ANTONIO GRAMSCI(1bis)
SUMARIO: En el momento en el que el Partido Comunista italiano cree poder recoger con el "compromiso histórico" (2bis) los frutos del voto con los que en 1947 sostuvo el reconocimiento constitucional del Concordato estipulado en el 1929 entre la Iglesia Católica y el Estado fascista (art.7 de la Constitución italiana), la revista mensual radical "La Prueba radical" presenta tres textos de Gramsci, Donati y Salvemini para demostrar cuán corta de miras fue aquella decisión.
Para Antonio Gramsci, con el Concordato "La Iglesia ... se compromete con una determinada forma de gobierno ... para promover ese consenso para con una parte de los gobernantes que el Estado explícitamente reconoce que no puede obtener con sus propios medios ... ".
(LA PROVA RADICALE, nº 10-11-12- agosto-octubre de 1973)
Cuándo empezaron las negociaciones del Concordato?. El discurso del 1 de enero de 1926(1) se refería al Concordato?. Las negociaciones pasaron por varias fases, más o menos oficiosas, antes de entrar en la fase oficial, diplomática. Por ello, el inicio de las mismas puede ser cambiado y es lógico que exista la tendencia a cambiarlo, para hacer ver que las negociaciones fueron muy rápidas. En la revista "Civiltà cattolica" del 19 de diciembre de 1931 en la página 548 (2) se dice: "evoca fielmente la historia de las negociaciones que se prolongaron desde 1926 hasta 1929".
Concordatos y tratados internacionales.
La capitulación del Estado moderno que se verifica mediante los concordatos se enmascara identificando verbalmente concordatos y negociaciones internacionales. Pero un concordato no es un simple tratado internacional. En el concordato se realiza, de hecho, una interferencia entre la soberanía de un sólo territorio estatal, puesto que todos los artículos de un concordato se refieren a los ciudadanos de uno sólo de los Estados contratantes, sobre los que el poder soberano de un Estado extranjero justifica y reivindica determinados derechos y poderes jurisdiccionales). Qué poderes ha adquirido el Reich en la Ciudad del Vaticano en virtud del reciente Concordato? (3). La fundación de la Ciudad del Vaticano da una apariencia de legitimidad a la ficción jurídica de que el Concordato es un tratado común internacional bilateral. Pero se estipulaban concordatos antes de que la Ciudad del Vaticano existiese, lo cual significa que la existencia del territorio no es indispensable para la autoridad pontificia (al menos
desde este punto de vista). Es mera apariencia, porque mientras que el concordato limita la autoridad estatal de una parte de los contrayentes, en su propio territorio, e influye y determina su legislación y su administración, no se menciona ninguna limitación para el territorio de la otra parte; si existe alguna limitación para esta otra parte, ello tiene que ver con la actividad desarrollada en el territorio del primer Estado, tanto por parte de los ciudadanos de la Ciudad del Vaticano como por los ciudadanos del otro Estado que se hacen representar por la Ciudad del Vaticano. El Concordato es, así pues, el reconocimiento explícito de una doble soberanía en un mismo territorio estatal. No se trata de la misma forma de soberanía supranacional (suzeraineté), tal y como la reconocía el papa en el medievo, hasta las monarquías absolutas y con otras modalidades posteriormente, hasta el 1848; pero se deriva necesariamente de un compromiso.
Por otra parte, incluso en los periodos de mayor esplendor del papado y de su poder supranacional, las cosas no fueron siempre sobre ruedas: la supremacía papal, aunque reconocida jurídicamente, era contrastada de hecho, muy a menudo y de forma muy áspera y, en el mejor de los casos, se limitaba a privilegios políticos, económicos y fiscales del episcopado de cada uno de los países.
