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Archivio Partito radicale
Teodori Massimo, Ignazi Piero, Panebianco Angelo - 1 ottobre 1977
LOS NUEVOS RADICALES: (3) La campaña del divorcio
de Massimo Teodori, Piero Ignazi y Angelo Panebianco

SUMARIO: La interpretación histórica del Partido Radical basada en la reconstrucción de las distintas fases de la cuestión radical desde 1955 hasta 1977.

INDICE GENERAL

"Introducción de los autores"

Primera parte

HISTORIA DEL PARTIDO RADICAL

I De los viejos a los nuevos radicales

1. El primer Partido radical (1955-1962)

2. El centro izquierda y el optimismo tecnocrático del bienestar

3. Las nuevas oposiciones en Europa

4. La herencia del movimiento goliardo

5. La izquierda radical

"Notas"

II La soledad de una minoría

1. La fatigosa reanudación del nuevo grupo

2. La "Agenzia Radicale" y sus batallas: Eni, asistencia socio-sanitaria y educación.

4. Los radicales ante las propuestas de unificación de la izquierda

5. El aislamiento de una cultura política distinta. Hacia el congreso de refundación (1964-1967)

"Notas"

III La campaña del divorcio

1. El nacimiento y el desarrollo del movimiento divorcista con la Lid

2 El movimiento popular y la acción de presión en el Parlamento

3 Del divorcio al referéndum

4 Los radicales en el movimiento divorcista. Significado político general

"Notas"

IV Un partido en busca de sí mismo. Desde el congreso de refundación (1967) al de reimpulso (1972)

1 A través del sesenta y ocho

2 Las nuevas iniciativas: justicia, sexualidad, Concordato, liberación de la mujer

3 Con antimilitarismo y objeción de conciencia una caracterizada presencia militar

4 Los radicales y el sistema político desde las elecciones del 68 hasta las del 72

5 Las dificultades del partido hacia el Congreso de reimpulso (Turín 1972)

"Notas"

V La oposición al régimen con los derechos civiles

1 Tras el reimpulso se multiplican las iniciativas con un partido bastante frágil

2 Los ocho referéndumes y el referéndum sobre el divorcio

3 El caluroso verano de 1974: la batalla por la información lleva a Pannella a la pequeña pantalla

4 Los radicales ante la "cuestión socialista"

"Notas"

VI En pro de una revolución democrática

1 Acción directa y acción popular para el aborto

2 El partido federal cobra forma a partir de los derechos civiles. La carta de las libertades

3. Los radicales en el Parlamento con las elecciones del 20 de junio de 1976

"Notas"

VII En Italia y en el Parlamento

1 Una minoría en el Parlamento

2 El proyecto referendario como proyecto alternativo

3 El conflicto entre comunistas y radicales

4 Los motivos de veinte años de historia radical

"Notas"

Segunda parte

ELECTORADO, MILITANTES Y MOVIMIENTO: UNA INTERPRETACION SOCIOLOGICA

I Los militantes radicales: composición social y actitudes políticas

1 Introducción

2 La composición social

3 Los radicales y el Partido

4 Actitudes políticas en general

5 El perfil socio-político

6 Conclusiones

"Notas"

II El voto de los radicales en las elecciones del 20 de junio de 1976

1 Las características generales del voto

2 Un consenso electoral urbano

3 Un voto de opinión

4 La mayoría prefiere a Pannella

5 Análisis de un caso: Toscana

6 Consideraciones conclusivas

"Notas"

III De la sociedad corporativa a los movimientos colectivos: naturaleza y papel del Partido Radical

1 Partido político, grupo de presión y movimiento: el carácter atípico del Pr

2 Normas, estructuras y carisma: las contradicciones

3 Agregaciones de los intereses, control social y movimientos espontáneos

4 Sistema político y sociedad corporativa

5 De la contratación al conflicto

"Notas"

APENDICES

I Estatuto del Partido Radical

II Los órganos centrales del Pr

III Cronología de los principales acontecimientos de los movimientos federados y de las ligas

IV Fuentes y orientación bibliográfica

("LOS NUEVOS RADICALES", Historia y sociología de un movimiento político - Massimo Teodori, Piero Ignazi y Angelo Panebianco - Arnoldo Mondadori Editore, octubre de 1977)

III LA CAMPAÑA DEL DIVORCIO

1. El nacimiento y el desarrollo del movimiento divorcista con la Lid

El 1 de octubre de 1965, Loris Fortuna, diputado socialista, presentó al Parlamento un proyecto de ley para instituir el divorcio en Italia. Dicha propuesta no hubiese salido adelante, al igual que las anteriores presentadas en las legislaturas precedentes de la Italia republicana, (1) si no hubiese surgido como apoyo de la propuesta de ley, un movimiento popular "especial", con implicaciones políticas que iban más allá del tema en sí, por iniciativa de un grupo de militantes organizado bajo los auspicios del Partido Radical. Los radicales habían estado tradicionalmente a favor del divorcio por razones ideales y civiles obvias. Incluso en el viejo partido, antes de 1961, en nombre de los principios laicos, se habían llevado a cabo muchas declaraciones y se habían promovido debates sobre el tema. Cuando en 1965, se presentó el proyecto de ley, los nuevos radicales aprovecharon la ocasión para sacar el tema de Montecitorio(1bis) y llevarlo a la base del país, del "debate" meramente político a la "iniciativa"

política concreta. Se trataba de sacar a relucir la cuestión del divorcio, por lo que ésta suponía en lo específico y por las implicaciones entre el Estado y la Iglesia, más allá de las declaraciones genéricas de principio; y contraponer de esta manera a la resignada constatación de una cultura que se consideraba minoritaria en un país católico, un llamamiento dirigido a aquellos que podían ser protagonistas en primera persona de una acción específica impulsados por intereses directos o por una visión general de la sociedad inspirada en un nuevo y laicismo combatiente.

Con respecto al tema que las fuerzas laicas y de izquierdas aún no consideraban maduro, los nuevos radicales creían posible experimentar formas de organización y de movilización con nuevas características con respecto a los ambientes tradicionales así como a la tradición política misma de un país en el que se había afirmado siempre la primacía del partido como forma casi monopolista de canalización de la demanda política. El movimiento en torno al divorcio que iba cobrando forma se basaba en una serie bastante nueva de elementos: llamamiento directo a los interesados; ningún tipo de discriminación política o ideológica; relación constante entre acción directa y acción en el Parlamento; y formas de movilización directa individual o colectiva.

