El Partido radical de Pannunzio a Pannellade Fabio Morabito
Indice
Introducción
1. El radicalismo
2. De Rosselli al partido de acción
3. Pannunzio e »Il Mondo
4. Ernesto Rossi
5. La crisis liberal
6. El partido radical
7. Los convenios de »Il Mondo
8. Primeros pasos
9. Clases medias y fuerzas obreras
10. Primer congreso radical
11. La función del PCI y la unidad de las izquierdas
12. A favor del centro izquierda
13. La crisis liberal
14. El antimilitarismo; la renovación de la educación
15. Un voto para la izquierda
16. Il divorcio
17. »Il Mondo cierra
18. El tercer y el cuarto congreso
19. Contra la ocupación rusa en Checoslovaquia
20. A favor del reconocimiento de la objeción de conciencia.
21. El Movimiento de liberación de la mujer
22. La liga para la abolición del Concordato; el aborto
23. Abstención para las elecciones políticas en 1972
24. Los ocho referéndums
25. A favor de la despenalización del delito de aborto
26. Elecciones anticipadas
27. Cuatro radicales en el Parlamento
Bibliografía
SUMARIO: El Partido radical es motivo en estos momentos de acaloradas polémicas. No es la primera vez que sucede, pero sí es la primera vez que dichas polémicas dividen netamente a los partidos del "abanico constitucional": por una parte la DC, los comunistas y la gran prensa de información; por otra, los radicales. Todo ello en un momento en el que la vida del país está caracterizada por una fase de crisis económica aguda y de conflictos sociales, mientras que una franja de los movimientos juveniles exalta la práctica de la violencia contra el "sistema" (es la tesis de los autónomos) y el terrorismo de las Brigadas Rojas no se ahorra a nadie del establishment. El libro de Fabio Morabito reconstruye, escrupulosamente, a través del estudio de los documentos y de las etapas del movimiento, la historia de la formación y del desarrollo, en sus fases alternas, del Partido radical: desde Ernesto Rossi, hasta la lucha a favor del divorcio, las posturas antimilitaristas, la protesta contra la ocupación rusa de Checo
slovaquia, la objeción de conciencia, el nacimiento del Movimiento de Liberación de la Mujer, la lucha contra el Concordato y el compromiso de los ocho referéndums. Precisamente porque analiza el movimiento radical en todas las fases de su historia, este libro permite ver en qué se diferenciaban, desde el principio, el grupo de la izquierda radical y el grupo de "Il Mondo", y de comprender, precisamente a partir de su matriz común, el desarrollo de las dos almas radicales.
("LA SFIDA RADICALE" - Il partito radicale da Pannunzio a Pannella - Fabio Morabito - SugarCo Edizioni - Milán, septiembre de 1977)
4. Ernesto Rossi
Entre los periodistas de "Il Mondo", destacó la figura de Ernesto Rossi, no ya por su profesión y por ser exponente del partido radical, sino por su presencia en la vida social italiana como conciencia política intransigente y lúcida.
Rossi - que antes de trabajar para "Il Mondo" había publicado los libros "La reforma agraria" (1945), "Abolir la miseria" (1946) y "Crítica al capitalismo" (1948) - desarrolló su actividad periodística a partir de una tarea de denuncia de los escándalos que involucraban a las estructuras del sistema político de por aquel entonces; a través de sus artículos opuso su talante controvertido para atacar la corrupción del poder económico.