Los Concordatos insisten en el carácter autónomo y soberano del Estado moderno. Obtiene el Estado una contrapartida?. Desde luego, pero la obtiene en su mismo territorio en lo que a sus ciudadanos se refiere. El Estado obtiene (y en ese caso cabría decir el gobierno) que la Iglesia no entorpezca el ejercicio del poder sino que lo favorezca y lo apoye, al igual que una muleta sostiene a un inválido. La Iglesia se compromete con una determinada forma de gobierno (que está determinada desde el exterior, tal y como documenta el mismo Concordato) a promover ese consenso para con una parte de los gobernados que el Estado explícitamente reconoce que no puede obtener con sus propios medios. He ahí en qué consiste la capitulación del Estado, porque, de hecho, acepta la tutela de una soberanía exterior reconociéndole superioridad. La palabra misma "concordato" de por sí es sintomática ....
Los artículos publicados en "Nuovi studi" sobre el Concordato son muy interesantes y se prestan más fácilmente a la confutación. (Recuérdese el "tratado" sufrido por la república democrática georgiana tras la derrota del general Denikin) (4).
Pero en el mundo moderno, qué supone en realidad la situación creada en un Estado por las estipulaciones concordatarias?. Supone el reconocimiento público de una casta de ciudadanos del mismo Estad de determinados privilegios políticos. Aunque la forma ya no es la medieval, la sustancia sigue siendo la misma. En el desarrollo de la historia moderna, dicha casta había visto atacado y destruido un monopolio de función social que explicaba y justificaba su existencia, el monopolio de la cultura y de la educación. El concordato reconoce nuevamente este monopolio, aunque sea atenuado y controlado, puesto que asegura a la casta posiciones y condiciones preliminares que con sus solas fuerzas, con la intrínseca adhesión de su concepción del mundo a la realidad efectiva, no podría tener ni mantener.
Se entiende aquí la lucha sorda y sórdida de los intelectuales laicos y laicistas contra los intelectuales de clase, para salvar su autonomía y su función. Pero es innegable su intrínseca capitulación y su desapego del Estado. El carácter ético de un Estado concreto, de un Estado determinado, está definido por su legislación en vigor y no por las polémicas de los franco tiradores de la cultura. Si éstos afirman: "El Estado somos nosotros", afirman sólo que el llamado Estado unitario de Estado unitario tiene sólo el nombre, porque de hecho en su seno existe una escisión muy grave, mucho más grave cuando son los mismísimos legisladores y gobernantes los que la afirman implícitamente, diciendo que el Estado es al mismo tiempo el de las leyes escritas y aplicadas y el de las conciencias que íntimamente no reconocen dichas leyes como eficaces e intentan sórdidamente vaciarlas (o por lo menos limitarlas en la aplicación) de contenido ético. Se trata de un maquiavelismo de pequeños politiqueros; los filósofos del i
dealismo actual, especialmente de la sección loros amaestrados de los "Nuovi studi", se pueden declarar las más ilustres víctimas del maquiavelismo. Es útil estudiar la división del trabajo que se intenta establecer entre la casta y los intelectuales laicos: la formación intelectual y moral de los niños y adolescentes se deja en manos de la primera (educación general básica, institutos y formación profesional), a los demás el desarrollo ulterior del joven en la universidad. Pero la educación universitaria no está sometida al mismo régimen de monopolio al que está sometida la educación general básica. De hecho, existe la Universidad del Sagrado Corazón y podrán organizarse otras universidades católicas homologadas en todo a las universidades estatales. Las consecuencias son obvias: la educación general básica es la escuela popular de la pequeña burguesía, estratos sociales que son monopolizados educativamente por la casta, puesto que la mayoría de sus elementos no llegan a la universidad, es decir no conocerá
n la educación moderna en su fase superior crítico-histórica, sólo la educación dogmática.
