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Pasolini Pier Paolo - 18 luglio 1975
PASOLINI, PANNELLA Y LA DISENSION
de Pier Paolo Pasolini

SUMARIO: El texto denuncia la responsabilidad de la Democracia Cristiana en el proceso de destrucción de todos los valores humanistas y de tolerancia, incluso de aquellos "valores" religiosos a los que se remite, a los que ha sustituido el consumismo, el conformismo, la falsa tolerancia y el desarrollo sin progreso. De ahí la necesidad, para que exista una fuerza de auténtica oposición y alternativa, de compromiso ante todo en la reconstrucción de un nuevo universo "moral", de que surjan nuevos valores y nuevas "obediencias a leyes futuras mejores". Por todo ello, invita a Marco Pannella a no seguir llamando a su acción política "desobediencia" sino nueva obediencia a estos valores que sólo hombres de buenas voluntad e "inertes" pueden descubrir y afirmar.

(Corriere della Sera, 18 de julio de 1975).

Querido Pannella, tú estás en las barricadas, yo en mi casa de campo. Tu me llevas ventaja. Pero sería moralista que yo temiese dicha ventaja (tanto tú como yo detestamos el moralismo). Además, tú sabes lo mucho que te amo y que estoy de tu parte.

Cuál es la coyuntura desde la que te escribo?. Pues la de una situación política nacional en la que el sentido real de la victoria comunista en las últimas elecciones consiste en haber aumentado inmensamente la responsabilidad de los comunistas (veremos por qué); mientras que la derrota democristiana hacen que en realidad estas elecciones tengan un sólo vencedor: Fanfani(1). De hecho, en un país civil - en el que el progreso no hubiese sido mero desarrollo, es decir destrucción mecánica e irreversible de los valores - la pérdida democristiana hubiese debido ser del 10, del 20 por ciento de los votos, y no del 2 por ciento. El haber contenido la pérdida al 2 por ciento ha sido un éxito: es el éxito de Fanfani. Por eso sigue siendo tan fuerte y la izquierda (?) democristiana se mueve y amenaza en vano. Dentro de dos años se recuperarán, sin lugar a dudas, los votos de los fascistas: porque está claro que el hombre de derechas Fanfani seguirá la tendencia antifascista. Y todo volverá a ser como antes: al menos

aparentemente, porque de lo contrario, todo cambiará radical y definitivamente: de hecho los votos católicos serán finalmente democristianos. Es decir ya no garantizados y suministrados por la Iglesia católica, sino directamente por el Poder Económico. No cabe la menor duda de que el mundo campesino se ha acabado. Y remodelar eventualmente la agricultura no restablecerá esos "valores" religiosos que - por suerte y por desgracia - se han perdido para siempre. Es eso lo que pretendo decir con "ya no católicos sino democristianos": la democracia cristiana es un nada ideológico mafioso. Una vez perdida la Iglesia como punto de referencia, esa, al igual que la cera maloliente, puede modelarse para sí, según las formas que necesita, una referencia más directa al Poder Económico real, es decir al nuevo modo de producción (determinado por la enorme cantidad y por lo superfluo) y su implícita ideología hedonista (que es exactamente lo opuesto a la religión). Con cinismo arcaico propio de católicos arcaicos, los pode

rosos democristianos aceptan y asimilan imperturbables, y totalmente conscientes de ello, el cinismo de la nueva revolución capitalista (la primera auténtica revolución de derechas). Ello les renueva y moderniza, les convierte en los más nuevos y modernos de todos.

Dicha revolución capitalista, desde el punto de vista antropológico - es decir, en lo que a la formación de una nueva "cultura" se refiere - pretende hombres exentos de vínculos con el pasado (ahorro y moralismo): pretende que dichos hombres vivan - desde el punto de vista de la calidad de vida, del comportamiento y de los valores, en un estado, como diría yo, de imponderabilidad, lo cual les permite dar primacía, como único acto existencial posible, al consumo y a la satisfacción de sus exigencias hedonistas.

Naturalmente - a través de una de esas contradicciones curiosas y escandalizadoras que crean en realidad la historia - es precisamente esta reducción del hombre a autómata - a menudo desagradable y ridículo a causa de la pérdida sustancial de su propia dignidad (decimos: de la dignidad que más o menos tenía tradicionalmente) -, repito, es precisamente esta reducción degradante lo que comporta la exigencia de un avance para la desmitificación, la democratización e incluso el progreso. Pero ya lo he dicho más de mil veces; se trata de una desmitificación, de una democratización y de un progreso puramente enfáticos. Nombres y no cosas. Lo cual significa cosas que todavía no tienen nombre. Los poderosos democristianos y los demás poderosos se embellecen con esta desmitificación, con esta democratización y con este progreso en marcha; que en realidad "acompaña"a un desarrollo monstruoso y destructor.

