de Massimo Teodori, Piero Ignazi y Angelo PanebiancoSUMARIO: La interpretación histórica del Partido Radical basada en la reconstrucción de las distintas fases de la cuestión radical desde 1955 hasta 1977.
INDICE GENERAL
"Introducción de los autores"
Primera parte
HISTORIA DEL PARTIDO RADICAL
I De los viejos a los nuevos radicales
1. El primer Partido radical (1955-1962)
2. El centro izquierda y el optimismo tecnocrático del bienestar
3. Las nuevas oposiciones en Europa
4. La herencia del movimiento goliardo
5. La izquierda radical
"Notas"
II La soledad de una minoría
1. La fatigosa reanudación del nuevo grupo
2. La "Agenzia Radicale" y sus batallas: Eni, asistencia socio-sanitaria y educación.
4. Los radicales ante las propuestas de unificación de la izquierda
5. El aislamiento de una cultura política distinta. Hacia el congreso de refundación (1964-1967)
"Notas"
III La campaña del divorcio
1. El nacimiento y el desarrollo del movimiento divorcista con la Lid
2 El movimiento popular y la acción de presión en el Parlamento
3 Del divorcio al referéndum
4 Los radicales en el movimiento divorcista. Significado político general
"Notas"
IV Un partido en busca de sí mismo. Desde el congreso de refundación (1967) al de reimpulso (1972)
1 A través del sesenta y ocho
2 Las nuevas iniciativas: justicia, sexualidad, Concordato, liberación de la mujer
3 Con antimilitarismo y objeción de conciencia una caracterizada presencia militar
4 Los radicales y el sistema político desde las elecciones del 68 hasta las del 72
5 Las dificultades del partido hacia el Congreso de reimpulso (Turín 1972)
"Notas"
V La oposición al régimen con los derechos civiles
1 Tras el reimpulso se multiplican las iniciativas con un partido bastante frágil
2 Los ocho referéndumes y el referéndum sobre el divorcio
3 El caluroso verano de 1974: la batalla por la información lleva a Pannella a la pequeña pantalla
4 Los radicales ante la "cuestión socialista"
"Notas"
VI En pro de una revolución democrática
1 Acción directa y acción popular para el aborto
2 El partido federal cobra forma a partir de los derechos civiles. La carta de las libertades
3. Los radicales en el Parlamento con las elecciones del 20 de junio de 1976
"Notas"
VII En Italia y en el Parlamento
1 Una minoría en el Parlamento
2 El proyecto referendario como proyecto alternativo
3 El conflicto entre comunistas y radicales
4 Los motivos de veinte años de historia radical
"Notas"
Segunda parte
ELECTORADO, MILITANTES Y MOVIMIENTO: UNA INTERPRETACION SOCIOLOGICA
I Los militantes radicales: composición social y actitudes políticas
1 Introducción
2 La composición social
3 Los radicales y el Partido
4 Actitudes políticas en general
5 El perfil socio-político
6 Conclusiones
"Notas"
II El voto de los radicales en las elecciones del 20 de junio de 1976
1 Las características generales del voto
2 Un consenso electoral urbano
3 Un voto de opinión
4 La mayoría prefiere a Pannella
5 Análisis de un caso: Toscana
6 Consideraciones conclusivas
"Notas"
III De la sociedad corporativa a los movimientos colectivos: naturaleza y papel del Partido Radical
1 Partido político, grupo de presión y movimiento: el carácter atípico del Pr
2 Normas, estructuras y carisma: las contradicciones
3 Agregaciones de los intereses, control social y movimientos espontáneos
4 Sistema político y sociedad corporativa
5 De la contratación al conflicto
"Notas"
APENDICES
I Estatuto del Partido Radical
II Los órganos centrales del Pr
III Cronología de los principales acontecimientos de los movimientos federados y de las ligas
IV Fuentes y orientación bibliográfica
("LOS NUEVOS RADICALES", Historia y sociología de un movimiento político - Massimo Teodori, Piero Ignazi, Angelo Panebianco - Arnoldo Mondadori Editore, octubre de 1977)
VII EN EL PAIS Y EN EL PARLAMENTO
1. "Una minoría en el Parlamento".
La entrada de los radicales en el parlamento con los cuatro diputados electos el 20 de junio de 1976 (1) no supuso solamente una novedad en el sistema político italiano. Para los radicales supuso el cambio de su mismísima condición política, al pasar de grupo promotor y animador de campañas y movimientos en Italia a ser una fuerza política (aunque totalmente de minoría) capaz de representar y llevar directamente a las instituciones sus propuestas. Un cambio cualitativo de tal envergadura afectaba a la relación con las demás fuerzas políticas y la imagen en la opinión pública, y no simplemente la función que los radicales se atribuían a sí mismos.
