Introducción de Vittorio TapparoneSUMARIO: En el momento en el que el Partido comunista italiano cree poder recoger, con el "compromiso histórico", los frutos del voto con el que, en 1947, sostuvo el reconocimiento constitucional del Concordato estipulado en 1929 entre la Iglesia Católica y el Estado fascista (art. 7 de la Constitución italiana), la publicación mensual radical "La Prova radicale" propone tres textos de Gramsci, Donati y Salvemini sobre el concordato para demostrar lo miope que fue aquella decisión. De hecho, el PCI a pesar de estos "compromisos", no logró obtener su proyecto de trasladar hacia sus posturas a intelectuales y a masas católicas. El concordato se convirtió en el instrumento con el que la Iglesia católica y la DC logra mantener el control de amplias masas populares.
(LA PROVA RADICALE, nº 10/11/12 agosto-octubre de 1973)
Con el Concordato (1) "La Iglesia ... se compromete con una determinada forma de gobierno... a promover ese consentimiento de una parte de los gobernantes que el Estado explícitamente reconoce no poder obtener con sus propios medios: he ahí en qué consiste la capitulación del Estado..." Palabra de Gramsci (2). La palabra "Estado" podemos sustituirla con fuerzas políticas, partidos y por lo tanto partido comunista y evaluar lo gramsciana y lo aparentemente incomprensible bajo la mismísima óptica del PCI ha sido la decisión de votar por el artículo 7.
En 1947, Togliatti (3), conocedor de los acuerdos de Yalta, había arrinconado (si es que alguna vez la acarició) cualquier idea de tomar revolucionariamente el poder. Cristalizar así pues el Concordato con la Constitución, alejándolo del Parlamento, significó, aun admitiendo que congenia la lógica concordataria a la concepción togliattiana de la política, privarse de una poderosa arma de negociación con respecto al mundo clerical, y supuso incrementar la potencia y la prepotencia, dar carta blanca a las excomuniones, facilitar la ruptura del movimiento obrero, el aislamiento del PCI, la función de capellán de la alianza atlántica de PIO XII, la represión de ese poco de renovación que el catolicismo italiano logró madurar. Togliatti fue un marxista muy mediocre si consideró que con el art. 7 iba a lograr trasladar hacia las posturas del PCI a intelectuales y masas católicas. Lo cual se podía decir ya por aquel entonces y no sólo ahora. Desde la creación de las ACLI (4) en 1944 hasta la continua censura de
la Izquierda cristiana, por poner dos ejemplos, muchas fueron las señales para comprender que para la Iglesia y posteriormente para la DC objetivo preeminente, precisamente de cualquier fuerza conservadora que tenga ambiciones de hegemonía en la sociedad, era mantener el control de amplias masas populares y que a partir de esta frontera iba a ejercer el máximo de iniciativa, y utilizando todos los instrumento posibles, empezando por los más eficaces que ofrecía el Concordato. El art. 4, lejos de dar es "paz religiosa" que tiene por objeto hacer que sea más límpida la lucha de clase, ha contribuido fuertemente a contaminarla y debilitarla. Fue un grave error político. Porque si no fue error, no cabe ninguna otra explicación a aquel voto, más que el miedo, miedo de un mundo clerical cuyo afán era reconocernos regenerados por la Resistencia (5) pero que en realidad se temía capaz de rebrotes reaccionarios con posibilidades de ganar. Y en cualquier caso, tras un cuarto de siglo, esta se presenta como la actitud
del PCI en nuestros días: en el dosier sobre la "cuestión democristiana" publicado hace algunos meses en Rinascita se expresa, sin demasiadas perífrasis la tesis de que la relación de colaboración con la DC cabe buscarla pues es también partido de masas populares deseosas de políticas avanzadas y al mismo tiempo porque nutre gérmenes tan peligrosos para el orden democrático y constitucional que sería una locura, un enfrentamiento frontal, es decir colocar en la minoría y en la oposición a los Barzel y a los Strauss de nuestros días; no cabe duda de que es la segunda convicción la que realmente condiciona la política del PCI, y es dramática medida del fracaso de la estrategia de Togliatti. Volver a leer a Gramsci es más necesario que nunca.
Donati (6) uno de los pocos que se sale de la norma y antifascista riguroso del que puede estar bien contento el Movimiento político de católicos italianos, es, mira por donde, una de las figuras más sepultadas en la memoria de los democristianos y no sólo. Proponemos de nuevo la lectura, ocho años después de "Questitalia", sus consideraciones contra el concordato, de comprensión del anticlericalismo como actitud necesaria para afirmar la religiosidad: un escrito importante para evaluar la calidad del debate ideal y político que, aún tras el sílabo (8) y la acción nefasta de PIO X, maduraba en el mundo de los creyentes de hace más de cuarenta años. Se puede tomar por convertida la profunda deformación en la conciencia del Concordato volviendo al discurso pronunciado en la Asamblea Constituyente en 1947 por el católico Dossetti, quién propugnara, obviamente vendido, una DC hacia la izquierda: a pesar de la experiencia de la resistencia, las ansias de renovación, la sed de justicia en su mundo conceptual halla
mos que se aproxima a un padre Gemelli, nada que nos recuerde Donati. Tanto que llega a defender la legitimidad del art. 5 del Concordato, el que prohibe a los curas apóstatas o pasados por la censura celebrar los oficios.
