de Marco PannellaSUMARIO: El Partido radical se presenta por primera vez a las elecciones generales del 20 de junio de 1976 y consigue, por pocos centenares de votos, obtener el cociente necesario y la elección de cuatro diputados. Marco Pannella cuenta como anduvo buscando desesperadamente que le prestasen, pocos días antes de las elecciones, doscientos millones de liras italianas para intentar romper el muro de silencio que se cernía sobre las listas radicales, el encuentro nocturno con Gianni Agnelli y las 19 horas en directo de Radico Radical.
(LA PROVA RADICALE, julio - agosto 1976)
Faltan diez días para las elecciones. Descubrimos por casualidad que, si lo logramos, tendremos derecho a más de 200 millones de liras de rembolso por gastos electorales. Hablamos de ello con Gianfranco y con Paolo. Conocen mis previsiones. Es más que posible que no lo logremos. Si se votase mañana, tal vez contaríamos con los votos pero ya ha empezado el previsible juego de masacre. No nos quedan más que seis minutos en televisión. No tenemos ni una lira para la publicidad en los periódicos, para algún que otro manifiesto, para cualquier iniciativa. Nos trasladamos a los mítines apañándonoslas con dinero de nuestros bolsillos, con deudas personales. Mientras tanto, finalizados los ayunos, los enfrentamientos con el Partido Comunista Italiano por las listas, el silencio se cierne sobre nosotros; ni una palabra dicha o escrita sobre nuestros objetivos políticos, sobre los argumentos que desarrollamos, sobre los proyectos en general.
Las señales que hemos transmitido a la Rai-Tv serán borradas por el bombardeo conjunto de la censura y la mitificación. Si sólo lográsemos hacer un anuncio de media página el viernes antes de las elecciones en todos los periódicos. Desde luego, no lograríamos más que una décima parte del electorado, pero, desde luego, nos bastaría para permitirnos contener lo necesario, lo suficiente. Hace diez días pedí que se realizase un sondeo demoscópico en la ciudad de Milán. Los resultados que llegan antes de las elecciones confirman: contamos con el 2 por ciento de los electoras, proyectando este porcentaje en toda la circunscripción deberíamos lograrlo y contar con más del 1,6 necesario para el cociente. Pero si perdemos cualquier voto estamos perdidos. Y todavía falta una semana para las elecciones.
La situación es tragicómica. Si tuviésemos el dinero, aunque fuese en parte, que por ley se nos rembolsaría al cabo de un mes de las elecciones, es matemático - creemos - que lo lograríamos. No conseguimos tenerlo y estamos totalmente seguros de que perderemos. En pocas horas nos dirigimos a todas partes, realmente a todas las imaginables, con una angustia creciente, mientras continuamos con los mítines en toda Italia, con los aviones en huelga, los trenes en retraso, los compañeros que están a punto de explotar.
Viajamos en coche de noche, nos mantenemos en contacto por teléfono, y no veas lo difícil que es, vamos alucinante. Mientras tanto, en torno al entusiasmo, el apoyo parece multiplicarse. No nos creen: creen que es por exorcismo que seguimos amonestando: estamos a punto de ser abatidos. De esta manera se suma el otro peligro: no se votará por miedo a dispersar votos, o porque "total, ya no lo logran".
Desde Sicilia hasta Milán he intentado comprender, tras treinta años metido en política, cómo lograr no digo ya una "financiación" sino un préstamo por veinte días. Estamos dispuestos a todo, a exponernos personalmente. Parece abrirse una espiral.
En Milán, un grupo de ex-jóvenes industriales progresistas, un par de "radicales" scalfarianos han dado señales de vida, al cabo de veinte años de silencio total y de desprecio. De ellos ni tan siquiera hemos conseguido diez mil liras, a lo largo de tantos años, para las luchas en pro de los derechos civiles. Pero de golpe, les parece que somos poco amables con Scalfari(1).