Los nuevos militantes, de hecho, que habían heredado el patrimonio radical a principios de los años sesenta, se habían caracterizado por la acción directa y los métodos de intervención en la sociedad civil, pero no habían afirmado nunca un estatuto antiparlamentario o ideológicamente extraparlamentario: incluso en los momentos de mayor hegemonía de la cultura extraparlamentaria, como en el 68, habían reivindicado siempre su fe en las instituciones democrático-representativas. Además, la cultura política y la acción política radical contaba, entra los rasgos específicos y característicos, tal vez el más característico, el hecho de apuntar siempre hacia la transformación institucional, es decir la obtención de reformas específicas.
En ello, los radicales se presentaban como los auténticos herederos de la democracia burguesa y la democracia socialista occidental, y el carácter contestatario tenía siempre por objeto realizar en concreto procesos democráticos. Las instituciones, y en particular el Parlamento, no habían sido consideradas nunca por los radicales ni como estructuras que debiesen registrar las relaciones de fuerza y de poder que se habían determinado en otros lugares (según líneas más o menos corporativas o partidocráticas); ni tan siquiera como instrumentos para otras "revoluciones" (según líneas vanguardistas y leninistas). La polémica radical había tenido siempre por objeto dar un nuevo valor a las instituciones para que correspondiesen a los cambios de la sociedad civil y por lo tanto volviesen a desempeñar la función de lugares de enfrentamiento político general.
La definición que los radicales en repetidas ocasiones daban de sí mismos como "ultras" de la democracia; la polémica desde la izquierda con respecto a la degeneración de los partidos como apéndices el Estado (financiación pública) y como sedes sustitutivas de las decisiones del cuerpo legislativo y ejecutivo; el análisis de la transformación en el sentido corporativo de la palabra de la sociedad y del Estado italianos durante los treinta años de democracia cristiana en detrimento de la democracia política; la continua crítica a los grupos de la nueva izquierda marxista de no comprender culturalmente y de no actuar políticamente en pro de las transformaciones institucionales; la defensa del "estado de derecho" a través de una línea que, en un contexto histórico distinto, hubiese podido ser de la "derecha histórica"; la fórmula de "república auténticamente constitucional" que resumía y expresaba el proyecto referendario para un quinquenio: todas estas eran señales y elementos de la visión democrático-parlamen
taria constantemente afirmada por los radicales antes de entrar en el parlamento, en contraposición con los planteamientos políticos que, en línea de teoría o de hecho, tendían a distorsionar o entorpecer la democracia política.
El Parlamento, así pues, no era un lugar "hostil" para los radicales. A pesar de ello, cambiaba la relación con el resto de las fuerzas políticas puesto que, hasta el 20 de junio de 1976, la acción para la reforma suscitada en la gente había pasado a través de la mediación de parlamentarios de otros partidos. Y este tipo de acción en cada uno de los parlamentarios se configuraba en realidad como una visión "liberal" de la relación entre los ciudadanos y los representantes del pueblo, que en cierto sentido tendía a reducir la función misma de los partidos y el papel de mediación que se les ha atribuido con la sociedad de masas. Los radicales habían desempeñado, ni que decir tiene, la función de "legisladores", pero debido a la presión ejercida en las fuerzas y en los mecanismos institucionales, y no proponiéndolas directamente en el Parlamento. En este sentido, se transformaba igualmente la relación con las demás fuerzas políticas, sobre todo con los socialistas que habían funcionado muy a menudo como el prin
cipal canal de mediación parlamentaria, con el inevitable asentamiento de la nueva situación de un estado de concurrencia y competitividad.
Cambiaba, asimismo, la relación con la gente, con la opinión pública y con aquellos movimientos espontáneos y colectivos con los que, directa o indirectamente, el Partido Radical estaba relacionado (Véase la segunda parte del volumen). Por una parte, la imagen radical se reforzaba para aquellos que la percibían y compartían el nexo de complementariedad entre acción entre la gente y acción en las instituciones y veían en la pequeña representación parlamentaria el vehículo a través del cual poder superar las mediaciones de las grandes fuerzas políticas de la izquierda. Por otra, la nueva condición de los radicales ya no les permitía reivindicar ese papel con el que se habían caracterizado, de protagonistas de batallas reformadoras en Italia capaces de zarandear desde fuera alineaciones parlamentarias precisamente desde su posición externa a ello y sin ningún interés en participar en el "juego del poder" considerado propio de las asambleas electivas de la democracia representativa italiana.
