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Baget Bozzo Gianni - 1 aprile 1977
La "Sociedad radical" según Baget Bozzo

SUMARIO: El autor distingue claramente entre radicalismo como sentimiento colectivo y radicalismo como fuerza política. En el primero se afirma la voluntad del individuo de librarse de las coacciones colectivas y estatales, de disponer plenamente del propio cuerpo. Pero este sentimiento de autoafirmación y de autotutela, desemboca generalmente en formas violentas. El mérito del Partido radical es haber mediado estas tensiones e impulsos violentos de la sociedad radical a través de las acciones físicas no violentas. Esta es la creatividad política de Marco Pannella que ha sabido "ser él mismo imagen y representación del desahogo de la violencia en la palabra y en el gesto (...) es decir en el símbolo, el instrumento primario de la socialización de las tensiones".

Basándose en este análisis, el autor afirma que el aliado natural del Pr es la Democracia cristiana, precisamente porque su guía política es la única que hace posible la mediación radical de los impulsos a la revuelta.

A la pregunta de si el Partido radical es una fuerza religiosa o laica, el autor responde afirmando que el Pr no puede ser considerado el heredero del laicismo ideológico que acaba por caer bajo la hegemonía del modelo leninista en cuanto expresión de una tensión religiosa pero no cristiana.

(Argumentos radicales, nº 1, junio de 1977)

El radicalismo es un fenómeno nuevo de la política italiana, tal vez se trate del fenómeno nuevo por excelencia. Es curioso que pase tan inadvertido. Y sin embargo, en Italia hemos creado una especialidad de periodismo elevado, la politología que consigue analizar los mínimos particulares de todo objeto misterioso, que concierne al Partido Comunista Italiano, a la Democracia Cristiana, y ahora, a la Confindustria(1) y a los sindicatos que se han convertido en los protagonistas dignificados del curso político actual. La mayor analizabilidad del tipo de política que, desde el punto de vista cultural, gira en torno al PCI, se debe al hecho que el marxismo, aun en su definitiva fragmentación, es un espacio cultural totalmente explorado, que no consiente más sorpresas, y se ha convertido en noticia de masas; puede ser presupuesto como dato cultural, y por lo tanto como objeto de operación y de interpretación común.

La producción cultural europea ya no se identifica con el marxismo; su última operación, el nuevo marxismo de la cátedra (y del mundo editorial) de los años 60 y de principios de los 70 es operación concluida. Tras el neo-marxismo humanista de Garaudy y el neo-marxismo estructuralista de Althusser, tras las recuperaciones de las líneas disidentes del leninismo, parece ser que ya se ha dicho todo lo que se tenía que decir. Y la producción cultural no parece seguir solicitando ninguna forma de creatividad que se identifique en el tranquilo cauce del lenguaje marxista.

Como hecho cultural, el radicalismo supone la extinción del marxismo como lenguaje capaz de ulterior renovación, el agotamiento de la actitud de ese lenguaje para contener nuevos pensamientos.

Pero, qué tipo de alternativas plantea actualmente el radicalismo, y qué tipo de cultura presupone?. El radicalismo presupone la recuperación, no voy a decir del sujeto (la dialéctica de la conciencia como todo elemento de la tradición hegeliana es ya de por sí directa o indirectamente contenible en el lenguaje marxista: Sartre es el ejemplo más patente), sino del individuo.

El nombre de radical nos conduce al fervor individualista del racionalismo inglés, que fue capaz de llevar a cabo una propuesta política concreta, saldando la lucha en pro del liberalismo económico a la del sufragio universal. Pero «qué distinto es el "individuo" de los años 70 del siglo XX al del siglo XIX!. El individuo del siglo pasado era el agente de una civilización de las luces, y, más todavía, es la expresión última de cosmos ordenado, instar machina. Las opciones del libre albedrío individual, dejadas a su ingenuidad, realizan un orden universal, manifiestan la razón que la opinión pública tuvo hasta ese momento en su poder.

