artículo. Y es todo un progreso. Pero, acaso no creen los colegas y los amigos de "L'Espresso" que la "democracia" en vez de predicarla lo que hay que hacer es vivirla?. "Panorama" y "L'Espresso" es tal vez la única revista semanal política en la que se halla libertad y contradicciones tales como para poder confiar en que no sea absorbido por el régimen. Y eso es un dato importante. Pero, puede contentarse uno con ésto?. No creo que los colegas de "L'Espresso" que deberían ser los primeros en exigir criterios y métodos más rigurosos y honestos en la cocina del periódico?. Da igual que sea el director, o el "responsable" omnipresente, o la autocensura, no importa. Se trata simplemente de ser coherentes, sobre todo porque se podría descubrir que a "L'Espresso" ésto no le supone necesariamente pérdida alguna de tranquilidad o desventajas personales.

Queda por decir, públicamente, una cosa a Livio Zanetti. No podríamos reconocer los indudables méritos que se ha granjeado a lo largo de estos últimos años si no tuviésemos cuidado y no fuésemos explícitos (y tal vez más que eso) al subrayar lo que no funciona, lo que hay que cambiar.

Si he considerado justo informar a los lectores de "La Prueba Radical" sobre un acontecimiento aparentemente marginal, es porque somos varios los que creemos que los medios califican a los fines, al menos en la medida en la que es cierto lo contrario; que los verdaderos "contenidos" democráticos son métodos, y no las fórmulas o las proclamaciones: los problemas de la prensa no se agotan en los más importantes y graves problemas formales por los que afrontamos procesos y nos jugamos cada día algunos lustros entre rejas. Por otra parte, precisamente en esta ocasión, he podido constatar lo muy difundido que se halla el beneplácito en el seno de "L'Espresso", a las preocupaciones y a las observaciones que iba haciendo (y lo que se circunscribe toda desaprobación). Es posible, desde luego, que yo pague esta manera de ser una vez más, so pena de ser relegado a un ostracismo férreo, que me excluya, durante unos cuantos años más, de toda ocupación "profesional". Lástima, pero no es lo esencial, por lo menos para nos

otros y para mí. Nos interesa otra cosa. Esperamos por ejemplo que "L'Espresso" crezca, que haga posible política y personalmente algo que no sea la ausencia, la distancia ni la polémica. Nutrir con la verdad esta espera, intentar limpiar siempre precisamente ahí en donde vivimos (aquí, en el PR) o esperamos poder vivir, y no solo en las sucias casas de los Bernabei y de los Monti, o en las hipócritas y obtusas de los "limpios" Biagi y Ronchey, es nuestra manera de ser amigos y de inspirar confianza. Que luego alguien en vía Po se cabree e intente imponer más vetos y censuras en particular contra nosotros, es posible: en ese caso, peor para ellos.

N.d.T.

(1) IL MANIFESTO: Movimiento político surgido en torno a la publicación mensual del mismo nombre, fundado en 1969 por exponentes del Partido Comunista Italiano, posteriormente expulsados del partido. 69-70; 70; 73-74; 74).

(2) Eugenio CEFIS : (Cividale del Friuli, 1921) presidente del ENI (Ente nacional de hidrocarburos) (1967-71) y de la Montedison (principal grupo químico italiano y entre los primeros diez a nivel mundial (1971-77).

(3) Giovanni LEONE : Presidente del Consejo (63-68) democristiano; presidente de la República (71-78), dimitió tras varios escándalos.

 
Argomenti correlati:
stampa questo documento invia questa pagina per mail