En definitiva, el paso de una situación (práctica) de extraparlamentarios a una de parlamentarios planteaba a los radicales nuevos problemas. Con respecto a la opinión pública y a la clase política, se hacía progresivamente difícil el papel de "partido como movimiento" que habían desempeñado y del que se había recalcado siempre el carácter movimientista contra el de partido proyectista. Y, con respecto a sí mismos, el nuevo papel de "minoría dinámica" trasladada al Parlamento sufría modalidades y vínculos muy distintos a los que se había encontrado durante la acción desarrollada entre la gente.
Los cuatro diputados informaron inmediatamente sobre su acción desde que se inauguró la séptima legislatura, con la idea de transformar el Parlamento en un lugar de enfrentamiento real entre las fuerzas políticas, (2) y por lo tanto utilizar al máximo el debate en asamblea intentando que ésta recuperase su papel central de confrontación de las distintas posturas con respecto al aumento del peso de los trabajos de las comisiones y las negociaciones extraparlamentarias entre los dirigentes partídicos, de las que poder tomar nota posteriormente. Ello respondía tanto a la concepción política de la mencionada democracia parlamentaria como a la valoración de la efectiva posibilidad, para un restringido número de parlamentarios, de desempeñar un papel dinámico no marginal. Correspondía asimismo a la reivindicación de los "derechos políticos" de los parlamentarios, considerados como un medio necesario para que el Parlamento volviese a cobrar credibilidad y practicabilidad democrática.
Se trataba, igualmente, para los radicales, de suscitar las contradicciones latentes y ampliar su esfera de influencia con alianzas más allá de su grupo: lo que los radicales habían conseguido evitar en el país, es decir, convertirse en un grupillo contestatario marginado y automarginado, corría el riesgo de que sucediese en el Parlamento. La proporción numérica, los reglamentos y las praxis junto a la situación política podían conducir a una situación mucho más fácilmente de lo que había sucedido con la acción en la sociedad.
De ahí la propuesta de los cuatro diputados de crear un grupo común articulado con el Psi (con la libertad de voto para todos en el seno del grupo) (3): una propuesta que había que rechazar; y cuando vieron que había sido rechazada la petición de abrir un debate preventivo sobre la elección del presidente designado de la asamblea, el diputado Pietro Ingrao, forzando una praxis consolidada, salieron del aula, plantándose simbólicamente ante Montecitorio(1bis) para marcar la continuidad entre los métodos de acción externa y métodos de acción interna. También la controversia sobre la asignación de los escaños para las votaciones electrónicas llevada a cabo con perseverancia durante varios meses, que podía ser interpretada como una disputa sobre la colocación topográfico-parlamentaria (a la izquierda o a la derecha de los comunistas), tenía por objeto reivindicar en la asamblea el derecho de debatir y decidir soberanamente con respecto a los acuerdos preventivos dictados por las negociaciones partídicas realizad
as en otro momento.
Dicha concepción de irrenunciabilidad de la asamblea como lugar privilegiado de la confrontación política - según Ernesto Bettinelli, el investigador que se hizo intérprete de la política radical en las instituciones y a la que sin lugar a dudas ha contribuido (4) - estaba vinculada al proyecto político que los radicales llevaban desde el país hasta el Parlamento: "la convicción certera .... de que sólo en el frente de los derechos civiles se puede llevar a cabo la discriminación incolmable que corre entre las fuerzas progresistas y las fuerzas conservadoras en el país. Sobre las elecciones de civismo y los compromisos son bastante difíciles y, en cualquier casi, están destinadas a no durar, y, en cuanto una se enfrenta con ellas, se vuelven a poner en duda incluso las cuestiones de relieve "estructural" a partir de las cuales los partidos antagonistas habían creído hallar un "modus vivendi". Pero, precisamente por ello, los lugares de mediación entran en crisis, las asambleas parlamentarias vuelven a ser la
s sedes realmente representativas de las divisiones reales que existen en la sociedad. Toda la acción radical en la cámara se informa ... con dicho análisis". (5)
El intento constante del grupo radical de entablar, en el Parlamento, diálogo con el resto de la izquierda, y en especial con ese Psi que había sido un interlocutor a veces receptivo de las iniciativas radicales cuando estas procedían de fuera de las instituciones parlamentarias, daba en esa época parlamentaria escasos resultados. Al igual que la búsqueda de convergencias con el grupo de Democracia proletaria que, por postura de alineación, se hallaba junto a los radicales en la oposición de izquierdas. Para estos últimos, la diferencia con los radicales se debía a dos elementos: la distinta importancia que los dos grupos atribuían a la posibilidad de un uso democrático y revolucionario de las instituciones, considerado insignificante por los demoproletarios (2 bis) (con la diversificación a partir de un cierto punto del parlamentario de Lucha Continua, Mimmo Pinto, que se iba acercando a los radicales); (6) y la progresiva marcha de acercamiento de los parlamentarios de "Il Manifesto"(3bis) al Pci con respe
cto a los cuales no adoptaban ninguna postura de conflicto sustancial.
