Marco PannellaSUMARIO: Marco Pannella interviene en la conferencia de preparación de la campaña de recogida de firmas para los "8 referéndums contra el régimen", (a saber: abolición del Concordato, de los tribunales militares, de los delitos de opinión contenidos en el Código penal, de algunos aspectos de la ley sobre los manicomios, de la ley que atribuye a la policía poderes especiales en materia de arresto, perquisición e interceptaciones telefónicas, de la ley que atribuye a los partidos una financiación pública consistente, de la "Junta de investigación" - el tribunal "especial" compuesto por parlamentarios para el juicio preventivo de los delitos efectuados por ministros). En dicha conferencia, Marco Pannella toca el tema de la no violencia y del ayuno y la relación entre no violentos y violentos. Los más cercanos, existencial y políticamente, a los violentos son los no violentos. Ambos "dan cuerpo" a una lucha, no se quedan impasibles ante la injusticia. La diferencia estriba en que nosotros arriesgamos nuestra vid
a, ellos la de los demás. De esta manera, los violentos se convierten en fácil instrumento de provocación, de instrumentalización por parte del poder; se convierten objetiva y subjetivamente en "siervos de la estrategia de clase y de la violencia del régimen".
Actualmente, el único instrumento capaz de provocar un auténtico hecho revolucionario en el panorama político italiano no es la manifestación de masas y la contraposición violenta con las fuerzas de la policía, sino la celebración de 8 referéndums que obliguen a las fuerzas políticas a legislar, y en especial al Pci a decantarse en pro o en contra de la legalidad constitucional.
(Intervención en la Conferencia Referéndums - Marzo de 1977 del libro "Marco Pannella - Escritos y Discursos - 1959-1980", editorial Gammalibri, enero de 1982).
Yo creo que vale la pena, queridas compañeras y compañeros, ser francos. No creo que el Partido radical, en su gran mayoría, a pesar de la lucha no violenta y del ayuno de la secretaría nacional y de muchos compañeros, sea un partido capaz aquí y ahora de hacer que progrese esta iniciativa de los referéndums, y vencerla.
El Partido hubiese podido considerar el ayuno intempestivo. Si no lo compartía hubiese debido plantear el problema político del ayuno, o hacer que se interrumpiese, y proponer otros objetivos y métodos de lucha. Esto no se ha hecho, y sin embargo una mínima parte de los inscritos se ha comprometido y ha apoyado en concreto los objetivos de esta iniciativa: probablemente a lo largo y lo ancho de toda la geografía italiana el número no supera las cien o ciento diez personas. Nadie les pidió a los demás compañeros que ayunasen, nadie les pidió que llevasen a cabo la desobediencia civil, sino que hiciesen algo, es decir, que aplicasen una política no violenta y democrática del orden público; hacer algo para no correr el riesgo de asistir al fracaso de esta batalla y por consiguiente del método de lucha no violenta. El nuestro es un partido que difícilmente sabe emprender una iniciativa y llevarla a cabo, una iniciativa aparentemente de carácter tradicional, como la recogida de firmas para la celebración de los r
efeéndums. Y, así pues, el problema consiste en comprender cómo se puede confiar en que suceda ésto (...).
Digámoslo claramente, en los últimos años cuando alguien del partido ha ayunado ha sido porque se ha visto obligado ante la inexistencia de un compromiso más amplio y colectivo por parte del conjunto de los compañeros. Nos hemos visto obligados a hacerlo en el momento en el que lo imponían los hechos, en aras de la supervivencia, diría incluso, física del partido, o cuando algunas de nuestras luchas y objetivos esenciales de nuestra iniciativa política corrían el riesgo de pasar por una crisis.
No sólo los partidos mueren, también mueren las ideas, pueden morir contrariamente a lo que sostiene la retórica cultural imperante. No es verdad que "por cada compañero que cae, diez se levantan, y la idea que él encarnaba ...". Sin embargo, creo que la historia está hecha de asesinatos de ideas a través del asesinato del cuerpo colectivo de las organizaciones políticas así como el asesinato de las personas físicas. Cada vez que hemos recurrido a este arma de combate - que hemos definido siempre como arma extrema de lucha de un no violento - ha sido porque nos hemos visto obligados a considerar los problemas de vida, existencia y supervivencia del Partido, su significado y por lo tanto la legitimidad de su presencia.