Desde un principio, otro factor resultó determinante para el planteamiento de la batalla divorcista: la promoción de una iniciativa difundida en el país por parte de la revista semanal "ABC"(2bis) que, gracias a su director Enzo Sabàto, se identificó con la causa desde el momento de su aparición. Fue este el hecho determinante para sacar lo que había sido un tema de debate de las salas de reuniones y llevarlo hasta la calle, con gran escándalo incluso por parte de la mayoría de la mismísima clase política laica que no compartía el llamamiento directo a los interesados tal y como la revista semi-pornográfica pretendía hacer. La singularidad de la nueva temporada divorcista, con respecto a otras batallas que habían sido intentadas anteriormente, estribaba precisamente el hecho de que el interlocutor de Fortuna, de los radicales y de "ABC" ya no era "la clase de los cultos" sino, en un cierto sentido, "la gente normal y corriente".

El grupo radical romano promovió el 12 de diciembre de 1965 el primer debate sobre el divorcio con la participación de los representantes de distintas partes y con un inmediato éxito de público que abarrotaba el Eliseo en Roma. (2) "Una acción divorcista autónoma" aseguraba el informe del radical Mauro Mellini, "vivaz, organizada, políticamente bien orientada, dirigida a hacer fermentar en las masas sentimientos y convicciones difundidas, canalizar energías, coordinar los esfuerzos de cuantos luchan por el divorcio, estimular y reconfortar la acción de las fuerzas políticas decididas a apoyar la causa divorcista, todo ello es actualmente posible si se lleva a cabo de forma eficaz". (32) Siguiendo la misma línea, algunos meses más tarde, Mellini y Marco Pannella anunciaban, en una rueda de prensa, la constitución de la "Liga para la Institución del Divorcio" (Lid) dirigiendo directamente un llamamiento al país. En ella participaron principalmente, a parte de Fortuna, los magistrados Mario Berrutti y Salvador

Giallombardo, los parlamentarios Lucio Luzzatto del Psiup, Giuseppe Perrone Capano del Pli, Giuseppe Averardi del Psdi - a título personal y no como representación de sus respectivos partidos - el científico Adriano Buzzati-Traverso y el jurista Alessandro Galante Garrone.

La iniciativa adoptada por los radicales se hizo eco en el país inmediatamente, tanto entre las capas populares a las que se dirigía "ABC", como, sorprendentemente, en la prensa cotidiana y en las revistas semanales de opinión.

"L'Espresso" que desde finales del viejo Partido Radical había querido ignorar al nuevo grupo, publicó un informe, con titulares en primera plana: "Llega el divorcio" y dedicó gran número de páginas al tema. (4) El 17 de abril, se celebró en Milán un imponente mitin de la Lid en el teatro Lírico. Se trataba de la primera manifestación divorcista de masa que abría una serie de movilizaciones de base entre las que cabe destacar la del 13 de noviembre de 1966 en Piazza del Popolo en Roma, en la que participaron aproximadamente unas 20.000 personas procedentes de toda Italia.

El carácter popular que iba adquiriendo la batalla divorcista lo demostraba el número de mensajes (32.000 postales y 4.000 cartas que Fortuna recibió en la Cámara entre octubre de 1965 y marzo de 1966 por iniciativa de la revista "ABC" y, que fueron presentadas al presidente de la asamblea con motivo del debate sobre la justicia. El hecho de que una revista popular y populachera como "ABC" hubiese sido el canal principal a través del cual el divorcio había llegado a amplias capas de la población y había representado el principal instrumento para la organización de los interesados - revelando la existencia y la disponibilidad al respecto de un país real muy distinto a lo que todas las fuerzas políticas imaginaban - la ampliación de la atención que prestaban estas últimas se trataba de una señal inequívoca en la presentación de un proyecto de ley del Pci en marzo de 1967, momento en el que la presión de la opinión pública no pudo seguir siendo ignorada.

Mientras el movimiento iba creciendo, en el parlamento empezaron las maniobras para distraer la atención del punto central y no discutir la ley. Así fue como se presentó una propuesta de reforma del derecho de familia firmada por el Ministro de justicia, el republicano Reale, en espera de que se arrinconase la propuesta Fortuna. Y, al mismo tiempo, ante una opinión pública que se iba interesando cada vez más en la cuestión, se movilizaron las jerarquías católicas y el pontífice Pablo VI que a principios de 1967 expresó públicamente "sorpresa y desilusión" (5) con respecto al parlamento que se había expresado favorablemente sobre la compatibilidad del divorcio con las leyes de la ordenación constitucional italiana.

La Lid, en dos años y pico de actividad, había mostrado tener una fisonomía y una vitalidad particulares. La novedad de la Lid no consistía tanto en el mero hecho de que un grupo fuertemente minoritario como el radical hubiese promovido una organización abierta y destinada a convertirse en una organización de masas, sino en la manera en la que miembros procedentes de distintos grupos políticos desembocaban en un organismo "especial" sin tener que representar a la fuerza a sus partidos, sino en calidad de individuos interesados en una batalla concreta. El organismo que resultó de ello, totalmente informal, fue tal que pudo ser considerado casi un centro de iniciativa y un comité de coordinación, y realizó progresivamente la fusión entre los elementos politizados y los de procedencia genérica, a partir de una presencia efectiva no delegada, del comportamiento en el trabajo político y en el terreno de la capacidad y la creatividad en las iniciativas de propaganda, organización y presión. Colletti escribió, en "

El divorcio en Italia", que la Lid se propagaba con sus delegaciones por todo el país con fisonomías distintas según las personalidades que lo animaban (6) y según el ambiente local: "La Lid de Turín, estrechamente vinculada al mundo socialista y laico tradicional; la de Milán que se apoya en una base particularmente amplia y estrechamente vinculada con el mundo socialista en su conjunto y no con personajes concretos; la Lid de Nápoles, de lo más activa en sus relaciones con los parlamentarios; la de Florencia, con la típica estructura de círculo político; y la delegación de Cagliari con una intensa actividad en la capital y en los distintos centros de la isla". (7)

Cuando se celebró el primer congreso de la Lid, en diciembre de 196 en Roma, el movimiento divorcista se había fortalecido en Italia, y ante la opinión pública se había granjeado prestigio y capacidad de presión con respecto al parlamento. Los divorcistas, orientados desde el núcleo animador radical, habían aprendido técnicas de presión, y agresión, con respecto a cada uno de los parlamentarios (con postales, llamamientos, cartas, llamadas telefónicas, manifestaciones en los colegios electorales) que eran bastante desconocidas en la praxis de la política italiana. El objetivo del movimiento popular no eran los grupos parlamentarios como tales, sino cada uno de los diputados o senadores, con una fórmula en la relación elector-representante del pueblo mucho más cercana a la tradición anglosajona que a la italiana, centrada en la mediación partídica o del grupo corporativo de interés.