Militante antifascista, tras la publicación de la revista clandestina "Non mollare", fue uno de los líderes del movimiento "Justicia y Libertad". Arrestado y condenado a veinte años de cárcel, tras haber pasado nueve fue desterrado en Ventotene. En dicho lugar, en 1942, fundó con Altiero Spinelli el Movimiento federalista europeo, cuyo órgano oficial fue el periódico "La unidad europea". Dichas instancias europeístas hallaron espacio posteriormente en las páginas de "Il Mondo", firmadas tanto por Rossi como por otros autores, y fueron motivo predominante de la política exterior del periódico. A este propósito, Rossi escribió en el 50, entre otras cosas, que consideraba indispensable para los Estados Unidos de Europa ser realidad política para ser también realidad económica. Nicolò Carandini, en un artículo anterior (publicado en el número con fecha del 19 de marzo de 1949) había aclarado ya que: »El Consejo de Europa, para poseer la estabilidad necesaria, tiene que basarse no en un acuerdo cualquiera entre g
obiernos, en manos como tal de la deriva de los acontecimientos políticos, sino en un auténtico tratado ratificado por los parlamentarios y por lo tanto con el valor de un acuerdo entre los pueblos .
"Il Mondo" era así pues muy sensible a un concepto de la unidad europea que fuese especialmente concreto. Rossi se había sumado al Partido de Acción, y había participado en la insurrección de Milán. Subsecretario del ministerio de reconstrucción en el gobierno Parri, fue asimismo presidente del ARAR (Azienda Rilievo Alienazione Residuati), organización que se encargaba de la recopilación y venta de los más disparatados residuos de guerra, abandonados en su mayoría por los americanos en territorio italiano.
Llegó a "Il Mondo" tras haber colaborado con otros periódicos (entre los que destaca "L'Unità" de Salvemini), escribió contra los poderes de las empresas de tabaco y de azúcar, los favoritismos de las concesiones especiales, los órganos administrativos parasitarios y otros grandes males de nuestra economía. Su obra fue severamente moralizadora, y al mismo tiempo una crítica por parte de un profundo conocedor de problemas económicos.
La actividad periodística de Ernesto Rossi no se limitó a denunciar sin más los escándalos sino que llevó a cabo un análisis económico y social profundo. Para resolver el problema del desempleo, por ejemplo, Rossi forjó una propuesta tan audaz cuanto interesante: "Para llevar a cabo una política seria que ayude a los parados y para emplear el gran número de brazos cruzados en obras realmente productivas, sería necesario preparar programas de trabajo a escala nacional, sin tener en cuenta la superpoblación de algunas zonas ni las razones de carácter electoral que impulsan a la mayor parte de nuestros políticos. Se debería dar la preferencia a las obras de reforestación, de irrigación, de carreteras, de bonificación, que, costando lo mismo, pueden emplear el mayor número posible de brazos y ser efectuadas con un mayor porcentaje de mano de obra no calificada. Paralelamente, sería necesario estudiar los difíciles problemas financieros, organizativos y logísticos que cabría resolver para que vivieran en cuartele
s o en barracones, incluso lejos de centros habitados, repartos compuestos por varios miles de trabajadores. En el ejército del trabajo deberían ser admitidos todos los que se comprometiesen a aceptar la disciplina militar por un periodo mínimo de tiempo (pongamos un año) a las condiciones establecidas en los bandos de reclutamiento, permitiendo que se les trasladase a donde fuese necesario enviarles. Todo trabajador reclutado recibiría comida, alojamiento y vestidos así como una pequeña suma de dinero para sus gastos personales. A los familiares se les pasaría un subsidio suficiente para vivir, tal y como se les daba a los familiares de los que eran reclutados en el ejército, durante la guerra. Al final del servicio, el trabajador obtendría una liquidación suficiente para vivir algunas semanas sin trabajar, para buscarse por su cuenta un trabajo. Se podría establecer un premio para quien quisiese prolongar el periodo de servicio, pues es de imaginar que su rendimiento sería mayor si se acostumbrase a esa fo
rma particular de vivir, mientras que no serían necesarios todos los gastos relacionados con su primera colocación. Una vez que el sistema empezase a ser eficaz, los subsidios de desempleo se deberían reservar sólo para los inválidos y para los demás trabajadores que, por cualquier motivo seriamente averiguado, no pudiese trabajar, o al que el gobierno no lograse ofrecer la alternativa del reclutamiento".