Una vez llegados al punto en que nos encontramos, pudiendo disponer actualmente de radios libres, en algunas ciudades de Radio Radical, creo que todos podemos reconocerlo: no se puede sostener que en estos momentos el radical no se mueve en la praxis siguiendo la teoría revolucionaria, como pez en el agua, entre la gente. Es más, creo que en este momento, nadie, tanto si pertenece a la izquierda revolucionaria como si no, se mueve tanto o mejor que el radical, próximo a esta condición, cerca de la gente y con la gente, como pez en el agua.
En todas partes, tanto en la izquierda como igualmente, y sobre todo, en la derecha, en las condiciones del subproletariado "cultural", al igual que en las relaciones con las clases dominantes, ahora más que nunca, la iniciativa radical es un elemento de parálisis, de contradicción y de crisis. Actualmente, más que nunca estamos continuando y profundizando esta doble función que nos ha caracterizado a lo largo de los últimos quince años. Mientras los demás grupos políticos y los partidos de la izquierda, y sobre todo los de la izquierda revolucionaria, se han disputado la misma masa de apoyos ya adquiridos por la izquierda, nosotros hemos actuado siempre - desde el divorcio, hasta el aborto, pasando por las luchas de liberación sexual, hasta las baltallas que estamos llevando a cabo en estos días - para granjearnos y trasladar los apoyos con los que cuenta la derecha a la izquierda, a través concienciación y del rechazo de ser usados por la violencia de clase y de las instituciones.
Lo hemos hecho y lo seguimos haciendo. Esta batalla sobre los carceleros hubiese podido ser hace dos años una batalla de carácter opuesto, una batalla para aquellos que en la cárcel de Rebibbia todavía apaleaban hace tan sólo dos o tres años a los revoltosos: por los "carceleros"(...).
Actualmente, como radicales, digámoslo claramente, corremos el siguiente riesgo: nos hemos convertido, todos, por una razón u otra, en radicales porque considerábamos en el fondo que nos hallábamos ante tremendas soledades o diversidades con respecto a la gente y por lo tanto sedientos de alternativa profunda, más dura, más "radical" que otros. En realidad, desde hace un año, ser radicales significa una manera de no estar solos. Ni que decir tiene que pueden no estar de acuerdo con nosotros o estarlo, detestarnos o no, pero si es verdad que existe un dato nuevo, un dato presente en la conciencia de la gente es el siguiente: o se está a favor de los radicales, o se está en contra. Existe un aumento exponencial, no un aumento aritmético, en el sentimiento, en la curiosidad, en el interés de la gente. Precisamente por ésto, os daréis cuenta de los duros ataques que están a punto de propinarnos y que entran en las reglas del juego. Así pues, este riesgo existe, el riesgo de que el radical empiece a vivir en el f
ondo esencialmente satisfecho porque de golpe tiene la sensación de que ya no le importa esforzarse, porque en el fondo siempre se habla de los radicales y la gente comprende, y encuentras a las personas más raras y más inesperadas dispuestas a considerarse un poco radicales.
Cuando esta condición falta, nos hallamos ante el imperativo de dar el salto y pasar de ser radicales a partir de datos individuales y existenciales, que son fundamentales, de irracionalidad y de emotividad, a serlo colectivamente, dialógicamente, de manera organizada, tal y como nuestro estatuto indica y requiere: éste es el único partido que en su estatuto prefigura sólo adhesiones colectivas y, sólo con carácter excepcional, adhesiones individuales; es el único partido anti-individualista en su estatuto, hasta el fondo ...
A la objeción contra "la vía de las mesas y del lapicero para la revolución" tenemos que contestar: no es verdad. Estamos a mediados de marzo y tenemos que preguntarnos cómo vamos a emplear revolucionariamente nuestro tiempo a lo largo de los próximos cuarenta días. La cuestión no estriba en las reflexiones pseudo-teóricas sobre si la revolución pasa a través del lapicero o del molotov: éstas no son más que divagaciones.
Cabe decir que es el mejor uso, el más concreto y organizado, que los revolucionarios alternativos pueden hacer de sí mismos, a lo largo de los próximos cuarenta o sesenta días.