En lo que se refería al grupo Psi, la no colaboración con el del Pr se debía al hecho de que los parlamentarios radicales mantenían con respecto a toda una serie de temas posturas activas y netamente acreditadas, de manera que, si hubiesen sido compartidas, hubiesen desencadenado conflictos con los partidos (Pci y Dc) con los que los socialistas iban adoptando en el Parlamento la postura abstencionista unitaria de la no desconfianza al gobierno monocolor democristiano. Dicho con otras palabras, la búsqueda de la unidad, tanto contingente en temas específicos como con los parlamentarios del Psi, se enfrentaba con la configuración de la "democracia asociativa" que tras el 20 de junio se realizaba también en el Parlamento. Dicha situación de acuerdo general determinaba las reglas del juego político incluso para quienes, como el Psi, no era directamente el protagonista sino que acababa por sufrir pasivamente la relación de fuerzas, tal vez infravalorando su propia posibilidad de intervención con respecto al Pci
y a la Dc, los dos actores principales del nuevo curso. A la lógica de agregación que intentaron los radicales a partir de las actitudes adoptadas ante cada tema, se contraponía a la lógica de las alineaciones de las relaciones de fuerza y de sus posibles evoluciones.
Con la votación del gobierno Andreotti de la "no desconfianza" en agosto de 1976, que contaba con el apoyo a través del expediente de las abstenciones de los laicos menores (Pri, Psdi y Pci) y de la izquierda histórica (Psi y Pci), se dictaba tras treinta años el paso del Partido comunista al área formal de la mayoría de gobierno. En la declaración de voto contrario al gabinete Andreotti, el cabeza de grupo subrayaba el significado no ideológico de la postura radical de oposición a los seis partidos de la mayoría, y el papel que el nuevo pequeño grupo pretendía desempeñar en Montecitorio incluso desde esa postura: "la contribución que esperamos daros es una contribución de lucha apasionada y dura sobre las cosas importantes, convencidos de que no nos unimos en la aparente estructuralidad de la economía ni de los datos sociales, sino que nos unimos por encima de todo y nos comprenderemos el día en el que los problemas.... de las luchas para las conquistas de nuevas libertades y de nuevos derechos sean afronta
das. En esto creo que las alineaciones en realidad se deben confrontar en Italia, como decís vosotros, y oponer". (7) Había nacido a través de la convergencia de los partidos el llamado "abanico constitucional" una nueva época política que relegaba a los radicales a un papel muy difícil y totalmente peculiar de opositores casi únicos (junto a Democracia Proletaria) del nuevo régimen. Se hallaban en la asamblea legislativa ante alineaciones cristalizadas y tenían que llevar a cabo batallas y adoptar posturas corriendo el riesgo de quedarse aislados, con resultados diametralmente opuestos a los conseguidos en el pasado. Los radicales se habían considerado siempre "legisladores", no importaba si desde el país o desde el Parlamento, y habían actuado siempre como animadores de iniciativas destinadas a hallar confrontación en áreas mucho más amplias que su pequeño séquito organizado. Por lo tanto la intensa actividad parlamentaria que los cuatro diputados radicales desempeñaban con mociones, interrogaciones, inter
pelaciones y proyectos de ley (8) se configuraba, en esa situación, como una suplencia de las ausencias de los demás (el movimiento socialista y la propuesta de sus valores en el momento de legislar) con el efecto de ser testimonios de una postura política de oposición al régimen asociativo, y no como una acción capaz de agregar alineaciones más amplias.
En temas más importantes de intervención durante los primeros seis meses de trabajo parlamentario, no se produjeron más que convergencias marginales: por ejemplo la de los socialistas Fortuna y Tocco y de los demoproletarios Pinto y Corvisieri sobre la moción de la denuncia unilateral del Concordato; de algunos socialistas y representantes de la nueva izquierda marxista en interrogaciones e interpelaciones sobre cuestiones de respeto de los derechos fundamentales individuales y colectivos por parte del Estado (caso Panzieri, caso Margherito, contaminación de Seveso, comportamientos y avatares de la seguridad ciudadana ...) Mientras posteriormente los radicales se quedaban totalmente solos en la oposición en la ratificación del tratado de Osimo contra el que se había revuelto la ciudad de Trieste al completo, y en el voto negativo de la ley sobre el aborto, fruto de una serie de compromisos entre las fuerzas laicas y socialistas y los comunistas que iban buscando el consenso de la fuerza democristiana antiabo
rtista. Lo mismo sucedió posteriormente en la primavera de 1977 con la presentación de un proyecto de ley radical de reforma de las fuerzas del orden a través de su unificación en un "cuerpo unitario de los operadores de la seguridad ciudadana" (9) y con las iniciativas para adoptar medidas rápidas capaces de hacer frente a la dramática situación de urgencia de las cárceles.