Llevan a la sede lombarda un millón en contante. Se lo devolvemos (a Paolo casi le da un infarto) con un telegrama: "quedaoslo para la paga doble del mayordomo o para la propina de vuestros siervos". Se me ocurre algo que, salga como salga, consideramos políticamente rentable. Intento saber en donde está Gianni Agnelli(2). Me dicen que en España. No tengo el pasaporte, hace años que no me lo renuevan. Deben tener miedo de que, como Saccuci(3), me refugie en el extranjero. Paciencia durante treinta años de moralismo. Llamo a Cossiga pidiéndole si me puede dar algo, un salvoconducto, una renovación con valor por 24 horas. Amabilísimo. El jefe de policía de Roma me llama garantizándome que me lo renovarán durante algunos días, en espera de mejor solución. Saldrán los aviones?. Hace años la policía española no me dejó entrar. Y ahora?. Pero finalmente me entero de que Agnelli ha vuelto a Turín. Son las 7 de la tarde. Me dice que dentro de dos días estará en Roma y que nos podremos ver en esa ocasión. Debo deci
rle que cuento con pocas horas para plantearle el problema, que si no puede no importa. Pero tengo que verlo como mucho esta noche. A las 11,30 de mañana tengo que estar en Palermo. No sé si encontraré una avión pero puedo probar a irme corriendo a Fiumicino(4). En Fiumicino hay algunos compañeros que me ayudan, que no conocía hasta ayer. Consigo coger un avión para Génova y no para Turín. El abogado, amable e inútilmente me había mando a recoger al aeropuerto de Caselle.
Llego a su casa a las doce de la noche. El programa era entretenernos como mucho media hora. El abogado se había ido a la cama pero en caso de que llegase me alberga esa noche. Así pues nos vemos al amanecer. Le explico la cuestión: préstamo de veinte días, fianza en un banco, aval de una letra, «yo qué sé!. Se pone tenso. Consulta por teléfono. Comprendo con quién empiezo a divertirme: el abogado sabe perfectamente que se lo desaconsejarán. "Dese luego - me dice - haría falta encontrar a alguien dispuesto a "apostar" por usted, deportivamente. No digo más. Sabe que en Roma podría hacerlo ...".
"No abogado, se lo pido a usted, y quedan pocas horas, es más un cuarto de hora, porque si no pierdo el avión".
"Mire, yo tendría que hacer que la operación resultase o sobre la contabilidad de la empresa o sobre la ... Si se supiese, incluso por usted ...". A propósito abogado, se me olvidaba decirle que para nosotros, si se lleva a cabo la cuestión, no puede dejar de ser totalmente pública. Así pues, no se preocupe, no se trata de los cuatrocientos millones a Sogno(5), con sus golpes.
En ese momento desaparece toda la tensión. "Lo siento, no puedo".
Muy bien, abogado.
A las doce del medio día estoy en Palermo, a las cinco en Messina, a las nueve en Catania, a las tres de la mañana de nuevo en Palermo, en donde encontramos un hotel a las cinco y a las seis y media me tengo que ir a Milán a donde llegaré a las doce, para registrar el último llamamiento regional, hablar a las cinco en Pavía, a las siete en Lodi, después en Monza... No tengo tiempo ni tan siquiera de advertir a los de Roma que todo ha sido inútil. Paolo lo comprende y con los diez millones intenta hacer algún que otro pequeño anuncio. De toda la prensa italiana aceptan "Il Messaggero" por intervención («qué buenos!) de los propietarios, e "Il Tempo". Mientras tanto, Berlinguer(6) nos ha agredido en su rueda de prensa en televisión. Somos unos mentirosos y unos exhibicionistas. "Paese Sera" lleva a cabo su acción masacrante de Cefis(7), Agnelli, del "partido". Incluso en el editorial que reproducimos aquí al lado, porque saben que no podremos contestar. Arrigo Benedetti(8) firma estas ráfagas de mafiosos: las
firmas, por exactitud y para poder ser a toda costa, todavía, "director". El PCI se había dado cuenta antes que nosotros de que cientos de compañeros comunistas estaban a punto de votar por nosotros.