Asimismo, los comunistas deben creer - o hacer ver que se lo creen hasta que acaben por creérselo, con injustificado optimismo- en el énfasis de la desmitificación, de la democratización y del progreso, que acompañan a la mejora objetiva del tenor de vida de los trabajadores. Por ello decía yo que su responsabilidad ha aumentado inmensamente: las expectativas de aquellos que han votado por primera vez al PCI, determinando su gran victoria, son en primer lugar de carácter práctico y económico ("Comunistas, ayudadnos a aportar un poco de orden y de moralidad al desarrollo") pero se trata, asimismo, de una espera, como diría yo, antropológica, totalmente inconsciente ("Comunistas, ayudadnos a saber qué hombres somos"). Esta segunda expectativa no podrá dejar de obligar a los comunistas a observar críticamente, con la lucidez diplomática del análisis qué es lo que son existencialmente los hombres: y en qué medida su manera de ser ha sido determinada por esa "primera, auténtica y gran revolución de derechas" que

es el nuevo modo de producción.

Cómo oponerse a este nuevo modo de producción?. Qué actitud adoptar con respecto a las industrias terciarias y a los bienes superfluos?.

De todas maneras, lo que ha pasado pasado está y lo que pasa, pasa: no hay vuelta de hoja. Es menester adaptarse a la llamada realidad para poder echar cuentas con ella. Dicha realidad posee rasgos fácilmente detectables, porque su violencia es la de una mortuoria vitalidad que se esparce por doquier: pérdida de antiguos valores (se juzguen como se juzguen); burguesización total y totalizadora: corrección de la aceptación del consumo a través de la excusa de una ostentada y enfática ansia democrática: corrección del más degradado y delirante conformismo que recordar se pueda, a través de la excusa de una ostentada y enfática exigencia de tolerancia.

Ahora bien, querido Pannella, hay gente que como nosotros sigue actuando bajo el impulso "inerte" de necesidades cívicas de las que tomamos conciencia hace unos diez años: es decir, la lucha por un ansia democrática sincera y en nombre de una tolerancia real. Sin embargo, hace unos diez años el significado de la palabra "obediencia" y el de "desobediencia" eran profundamente distintos. La palabra "obediencia" indicaba todavía ese horrendo sentimiento que había provocado durante siglos de contrarreforma, de clericalismo, de moralismo pequeño-burgés y de fascismo; mientras la palabra "desobediencia" indicaba todavía ese maravilloso sentimiento que impulsaba a rebelarse contra todo ello.

Además, todo ello, contrariamente a cualquier lógica que nosotros llamamos histórica, ha sido barrido de un plumazo no por la rebelión de los "desobedientes" sino por una nueva voluntad de los "obedientes" (insisto: la primera auténtica gran revolución de derechas")

Contrarreforma, clericalismo, moralismo pequeño burgués, fascismo, son "restos" que al primero que aburren es al nuevo poder. Contra estos "restos" luchamos nosotros?.

Acaso "desobedecemos" a las normas de estos restos?.

Ten en cuenta que la característica más intransigente de la "primera auténtica gran revolución de derechas" consiste en su destructividad. Su primera exigencia es la de limpiar un universo "moral" que le impide expandirse.

Observemos por ejemplo la criminalidad italiana. No es un análisis marginal. No se trata de un mundo particular, que se puede relegar al apartado de sucesos. La criminalidad italiana es un fenómeno imponente y primario de la nueva condición de vida italiana. No sólo los auténticos criminales son una "masa" sino lo que más cuenta, la masa joven italiana a secas (excepto élites reducidas, por lo general jóvenes inscritos al PCI) está formada por criminaloides. Es decir, esos cientos de miles o millones de jóvenes que sufren la pérdida de los valores de una "cultura" y no han hallado todavía a su alrededor los valores de una "nueva cultura" (tal y como nosotros la configuramos). O bien, aceptan, con ostentación y violencia, por una parte los valores de la "cultura del consumo" (que nosotros rechazamos) y por otra los valores de un progresismo verbal.

Pues bien, para todos estos jóvenes sirve la figura o "modelo" del "desobediente". Ninguno de ellos se considera "obediente". En realidad, semánticamente, las palabras han cambiado su sentido intercambiándolo, puesto que adopta una actitud condescendiente con respecto a ideología "destructora" del nuevo modo de producción, quien se cree "desobediente" (y se declara tal) es en realidad "obediente"; mientras que quien disiente con la llamada ideología destructora - y, en la medida en la que cree en los valores que el nuevo capitalismo quiere destruir, es "obediente" - y por lo tanto en realidad "desobediente".