El individuo de los años 70 es un "átomo" puesto que es el último residuo de todas las divisiones posibles. Cada orden sagrado político ha sido consumido en la "sangre de Europa" con el fin del zarismo y de los imperios centrales, pero el mundo no se ha salvado para la democracia, el gran orden burgués-colonial del siglo XIX venció en el siglo XX sólo para no sobrevivir a su victoria. Lo que Hegel salvó del Estado prusiano se convirtió en la sagrada razón atea del sistema soviético, mientras los Estados Unidos oscilan entre la incapacidad de dejar de ser una provincia europea para convertirse en imperio y la necesidad de ofrecer un principio de orden y de referencia al mundo no soviético. Mientras el progreso tecnológico muestras sus límites, y la ciencia deja de aparecer como la caja de caudales de donde sacar "las magníficas suertes y progresos", qué perspectiva se ofrece a la razón de racionalizar en una síntesis perspectiva el mosaico descompuesto que es la condición humana de nuestro tiempo?.

Ante esta impotencia de la razón histórica, sucesiva a la derrota del intelecto metafísico, hay que reconocer que los radicales han descubierto "lo que queda": el individuo. Un individuo que no tiene para sí ninguna perspectiva de solución universal sino que desea la seguridad de poseer una peculiar realidad irreductible: la realidad de su cuerpo.

Llegados a este punto, es importante distinguir entre radicalismo como sentimiento colectivo y radicalismo como fuerza política. Entre ellos se halla el gran desvarío que existe entre una realidad y su interpretación. El radicalismo como sentimiento colectivo es la voluntad de afirmar el individuo en el doble desmoronamiento de los valores comunes y del tejido social. El fenómeno más bárbaro de este descubrimiento del individuo es la tendencia del mismo a tomarse la justicia por su mano. A la violencia de grupo, que se justifica en clave revolucionaria, se contrapone una respuesta individual, que no posee más afirmación que su propia autoafirmación, en la forma de su propia autotutela. Y una cierta forma de violencia básica, que flota en el aire, se encarrila también hacia esta doble concienciación, del eclipse de los valores y del resquebrajamiento de la sociedad. A un nivel superior, la elevación de los cuerpos sociales a estructura de carácter privado (de la industria a los sindicatos) y su tendencia a se

r autónomos y a controlar a los partidos, órganos de los valores políticos e instituciones garantes de la colectividad, representan el mismo impulso.

Que la izquierda política se encuentre incómoda ante estos fenómenos, incluso cuando los descubre en su propio seno, tiene fácil explicación. Dichos fenómenos, aunque estén políticamente incluidos en el ala izquierdista, no entran en la perspectiva de primacía del género sobre el individuo que es el fenómeno constitutivo de la línea dominante de la izquierda: Hegel, Feuerbach y Marx. No se ha comprobado que haya nacido de la izquierda el tema de los indios metropolitanos: la saga de Alce Negro la introdujo en Italia Rusconi(2) y la presentó culturalmente Elèmire Zolla(3).

El radicalismo político no consiste en este hecho sino en su interpretación. Si comprendemos bien las intenciones del radicalismo político, veremos que se dirigen hacia el intento de desbarbarizar el radicalismo latente en la sociedad, y de socializar, de alguna manera, el individualismo pujante.

El radicalismo político posee la forma de una mediación que se adapta a realidades distintas: las exigencias de los carceleros y de los encarcelados, pueden igualmente ubicarse. Es significativo el hecho de que se haya tutelado la exigencia de la seguridad de los comerciantes. El feminismo y la libertad de los homosexuales no sin significativas de la mediación política del Partido radical como contenidos, pero son significativamente asumidos en ella porque son fenómenos que califican la que hemos dado en llamar sociedad radical.

Con qué materia el radicalismo, y en especial Marco Pannella, ha construido la mediación radical?. Resulta significativo que ello haya tenido como instrumento las técnicas de acción no violenta. Ello indica una intuición: el carácter violento que representa la afirmación del individuo como posesión de su propio cuerpo. La sociedad radical posee en sí una dimensión violenta, y el radicalismo político para mediar dicha dimensión, debe indicar acciones físicas, pero que al mismo tiempo sean no violentas; el ayuno, el manifiesto significativo, el gesto caprichoso. Ahí se halla indudablemente la creatividad política de Pannella, que ha sabido ser él mismo imagen y representación del desahogo de la violencia en la palabra y en el gesto. Es decir, en el símbolo, el instrumento primario de la socialización de las tensiones.