La universidad es la escuela de las clases sociales y del personal dirigente, es el mecanismo a través del cual se efectúa la selección de los individuos de otras clases que se incorporarán al personal gubernamental, administrativo y dirigente. Sin embargo, con la existencia, con igualdad de condiciones, de universidades católicas la formación de este personal no será ni unitaria ni homogénea. Y no sólo, sino que la casta, con universidades propias, realizará una concentración de cultura laico-religiosa, de una forma que no se conocía desde hace varias décadas y se encontrará en condiciones mejores que con la concentración laico-estatal. La eficacia de la Iglesia, que es como un bloque que sostiene su propia universidad, es comparable con la eficacia organizativa de la cultura laica. Si el Estado (en el sentido más amplio de la sociedad civil) no se expresa en una organización cultural según un plan centralizado, y no puede hacerlo porque su legislación en materia religiosa es la que es, y su carácter equívo
co no puede dejar de esta a favor de la Iglesia, dada la estructura masiva de ésta y el peso relativo y absoluto que de dicha estructura se desprende, y si los títulos de ambos tipos de universidad están homologados, obviamente las universidades católicas tenderán a ser el mecanismo selectivo de los elementos más inteligentes y capaces de las clases inferiores que incluirá en la clase dirigente.
Favorecerán la siguiente tendencia: el hecho de que no existe discontinuidad educativa entre las educación general básica y las universidades laico-estatales; y el hecho de que la Iglesia, con toda su estructura, ya está equipada para este cometido de elaboración y selección desde abajo. La Iglesia, desde este punto de vista, es un organismo perfectamente democrático (en el sentido paternalista de la palabra): el hijo de un campesino o de un artesano, si es inteligente y posee las capacidades necesarias, y si es lo suficientemente dúctil como para dejarse aprehender por la estructura eclesiástica y para sentir el espíritu particular de cuerpo y de conservación y la validez de los intereses presentes y futuros puede, en teoría, convertirse en cardenal e incluso papa. Si en la alta jerarquía eclesiástica el origen democrático es menos frecuente de lo que podría ser, ello se debe a razones complejas, en las que incide sólo de forma parcial la presión de las grandes familias aristocráticas católicas o la "ragion
e di Stato" (internacional). Esta es una razón muy fuerte: muchos seminarios están mal equipados y no pueden educar cabalmente al pueblo inteligente, mientras el joven aristocrático, desde su ambiente familiar, recibe sin esfuerzo de aprendizaje una serie de aptitudes y de calidades de primer orden para su carrera eclesiástica, a saber: la tranquila seguridad de su propia dignidad y autoridad, y el arte de tratar y gobernar a los demás.
Uno de los motivos de la debilidad de la Iglesia en el pasado consistía en que la religión daba escasas posibilidades de carrera, al margen de la carrera eclesiástica, el clero mismo estaba deteriorado desde el punto de vista cualitativo por las "escasas vocaciones", o por las vocaciones de elementos intelectualmente subordinados. Esta crisis era patente antes de la guerra; se trataba de un aspecto de la crisis general de las carreras con renta fija con órganos lentos y pesados, es decir la inquietud social del estado intelectual subalterno (maestros, profesores, curas, etc.) en el que actuaba la competitividad de las profesiones vinculadas al desarrollo de la industria y de la organización privada capitalista en general (periodismo, por ejemplo, que absorbe a muchos profesores, etc.). Ya había empezado la invasión de las escuelas de magisterio y de las universidades por parte de las mujeres y de las mujeres de los curas, a los cuales la curia, (tras las leyes Credaro) (5) no podía prohibir que se procurasen
un título público que les permitiese presentarse a empleos estatales y aumentar el "capital" individual. Muchos de estos curas, en cuanto obtuvieron el título público, abandonaron la Iglesia (durante la guerra, debido a la movilización y al contacto con ambientes menos sofocantes y angostos que los eclesiásticos, este fenómeno adquirió una cierta dimensión).
La organización eclesiástica sufría, así pues, una crisis constitucional que podía ser fatal para su poderío, si el Estado hubiese mantenido íntegra su posición de laicidad, incluso sin necesidad de una lucha activa. En la lucha entre formas de vida, la Iglesia estaba a punto de perecer automáticamente, por agotamiento propio. El Estado salvó a la Iglesia.