El aislamiento radical precisamente con respecto a este último tema de batalla era más marcado puesto que las propuestas para las cárceles y sus funcionarios eran el aspecto parlamentario de la acción extraparlamentaria de desobediencia civil llevada a cabo por el partido con el ayuno de la nueva secretaría nacional del Pr, Adelaide Aglietta, del presidente del consejo federativo, Gianfranco Spadaccia y de otros que dramáticamente se prolongaron durante setenta días, sin hallar resultados en las contrapartidas capaces de poner en marcha medidas resolutorias. (10) El momento de mayor iniciativa parlamentaria, y, por ello precisamente de mayor aislamiento, se delineó a principios de marzo de 1977, en el momento de la discusión del "escándalo Lockheed"(4bis) (y de la acusación de los tres ex ministros Rumor, Tanassi y Gui (5bis). El cabeza de grupo radical Pannella acusaba al presidente de la república Giovanni Leone y solicitaba una ampliación de la encuesta para investigar sus responsabilidades, pero apuntaba
directamente, por las implicaciones y las consecuencias que comportaba, a ampliar el proceso al régimen democristiano en su conjunto, demostrando de qué manera el escándalo no era una desviación accidental sino más bien una manifestación "normal" de la manera de administrar el poder que se había consolidado a lo largo de los últimos veinte años. (11) Una vez más, la voz radical seguía estando aislada: ya no tanto por el carácter infundado o no de las indicaciones de la máxima autoridad del Estado, sino por la diversidad de las estrategias y por lo tanto de los comportamientos políticos. Los radicales consideraban que la única defensa de las instituciones pasaba a través de una renovación radical de métodos y de contenidos obtenibles sólo acusando a la clase dirigente democristiana y su expulsión del poder; mientras por parte de la izquierda histórica la regla imperante se basaba en la negociación a través del compromiso con referencia a "un marco político general" al que se debían subordinar juicios específ
icos y opciones particulares.
La experiencia parlamentaria radical confirmaba de esta manera la hipótesis con la que los radicales habían entrado en las instituciones: es decir que la actividad legislativa y la tribuna parlamentaria podían reforzar el movimiento socialista y libertario sólo si se basaban el aspecto complementario (y necesario) de una acción en el país, so pena estar condenados al aislamiento veleidoso y a la inutilidad de toda acción.
2. "El proyecto referendario como proyecto alternativo".
La elección de algunos radicales en la Cámara y su intensa actividad en la séptima legislatura podía, tras el 20 de junio de 1976, trasladar el baricentro de la acción radical del país al Parlamento. Y no se trataba simplemente de una hipótesis teórica por las declaradas voluntades de un uso activo y no instrumental del canal legislativo, sino de una situación de hecho debida a la elección de Marco Pannella como parlamentario, el cual, además de ser el líder indiscutible, había sido y seguía siendo el organizador y el animador principal de las batallas radicales. Sin embargo, una eventualidad tal, es decir que la naturaleza misma del Pr pudiese cambiar a causa del éxito electoral, no se materializó el año siguiente al 20 de junio de 1976. La razón de fondo cabía buscarla precisamente en el hecho de que el Partido radical se basaba, por estrategia añeja y para consolidar sus decisiones recientes, en el proyecto referendario y en lo que se podía llamar una materialidad operativa, más allá de las mismas energía
s dirigenciales y militantes del que podía disponer tras la apertura del frente parlamentario.