Si encontramos una alternativa mejor, nosotros abandonaremos esta iniciativa e iremos a por otra. Pero si no es así, la vía más revolucionaria pasa a través de este proyecto político y, desde luego, no por la iniciativa revolucionaria, y lo que tenemos que responder es que "precisamente, las mesas se ponen en las calles". Sí, es cierto que actualmente las calles y las plazas están llenas de coches blindados, pero también es cierto que es muy difícil que un coche blindado arremeta contra una mesa, porque si arremete contra una mesa con gente que propugana la celebración de los referéndums, Cossiga(1) pierde. Ante la noticia de que un coche blindado arremete contra una mesa, incluso los electores de la Democracia cristiana y los del Movimiento Social italiano les darían la razón a los que se encuentran tras la mesa.
Creo que hay que llevar a cabo una reflexión que no sea superficial sobre todo lo que está ocurriendo últimamente.
No me voy a salir con moralismos no violentos. Al contrario, estoy convencido de que los más cercanos, existencial y políticamente hablando, a nosotros los no violentos, si sabemos serlo y cuando sabemos serlo realmente, son precisamente los violentos, y desde luego no los demás. Que por qué?, pues porque quien elige la no violencia elige la ilegalidad de la desobediencia civil, elige "dar forma" al "no" que se pronuncia ante las leyes y ante las órdenes injustas: se cuestiona. Suele atacar con violencia, con su propia no violencia, al mecanismo obligatorio que el Estado intenta proponer. El no violento rompe platos cada día. Rompe algo más delicado que los escaparates de las tiendas y las puertas de las armerías, sobre todo si consigue sugerir objetivos y proporciona medios e instrumentos de lucha no violenta a las masas, a la gran mayoría de la gente.
Así pues, el no violento, cuando ayuna por ejemplo, acepta causarse una violencia a sí mismo, pero también el violento se impone violencia a sí mismo para imponerla a otros, porque considera necesario contestar con la violencia organizada a la violencia de las instituciones. Y la proximidad es incluso dramática, el no violento se apunta cada vez la derrota y el fracaso de su propia teoría y de sus propia praxis, no se siente impulsado a escoger como alternativa la renuncia, la resignación, la inercia, sino que se siente impulsado a escoger como alternativa, por desesperación, el recurso a la violencia. De esta manera, considero que del mismo modo, el violento consigue liberarse de esta carga enorme de mistificación cultural totalitaria que privilegia la violencia porque en términos ideológicos la violencia del revolucionario está legitimada por la ideología dominante (pertenece a la ideología de masa dominante, a la ideología burguesa, la idea de que a la violencia sólo se puede contestar con la violencia),
se llega a reflexionar sobre eventuales derrotas de los propios métodos y de las propias luchas, puede comprender que actualmente el máximo punto de fuerza revolucionaria está representado por la ilegalidad y la diversidad radical de la provocación y de la acción no violenta.
Por estos motivos, desde el 68 hasta nuestros días no he planteado ninguna controversia con respecto a los errores que han cometido aquellos que han optado por el método de la violencia, que han sido los errores suicidas del Movimiento. Lo he podido hacer porque he estado observando y he intentado representar una póliza de seguros, con mi no violencia - en lo que a mí se refiere - con respecto al posible fracaso de la estrategia y de la ideología predominante.
Pero a partir de los hechos ocurridos en estos días, debo decir que el ataque mismo, los reflejos condicionantes del Movimiento, se me antojan hasta tal punto trogloditas, como manifestaciones de praxis política, que no puedo callarme. Y esta reflexión, si lo prefieren esta polémica, no es eludir los compromisos urgentes del proyecto referendario. Al contrario, creo que la campaña para nuestro proyecto referendario debe basarse precisamente en esta reflexión: cuáles son las opciones acertadas para un revolucionario, tanto violento como no, en los próximos 40-50-60 días.
Qué oímos decir cada vez que muere un compañero? es una provocación del Gobierno - se dice - es una provocación de la policía. Sería una bobada decir o pensar que es una provocación deliberada, organizada por Cossiga, por este o aquel miembro del gobierno, o por el gobierno en su conjunto. Sin embargo, es correcto decir que se trata de un hecho provocador: puede haber sido Cossiga el que lo haya querido y provocado, como puede haber sido el anti-Cossiga en el seno del Gobierno de la Democracia cristiana o de los cuerpos separados del régimen, es decir puede nacer de las contradicciones internas del régimen.