Las condiciones económicas del clero mejoraron en varias ocasiones, mientras el tenor de vida general, especialmente el de las clases medias, empeoraba. La mejora fue tal que las "vocaciones" se multiplicaron prodigiosamente, impresionando al mismísimo pontífice, que las justificaba precisamente con la nueva situación económica. La base de la elección de los aptos para el clérigo se amplió, permitiendo más rigor y mayores exigencias culturales. Pero la carrera eclesiástica, si bien es la base más sólida del poderío vaticano, no agota sus posibilidades. La nueva estructura escolástica permite la introducción en el personal dirigente laico de células católicas que se reforzarán progresivamente, puesto que en el arte de seleccionar individuos y de tenerlos atados a sí, la Iglesia es casi invencible. Controlando los institutos y otras escuelas medias, a través de sus personas de confianza, seguirá, con la técnica que la caracteriza, a los jóvenes más valiosos de las clases pobres y les ayudará a proseguir sus es
tudios en las universidades católicas. Bolsas de estudios subsidiadas por internados, organizados con la mayor dinámica, junto a las universidades, permitirán dicha acción.
La Iglesia, en su fase actual, con el impulso dado por el actual pontífice a la Acción Católica, no puede conformarse con crear solo curas, quiere infiltrarse en el Estado (recuerden la teoría de gobierno indirecto elaborada por Bellarmino) (6) y por ello se necesitan laicos, se necesita una concentración de cultura católica representada por laicos. Muchas personalidades pueden convertirse en auxiliares de la Iglesia tan valiosos tanto como profesores de universidad, funcionarios de la administración, etc. que como cardinales y obispos.
Ampliada la base de elección de las "vocaciones", una actividad laico-cultural semejante posee grandes posibilidades de extenderse.
Las universidades del Sagrado corazón y el centro neoescolástico (7) son las primeras células de este trabajo. Mientras tanto, es sintomático el congreso filosófico de 1929 (8), en el que se enfrentaron idealistas actuales y neoescolásticos y éstos participaron en el Congreso animados por el espíritu batallador de conquista. El grupo neoescolástico, tras el Concordato, quería parecer batallador, seguro de sí mismo para atraer a los jóvenes. Cabe tener en cuenta que una de las fuerzas de los católicos consiste en que ignoran totalmente las "confutaciones perentorias" de sus adversarios no católicos. Ante la tesis rebatida hacen ver como si tal cosa. El "desinterés" intelectual, la lealtad y la honestidad científica, son cosas que no comprenden o por lo menos no las entienden como debilidad o candidez de los demás. Cuentan con el poder de su organización mundial que se impone como una prueba de la verdad, y se basan en el hecho de que la población todavía no es "moderna", sigue siendo ptolemaica (9) en su conc
epción del mundo y de la ciencia.
Si el Estado se niega a ser en centro permanentemente activo de una cultura propia y autónoma, la Iglesia no puede sino triunfar sustancialmente. Pero el Estado no sólo no interviene como centro autónomo, sino que destruye a todo opositor de la Iglesia que posea la capacidad de limitar el dominio espiritual sobre las multitudes. Se puede prever que las consecuencias de una situación semejante, sin que cambie el panorama general de las circunstancias, pueden ser de importancia...
La Iglesia es un Shylock (19) más implacable que el Shylock shakespeariano: querrá su libra de carne, aun a costa de desangrar a su víctima, y con tenacidad, cambiando continuamente sus métodos, tenderá a alcanzar su máximo programa. Según la expresión de Disraeli (11): "los cristianos son los judíos más inteligentes que han comprendido qué era lo que tenían que hacer para conquistar el mundo".
La Iglesia no se puede limitar a su fuerza "normal" con la confutación filosófica de sus postulados teóricos y con las afirmaciones platónicas de una autonomía estatal (que no sea militante); sino sólo con la acción práctica cotidiana, con la exaltación de las fuerzas humanas creadoras en todo el área social.
