Desmilitaricemos inmediatamente las cárcelesde Marco Pannella
SUMARIO: Este régimen necesita sentar enemistad entre hermanos, enfrentar a los trabajadores y a los ciudadanos demócratas contra la policía, los carabineros y los carceleros. Por ello es necesario luchar para desmilitarizar todos los cuerpos "separados".
(NOTICIAS RADICALES nº86, 6 de abril de 1977)
Los militares son las primeras víctimas, necesarias, de este régimen violento, corrupto y corruptor. Si los carceleros no hubiesen sido militarizados, ni los agentes de seguridad ciudadana, tanto los unos como los otros, desde hace varios años habrían conquistado los derechos civiles fundamentales y condiciones de trabajo humanas al igual que cualquier otra categoría de trabajadores.
Habría valido para ellos la Constitución, como ciudadanos, y el Estatuto de los trabajadores, como asalariados. Hubiesen tenido la posibilidad de llevar a cabo sus luchas sindicales democráticas, y hubiesen vivido su existencia pública y privada rodeados de la solidaridad y del aprecio del resto de los trabajadores, de todos los ciudadanos, de todos sus hermanos y hermanas trabajadores o en paro, sobre todo de aquellos a que, al igual que ellos, se ven obligados a abandonar las regiones en las que nacieron, su entorno, sus esperanzas de justicia, de paz y de libertad.
Este régimen, al igual que el fascista, necesitaba - por el contrario - oponer y contraponer enemistad entre los hermanos: por un lado la mano de obra, el obrero, el parado, el ciudadano democrático, manifestando y luchando por sus familias y por sí mismo; por otro, militares, policía, carabineros y carceleros para reprimirles. Este régimen necesitaba que cundiese el miedo, el odio, el desprecio y la rabia, en los unos y en los otros, entre los unos y los otros.
Así, a lo largo de varias décadas, el país no ha sabido la verdad. No ha visto que los militares eran los primeros en sufrir la explotación y eran víctimas de la actual situación. No ha visto que la policía, los militares y los carceleros eran trabajadores superexplotados, a menudo más explotados que los que iban pacíficamente a ocupar las tierras que les correspondían por ley, que aquellos que defendían en las manifestaciones sindicales su salario y en aquellas políticas los derechos constitucionales, la democracia, la República, contra un poder injusto, violento y corrupto.
No se ha dado cuenta ni ha comprendido el estado de ánimo de jóvenes y ancianos que debían y deben vivir en los cuarteles y en las cárceles, en las comisarías y en las jefaturas, en las estaciones del cuerpo de carabineros, como si estuviésemos todavía en época fascista, con el único deber de "crecer, obedecer y combatir" y de ser explotados las veinticuatro horas del día, de vivir en medio del cruel temor y desprecio - por muy comprensible que sea - de los demás ciudadanos. No se ha dado cuenta de que para todas las clases de militares, sobre todo para ellos y para sus familias, no ha habido ni hay democracia.
No ha comprendido que la violencia del policía, su exasperación, a menudo no era más que el resultado natural de la desesperación, del miedo y de la explotación.
Creo que nadie como el Partido Radical, desde hace más de diez años, ha luchado tanto para que se superase esta situación, nadie como los no violentos, los objetores de conciencia, los jóvenes "de las flores" han contribuido, con su antimilitarismo, con su antiautoritarismo, a hacer comprender que la democracia exigía en primer lugar la lucha de liberación y defensa de los derechos civiles de los militares y la desmilitarización de la Sociedad y del Estado.
La Radio, la TV y la prensa habían logrado que se ignorase, a menudo, este compromiso. El poder había intentado por todos los medios que los militares odiasen, despreciasen y agrediesen sobre todo a los "radicales", a las "feministas", a los "objetores", a los "maricones", a los "drogadictos", a los "divorcistas", a los "delincuentes", que según ellos eso es lo que somos.
A lo largo de los últimos años, las cosas parecían estar cambiando. Por eso este año ha empezado de nuevo la estrategia de los siniestros. Se ha hecho matar a magistrados, a policías, a carabineros, a militares y a estudiantes y a obreros en paro para que se volviese a implantar el odio entre las víctimas que empezaban a comprenderse y a identificarse. El que ha hecho matar al estudiante Lo Russo en Bolonia y al sargento demócrata Ciotta en Turín es el mismo grupo de poder, el mismo del siniestro de Milán y del de Brescia. Los que, de acuerdo con las mafias internas de las cárceles, hacen que ser fuguen detenidos o que los detenidos más desprovistos, desesperados, chiflados o chantajeables secuestren a carceleros son los mismos que saben que los que se fugan matarán a agentes por miedo o por encargo, antes de que se los carguen a ellos.
De esta manera, se va postergando la reforma de la policía, o se disponen a representar una farsa. Con lo que han conseguido que se deje de hablar de democratización del ejército, y (en vez de un estatuto distinto para los agentes) se disponen a militarizar de forma todavía más férrea el ejército y los carabineros, la marina y la aeronáutica. Así fue como se inventó el "referéndum" entre los carceleros para intentar de alguna manera hallar pretextos y retrasos para no concederles lo que la lucha del partido radical, de sus militantes, y sus diputados, hacían que fuese indefectible. Contando con las revueltas veraniegas de los detenidos exasperados, se sabía que también en este caso iba a ser más fácil aplazar definitivamente la reforma o hacer que se convirtiese en un simple vertedero.
El comunicado del gobierno Andreotti que se compromete a llevar a cabo con carácter "inmediato" todas las reformas particulares solicitadas incluso por el PCI, y antes de principios de junio, para estudiar el proyecto de ley de reforma general, es categórico. Se trata, ahora, de lograr que este compromiso se mantenga. Antes del 6 de abril empezaremos a descubrir en la Cámara la reforma de la Policía Estatal, con los proyectos del PCI, del PSI, de la DC, del gobierno y del Partido Radical.
En esta fase, más que nunca, es necesario que los más directos interesados estén al quite, que insistan para que sus esperanzas no sean arrinconadas una vez más. Este es uno de los motivos por los que hemos organizado el convenio del 16 y 17 de abril en Roma, en el Hotel Massimo D'Azeglio.
Tenemos puesta toda nuestra confianza en este imprescindible encuentro para poder seguir adelante con esta lucha cívica y pacífica.