El congreso de Nápoles de noviembre de 1976 afirmó una vez más la validez de la estrategia política que había iniciado cinco años antes, incluso en presencia de la nueva situación que se había producido en toda la izquierda (a parte de los radicales) en las elecciones políticas: "sólo con el consentimiento popular" rezaba la moción conclusiva del 17 congreso del Pr "expresado a través de millones de firmas de comunistas, de socialistas, de creyentes, de demócratas que no se entregan al compromiso concordatario como a un destino irreversible, será posible impedir que en esta legislatura la Dc cree las premisas necesarias para cambiar los éxitos de la izquierda, paralizar toda voluntad y posibilidad de alternativa, de renovar y consolidar su poder". (12)
Para los radicales insistir en el uso del instrumento referendario como instrumento privilegiado de acción política quería decir consolidar no sólo los contenidos de cada una de las reglas por abolir, sino también la prioridad del gradualismo reformador, siempre y cuando fuese realmente factible, con respecto a las posturas innovadoras o revolucionarias y a la rebelión contestataria. El referéndum se había convertido casi en un instrumento único de intervención democrática en los mecanismos institucionales con carácter totalmente vinculante en las consecuencias políticas que desencadenaba. De hecho, el referéndum no está sujeto a negociaciones, no puede estar subordinado a las pautas subjetivas de la clase política, y no se presta ni al compromiso casual ni al sistemático. Es más, puede ser, por su naturaleza, instrumento de agregación de grandes alineaciones. De hecho, no es casual que los radicales hubiesen delineado ya desde el año 1969 - es decir antes de la ley de aplicación constitucional - el arma ref
erendaria como un arma hecha a medida, ni que se hubiesen empecinado en usarla tres veces consecutivas. Puesto que con el referéndum se podían expresar resumidos dos características de la cultura radical: el proyecto de ser fuerza de "gobierno" incluso desde la minoría (según un módulo profundamente distinto del de la cultura extraparlamentaria) y la ambición de cambiar leyes e instituciones, es decir de ser realmente reformadores (en contraposición con el maximalismo o la renuncia de la izquierda).
Así pues, proponer los referéndums al país en 1977, tras la formalización parlamentaria del compromiso histórico y la entrada abierta y declarada de los comunistas en el poder, era muy distinto que proponerlos en la época 1972-73 cuando los equilibrios políticos tendían (en los altos órganos) hacia el polo conservador y en las relaciones de poder la absoluta hegemonía democristiana no había sido afectada electoralmente por las elecciones políticas del 74, del 75 y del 76. Existía, desde luego, continuidad en el proyecto, en los contenidos y en los métodos, pero el objetivo negativo y los objetivos positivos habían cambiado con el cambio del panorama político italiano. Era de escasa relevancia que junto a las propuestas abolitivas de los tres temas principales, a saber: concordato, instituciones militares y código penal fascista, se hubiesen ido asociando paulatinamente temas menores (en el 74 el colegio de periodistas, la ley sobre la prensa y la libertad de antena; en el 77, la institución del manicomio, al
gunas normas de la comisión parlamentaria, la llamada ley "Reale"(6bis), y la financiación pública de los partidos), puesto que se trataba en cualquier caso de un proyecto global de derechos civiles que tenía por objeto eliminar leyes que limitasen todo aspecto de las libertades individuales o colectivas. Por el contrario, era bastante significativo que en la nueva situación de mayor poder de la izquierda, los radicales pretendiesen someter a la misma, y si era menester, contraponerlas conflictivamente, soluciones democráticas para algunos problemas de envergadura autoritarios que se habían forjado durante el régimen democristiano y con los cuales, en ese momento, los comunistas y los socialistas no podían contar. El nuevo sentido del añejo planteamiento radical consistía, parafraseando a Lorenzo Strik Lievers, "en una sociedad corroída y desazonada por procesos degenerantes, urge introducir impulsos vigorosos, es menester restablecer la confianza y la esperanza en la democracia, en la República; es indispen
sable consolidar de nuevo la dignidad, la verdad y la concreción a las decisiones políticas salvándolas de la alternativa entre la participación cómplice de la podredumbre parasitaria - corporativa - asistencial y la nulidad vagamente palingenético-revolucionaria". (13)
La temporada política del gobierno Andreotti, que desde agosto de 1976 se prolongó hasta la primavera de 1977, marcaba para toda la izquierda una fase que muchos tachaban de defensiva y no de aprovechamiento de la avanzada electoral general del 20 de junio. En dichas elecciones, la izquierda había rozado globalmente el 46,6% de los votos con un 2,6% de las fuerzas de nueva izquierda marxista (Dp) y radial (Pr), aunque la Democracia cristiana no hubiese perdido terreno con respecto a los resultados de 1972 (38,6%), y no se hallase inmediatamente ese espacio que muchos preveían, sino que por el contrario había recuperado con respecto a los resultados de las elecciones generales regionales. Esta situación de éxito paralelo de la izquierda (con una potente avanzada comunista que pasaba del 27,1% de 1972 al 34,4% del 76) y de un buen ritmo de la Democracia cristiana daba motivos al Pci para presionar a las demás fuerzas políticas en vistas a la realización de un acuerdo de compromiso que lo abarcase abiertamente.