Pero si realmente es correcto decir que es una provocación, cabe reflexionar y preguntarnos a quién quieren provocar.
Cómo está reaccionando el Movimiento desde hace diez años al asesinato y a la violencia del gobierno?. Creo que todos lo sabemos y podemos contestar: al día siguiente encierro en la Universidad y gran manifestación de masa por Via Nazionale y Via Cavour. Así pues, si alguien mata a alguno de los nuestros lo hace para provocar al día siguente, a la hora, en el lugar y de la manera establecida, todo previsto de antemano. Cossiga, o quien lo haya hecho po él, si es que quería provocar, lo ha conseguido, y sabía de antemano que lo iba a conseguir porque siempre pasa lo mismo, es el reflejo incondicionado del movimiento para hacer... para hacer el qué?. Para hacer lo que gusten mandar.
Lo que se dijo la noche anterior a los incidentes en el debate en la Casa del estudiante es lo que probablemente Cossiga hubiese escrito como memorándum para sus policías y sus carabineros, para las bandas de Santillo(2), si quería diseñar el previsible escenario de lo que se iba a encontrar al día siguiente y cómo tenían que actuar. Se había dicho todo en aquel debate, con las diversificaciones y las distintas acentuaciones: desde el compañero que quería la manisfestación pacífica hasta aquel que decía: pacífica sí, pero no gilipollas; o el otro que añadía: pacífica sí, pero hay que contestar a las agresiones de la policía; hasta ese compañero - lo he oído yo - que especificaba que se tenía que considerar una agresión incluso ante la simple presencia de los carabineros.
Pero, vamos a ver, somos "revolucionarios" y queremos pedirles cuentas a los carabineros sobre el hecho de que había sido un oficial de ellos el que mató al compañero Lo Russo(3)?. Entonces, con esta lógica, vayamos todos juntos a erigir hoy mismo un monumento no al brigada Ciotta, sino a la PS(4), porque ha sido vilmente asesinado en Turín un policía demócrata, en una esquina. También en ésto, el Movimiento se deja condicionar por los reflejos y por las costumbres - de grupo, de casta y de clase - por la cultura burguesa: los carabineros y el Cuerpo de carabineros contrapuestos a los policías, lo mismo con las Fuerzas Armadas - la Marina arma noble, la Aeronáutica arma joven y deportiva, como antaño la caballería, contrapuestas al ejército o a la infantería ... - con el resultado que ahora los oficiales del Cuerpo dirán a los carabineros: "Véis, se la han tomado con vosotros, os matarán por las calles y no a la policía...".
Porque esto sucede. Sucedió ayer con Ciotta en Turín, sucedió con los guardias urbanos. Mientras, digámoslo claramente, para matar a alguien de nosotros, necesitan nuestra liturgia que ellos mismos provocan. Es evidente que ayer Cossiga, o quien fuere en su nombre, necesitaba cien mil personas, porque si no nacían incidentes y provocaciones ( pero cómo no van a nacer entre cien mil personas?), si no había alguien de entre los cien mil que desvalijase las armerías, bastaban treinta o cuarenta agentes vestidos de civil confundidos entre la multitud, para provocar los incidentes, para matar a un estudiante o bien a otro agente.
Es así como el Movimiento con sus reflejos condicionados acaba por ser, objetiva y subjetivamente, el siervo de la estrategia de clase y de la violencia del régimen.
Qué sucedió en cambio cuando el Movimiento consiguó métodos de lucha alternativos a los del poder?. Las bandas armadas de Santillo no han sido inventadas en estos días en Roma, y ni tan siquera durante los enfrentamientos en Reggio Calabria. Las hemos encontrado en Roma, con Santillo, antes de que fuese fiscal. No son invenciones actuales, y ni tan siquiera del post-68. Estas cosas sucedieron en el 46 en Roma, el día después del referéndum sobre la República. Pero qué hicimos tras haber descubierto a los agentes vestidos de civil de Santillo?.