Mientras se producían acciones semejantes, en el parlamento seguía

la discusión. Los comunistas habían presentado su proyecto de ley, la comisión de justicia votaba en la Cámara los primeros artículos, y por iniciativa de "ABC", habían sido entregadas a la Cámara 120.000 firmas de una petición popular. Luciana Castellina interviniendo en nombre del Pci en la revista "Rinascita" escribía: "hay que reconocer que la Lid tiene el mérito de haber demostrado, con una eficacia imposible para los partidos, que el divorcio ya no es un problema de pequeños grupos de élite sino que ha pasado a ser un problema de alcance social" (8); y sobre la composición social del movimiento la periodista subrayaba: "en gran parte, gente sencilla, perteneciente a las clases sociales más dispares; procedente no sólo de ambientes sociales restringidos de las grandes ciudades sino también de la provincia y del campo. Burgueses pero también proletarios, angustiados por una difícil situación familiar, a menudo consecuencia de acontecimientos bastante nuevos para Italia, como lo son una mayor movilización

social y la emigración individual". (9).

Ante la negligencia y la poca agilidad de los partidos laicos, a pesar de que se hubiesen pronunciado a favor del divorcio pero que no conseguían poner en práctica la teoría, el congreso de Roma se inauguraba con el interrogante: " presentamos listas divorcistas a las elecciones?" (10) propuesto por el secretario general de la Lid como arma de presión sobre los partidos. Sin embargo, el congreso aconsejó apoyar a aquellos candidatos que hubiesen actuado representando el proyecto divorcista en la nueva legislatura. El 5 de junio de 1968, inmediatamente después de la prueba electoral, y mientras el país se enardecía con la protesta juvenil y estudiantil, 70 parlamentarios de los partidos laicos - Pci, Psu, Psiup, Pri excepto los liberales que propusieron un proyecto firmado por Antonio Baslini - presentaron un proyecto de ley unificado, el primero de la quinta legislatura.

2. "El movimiento popular y la acción de presión en el parlamento"

En tres años y pico, desde principios de 1965 hasta la primavera de 1968, el movimiento divorcista organizado en la Lid se convirtió en un movimiento arraigado en el país, capaz de promover movilizaciones en las calles y ejercer una acción basada en peticiones, piquetes, intervenciones directas, cartas a los parlamentarios y manifestaciones masivas. Con la nueva legislatura tras las elecciones de 1968 y la inmediata presentación de un proyecto de ley unificado, se acentuó en la Lid el otro aspecto de su acción, que ya había estado presente anteriormente; el de grupo de presión en el parlamento para obtener la reforma, obtenerla inmediatamente y con la mejor ley posible.

En abril de 1969, el proyecto de todos los laicos - que posteriormente se unificó al que había presentado el liberal Antonio Baslini - fue discutido por la comisión de justicia de la Cámara para iniciar más tarde, a finales de mayo, el debate general en el aula. Por primera vez, se afrontaba en Montecitorio una propuesta divorcista: el acontecimiento fue de repercusiones históricas, sobre todo considerando la presencia de una mayoría relativa y de gobierno católica.

La acción de los divorcistas se había ido intensificando, tanto la masiva con dos manifestaciones en Roma, el 7 de junio de 1969 en Piazza Navona, y el 27 de septiembre en Piazza Cavour, como la de intervención en los mecanismos que regulaban el sistema parlamentario. El 10 de noviembre, ante los repetidos intentos de retrasar el proceso de la discusión, Marco Pannella, secretario de la Lid, inició junto al secretario organizativo, Roberto Cicciomessere, una huelga de hambre (la primera de toda una serie que en los años siguientes se produciría) reivindicando que se estableciesen plazos para la votación, bajo el emblema: "Basta ya de tanta discusión; Votemos de una vez por el divorcio". Una acción que surgió efecto, de manera que el 29 de diciembre, la Cámara votó la ley con 325 votos a favor contra 283 en contra.

Habían transcurrido pocas semanas desde la tragedia de Piazza Fontana en Milán (3bis), y el movimiento obrero y sindical mostraba fuerza e impetuosidad: el mismo día en el que le Cámara votaba sobre el divorcio, a lo largo de la ciudad de Roma discurría una gran manifestación sindical paralelamente a la velada divorcista con el triunfo de Fortuna que salía de Montecitorio mientras la gente gritaba: "Estado Laico", y "Parlamento sí, Vaticano no". Las luchas obreras que se habían desarrollado durante aquel "otoño caliente" transcurrían paralelamente a la campaña en favor del divorcio que se presentaba como un primer aspecto de una lucha en general a favor de los derechos civiles y a pesar de que ambos movimientos fuesen separados y no existiesen entre ellos puntos de contacto políticos ni organizativos, su paralelismo no era casual, pues ambos representaban la expresión de la misma manera de ser de una sociedad civil que reclamaba cambios sociales e institucionales. Ante la presión de la base, los altos cargos

sindicales se veían impulsados a buscar formas de unidad sindical a favor de la que se pronunciaban los consejos generales de la Cgil, Cisl y Uil en noviembre de 1969; y al intervenir directamente en las grandes cuestiones civiles y sociales del país, como la reforma sanitaria, afrontada posteriormente en la negociación entre gobierno y sindicatos en octubre de 1970. Por otra parte, el movimiento divorcista estaba demostrando la posibilidad de conseguir una nueva ley que se adecuase a los modelos y los comportamientos difundidos en la sociedad italiana a través de la acción de una liga formada a partir de un objetivo específico. Los sindicatos, impulsados por la nueva combatividad de la base, tuvieron que dar una pincelada de belicosidad a su política y a sus relaciones con la oposición y el gobierno. El divorcio avanzaba simplemente porque la Lid representaba el trámite entre un sentimiento difundido por agregar y el proceso institucional de formulación de una ley en presencia de una restringida y dubitati

va mayoría parlamentaria.

Tras el voto en la Cámara, el éxito final de la ley sobre el divorcio no estaba asegurado. En el Senado, la mayoría de los partidos divorcistas era mucho más restringida y con muchos defectos. Entre los muchos obstáculos que se oponían constantemente, los democristianos suscitaron la excepción de inconstitucionalidad sobre la extensión del divorcio a los matrimonios concordatarios para bloquear la discusión; y el Vaticano, por su parte, envió una nota al gobierno italiano lamentándose de que el proyecto de ley violaba el Tratado lateranense.