Consideramos el pensamiento de Donati de plena actualidad incluso con respecto a esa vasta parte del catolicismo del "disenso" que, escogiendo la clase y el socialismo sin disolver necesariamente el nudo de relación entre instituciones de la religión y religiosidad, quedan objetivamente en una dimensión encerrada entre el polo del integrismo (la búsqueda del "socialismo cristiano") y el del clericalismo (la tutela y la representación, con los ajustes y las "dialécticas" que comporta una ubicación en la alineación de clase, de la Iglesia en cuanto institución).
Las páginas de Salvemini (8), escritas antes de la Constituyente, sencillas y no simplicistas, comprensibles pero no rigurosas al mismo tiempo, constituyen hoy más que ayer un válido compendio de las cosas a hacer para que nuestro país recobre la fisionomía de un país democrático con respecto al fenómeno religioso y no sólo a este. Tras veinticinco años de práctica concordataria y de poder democristiano, en una sociedad industrial y no rural que ha sabido de una condición de aislamiento y de mortificación cultural, es vital para la democracia lograr obligar a todas las fuerzas políticas, con la DC a la cabeza declararse de nuevo con respecto a las relaciones con la Iglesia, que es asimismo declararse sobre la sociedad y el Estado; y en primer lugar a nivel de los principios, y luego en todo caso sobre el de la conveniencia. Es una señal preocupate del régimen actual de profundo silencio de la izquierda parlamentaria sobre las opciones de fondo que tendrían que guiar y nutrir la política cotidiana. Romper con
la política este silencio, esta omertà (9), es en efecto el objetivo lógicamente prioritario de las fuerzas comprometidas en la renovación democrática de nuestro país.
N.d.T.
(1) El artículo 7 de la constitución italiana reconoce y "constitucionaliza" el Concordato entre el Estado y la Iglesia firmado en 1929. En la Asamblea Constituyente fue votado por Togliatti y por el PCI con la oposición de los socialistas, Partido de Acción etc. El Concordato fue renovado, bajo una nueva fórmula, en 1984 (gobierno Craxi).
(2) GRAMSCI ANTONIO . (Ales, Cagliari 1891 - Roma 1937). Pensador y político italiano. En un primer momento socialista, director de la revista "Ordine Nuovo" y promotor del experimento de los "Consejos de fábrica", en 1921 fue uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano y su secretario general (1924). Siendo diputado, en 1926, se le condenó a 20 años de cárcel, donde murió once años después. Sus "Quaderni del carcere" representan una importante contribución a la elaboración teórica del marxismo, que él llamó "filosofía de la praxis". Fundó también "L'Unità", órgano de prensa del Partido comunista.
(3) TOGLIATTI PALMIRO . (Génova - 1893- Yalta 1964). Colaborador en Turín de Antonio Gramsci, uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano. Secretario del PCI desde 1927 hasta su muerte. Transcurrió largas temporadas en el extranjero, en Moscú (en la secretaría del Comintern) y en España (durante la guerra civil española). Volvió a Italia en 1944, puso en marcha una política "nacional" a partir del voto sobre los Pactos de Letrán, enfrentándose con las fuerzas laicas italianas. Estuvo en el gobierno de 1944 a 1947, incluso como ministro. Tras las elecciones de 1948 monopolizó el papel de la oposición pero favoreció igualmente la prioridad del "diálogo" con la Democracia Cristiana y el mundo católico, sin romper nunca con el Vaticano. El proyecto de "vía nacional hacia el socialismo" no logró el objetivo de fondo, es más condujo al estancamiento del sistema político e impidió a la izquierda conquistar una "alternativa" de gobierno a la Democracia Cristiana.
(4) ACLI Asociación Italiana Trabajadores Italianos, organizaciones nacidas en 1944 como expresión de la corriente cristiana en el mundo del trabajo.
(5) RESISTENCIA . Nombre que indica la lucha popular, política y militar llevada a cabo durante la II guerra mundial en las regiones de Europa ocupadas por las tropas de la Alemania nazi durante la II guerra mundial.
(6) DONATI GIUSEPPE (Granarolo dell'Emilia 1889 - París 1931). Antifascista convencido, miembro de la izquierda del Partido Popular Italiano.
(7) SILABO . Indice, lista de errores publicada por pio IX en 1864.
(8) SALVEMINI GAETANO . (Molfetta 1873 - Sorrento 1957) historiador y político italiano. Socialista desde 1983, meridionalista, fundó la revista semanal "L'Unità", en la que tuvieron lugar importantes debates. En 1925, fundó en Florencia con los hermanos Rosselli, el periódico clandestino antifascista "Non Mollare" y posteriormente se refugió en el extranjero y llevó a cabo una gran campaña contra el fascismo.
(9) OMERTA'. La ley del silencio.