Giuseppe PrezzoliniSUMARIO: Pier Paolo Pasolini es el único que escribe un artículo (Corriere della sera del 12/7/1974 - texto nº 1356 en el archivo de agorà) de análisis sobre el ayuno que Marco Pannella está llevando a cabo desde hace más de 70 días (Objetivos: derecho al acceso de la LID a la Tv en el debate relacionado con el referéndum sobre el divorcio; audiencia del Presidente de la República Giovanni Leone; discusión en la Cámara de la propuesta de despenalización del aborto; garantías sobre la línea laica de Il Messaggero). Pasolini afirma que los radicales y Pannella son los auténticos vencedores del referéndum del 12 de mayo, mientras que los vencidos son, por motivos distintos, Fanfani y Berlinguer.
Dura réplica en "Il Corriere" de Maurizio Ferrara (texto nº 1606) y Giuseppe Prezzolini (texto nº 1607). Marco Pannella les contesta desde las columnas de "Il Mondo" (text nº 1183). Respondiendo a Pannella, la Voce Repubblicana afirma qeu "Il Mondo" publicó el escrito de Pannella "avergonzándose un poco".
Con un artículo firmado por el director de IL MONDO, la revista semanal reivindica su sintonía cn las batallas "liberales" y en pro de la afirmación de los derechos civiles de Pannella y con su método no violento.
(IL MONDO, 15 de agosto de 1974)
En el número anterior de "Il Mondo" ofrecimos a Marco Pannella la ocasión de contestar a aquellos que sobre él y sobre su acción política habían discutido en "Il Corriere della Sera"; nuestro propósito declarado era dar espacio, tal y como habíamos hecho durante la campaña del referéndum, a las personas y a los grupos que llevan a cabo una batalla en pro de las libertades civiles y que difícilmente hallan acceso en los medios de comunicación. Curiosamente, y nos lo hacía notar el mismísimo Pannella, mientras desde hacía algunas semanas en los periódicos y revistas se habla de él, uno acaba olvidándose de que él tiene algo que decir sobre las opiniones de quiénes lo juzgan y comentan. Contestando al artículo de Pannella con modos de aplacada polémica, "La Voce Repubblicana" supone que nosotros hemos publicado lo escrito por Pannella "avergonzándonos un poco". No es así. No compartimos las ideas de Pannella con respecto a muchos argumentos, ni acostumbramos a utilizar sus formas polémicas en nuestra crítica a
los partidos, pero publicamos sus intervenciones con un sentido vivo de solidaridad por la batalla de fondo que él está realizando desde hace año jugándose la piel: la batalla en pro de los derechos civiles. Así pues, estamos orgullosos de que al dar nuestro apoyo a los ciudadanos y a los grupos no violentos, comprometidos en una solitaria, fantasiosa e invencible petición de libertad, nos remitimos a las tradiciones de este periódico. No queremos repetir aquí los argumentos que en otras muchas ocasiones hemos recordado a nuestros lectores: la cultura liberal de la que nace "Il Mondo"; la relación dialéctica que siempre ha mantenido con la cultura marxista; el compromiso no partídico al participar en la vida política y al desenmascarar los falsos mitos y las pequeñas y grandes bellaquerías; son temas que recientemente ha reanudado Nicola Metteucci ("Il Mondo" Nº 29). Pero queremos decir que hay un punto en el que estamos totalmente de acuerdo con Pannella: cuando afirma que los "realistas" de las política no
s están llevando por la calle de la amargura. Quiénes son estos adoradores de una política de lo "real"? Lamentablemente, con la mayoría de nuestros hombres de gobierno y de partido, para los que la realidad del país se va estrechando paulatinamente hasta convertirse en abstracciones, que pierden en las reyertas por el poder el tiempo y el ingenio necesarios para ejercerlo, que desperdician en tramas obtusas y sectarias el encargo de representación que han recibido de los ciudadanos. Para la mayoría de nuestra clase política, cabe mirar con piedad toda manifestación personal o aislada que intenta expresar, en la variedad que se concede a la creatividad del hombre, una forma "distinta" de hacer política: distinta de la que los partidos organizados consideran "realista". Peor todavía, son las mismísimas libertades civiles, reclamadas por personas y por grupos, las que se consideran un "disturbio" (concretas como son, reales verdaderamente), un obstáculo, un inoportuno soplo de vida en la academia embalsamada
de los juegos de poder y de corriente,
Así se explica por qué, mezclados en un referéndum que hubiesen querido evitar a toda costa, los partidos descubren de repente que el país atrasado, supersticioso, renunciatario, que ellos creían representar, no existe; y que, por lo tanto, este país que vota "no", está mejor representado por los Marco Pannella y las ligas para el divorcio, los irregulares de la política, los sedientos de libertad.