Las reiteradas crisis políticas a lo largo de 1970 - en marzo caída del II gobierno Rumor y constitución del gabinete Colombo - retrasaban más todavía la que muchos consideraban una reforma lógica y que por el contrario seguía encontrando, en el itinerario parlamentario, gran cantidad de obstáculos sin fin. La Lid hacía las veces de activismo militante legislativo; sus dirigentes radicales, sobre todo Marco Pannella en la secretaría y Mauro Mellini en la presidencia imprimían a la Liga un comportamiento lleno de decisión e impetuosidad. Escribiendo a Ferrucio Parri que amistosamente reprendía a los líderes divorcistas por tanta agresividad, Pannella a finales de agosto de 1979, se expresaba de la siguiente manera: "Hubiese bastado que nos hubiésemos callado durante algunas semanas, y el divorcio hubiese pasado a ser la historia de otro mundo, no de hoy, ni de Italia, de todos. Ni un mitin, ni un paso hacia adelante, ni una mención; parecían Penélope. El ritmo pasó a ser naturalmente angosto, y se produjeron

nuevas reprimendas y acusaciones, censuras y asilamiento. Aislamiento extraño, la verdad, puesto que crecían en proporción geométrica los apoyos y las ayudas, los alicientes, e incluso el imperativo de seguir adelante"; (11) y, volviendo al trabajo realizado por la Lid, el Líder definía con estas palabras el papel desempeñado: "Durante cuatro años y medio hemos seguido día a día el ininterrumpido itinerario parlamentario de la ley Fortuna; lo hemos apoyado como hemos podido, estudiando a fondo los mecanismos parlamentarios, sus necesidades, sus reglamentos, las dificultades objetivas que surgían continuamente. Ha sido una atención, una reflexión colectiva, popular: nuestros boletines ilustraban a cientos de miles de parejas, cada vez, esta realidad para iniciados: las laicizábamos, hacíamos partícipes y responsables a masas cada vez mayores de ciudadanos, a menudo procedentes de estratos sociales ajenos al compromiso democrático, o excluidos de la cultura dominante". (12).

Desde septiembre hasta noviembre de 1970, el atormentado itinerario legislativo del divorcio, bajo la presión externa que se concentraba precisamente en los datos reglamentarios y por lo tanto en el correcto funcionamiento de las instituciones, llegó a buen puerto sorteando todos los obstáculos que se interponían. El 9 de octubre, la ley modificada por enmiendas restrictivas contratadas por el ala divorcista con la Dc a través de la mediación del senador Leone, pasaba al Senado. Por último, en la noche entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre, al término de una interminable y memorable sesión, el proyecto Fortuna-Baslini se convertía en ley del Estado, aprobado definitivamente en la Cámara con un margen bastante amplio que había ido creciendo de artículo en artículo a medida que se acercaba la votación final.

3. "Del divorcio al referéndum"

La aprobación del divorcio representaba un hecho casi único en la historia de la Italia republicana por dos motivos fundamentalmente: porque la reforma había sido promovida a través de una acción que se había configurado principalmente como extraparlamentaria, y porque por vez primera, la Democracia cristiana había sido vencida en el parlamento por una mayoría que había unido en el mismo frente a todos los partidos laicos, desde el Pci hasta el Pli. Ese éxito, considerado impensable cincuenta años antes, tuvo repercusiones en las cuestiones políticas italianas de los siguientes cinco años. La interpretación que dieron de ello las distintas fuerzas fue contrastante: puesto que por una parte la mayoría de las clases dirigentes de los partidos laicos de gobierno y de la oposición querían considerar dicha batalla como un paréntesis, mientras por el otro, personajes en particular o grupos minoritarios (14) próximos al Partido Radical la consideraban como un primer paso para enfrentamientos sucesivos entre el alma

progresista y laica del país y la democristiana, conservadora y clerical: "Estamos contentos" declaró Pannella cuando se aprobó la ley Fortuna "por esta victoria de la democracia, del laicismo anticlerical, de las grandes e importantes tensiones civiles y religiosas de nuestro país. Sabemos que, por grande que sea, no es más que el principio. La lucha continúa para edificar una sociedad más humana y más justa. Esta prueba ha dado gran fuerza a la política de los derechos civiles". (15)

A lo largo de los meses sucesivos, las declaraciones a favor de una "normalización" de las relaciones con la Dc se multiplicaban por doquier: en primera línea los comunistas que por boca de la diputada Nilde Jotti, ya en fase de declaración sobre el divorcio, había expresado el deseo de que se superasen los contrastes y se hallase una nueva unidad con el mundo católico en el terreno de la reforma del derecho de familia y de las relaciones entre Estado e Iglesia que se deberían regularizar a través de la revisión bilateral del Concordato. (16) Incluso el secretario del Psi, Francesco De Martino, se pronunció en este sentido y e igualmente la dirección socialista al completo en un documento en el que subrayaba que "las fuerzas católicas democráticas habían tenido un comportamiento en el que, aun siendo contrarias a la ley sobre el divorcio, no se habían empecinado en exasperar el contraste ni la guerra religiosa"; (17) "con la aprobación de la ley sobre el divorcio, que es una gran reforma civil, se abre un nu

evo camino en un capítulo positivo sin precedentes, en las relaciones entre el Estado y la Iglesia. El Psi intenta ahora desarrollar estas relaciones, reguladas por la Constitución en el ámbito de la revisión bilateral del Concordato" (18).

Comunistas, socialistas y también republicanos y liberales, consideraban el divorcio como "una mina errante" en la vida política que debía ser desactivada para reanudar la colaboración con la Dc, liquidando las que según el vicesecretario del Pci, Enrico Berlinguer, eran "contorsiones, exasperaciones sectarias y provocaciones irresponsables de grupos anticlericales", que se hallaban al mismo nivel de las "veleidades de revancha de grupos clericales anacrónicos". Berlinguer consideraba que la lucha contra tales posturas comportaba "el combate y la derrota de los que, por una parte, pretenden realizar una cruzada antidivorcista y los que, por otra, pretenden resolver con una ruptura unilateral las complicadas cuestiones de la revisión de las relaciones entre el Estado y la Iglesia". Los comunistas, así pues, concluía un prestigioso editorial de "l'Unità" - no se despegarán de la "necesidad de sacar hacia adelante, con la lucha, una política de unidad proletaria y democrática, popular y nacional: la política qu

e históricamente ha promovido y decretado el ingreso a la base de nuestro organismo estatal y que el día de mañana deberá garantizar que se produzca igualmente en los altos órganos tanto de las fuerzas decisivas de la decisión laica del resurgimiento, como de las masas organizadas por el movimiento socialista y comunista, y de las masas organizadas en los movimientos políticos y sociales de los católicos italianos". (19) A pesar de la casi unánime buena voluntad de la izquierda y de los laicos de zanjar el episodio anómalo del divorcio, los democristianos propiciaron la aprobación, en mayo de 1970, de la ley institutiva del referéndum abolitivo de iniciativa popular, una institución prevista por la Constitución pero que no había sido nunca operativo. A la mañana siguiente de la victoria divorcista, en primer lugar las fuerzas de la Iglesia y las clericales más reacias y posteriormente, de forma progresiva, la mayor parte el mundo democristiano se organizaban para aplicar el instrumento referendario contra el

divorcio.