Así pues, el Partido radical no es un partido, sino una forma política de una sociedad distinta de la que han expresado como su forma política los partidos ideológicos (aquellos cuya cumbre es el partido leninista). Su capacidad se basa en la cultura de las imágenes, que permite la eficacia resolutiva de la palabra y del gesto. El deterioro del partido-asociación, con su estructura burocrática, tiene lugar a causa del nuevo impacto de la cultura audiovisual, que ofrece espacio al gesto y a la representación.

El modo presente de ocuparse de la política del partido radical representa no sólo la comprensión de un nuevo tipo de sociedad y de sus problemas, sino también la intención de una nueva técnica de guía política.

El problema político radical estriba en dar la palabra no sólo a los sectores más vistosos y contestatarios de la sociedad, sino a las exigencias de las que fueron las "masas de orden", y en la misma zona el mundo sindical.

En un cierto sentido, el tipo de reivindicación que el PR ha protegido hasta ahora es así mismo un cierto límite y freno a su expansión.

Ello plantea el problema de su relación con los partidos. Voy a decir algo que puede parecer paradójico: el aliado natural del PR es la Democracia cristiana. Por una parte, es el tipo de guía política que la DC ha dado al país lo que ha hecho posible tanto la creación de la sociedad radical como la del PR. Por otra parte, cualquier tipo de orden distinto, más vinculado al modelo de partido ideológico, dificultaría más todavía el ejercicio de la mediación radical. Las tensiones violentas se combatirían de otra manera. La necesidad y la posibilidad de la mediación radical disminuiría. Existe una solidaridad efectiva entre el PR y la DC, una solidaridad que se manifiesta en el hecho de que la una y la otro poseen como principal adversario el "Compromiso histórico"(4). Dicho de otra manera, el acuerdo entre DC y PR se manifiesta a partir de la adversidad del liderazgo demócrata-cristiano al compromiso histórico y en relación al mismo. La sutil convergencia táctico-estratégica aún en la diversidad de las declarac

iones generales de finalidad entre la DC y el PR es ya todo un dato de la política italiana. Las relaciones entre el PR y el PCI son el botón de muestra.

Para el buen funcionamiento de una alianza no escrita, es más encubierta con una declaración de guerra, corresponde el fracaso de todos los intentos de alianza del PR, en particular, con los republicanos y los socialistas. La DC es, a pesar de todo, el partido menos partido de los partidos italianos, un partido que se modela a partir de la sociedad civil, un partido de mediación, al igual que el PR. Es decir, la DC, en calidad de no colaboradora, más allá de un cierto nivel, con el PCI, no sólo asegura la posibilidad política de un partido como el PR, sino que representa un cierto nivel de homogeneidad política efectiva con el mismo.

De lo que se ha dicho, se desprende que no nos parece que se pueda definir el Pr como un partido de izquierdas, en el sentido tradicional de esta expresión, y no creemos que su influencia se encarrile sólo en esta dirección. Por el contrario, creemos que el PR se puede extender hacia sectores generalmente calificados como derecha, al menos como posición mental antes que social. Y creemos que el PR ve en esta dirección aunque no sin alguna crisis que otra previsible.

Se ha planteado el problema de si el PR es una fuerza religiosa o laica. La dificultad estriba en definir qué es lo que se entiende por "religioso" y qué es lo que se entiende por "laico".

Las técnicas de lucha del PR proceden de la tradición no violenta, que posee una matriz religiosa, pero no cristiana (Gandhi). Esto es significativo: creemos que el PR no puede considerarse heredero del laicismo ideológico (que, como partido, acaba por caer bajo la hegemonía del modelo leninista) si intenta hallar formas de acción que no se basen sólo en la razón, sino ampliamente en el sentimiento religioso. No me atrevería a ir más allá. Lo que he escrito es de por sí bastante proléptico, (es decir, con presunción de anticipación: proléptico es una palabra de la jerga teológica corriente, no sé renunciar a usarla), para que pueda ir más allá tanto en la lectura como en las palabras aún no escritas.

N.d.T. (1) Confindustria: Confederación general de la industria

italiana, organización sindical de los

industriales italianos, fundada en 1919.

(2) Edilio Rusconi: (1916) editor italiano.

(3) Elèmire Zolla (Turín, 1926) escritor italiano.

(4) Compromiso histórico: estrategia política delineada en

1973 por Enrico Berlinguer que se

basaba en la colaboración entre

comunistas, democratacristianos

y socialistas.

 
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