Los últimos mítines son "triunfales". En Milán, la plaza del Duomo está abarrotada de gente conmovida y entusiasta hasta las doce de la noche. Es imposible, nadie ha logrado llenar así la plaza y ya no se trata de curiosidad. Un mes de campaña ha dado satisfacción. Aquí hay electores, y electores decididos. Los resultados me han dado razón: en Milán no lo hemos logrado. Vuelvo a Roma. No me queda, ahora ya, más que sentarme durante 19 horas o más, en Radio Radical. Por primera vez, desde hacía meses, tras los ayunos, los mítines, las reuniones, las noches insomnes y los días casi alucinantes, aunque todo ello tan lleno de vida, de amor, de diálogo, de batallas vencidas, me ofrezco un paseo. Voy a pie, desde el Partido a la Radio, a Monteverde Vecchio. Atravieso Piazza Navona, via Giulia, cruzo el Tíber, me desvío un poquito hasta Regina Coeli luego subo por vía Garibaldi, Porta San Pancrazio. Es una atardecer terso, cálido, a penas primaveral. Muchos me paran y me dicen "saldrá bien". Luego esas increíbles t
reinta horas de diálogo sin parar, desde la radio, a los teléfonos, ese montón de amistad, de comprensión, de crecimiento común, de nuevos y antiguos compañeros, de noches insomnes de familias enteras, reunidas tras quién sabe cuanto, de voces desde las camas, de emocionada confianza y de descubrimiento de sí mismos, antes que de los otros, y las voces de los ciegos, de los ciegos de todo tipo que siempre, todos, somos y no sabemos que lo somos. No lo hemos logrado, compañeros, amigos, pero todavía nos queda media noche por delante, y un trocito de amanecer, y todavía una hora.
Seguimos así: de todas maneras, llegados a este punto, nos saldrá bien, aunque el partido acabe, el partido a penas descubierto, sentido, amado. En cambio, puesto que hemos sabido ver siempre, ver con valor, es decir con claridad, porque hemos sabido no mentir, no mentirnos; porque hasta el último momento no hemos abandonado la esperanza reconquistada en la importancia de cada uno de nosotros, tal vez sólo a la una o a las dos del lunes 21 de junio, lo hemos logrado.
Gracias a trescientos de nosotros, trescientos de los cuarenta millones de italianos; por trescientas cruces con el lapicero, menos de las que se hacen para una "batalla naval", hemos salvado cuatrocientos mil votos, esperanzas. No hemos consentido que se perdiese ni un voto. Hemos sido felices y volveremos a serlo junto a otros, a muchos otros, felices y más libres. No está mal no "abogado" Agnelli?.
N.d.T. (1) Eugenio Scalfari: (Civitavecchia 1924) periodista,
director de "L'Espresso" (1966-68), fundador y director
del periódico "La Repubblica", desde 1976.
(2) Giovanni Agnelli (Turín 1921), empresario industrial,
presidente de la FIAT desde 1966 y de la Confindustria
(Confederación general de la Industria italiana,
organización sindical de los empresarios italianos)
(1974-76).
(3) Saccuci: neofascista implicado en homicidio político,
elegido diputado, que huyó al extranjero.
(4) Fiumicino: lugar que alberga el aeropuerto "Leonardo Da
Vinci" de Roma.
(5) Edgardo Sogno: sospechoso de haber participado en un
intento de golpe de Estado in Italia.
(6) Enrico Berlinguer: (Sassari 1922 - Padua, 1984).
Secretario de la Federación Juvenil Comunista (1949
-56), diputado desde el 68, secretario general del
Partido comunista italiano del 68 al 72. Artífice del
eruocomunismo.
(7) Eugenio Cefis: (Cividale del Friuli, 1921) presidente
del ENI (Ente nacional de hidrocarburos) (1967-71) y de
la Montedison (principal grupo químico italiano y entre
los primeros diez a nivel mundial (1971-77).
(8) Arrigo Benedetti: (Lucca 1910 - Roma 1976) periodista,
director del semanal "Europeo" (1945-54), de
"L'Espresso" (1955-63) e "Il Mondo" (1969-72).