La conferencia episcopal italiana reunida en asamblea plenaria se había declarado públicamente, en febrero de 1971: "los obispos declaran ilegítimo" anunciaba el documento oficial "que los ciudadanos, en problemas de tal vital importancia (como el divorcio) y que afectan a la conciencia de cada cual, se sirvan, para la defensa de la familia, de todos los medios democráticos que ofrece la Constitución italiana. Afirmamos de nuevo que los fieles, en cuanto ciudadanos guiados por la conciencia cristiana, tienen el derecho y el "deber" de comprometerse con todos los medios legítimos para tutelar aquellos valores que consideran esenciales para el bien de la familia". (20).

De esta manera, entre febrero y mayo de 1971, se recogieron las firmas necesarias para celebrar el referéndum abolitivo a cargo de un comité nacional formado por clericales integristas (21) tras los cuales se movía todo el aparato de la iglesia y fuerzas no marginales de la Dc. Tras ello, se produjeron distintos intentos para no llegar a un enfrentamiento en el país que no era del agrado de la mayoría de las fuerzas políticas, aunque por razones distintas, a menudo diametralmente opuestas. Por parte laica divorcista se sostenía la inaplicabilidad de la comprobación electoral a través del referéndum de un derecho que tutela a las minorías, y en el caso específico, la disolución del matrimonio, por lo que fue presentado un proyecto de ley de 60 parlamentarios, la mayoría socialistas, con Loris Fortuna y Eugenio Scalfari como primeros signatarios, que sin embargo no cuajó" (22).

Por su parte, los comunistas que eran los que más temían el referéndum no sólo porque en el enfrentamiento entre ambas alas en el país veían un obstáculo a la política de diálogo con los católicos, propugnaban un acuerdo en el parlamento para las modificaciones de la Ley Fortuna (modificando una ley no se obtiene el referéndum abolitivo de la misma); proponían "mejoras e integraciones, es decir modificaciones no puramente formales sino sustanciales, o innovaciones legislativas, y ello con respecto tanto a la reforma del derecho de familia como a la revisión bilateral del Concordato", tal y como manifestó el senador Paolo Bufalini en un convenio especial sobre el tema que se celebró en Frattocchie. (23) Por último, la senadora independiente de izquierda, Tullia Carrettoni, presentó en enero de 1972, siguiendo la misma línea un proyecto de modificación que no logró ser discutido, así como un intento de paralizar el curso automático del referéndum, efectuado una vez más por el senador Leone, no surgió efecto.

De esta manera, debido a las incógnitas sobre la votación y la voluntad de los dos partidos mayoritarios, Dc y Pci, de no enfrentarse en el país por las implicaciones políticas generales que ello hubiese acarreado, en primavera de 1972 se disolvieron la Cámaras de manera que se suspendiese durante dos años la aplicación del referéndum.

Las fuerzas moderadas y los grupos reaccionarios que se movían tras la que se ha dado en llamar la "estrategia de la tensión", mientras tanto ganaban la delantera en el curso innovador tras el 68.

Expresión de esta tendencia profunda habían sido tanto las agitaciones estudiantiles y obreras, como, indirectamente la victoria divorcista que había representado una confirmación más del potencial de cambio existente en la sociedad. Agitaciones, enfrentamientos, revueltas se sucedían en muchas zonas del país (Reggio Calabria, L'Aquila) junto a misteriosos episodios como por ejemplo la muerte de Giangiacomo Feltrinelli(4bis), Giovanni Leone había sido elegido presidente de la República en diciembre de 1971, con una mayoría apoyada por la derecha, después de que en las elecciones regionales sicilianas y en algunas municipales de junio de 1971, el Msi obtuviese grandes éxitos.

En dicho clima, se celebraron las elecciones generales del 7 de mayo de 1972, la primeras en la historia de la Italia republicana convocadas anticipadamente por una disolución de las Cámaras debida fundamentalmente al temor al referéndum, marcaron un viraje hacia la derecha de los equilibrios políticos; un anquilosamiento de la izquierda, (24) aun en presencia de difundidos movimientos sociales; y por lo que más directamente concernía a la cuestión divorcista, la eliminación en la Cámara y en el Senado de casi todos los representantes del ala laica que habían luchado con más ahínco en pro del divorcio y que habían interpretado la victoria como un primer paso para una estrategia laica de alternativa. (25)

Sin embargo, el enfrentamiento que la mayoría de los partidos no había querido afrontar en la cita constitucional del 72, sólo se logró postergar. Estrategia forjada por las fuerzas de la derecha clerical que creían que de esta manera iban a obtener una revancha política general con respecto a la mayoría divorcista que se había formado en el parlamento. Exorcizado por las fuerzas de la izquierda, en primer lugar por los comunistas; y aceptado, por el contrario, desde otoño de 1972 por los divorcistas tras haber demostrado que era imposible votar una ley que menguase los derechos del ciudadano a la prueba de la mayoría referendaria.

Los radicales, junto a aquellos que compartían su estrategia, habían pasado a través de tres fases sucesivas, expresiones todas ellas del mismo comportamiento de no negociación con los adversarios católicos y clericales sobre un tema concerniente a los derechos individuales; la segunda, de oposición a las negociaciones por el envilecimiento de la ley Fortuna intentado a través de la llamada propuesta Carrettoni; la tercera, a favor de la convocatoria del referéndum para comprobar la existencia en el país de la mayoría progresista que se había determinado en el parlamento. Esta última era la consecuencia de un análisis político en la que los radicales estaban solos al frente de una línea estratégica que expresaba su postura totalmente: el carácter arrasador de los derechos civiles en el contexto italiano; el país más maduro de lo que la clase política pudiese imaginar; la posibilidad de una mayoría laica progresista; la auténtica relación de fuerzas entre laicos y católicos en el terreno político; y la muerte

del clericalismo en la conciencia de la sociedad. Para no celebrar el referéndum, el país fue sometido a distintas crisis políticas sin contar ya con una mayoría estable de gobierno, a crisis institucionales y morales por el empeoramiento y la expansión de la estrategia de la tensión, a las que, en otoño de 1973, se juntó la crisis energética, motivo que desencadenó la crisis económica. El referéndum que acechó durante ese período a la clase política no se pudo evitar, a pesar de los distintos intentos efectuados en repetidas ocasiones.