Un aspecto de la cuestión que cabe evaluar es el de las posibilidades financieras del Centro vaticano. La organización progresivamente en desarrollo del catolicismo en Estados Unidos da la posibilidad de recoger fondos consistentes, a parte de las rentas normales aseguradas (que en 1937 disminuirán quince millones al año debido a la conversión de la deuda pública del 5% al 3,5%) y al óbolo de San Pedro. Podrían surgir cuestiones internacionales a propósito de la intervención de la Iglesia en los asuntos internos de cada uno de los países, considerando que el Estado subsidia permanentemente a la Iglesia?. La cuestión es elegante, como se suele decir. La cuestión financiera hace que sea muy interesante el problema de la llamada indisolubilidad del tratado y Concordato proclamada por el pontífice. Si el papa se viese obligado a recurrir a este medio político de presión sobre el Estado, no se plantearía inmediatamente el problema de la devolución de las sumas recaudadas (vinculadas precisamente al tratado y no
al Concordato?). Pero son tan ingentes, y además es de suponer que se habrán gastado en gran parte en los primeros años, que su devolución puede considerarse prácticamente imposible. Ningún Estado podría otorgar un préstamo semejante al pontífice para sacarlo del embarazo, y mucho menos un privado o un banco. La denuncia del tratado desencadenaría una crisis tal en la organización práctica de la Iglesia, que la solvencia de la misma, aunque fuere a largo plazo, sería anulada. La convención financiera anexa al tratado (12) debe considerarse como la parte esencial del tratado mismo, como la garantía de una casi imposibilidad de denuncia del tratado, diseñada por razones polémicas y de presión política.
He aquí un fragmento de la carta de León XIII a Francisco José (13): "Y no guardaremos silencio, ante tales impedimentos. Nos falta la manera de suplir lo propio ante las incesantes y múltiples exigencias materiales, inherentes al gobierno de la Iglesia. Es verdad que acuden en su socorro las ofertas espontáneas de la caridad; pero tenemos siempre presente con gran desolación que dichas ofertas proceden del agravio de Nuestros hijos, y, además, no hay que pretender que sea inagotable la caridad pública". "Lo propio" quiere decir lo "recaudado con impuestos" por los ciudadanos de un Estado pontificio, por los que, por lo que se ve, no se prueba desolación; parece natural que las poblaciones italianas paguen los gastos de la Iglesia universal.
Sobre el Concordato cabe leer el libro de Vincenzo Morello, "El conflicto tras la Conciliación" (14) y la respuesta de Egilberto Martire, "Razones de la Conciliación" (15). Sobre la polémica Morello-Martire cabe leer el artículo firmado "Novus" en "Crítica fascista" del 1 de febrero de 1933 ("Una polémica sobre la Conciliación). Morello pone en relieve esos puntos del Concordato en los que el Estado ha disminuido, ha abdicado a su soberanía, y no sólo, sino que, según parece, pone en relieve como en algunos puntos las concesiones hechas a la Iglesia son más amplias que las de otros países concordatarios. Los puntos controvertidos son principalmente cuatro: 1) el matrimonio: según el artículo 43 del concordato, el matrimonio (16) está disciplinado por el derecho canónico, es decir se aplica en el ámbito estatal un derecho ajeno al mismo. Por ello los católicos, a partir de un derecho ajeno al Estado, puede que se les anule al matrimonio, a diferencia de los no-católicos, mientras que "el ser o no ser católico
" debería "ser irrelevante a efectos civiles"; 2) según el art. 5 punto tercero, existe el interdicto de algunas oficinas públicas para los sacerdotes apóstatas o marcados por la censura, es decir, se aplica una "condena" del código penal a personas que no han cometido, ante el Estado, ningún delito castigable; el art. 1 del código indica que ningún ciudadano puede ser castigado si no ha cometido un hecho expresamente previsto por la ley penal como delito: 3) según Morello, no se ve cuales son las razones de utilidad por las que el Estado ha anulado totalmente las leyes destructoras (17), reconociendo a los entes eclesiásticos y a las órdenes religiosas la existencia jurídica, la facultad de poseer y administrar sus propios bienes; 4) enseñanza (18); exclusión tajante y total del Estado de las escuelas eclesiásticas, y no sólo de las que preparan técnicamente a los sacerdotes (es decir, exclusión del control estatal de la enseñanza de la teología, etc.), sino de las dedicadas a la enseñanza general. El art.