Por lo tanto, la actitud comunista, que con la no-desconfianza permitía la formación del gobierno monocolor Dc y posteriormente su actuación, daba el tono a la nueva situación y delineaba toda la trama en la que se iban tejiendo la lucha política, los movimientos sociales y en enfrentamiento ideal del país. Era, además, necesario para el Pci para la ulterior realización del proyecto de encuentro con la Dc, realizar de forma capilar un clima general de normalización política y social basado en dos puntos cardinales: por una parte la ampliación de gestiones y co-gestiones a todos los niveles a los que los comunistas pudiesen acceder antes y como premisa del gobierno nacional; y por otra, la eliminación de todo movimiento e iniciativa a la izquierda que pudiese interferir con la estrategia de compromiso a través de la conflictividad política o social.
Los referéndums radicales, propuestos entre enero y marzo de 1977, inevitablemente adquirían el significado de una iniciativa de contra-tendencia, peligrosa por la estabilidad del panorama político que el Pci pacientemente se las ingeniaba para delinear y mantener, puesto que contaban con un curso objetivo no fácilmente controlable en la sociedad política. De hecho, los radicales subrayaban que el nuevo conjunto de ocho referéndums de 1977 (14) representaba el único proyecto alternativo a la inercia y a la resignación de la izquierda ante la reanudación del vigor de las fuerzas conservadoras y democristianas para aquellos que no aceptasen la razón política superior del compromiso histórico. "Esta iniciativa referendaria" aparecía publicada por el periódico "Lucha Continua" puesta a disposición del comité de los referéndums tras el 1 de abril de 1977 "constituye una ocasión valiosa, única, de lucha política e institucional de la que las fuerzas de la alternativa de sistema y de régimen pueden de golpe surgir
como antagonistas o protagonistas en un enfrentamiento 'histórico' de clase y de liberación social, precisamente mientras muy a menudo se les da, no sin razón, por liquidadas en crisis profunda". (15)
Probablemente fue esta la razón por la que el proyecto de recogida de firmas sobre los ocho referéndums propuestos lograba por primera vez de lleno, con un resultado final positivo en la primavera de 1977. A falta de iniciativas de movimiento en la izquierda y mientras tanto se consumía la larga negociación para los acuerdos programáticos, en la que participaba directamente el Pci junto a los demás cinco partidos del llamado abanico constitucional (Dc, Psi, Psdi, Pri y Pli), la propuesta radical adoptaba ante los ojos de la opinión pública la señal de una intervención activa en sentido contrario, antes y más allá de los contenidos específicos de las normas por abolir. Con los socialistas inertes en el país y participantes en un papel de segundo plano en las negociaciones de gobierno, con los comunistas autores de la acción de inserción a toda costa en la fórmula gubernamental junto con la Dc, con una nueva izquierda "revolucionaria" y de clase básicamente en declive del movimiento y ausente en el Parlamento
en donde había entrado con los elegidos del grupo de Democracia Proletaria, la iniciativa radical ofrecía un punto de apoyo a todos aquellos que no compartían el nuevo curso de normalización y de gestión conjunta del poder en el que toda la vida nacional se modelaba un año después del éxito electoral de las izquierdas del 20 de junio de 1976.