Por último, el 12 de mayo de 1974, la respuesta de las urnas se expresó a favor de mantener el divorcio con una denotación popular que tocó, contrariamente a las mismísimas previsiones de gran parte de las fuerzas laicas y de izquierda, el 59,1% de los votos, con cotas altísimas (de los dos tercios y de los cuatro quintos del electorado) en las grandes zonas metropolitanas. La imagen que se desprendía era la de un país en el que sus orientaciones de fondo eran muy distintas y mucho más avanzadas de lo que de los distintos horizontes políticos los partidos y sus clases dirigentes se esperaban. Para los radicales ese resultado poseía el efecto de dar credibilidad en la opinión pública a la tesis en la que se iban a basar las iniciativas posteriores, es decir, que los referéndumes son posibles y que basta haberlos propugnado para vencerlos.

La noche del 13 de mayo, en la fiesta organizada por los radicales en Roma, en Piazza Navona, antes de conocer el resultado de las votaciones, participó una multitud procedente de toda la ciudad. Esa noche, hasta altas horas de la madrugada, la oleada de ciudadanos, tal vez medio millón, de toda extracción social y perteneciente a distintos grupos políticos, recorrió con una manifestación las calles de la capital, exteriorizando colectivamente el entusiasmo de la primera victoria de la postguerra sobre las fuerzas moderadas, conservadoras y clericales, en una atmósfera comparable a la de la proclamación de la victoria republicana de 1946.

De esta manera, suscitado desde un principio como problema delimitado y sectorial, el divorcio con el movimiento divorcista, con la aprobación de la ley y el referéndum habían transformado radicalmente los datos del equilibrio político del país, revelando por vez primera en la postguerra la existencia de una mayoría, por lo menos en lo que a determinados problemas se refiere, progresista. Dicho resultado había sido provocado por la escasa minoría radical a través de un proceso basado no casual cuando no previsto, si no en la forma desde luego sí en la sustancia política, desde el principio.

4. "Los radicales en el movimiento divorcista: significado político general".

Tras reconstruir el acontecimiento divorcista desde 1965 hasta 1974, cabe formularse algunas preguntas sobre los motivos por los que se ha difundido tanto un perfil histórico de los nuevos radicales. En particular es menester responder a algunas preguntas: cuál es el papel de los radicales en el movimiento divorcista?. Cuál es la forma política en la que el movimiento se ha expresado y actuado?. Cuál es el significado global del acontecimiento en el escenario político italiano.

"Sin el Partido Radical" afirmó en cierta ocasión el cerebro político de la Lid, Mauro Mellini, "la liga en pro de la Institución del divorcio no hubiese existido o se hubiese transformado en una organización corporativa de grupos separados". (26) La afirmación responde a una verdad y merece profundizar el tema. No cabe la menor duda de que la propuesta Fortuna hubiese sido papel mojado, como lo fueron anteriormente las presentadas por otros parlamentarios socialistas por hacer acto de presencia, si no hubiese surgido un movimiento como el puesto en marcha por la Lid. Esta nació debido a la fuerte iniciativa subjetiva del pequeño grupo radical que consideraba esa batalla como la gran ocasión para ligar la instancia política e ideal laica a una exigencia ampliamente advertida en el país. La Lid, que se remitía a Fortuna, tuvo como organizadores y constantes fuerzas motrices a algunos de los radicales tanto en el sede central romana como en la periferia. El auténtico animador de la presidencia, en la que figur

aban personajes de prestigio, fue desde el principio el radical Mauro Mellini, un abogado en el que la añeja y apasionada vena anticlerical se rejuvenecía en la nueva batalla a la que acudían masas en otros tiempos desconocidas; y de la secretaría colegial, (27) la fuerza motriz real fue siempre ese Marco Pannella que no era una casualidad que no estuviese al frente de la secretaría del Pr sino que se dedicó en cuerpo y alma durante años y años a la batalla divorcista. En el consejo directivo y entre los hombres de confianza de las distintas sucursales (28) al menos un tercio eran radicales militantes y al menos otro tercio simpatizantes; el resto estaba representado por recién llegados a la política, los llamados "divorcistas puros", junto a algunos pertenecientes a otros partidos laicos. Pero, más allá de este dato formal, que sin embargo ilustra como gran parte del grupo partido radical se había disuelto en la acción divorcista, sigue en pie el hecho de que el estilo político del movimiento en sus relacio

nes con las fuerzas parlamentarias se configuraba como un típico estilo de trabajo radical, que, ante la proximidad unitaria con respecto a otros partidos laicos no sacrificaba nunca esa apremiante agresividad considerada necesaria para hacer que siguiese adelante el proceso parlamentario. Y mientras tanto, el único instrumento del que el movimiento podía disponer era la movilización extraparlamentaria de los interesados directos al margen de todo respeto de los equilibrios y de las consiguientes prudencias de los partidos y entre los partidos.

A la globalidad de las estrategias del gobierno o de la oposición que regulaban actos y posturas del Pci, del Psi y de los partidos laicos menores, los radicales con el movimiento divorcista contraponían la detallada concentración en la reforma particular a conseguir, y el detectar constantemente los mecanismos de opinión pública e institucional para ejercer la presión adecuada para lograr el objetivo. Acción directa en las plazas y presiones en los parlamentarios responsables del trabajo en comisión, ayunos individuales y guerrilla no violenta en los medios de comunicación de masas, y en primer lugar a la Rai-Tv, (29) para hacer pasar los mensajes no genéricamente divorcistas sino concretamente dirigidos a determinar un específico acto del proceso legislativo, eran todos ellos instrumentos que el grupillo radical base de la Lid iba progresivamente experimentando y poniendo a punto una poco habitual en Italia combinación de lo extraparlamentario y lo parlamentario, de activación de protagonistas interesados

en la reforma y de obra de convicción de dirigentes de los partidos. Gran parte de los bártulos y del estilo político de los radicales que conjuga la acción institucional y la extrainstitucional, fue profundizado a lo largo de los ocho años de campaña en pro del divorcio, así como los contrastantes encuentros y enfrentamientos con las fuerzas de la izquierda parlamentaria se han ido modelando paradigmáticamente en el mismo espacio de tiempo con el desarrollo por parte radical y no solo de peculiares objetivos a perseguir sino también de una contrapuesta modalidad en la manera de entender la acción política para la reforma.