39 del Concordato se refiere a las escuelas de educación general básica y a los institutos regidos por el clero en muchos seminarios, colegios y conventos, de los que el clero se sirve para atraer a jovencillos y mozalbetes al sacerdocio y a la vida monástica, pero que no están todavía especializadas. Estos alumnos deberían tener derecho a la tutela el Estado. Parece ser que en otros concordatos se tienen en cuenta ciertas garantías del Estado, por lo que incluso el clero no se forma de manera contraria a las leyes y al orden nacional, y precisamente imponiendo que para tener muchas oficinas eclesiásticas sea necesario un título de estudios público (el que se da en las universidades).
Naturaleza de los Concordatos.
En su carta al cardenal Gasparri (19) del 30 de mayo de 1929, Pío XI escribe: también en el Concordato están presentes, cuando no dos Estados, por lo menos sí dos soberanías como tal, es decir, perfectas, cada una en su orden, orden necesariamente determinado por las finalidades de cada uno en donde es menester añadir que la objetiva dignidad de los fines determina no menos objetiva y necesariamente absoluta superioridad de la Iglesia".
Este es el terreno de la Iglesia: al haber aceptado dos instrumentos que se caracterizan por establecer las relaciones entre el Estado y la Iglesia, el tratado y el Concordato, se ha aceptado este terreno a la fuerza. El tratado determina estas relaciones entre ambos Estados, el Concordato determina las relaciones entre dos "soberanías" en el "mismo Estado", es decir, se admite que en el mismo Estado existen dos soberanías iguales, puesto que tratan en igualdad de condiciones (cada cual en su orden). Naturalmente, la Iglesia sostiene que no existe confusión de soberanías, pero porque sostiene que en lo "espiritual" al Estado no compete soberanía alguna y si el Estado se la otorga, comete usurpación. La Iglesia sostiene asimismo que no puede existir una doble soberanía en el mismo orden de finalidades, pero precisamente porque sostiene la distinción entre los fines y se declara única soberana en el terreno de lo espiritual.
El padre Luigi Taparelli, en su libro "Examen crítico de los órdenes representativos en la sociedad moderna, define los concordatos de la siguiente manera: ".... Son convenciones entre dos autoridades que gobiernan una misma nación católica". Cuando se establece una convención, tienen por lo menos igual importancia jurídica las interpretaciones que dan ambas partes de la convención.
Los católicos tras el Concordato.
Es muy importante la respuesta del papa en su discurso de navidad en el Sagrado colegio de los cardinales publicado en "Civiltà cattolica" del 4 de enero de 1930. En "Civiltà cattolica" del 18 de enero se publica la encíclica papal "Quinquagesimo ante anno" (con motivo del cincuenta aniversario de sacerdocio de Pío XI), en donde se insiste en que el Tratado y el Concordato son inescindibles e inseparables "o permanecen los dos, o desaparecen". Esta afirmación reiterada por el papa posee un gran valor. Tal vez ha sido subrayada no sólo con respecto al gobierno italiano, con el que ambos fueron negociados, sino especialmente como salvaguardia en caso de cambio de gobierno. La dificultad radica en el hecho de que cayendo el tratado, el papa debería devolver las sumas que el Gobierno italiano depositó en virtud del tratado, ni tendría valor el argumento posible basado en la ley de las garantías ... Habrá que ver por qué en los presupuestos del Estado figuraba la suma que el Estado había asignado al Vaticano bajo
las garantías, cuando existía una desconfianza de que dicha obligación cesaría si, antes e cinco años tras la ley, el Vaticano rechazase recaudarlas.