Nos ocupamos, en calidad de no violentos, en su día. Dijimos que era inconcebible que agenes vestidos de civil fuesen por ahí con pistolas entre la multitud, porque no podían ser identificados. No podían ser identidicados como agentes por la multitud, por los ciudadanos, pero no podían ser identificados como tales ni tan siquera por los otros agentes que podían acabar heridos o asesinados por los mismísimos colegas. Entonces, esta consideración de sentido común, esta exigencia de respeto mínimo de la legalidad, recogió casi la unanimidad de los consensos, incluso los liberales de Malagodi(5) declararon estar de acuerdo con nosotros. Durante un cierto período de tiempo, la costumbre de los agentes vestidos de civil y armados en las manifestaciones fue imposible. Actualmente, se considera normal, las patrullas armadas de Santillo forman parte de nuestro orden público, y el Movimiento las acepta como si fuese lo más normal del mundo, porque ha aceptado no hacer nada para frenar el incremento de los mecanismos d
e la violencia de las instituciones.
Mimetizados y armados en medio de la multitud de las manifestaciones de masa, los hombres vestidos de civil de Cossiga y de Santillo están desarmados ante el uso que de la calle y de la plaza se puede hacer con las mesas y el lapicero, con el ejecicio de los derechos constitucionales. Si cien mil compañeros, acostumbrados en un año a celebrar 30 o 40 manifestaciones de las que estamos hablando, fuesen inducidos, fuesen "servidos" por las organizaciones revolucionarias, a través de una clara información sobre cómo y dónde pueden encontrar una mesa y un lapicero, a llevar a cabo una acción cotidiana, yo creo que habríamos realizado algo realmente explosivo. Una iniciativa legítima, legal y constitucional, de aplicación de la Constitución, que obligaría a todo el mundo político italiano a confrontarse con ella. Si cien mil compañeros en Italia pudiesen aportar además de la suya otras diez firmas sobre ocho referéndums en treinta días, provocaríamos no la revolución pero sí el más grande hecho revolucionario de
estos años (...).
Un movimiento es alternativo cuando provoca hechos alternativos, no lo es cuando lleva a cabo los hechos que el régimen quiere provocar. No estamos diciendo que esta esta es la revolución. Estamos diciendo simplemente que al igual que cuando el régimen, matando a uno de los nuestros, provoca lo que quiere, es decir la manifestación y los incidentes de ayer, de la misma manera si logramos llevar estos millones de firmas al Tribunal, les obligaremos a hacer lo que nosotros provocamos: tendrán que apresurarse a aprobar alguna de estas leyes de reforma (...).
El Pci en ese caso, deberá escoger entre aplicar la Constitución con la mayoría del país, o intentar obtener de la gran mayoría del país dichos referéndums. Y, en cualquier caso, daríamos al Pci, una enorme fuerza contractual en términos de Constitución (...).
Si cien mil estudiantes dedicasen una décima o una centésima parte del tiempo que dedican a las asambleas y a las manifestaciones a esta "vía del lapicero para la revolución", incidiríamos y marcaríamos definitivamente la suerte de esta legislatura y las vías políticas sobre las que transcurre (...).
A la provocación tradicional contestamos con una idea errónea de la lucha de masa. La misma de la policía: matamos. Es decir, reaccionamos como plebe y no como proletariado. Tal y como reaccionaba la plebe antes de convertirse en proletariado. Porque la idea de esperar a un gendarme que viene una vez más a representar la violencia del Estado para echarlo, esconderse para sorprender al que obliga o al recaudador de impuestos pertenece a la tradición histórica de las revueltas de los campesinos y a esa revuelta del pan de los barrios populares de París que los gobiernos del absolutismo monárquico provocaban, no a la tradición de lucha del proletariado organizado.
Lo repito una vez más. Con nuestra no violencia Gandhi no tiene nada que ver, o al menos poco. No tienen nada que ver las tradiciones oreientales. En todo caso, es Gandhi el que ha encajado en estas luchas de liberación métodos de liberación occidentales. El proletariado se convierte en tal, deja de ser plebe, en el momento en el que descubre el hecho - aparentemente gestual, no violento - de cruzarse de brazos y frenar la producción, en vez de matar al patrón de las fundiciones o a su funcionario y quemar la fábrica.
N.d.T. (1) Cossiga: exponente democristiano, ministro del
interior.
(2) Santillo: comisario de policía
(3) Lo Russo: extraparlamentario asesinado.
(4) P.S.: "Pubblica Sicurezza", (Seguridad Pública)
(5) Malagodi: exponente liberal.