Por lo tanto, también la manera de ocuparse de la política que se va fraguando con el movimiento divorcista representa una novedad para la sociedad civil y política italiana. La Lid se presentaba como un nuevo tipo de organización de masa. Se calculó que en tres años (30) sin haber lanzado nunca una auténtica campaña para que la gente se afiliase, unas mil personas lo hicieron; en sus manifestaciones participaban globalmente 150-200.000 ciudadanos; a Fortuna le llegaron 40.000 cartas y postales a través de "ABC" y se entregaron 100.000 firmas a la Cámara cuando empezó el debate; un número por detallar, pero que rozaba los mil, de telegramas y cartas fueron enviados a los parlamentarios, y aproximadamente 400 entre mítines, debates, mesas redondas y encuentros fueron promovidos por grupos de la Lid a nivel local al margen de los canales políticos tradicionales.

El movimiento constituía de esta manera una combinación eficaz de ciudadanos que participaban directamente en una acción en la que estaban interesados y en la que actuaban en primera persona, y de un grupo central políticamente belicoso que hacía las veces de propulsor de todo el organismo a través de una doble iniciativa: con respecto a las instituciones políticas y hacia la opinión pública y la red de participantes de la base. Marco Pannella escribió a Parri en el momento más duro del enfrentamiento: "Sé que ni teníamos ni tenemos estructuras, funcionarios, sedes, organizaciones que nos permitan dictar desde arriba órdenes de movilización, sino que sólo contábamos con la fuerza de las convicciones que iban madurando y se armaban de explicaciones, informaciones .... Podemos haber cometido varios errores, no lo pongo en duda. Pero no había sucedido nunca que se comprendiese y se esperase que el Parlamento debe establecer una relación directa con la vida de la "gente" y de cada cual, que puede ofrecer mucho a

la vida civil...". (31)

Así pues, si la política de la Liga había indicado en la práctica una manera participativa y específica de acercarse a la cosa pública que transcurría paralelamente a las insurrecciones extraparlamentarias del mismo período, la larga batalla a favor del divorcio y la manera en la que había sido vencida surgió efecto cuando la Dc en 1948 estableció su hegemonía en el parlamento y en el país, el partido de la mayoría y de gobierno pasaba a minoría en primer lugar en las Cámaras y posteriormente en el país. Se ha afirmado, y con razón, que el referéndum de 1974 ha sido el hecho que ha revelado a la opinión pública y a la mismísima clase política posibles horizontes anteriormente desconocidos y considerados impensables. El sistema político italiano en sus elementos partídicos no había sufrido casi alteración alguna desde 1948, con relaciones de fuerza entre las distintas alineaciones que cada elección cambiaba marginalmente como mucho algún que otro punto en los porcentajes; mientras que el referéndum de 1074 se

logró dar un viraje radical hacia la izquierda, registrado en las elecciones de 1975 y 1976.

La victoria divorcista de amplio alcance de 1974, por su naturaleza misma de comprobación directa en el país de relaciones políticas que progresivamente se medían con los canales partídico-electorales, permitió al electorado manifestarse sin los consabidos vínculos electorales sobre un tema que era específico pero que al mismo tiempo suponía una opción mucho más general, precisamente gracias a una opción bastante simple como la referendaria. Una primera conclusión de la votación de 1974 es que ha liberado un proceso de cristalización electoral que duraba desde hacía más de 25 años; y además demostró que en Italia existía, en lo que se refería a los derechos civiles, una mayoría progresista y antidemocristiana más vasta y más decidida que la posible con respecto a temas económicos y sociales. (32) Es cierto, sin embargo, que hay que considerar el referéndum sólo como el punto terminal de un proceso iniciado en 1965, y por añadidura no previsto en la forma ni realistamente previsible por nadie, pero la misma c

onsideración podría hacerse con respecto al contenido político de la batalla divorcista.

La decisión de centrarse en el tema del divorcio como prueba de una política radicalmente reformadora posible y accesible a una minoría había sido dictada desde el principio a los radicales tanto por razones objetivas como subjetivas: las primeras por la naturaleza de contradicción social y civil que atañía a estratos populares bastante vastos y la segunda debido a una intuición política sobre el gran relieve de los temas laicos en Italia que demostró ser correcta. A los radicales procedentes de distintos horizontes se objetaba que si se mantenían al margen de los grandes eventos y movimientos del país, como los de finales de los años sesenta. Interpretando esta postura escribía un observador de las columnas del "Astrolabio", un periódico que seguía con simpatía la acción radical: "Es otra de las características del Pr, que es al mismo tiempo una gran limitación: se tiene la impresión de que las hipótesis a largo plazo de las que parte se traducen sin residuos en la pequeña acción, hasta llegar al extremo de

caer en un empirismo exasperado o en el sectorialismo puro y simple.... Sin ir más lejos, a lo largo de los últimos dos años ha pasado de todo: el 68, el movimiento estudiantil, el otoño obrero, el nuevo año político empieza con bombas y represión; mientras tanto, el Pr sigue luchando impertérrito sobre el divorcio, al final saca lo del anticoncordato...." (33).

Pues bien, fueron precisamente la tenacidad en el perseguir la que se consideraba como una acción insignificante y la capacidad de concentrar las escasas energías disponibles en un único tema de batalla, lo que probablemente transformaron lo que podía resultar una intervención empírica en una orientación más válida en general como método y contenido político. Se trataba de la idea de que en Italia, para obtener un cambio de la situación política, por una parte la conservadora con la Dc al centro, y por otra la del cambio, con sus elementos comunistas, socialistas, laicos, no se pudiese realizar si no era a través de cada una de las cuestiones, como el divorcio, susceptibles de salir triunfantes. Y dicha posibilidad estribaba en que se hiciese políticamente "por separado", en vez de tratarlas a través de la propuesta de enunciaciones programáticas generales.

Un balance político actual no debe analizar solamente el tema del divorcio, por muy reforma civil no marginal que fuese, sino con la relación entre las fuerzas disponibles que en un primer momento se decantaron a favor de los radicales, susceptibles de agregación, y un compromiso político así como los resultados correspondientes. Y en este sentido, tanto el carácter central de los temas laicos y de los derechos civiles con respecto al sistema de poder en vigor, tanto por la fuerza agregadora de los mismos, como por la perseguibilidad de una transformación institucional, como por las repercusiones en el sistema político fueron los factores que demostraron en términos políticos, más que en términos ideales, lo acertada que era una elección que al principio podía parecer políticamente marginal e idealmente inconsistente.

"Notas"

1 Antes del proyecto de ley del diputado Loris Fortuna de octubre de 1965 los socialistas habían presentado otras dos propuestas: en 1954, por el diputado Renato Sansone, en 1958 por Sansone y Giulano Nenni.

2 El debate del 12 de diciembre de 1965 fue organizado por la sección romana del Pr y presidido por M.Teodori. Participaron: Mauro Mellini, ponente radical, Luciana Castellina por el Pci, el católico G. B. Migliori y Loris Fortuna.