La sociedad civil
Cabe distinguir la sociedad civil, tal y como la entendía Hegel, en el sentido en el que a menudo se trata en estas notas (es decir, en el sentido de hegemonía política y cultural de un grupo social sobre toda la sociedad, como contenido ético del Estado) por el sentido que le dan los católicos, para los que la sociedad civil es por el contrario la sociedad política y el Estado, con respecto a la sociedad familiar y de la Iglesia. Dice Pío XI en su encíclica sobre la educación ("Civiltà cattolica" del 1 de febrero de 1930): "Tres son las sociedades necesarias, diferenciadas y al mismo tiempo unidas por Dios, en cuyo seno nace el hombre: dos sociedades de carácter natural que son la familia y la sociedad civil; la tercera es la Iglesia, de carácter sobrenatural. En primer lugar la familia, instituida inmediatamente por Dios para su fin, que es la procreación y la educación de la prole, la cual posee prioridad de naturaleza, y por lo tanto prioridad de derechos, con respecto a la sociedad civil. Asimismo, la f
amilia es sociedad imperfecta, porque no posee todos los medios necesarios para su fin que es el bien común temporal, que por respeto a ello, es decir al bien común, posee preeminencia por encima de la familia la cual alcanza precisamente en la sociedad civil su conveniente perfección temporal. La tercera sociedad, en la que nace el hombre, mediante el bautismo, a la vida divina de la gracia, es la Iglesia, sociedad de carácter sobrenatural y universal, sociedad perfecta, porque cuenta con todos los medios necesarios para su fin, que es la salvación eterna de los hombres, y por lo tanto suprema en su orden". Para el catolicismo, la que se llama "sociedad civil" en lenguaje hegeliano no es "necesaria" es decir es puramente histórica o contingente. En la concepción católica el Estado es sólo la Iglesia, y es un Estado universal y sobrenatural; la concepción medieval teóricamente se mantiene de lleno.
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NOTAS
****(*) De Antonio Gramsci, 2El Vaticano e Italia", Editori Riuniti 1967.
****(1) Se trata sin lugar a dudas de la alocución papal del 14 de diciembre de 1925 en la que Pío XI, haciendo el balance del año santo, manifestó su gratitud al gobierno italiano por lo que había hecho por garantizar el éxito de los peregrinajes y en interés de la religión, lamentando al mismo tiempo que esta obra fuese insuficiente para reparar los errores cometidos contra la Iglesia y la religión anteriormente. El papa tejía el elogio abiertamente del gobierno fascista diciendo que apreciaba los esfuerzos realizados para suplir las disputas subterráneas y deploraba abiertamente el reciente atentado de Zaniboni contra Mussolini.
****(2) Nota bibliográfica sobre el libro: Wilfrid Parson, "The Pope and Italy", Washington, Ed. "The America Press", 1929, pág. 134. Parson es director de la revista "America" (nota de Gramsci).
****(3) De hecho el Concordato entre Ciudad del Vaticano y Prusia, del 14 de junio de 1929, concluido tras largas negociaciones, volvía a instaurar o establecía nuevos privilegios a favor de la Iglesia católica en Alemania, como el restablecimiento de la sede del obispo de Aquisgrán, la creación de nuevas parroquias por parte del Estado, la reglamentación de los edificios y los fondos del Estado destinados a los objetivos de la Iglesia, etc.
****(4) probable alusión al control ejercido por los intervencionistas anglo-americanos en la vida política y económica de la república georgiana tras la derrota de Denikin y la retirada de las tropas alemanas, en julio de 1918.