Los jóvenes del 68 han proporcionado un modelo de "desobediencia" (falta de respeto, burla, desprecio de la piedad, gamberrismo ideológico "somatizado") que ahora, en realidad, sólo vale para los criminales comunes, que son una masa, y para las masas de aquellos criminales potenciales que son siempre los que, tal y como decía han sufrido desde hace poco una pérdida de los valores (cfr. las tropas proletarias de las SS alemanas).

La "destrucción" es, en resumidas cuentas, el símbolo dominante de este modelo de falsa "desobediencia" en la que consiste la vieja "obediencia".

Por eso te escribo. Tienes que ponerte al día semánticamente con el lenguaje que utilizas. No debes seguir diciendo "desobediencia" sino "obediencia", o mejor dicho, si lo prefieres "nueva obediencia" y ofrecerte como modelo de dicha "nueva obediencia". No debes ... No debes? Perdona, atribuye a este deber y no deber un sentido sólo apasionado y solidario ... Y para que me entiendas mejor, pondré dos "ejemplos"actuales.

A lo largo de las últimas semanas, la "masa criminaloide" italiana ha tenido la posibilidad de tomar en consideración dos "casos" - inconscientemente y despotricando como es su costumbre.

El primero es un "caso de desobediencia": el del Sargento Sotgiu (protesta por las condiciones de vida de los suboficiales). El segundo es un "caso de obediencia", el del policía Rizzo (suicidio a causa de la fuga de un detenido que le había sido confiado y al que le había otorgado su confianza).

El primer caso ha gozado de la máxima popularidad: "reconocido" por todo el mundo, "aceptado" por todo el mundo, "aprobado" por todo el mundo. Hasta el ejército. Se trata de desobediencia?. A mí el sargento Sotgiu me cae muy bien: confieso mi simpatía y (aunque no la necesita para nada) mi solidaridad. Sin embargo, pongo una objeción: ha basado su propuesta en la afirmación de que también "los sargentos de la aeronáutica", y, me imagino, los sargentos y los militares de carrera en general, son "seres humanos como los demás". Nos hallamos ante una petición de principios. Los llamados "demás" son realmente "seres humanos?. La mutación antropológica que se está produciendo no estará acaso creando "subhombres"?.

Mucho más "humano" que Sotgiu era indudablemente el guardia de seguridad, Rizzo. Pero su sentimiento del deber, su fe en los demás como "seres humanos", en resumidas cuentas, su "obediencia", no ha obtenido ningún consenso. No ha sido planteada en ningún momento como un valor ejemplar, o mejor dicho como la "forma universal" de un valor. La "obediencia" no goza de ninguna popularidad, ni tan siquiera como idea. Eso está claro. Pero si hay alguien que desobedeció a todo aquello que en estos momentos es tal y como el poder quiere, ese alguien es precisamente el policía Rizzo. Se opuso a dicha realidad en nombre de todo lo que ha sido brutalmente destruido. Porque la "destrucción" es, repito, el distintivo dominante del nuevo poder.

Concluyendo: la Italia actual está destruida, exactamente como la Italia del 1945. Es más, la destrucción tal vez sea más grave, porque no nos hallamos ante escombros, por muy desgarradores que sean, de casas y monumentos, sino entre "escombros de valores", "valores" humanistas y, lo que es más importante, populares.

Al igual que los del 1945, los hombres italianos del poder - a causa no sólo de la destrucción que han llevado a cabo sino, sobre todo, a causa del envilecimiento de los fines y de la estúpida inconsciencia con la que han actuado - serían dignos de un nuevo Piazzale Loreto(2). Que desde luego no se producirá - por suerte y por desgracia . Sin embargo, lo que está claro es que en estos momentos lo que cuenta es detectar y vivir una "obediencia de leyes futuras y mejores" - parecida a la de cuando, tras lo de Piazzale Loreto, nació la Resistencia - y la consiguiente voluntad de "reconstrucción". Fundar la posibilidad de una "obediencia" semejante y de una "voluntad de reconstrucción" semejante es el auténtico nuevo papel histórico del PCI. Pero también el tuyo, el de los radicales, el de todo intelectual, de todo hombre solo y de buena voluntad.

N.d.T. (1) Aminitore Fanfani: (Pieve Santo Stefano, Arezzo, 1908).

Político italiano. Profesor de economía política,

Colaboró con Alcide De Gasperi, a cuya retirada fue

elegido secretario general de la Democracia Cristiana

(1954). Substituido por Aldo Moro en 1958, fue

nuevamente elegido en 1973. Presidente del Consejo

(feb.1954; jul.1958, en 1959; 1960-63 y nov 1968;

reelegido en 1972 y 1976.

(2) Piazzale Loreto: plaza con dicho nombre en la que

colgaron por los pies a Mussolini y a su amante.

 
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