Las premisas a partir de las que Rossi movía y concretizaba su crítica siguieron siendo los de un convencido individualismo. De hecho, consideraba que el industrial que gana dinero, en competencia con otros industriales, es porque sabe hacer mejor su trabajo, y es un benemérito de la sociedad. Los millones, e incluso los miles de millones, que gana no se los roba a nadie: es una riqueza que, sin él, no se formaría. No explota a los obreros ni a los consumidores, es más mejora las condiciones de vida de los unos y de los otros, pues contribuye a aumentar los salarios con su demanda de mano de obra y a bajar los precios de los bienes de consumo al ofrecer sus productos.
Las nacionalizaciones son de desear cuando atacan el exceso de poder de los monopolios: Rossi se declaró a favor de estatalizar la industria del petróleo y la eléctrica. No es la sociedad capitalista la que se equivoca, sino sus incrustaciones parasitarias lo que hay que combatir. Escribe Rossi, en el artículo "El séptimo mandamiento" (»Il Mondo , 4 marzo 1950): "Yo no ataco a los industriales porque ganan dinero haciendo su trabajo. Sino a los industriales que, financiando los periódicos, las campañas electorales, los partidos, chantajeando al gobierno con la amenaza de despedir a la gente, poniendo a hombres de su confianza en los ganglios más vitales de los ministerios económicos, logran obtener que se pongan a su disposición los jueces, la policía fiscal, los carabineros, los agentes de recaudación de impuestos para garantizarles el exclusivo derecho de cargar de tallas a sus compatriotas al amparo de la competencia extranjera; para obtener licencias de importaciones, concesiones exclusivas, asignacione
s de materias primas a bajo costo, financiaciones y pedidos estatales a condiciones más favorables que las que se producirían con el libre mercado; para vender en el Instituto de Cambios los valores de las divisas a precios superiores a los de compra; para borrar sus deudas con la devaluación de la moneda; para que firmen acuerdos comerciales que garanticen mercados de salida al exterior para sus productos a cargo del consumidor; para ampliar su poder de control en toda la vida económica del país a través de las entidades paraestatales y, en general, para seguir con el cómodo sistema de la privatización de los beneficios y de la nacionalización de las pérdidas".
Gran enemigo de la burocracia estatal, que condiciona y empobrece la iniciativa privada, Rossi estaba, en cualquier caso a favor de aquellas reformas que tenían por objeto garantizar a los ciudadanos los servicios públicos gratuitos.
Por lo que se refiere a su opinión sobre la obra política del PCI y del PSI (a este último lo llama "compañero de viaje" de los comunistas, pues ambos partidos estaban vinculados por aquel entonces por el pacto de unidad de acción), Ernesto Rossi, en su artículo "Los pobres no cuentan" (16 de junio de 1951), dice que: "si el objetivo de los comunistas y de sus "compañeros de viaje", en vez de ser el de respaldar a toda costa la política exterior de la URSS, fuese realmente la abolición de la miseria, yo personalmente así como mucha de la gente que piensa como yo habría encontrado el partido al que afiliarse, o por lo menos la lista a la que votar durante las elecciones. Pero nunca he notado que el PCI y el PSI se propusiesen dicha meta. Por el contrario, siempre les he visto proceder en la dirección que necesariamente conduce a un empeoramiento de las condiciones de las clases más pobres. Cuando se discutió en el Parlamento la nueva tarifa aduanera, en ningún momento se alzó la voz de un comunista ni de un s