Debido a episodios como estos, disminuye cada día en Italia (lo vemos sin estupor pero con dolorosa preocupación) la confianza en los partidos. Cómo iba a ser distinto cuando los mismísimos partidos tienen una idea de la libertad, la de la expresión por poner un ejemplo, tan pávida, que tiene que intervenir una sentencia del Tribunal Constitucional para condenar implícitamente la iliberalidad de su acuerdo (el que se ha dado en llamar "telediario doble" sobre las transmisiones de televisión? Pero, de qué nos maravillamos, cuando estamos obligados a luchar siempre tarde para reclamar los derechos que en otros países son ya cosa antigua, cuando gran parte de nuestra clase política considera "prematuro" hablar de una legislación sobre el aborto y mientras tanto un sondeo promovido por "Panorama" demuestra que la mayoría de los italianos es de parecer contrario? Y que no se diga que otros problemas vienen antes, que no se utilice la crisis económica como argumento para negar o enmascarar la crisis política que
es la causa original incluso de nuestras estrecheces.
En la hipótesis (totalmente ciencia ficción) de que nuestra economía levantase la cabeza milagrosamente, acaso se resolvería por ello la otra crisis, mucho más grave, que supone la decaída y la esclerosis de nuestra clase política?
Los partidos que se ponen a la cabeza del proceso del hombre, los partidos laicos, reciben de sus mismísimos orígenes históricos la enseñanza de que no hay izquierda ni progreso sin un continuo combate en pro de la libertad de la persona; que cuando este combate se rechaza, muere también la función de los partidos, y la mismísima democracia. En tiempos poco bonitos, como estos que estamos viviendo, el pesimismo más difundido es el político: la gente habla de golpe de estado como bromeando, como si ni tan siquiera la pérdida de la libertad fuese una cosa seria. Precisamente en estos tiempos tenemos que recordar que la única historia realmente positiva del género humano es la de la conquista de los derechos civiles: desde que el ciudadano inglés fue defendido por el habeas corpus, que igualó en el derecho a nobles y plebeyos, desde que los negros de América asistieron a la liberación de la esclavitud, en el camino de la libertad personal siempre se ha salido hacia adelante. Al igual que toda historia, esta tam
bién tiene sus momentos muertos, tiene terribles zonas oscuras en las que azota la locura de los dictadores, tiene sus derrotas, sus falacias y sus falsas metas. Como toda historia también ésta es interpretada ideológicamente, y hay quien explica que la esclavitud cesó en el momento en el que las naciones negreras dejaron de tener conveniencia económica en mantenerla. Sin embargo, nosotros creemos y constatamos que sólo en los países realmente avanzados en materia de libertades civiles, la política y la vida social experimentan esquemas distintos de los nuestros, se dirigen - visiblemente - al futuro.
Por ello, desconfiamos del llamado realismo de nuestros políticos. Por ello no logramos ver por qué (aparte de los casos personales) se puede mirar con piedad a la gente que lucha por el porvenir, tal vez de forma confusa en lo que a los modos se refiere pero muy claramente con respecto a los objetivos, jugándose la salud y la vida. De acuerdo, Pannella no es Gandhi; pero no sería más justo, y al fin y al cabo más acertado, valorizar las aspiraciones y los esfuerzos de los aislados, de los no violentos, de los locos de libertad, en vez de intentar "borrarlos de un plumazo"? Además, Pannella se ha convertido en un "caso" y más allá de la sugestión que el personaje pueda ejercer, pues los partidos lo han dejado vagar, prácticamente sólo, en un espacio político como el de los derechos civiles, que está demostrando ser - con la sorpresa, tal vez de quien no ha pensado en ocuparlo con compromiso - cada día más vasto e importante. Nuestros realistas de la política ven más el presente que el futuro. A menudo, está
n celosos de los viejos y le tienen miedo a lo nuevo. Ignoran durante años el estado del mundo e invocan un nuevo modelo de desarrollo cuando los jeques cierran el grifo del petróleo, dispuestos a olvidarlo todo cuando el grifo se vuelve a abrir; temen hablar de aborto o, el día de mañana, de control de la natalidad, pero no piensan en los siete mil millones de individuos que dentro de treinta años quemarán lo que quede de nuestro verde mundo.
Con respecto a estos temas, que son de veras la realidad y la política de hoy (si no queremos que se conviertan en tragedia irremediable), tiene que poder dar su opinión los jóvenes, aquellos a los que hemos preparado obscenamente la amenaza de una vida degradada. Por ello lucharemos, con los partidos o con los aislados, con los ciudadanos, para que tengan derecho al voto los mayores de dieciocho años; lucharemos para que la mujer no sea esclava y víctima de la maternidad. Con "rabia liberal", siguiendo la tradición de "Il Mondo". Puesto que esta es también la tradición de los partidos laicos, confiamos en que nos hallaremos en buena compañía.