****(5) Luigi Cedro (1860-1939), pedagogo y político, ministro de educación entre 1911-1914, fundador y director de "Rivista pedagogica". De él tomó nombre la ley sobre la educación básica de 1910-11 que, con la creación de consejos provinciales escolásticos, confiaba al Estado la educación básica en la mayor parte de los municipios italianos. La ley fue criticada ásperamente por la Iglesia que hasta ese momento había tenido el monopolio casi absoluto de la educación básica.
****(6) El cardinal Roberto Bellarmino (1542-1621, tal vez el mayor teórico de la Contrarreforma, "autor de la fórmula de poder indirecto de la Iglesia en todas las soberanías civiles".
****(7) Centro neoescolástico: movimiento filosófico surgido en Italia a principios del siglo XIX, de carácter Aristotélico-tomista. Entre sus principales promotores figuran el padre Luigi Taparelli d'Azeglio y fue sancionado en 1879 por la encíclica "Aeterni patris" (Del Padre Eterno) de León XIII. La Conciliación le dio un nuevo corte al neoescolasticismo con la fundación de la "Rivista di filosofía neoescolástica" y la universidad católica del Sagrado Corazón (1929), ambas surgidas por la iniciativa del padre Gemelli.
****(8) El congreso de filosofía del 26-29 de mayo de 1929, que tenía en programa el debate de los problemas suscitados por el concordato -- básicamente la cuestión del predominio de la religión sobre la filosofía o de la filosofía sobre la religión -- señaló la crisis del laicismo y del liberalismo. En dicho congreso estalló el encarnizado y abierto contraste entre G. Gentile y Gemelli, es decir entre idealistas actuales y neoescolásticos (v. sobre el congreso E. Garin, "Cronache di filosofía italiana", Bari, 1955, pág. 490 y pássim).
****(9) Se sigue representando el mundo según la vieja concepción del geógrafo griego Ptolomeo, que decía que la Tierra era el centro del universo, y no según la concepción científica moderna, nacida con Copérnico que fue el primero en afirmar que la Tierra no es más que uno de los planetas que dan vueltas alrededor del sol.
****(11) El estadista y literato inglés Beniamin Disraeli, conde de Beacosfield (1804-1881), remodeló el partido conservador inglés y fue ministro y presidente del gobierno en repetidas ocasiones, en 1868 y 1n 1874; promovió una política exterior de expansión obstaculizando los objetivos rusos.
****(12) A partir e la convención financiera alegada al Tratado del Letrán, Italia debía pagar al Vaticano 750 millones de liras en contante y mil millones consolidados al 5% al portador. (V. Candeloro, "El movimiento católico en Italia", Roma, 1961, páginas 504-505).
****(13) En junio de 1892, según parece, tal y como indica el libro de Francesco Salata "Per la storia diplomatica della Questione Romana" en la página 244 y siguientes, I, Treves, 1929 (nota de Gramsci).
****(15) Roma, "Rassegna Romana", 1932, (nota de Gramsci).
****(16) Vale la pena recordar que la ley concordataria sobre el matrimonio fue tachada por un escritor católico como Jemolo de "compleja y enredosa", como "la más colosal chapucería ... que se haya podido concebir" (v. A.C. Jemolo, "Chiesa e Stato in Italia negli ultimi cento anni", Turín, 1948, pág. 647 y siguientes).
****(17) Leyes destructoras de los privilegios de la iglesia católica.
****(18) El Concordato agravó el carácter confesional que caracterizaba a la escuela desde la reforma Gentile, extendiendo a la educación secundaria el principio de instrucción religiosa y reconociendo prácticamente la religión católica como la única religión del Estado italiano.
****(19) Publicada por "Civiltà cattolica" del 15 de junio posterior, vol. II, p. 483.
N.d.T (1 bis) Antonio Gramsci: (Ales 1891 - Roma 1937) pensador y
político, uno de los fundadores del Partido
comunista italiano (1921).
(2 bis) Compromiso histórico: estrategia política delineada
por Enrico Berlinguer y basada en la colaboración
entre comunistas, demócrata-cristianos y
socialistas.