ocial-fusionista para impedir que los impuestos convirtiesen al mercado interior en una reserva de explotación de los industriales protegidos. Es más, comunistas y social-fusionistas siempre han sido y siguen siendo los más convencidos sostenedores de todas las prohibiciones de importación, de los contingentes, de los controles de los cambios, "para defender el trabajo nacional", contra la competencia extranjera. "Comunistas y social-fusionistas no han dicho nunca ni pío para impedir que la Fiat, la Edison, la Montecatini, la Falck, la Eridania, la Pirelli, la Piaggio, la Snia Viscosa y los demás grandes complejos monopolistas siguiesen inflándose gracias a las arcas del Estado y a los bolsillos de los consumidores a través de suministros a precios más altos a las administraciones públicas, las adjudicaciones de favor de materias primas, las concesiones prioritarias de las divisas y de las licencias de importación, las gestiones a mitad con las empresas estatales y paraestatales, la explotación gratuita de l
os recursos de propiedades colectivas, los subsidios y el crédito de favor, los premios de producción y de exportación, los carteles y los consorcios obligatorios, las tarifas y los precios de los productos impuestos por comisiones interministeriales con la colaboración de los representantes de las distintas categorías. "Los "grandes capitanes" de estos gigantescos complejos monopolistas saben que pueden contar siempre con el PCI y el PSI para vencer la resistencia de aquellos pocos ministros que querrían defender el interés colectivo. El contraste, en todo caso, estalla en el momento de la repartición del botín, pero ambas partes (capitalismo y maestranzas) están igualmente interesadas en que el botín sea lo más abundante posible. Comunistas y social-fusionistas han adoptado la "defensa de las fábricas", es decir, han intentado impedir siempre, con amenazas, violencias, huelgas, ocupaciones de establecimientos, la reducción de las maestranzas ocupadas en las fábricas de guerra en las que se hallan concentra
dos sus más fieles secuaces. Incluso las empresas quebradas como la Caproni, la Breda, las Reggiane y la Ducati, han obtenido todo su apoyo para seguir tragando miles de millones del FIM y de los bancos estatales, y para hacer financiar, con la garantía del Tesoro, exportaciones a precios mucho inferiores a los costes o exportaciones que no hubiesen sido nunca pagadas. Nadie logrará nunca convencernos de que se puede combatir la miseria favoreciendo a las grandes industrias parasitarias, que dan trabajo a los obreros inscritos a la CGIL a cargo de las demás industrias y, sobre todo, a despecho de los "catetos" del campo y del "Unterproletariat" de las ciudades que no tienen forma de rebelarse".
En un artículo posterior, indicaba la necesidad de combatir contra los comunistas y sus "compañeros de viaje" con la honestidad, el valor y la buena administración.
Por lo que se refiere a la actividad de los sindicatos, la opinión de Ernesto Rossi también es negativa. En el artículo "La Conchinchina sindical" (19 de agosto de 1950) les acusa de ser corresponsables del fenómeno del desempleo: "Pretender que un dirigente sindical se deje guiar por el interés nacional, o por el interés de toda la clase trabajadora, es como mínimo igualmente ingenuo cuanto pretender que un ministro de un Estado soberano tenga como meta de su política exterior el interés de toda la humanidad. (...) Si la principal máquina para fabricar gente en paro es (...) el Estado, inmediatamente después de la fábrica del Estado, por orden de importancia, es la de las organizaciones sindicales. Las modalidades con las que los sindicatos fabrican gente en paro son muchas, pero la más eficaz es la afirmación del derecho de quien ha hallado trabajo en una empresa de seguir en ella, con la paga ordinaria, incluso cuando al empresario ya no le conviene seguir dándole trabajo pues el precio de venta de los pr
oductos no recubre los costes, o bien porque podría obtener de forma más barata la misma producción con máquinas que suplantasen a los brazos o adoptando procedimientos técnicos distintos a los que habían solicitado la colaboración de dicho trabajador".
A la frase de Proudhon "la propriété c'est le vol", Rossi contrapone: "no es la propiedad un robo sino que el monopolio es un robo: es el mal más profundo de la sociedad moderna". Es necesario defender la libre competencia, condición fundamental para el bienestar y la abundancia.