3 Del informe de Mauro Mellini, posteriormente en Alessandro Coletti: "Il divorzio in Italia", Savelli, Roma, 1974, p. 135.

4 Cfr "L'Espresso", año XII, nº 17, 24 de abril de 1966.

5 Alocución sobre el Divorcio y el Concordato a los miembros de la Sacra Rota, enero de 1967; de la prensa.

6 Vale la pena recordar a los animadores de algunas delegaciones activas de la Lid: Antonio Totarofila (Bari), Egidio Attinà (Bolzano), Eugenio Barrese (Palermo), Ferdinando Landi (Vicenza), Loris Pavacci (Génova), Giuseppe Nardelli (Taranto), Mario Pasquettaz (Aosta), Sandro Ricci (Viareggio), Augusto Ricci (Nápoles), Carlo Rughini (Lucca), Enrico Morselli (Bolonia), Bruno Recusani y Maria Adele Teodori (Milán).

7 A. Coletti, "Op.cit.", p. 136.

8 Luciana Castellina, "El Dilema del congreso de la Lid. Divorcio de los Partidos o del Psu?".

9 "Ibídem".

10 Cfr. "Batalla divorcista", año I, nº 10-11 octubre-noviembre 1967, Directora Gabriella Parca, redactor jefe Marcello Baraghini.

11 Marco Pannella, "Carta de un divorcista. Divorcio y lucha democrática", "L'Astrolabio", nº 34, 30 de agosto de 1967, p. 16.

12 "Ibídem".

13 Los resultados de la votación fueron: mayoría 305 votos, favorables 325, contrarios 283. Considerando los presentes de los distintos partidos, los antidivorcistas hubiesen debido obtener 288 votos.

14 En este frente pueden incluirse, a parte de los radicales, los socialistas Fortuna, Mussa-Ivaldi, Fenoaltea, Banfi, Scalfari, algunos socialproletarios, el católico elegido en la izquierda independiente Giammario Albani, algunos católicos de la disensión, liberales y republicanos de izquierdas.

15 Declaración a la prensa de Marco Pannella la noche del 30 de noviembre de 1980, publicada por las agencias.

16 Cita de Gianfranco Spadaccia, "Divorcio y Concordato" el comportamiento de los laicos: Lid, Liac, Pr y partidos democráticos", "La Prueba radical", nº 1, otoño de 1971, p. 168.

17 "Ibídem"

18 "Ibídem"

19 Enrico Berlinguer, artículo de fondo en "L'Unitá", 6 de diciembre de 1970.

20 Documento de la Cei (Conferencia episcopal italiana) en "L'Osservatore romano", 12 de febrero de 1967,

21 En el "Comité nacional para el referéndum sobre el Divorcio" figuraban personajes del mundo clerical entre los que cabe destacar al sacerdote Gabrio Lombardi, a Enrico Medi posteriormente elegido cabeza de lista Dc para las elecciones municipales de Roma, Agostino Greggi pasa en 1974 al Msi, Sergio Cotta, Augusto Del Noce, y Giorgio La Pira.

22 Un primer proyecto que tenía por objeto impedir el referéndum fue presentado por el socialista Renato Ballardini a la Cámara: posteriormente se presentó la propuesta Scalfari-Fortuna firmada por 60 parlamentarios entre los que figuraba el secretario del grupo Psi, Luigi Bertoldi, y el socialproletario Domenico Ceravolo.

23 Cita publicada en Coletti, "op. cit,", p. 170.

24 He aquí los resultados de 1972 (entre paréntesis los de 1968): Dc 38,7 (39,1); Pci 27,1; Msi 8,7 (4,5); Psi 9,6 Psdi 5,1 (Psu 14,5); Pli 3,9 (5,8); Pri 2,9 (2,0); Psiup 1,9 (4,4). Globalmente, las izquierdas (Pci, Psi, Psiup, otros) en 1968 obtuvieron 41,3 y en 1972 39,8.

25 No son relegidos en la Cámara ni en el Senado Eugenio Scalfari socialista, Carlo Mussa-Ivaldi socialista, Fausto Gullo comunista, Ennio Bonea liberal, Giammario Albani independiente de izquierda de extracción católica.

26 Citado en Coletti, "Op.cit.", p. 1135.

27 La presidencia de la Lid desde su constitución hasta el primer congreso de noviembre de 1967 estaba formada por Mario Berutti, Mario Boneschi, Adriano Buzzati Traverso, Alessandro galante Garrone, Loris Fortuna, Lucio Luzzatto, Mauro Mellini, Giuseppe Perrone Capanio, Ada Picciotto. La secretaría por Giuseppe Faranda, Giulia Filotico, Gino Frisini, Marco Pannella y Gabriella Parca.

28 En el consejo directivo nacional figuraban los siguientes radicales: Leonida Balestreri, Luca Boneschi, Luigi Del Gatto, Maria Turtura, Nina Fiore, Anna Maria Gerli Formentini, Matilde Maciocia, Fausta Mancini Lapenna, Carlo Oliva, Aloisio Rendi, Alma Sabatini, Francesco Saladini.

29 Entre otros muchos episodios, cabe destacar el de septiembre de 1970 cuando los divorcistas de la Lid lograron imponer a la Rai-Tv un pulso, cinco debates sobre el divorcio de considerable duración con el acceso de personalidades extraparlamentarias.

30 Cfr. Massimo Teodori, "El movimiento divorcista en Italia, orígenes y perspectivas", "Tiempos Modernos". nº 3, verano de 1970.

31 M. Pannella, "Carta de un divorcista", en "L'Astrolabio", cit.

32 Esta es la tesis de la que Giorgio Galli solía hablar, durante los años 1974-1975, en las columnas de "Panorama".

33 Mario Signorino, "Radicales: Una facción por los derechos civiles", "L'Astrolabio" nº 20, 17 de mayo de 1970.

N.d.T.

(1bis) Montecitorio: el equivalente a la Moncloa española.

(2bis) "ABC": revista semanal popular, semi-pornográfica, que patrocinó la batalla del divorcio. No confundir con el periódico español "ABC" de tendencia diametralmente opuesta.

(3bis) Tragedia de "Piazza Fontana": 12-dic-69, estallaron varias bombas en Milán y en Roma. En la explosión en la "Banca Nazionale dell'Agricoltura" de Milán mueren 16 personas.

(4bis) FELTRINELLI Giangiacomo: (Milán 1926 - Segrate 1972) fundador del Instituto Feltrinelli para la historia del socialismo y del movimiento obrero internacional (1950) y de la editorial del mismo nombre (1954). Fue asesinado mientras preparaba un atentado terrorista.

 
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