Los radicales habían empezado a recoger firmas el uno de abril de 1977 y habían logrado el objetivo que se habían propuesto entregando el 30 de junio al Tribunal de Casación más de 700.000 firmas para cada petición de referéndum logrando un total de más de cinco millones y medio de adhesiones tras haber llevado a cabo una campaña de movilización única en su género. Al proyecto político radical, coordinado por un Comité nacional de los referéndums y a su realización concreta, se habían sumado a nivel nacional sólo Lucha Continua y el menor Movimiento de los Trabajadores por el Socialismo, junto con algunos grupos locales y un considerable número de militantes de la izquierda, sin excluir a los casos marginales de adhesión de comunistas (y apoyo externo de la Uil).(7bis) (16)
Un resultado semejante sin precedentes en la experiencia italiana (puesto que para el aborto se trató sencillamente de un referéndum y con el apoyo de la prensa mayoritaria), y seguramente por encima de las posibilidades imaginables operativas de una fuerza minoritaria sin el asentamiento en Italia como el Partido Radical, no podía atribuirse sólo a la capacidad de movilización, de organización y militante de los radicales y de sus pequeños aliados. Ni que decir tiene que el partido había soportado la prueba de una movilización general y lo había podido hacer gracias a la guía de la nueva secretaría nacional Adelaide Aglietta que procedía de la experiencia militante directa desarrollada en Piamonte, y que lograba poner a punto una eficaz máquina organizativa. Sin embargo, existían motivos de carácter general que se basaban en la adhesión (relativamente) de masa de cientos de miles de ciudadanos debida sin lugar a dudas a la fe en el proyecto referendario y a la posibilidad por parte de los que los habían pro
puesto de canalizarla y recogerla (aún con el condicionamiento de la disponibilidad marginal de los medios de comunicación de masas). Los ciudadanos - teniendo en cuenta que ante al mensaje respondió una sola alícuota - firmaban contra la situación estanca de la izquierda y contra el curso dominante de la vida política, tal y como se había percibido ampliamente. De dicho sentimiento no se habían movido sólo los que habían votado por los radicales por la Democracia proletaria o quienes simpatizaban por cualquier razón con los métodos y los objetivos radicales, sino también los electores y tal vez militantes y afiliados a los partidos de la izquierda, tal y como testimoniaban inequívocamente los datos de la recogida de firmas, zona por zona. (16)
Firmaban, se adherían, y "votaban" además todos aquellos que de esa manera pacífica, simple y directa que se les habían ofrecido, podían participar en decisiones colectivas a partir de una exigencia de expansión de la libertad: exigencia percibida como tal en su expresión global ("contra el régimen", "por una república auténticamente constitucional", etc.) mucho más que a través de la mediación de la comprensión de cada una de las normas por abolir. La pregunta que se sumaba a las firmas era de tipo fragmentado tanto "contra" el modo y los contenidos de la política dominante en esa época como expresión de un impulso "a favor" de una política y de comportamientos alternativos de las fuerzas innovadoras históricas que se basaban, con el Pci y con el Psi, en una negociación a ultranza con el mundo conservador, y, más aún, con los representantes del régimen responsable de la crisis política y moral del país.
La acusación dirigida a la iniciativa radical de ser un hecho desestabilizador y de funcionar como incentivo en un "qualunquismo" (8bis) latente ponía paradójicamente de manifiesto dos aspectos cruciales del proyecto referendario, que tendiese a modificar una estabilidad o un proceso de estabilización basado en la renuncia de las fuerzas innovadoras para desarrollar una negociación para ofrecer un grupo de gobierno al país; para que hiciese las veces de coagulador de una malestar colectivo ya no en lo que se refiere al alejamiento de la cuestión política nacional, con el refugio en la defensa privada y corporativa del ámbito individual y de grupo, pero opuesto en función de la transformación del descontento en exigencia política que configurase objetivos descifrables. En definitiva, con el referéndum, los radicales, precisamente en el momento de mayor expansión de la política en las negociaciones entre los altos órganos y los partidos, ofrecían una salida política que reforzase en vez de debilitar la confian
za en las instituciones.
Con la utilización positiva del mecanismo referendario que de mero proyecto pasaba a ser realidad condicionando toda la vida política, los radicales mantenían y hallaban de nuevo la dimensión de movimiento activo en la sociedad, para dar voz a la exigencia de innovación y reforma. Asimismo, demostraban - gracias a la concreción de dicho instrumento constitucional, que no habían entrado en las instituciones para desempeñar una función estéril de oposición marginal, sino que esperaban poder combinar las posibilidades ofrecidas por el parlamento con la necesidad de poner en movimientos y exigencias de cambio existentes en el tejido social y político del país.
3. "El conflicto entre comunistas y radicales"
La expansión de la presencia radical desde el país hasta las instituciones, que se produjo con las elecciones del 20 de junio de 1096, y el mantenimiento de la acción intensa en la sociedad que hallaba salida en el proyecto referendario, eran los dos elementos que, caracterizando la nueva fase del Partido radical, le daban impulso haciendo que fuese el centro de la atención de la opinión pública y de la clase dirigente con polémicas más duras que nunca. Ahora que la minoría había demostrado tener no sólo duración política sino capacidad de crecimiento, surgiendo de un papel que hubiese podido ser bastante marginal, mayores eran los motivos polémicos que habían sido canalizados, en primer lugar por el Partido Comunista. Estos, mientras crecía la fuerza hegemónica de la izquierda y mientras se introducía progresivamente en el ámbito del poder y del gobierno a lo largo de 1976-1977, hallaba su camino consolidado con su fuerza política asentada en el país, su planteamiento ideal y su cultura, el fastidioso grupo
radical y sus iniciativas, con las que - una vez halladas las proporciones entre ambas entidades cuantitativamente tan distintas - se confrontaba y se enfrentaba. El origen de los problemas no estribaba tanto en las actitudes específicas de cada problema en particular cuanto en la "diversidad" de la política y de la cultura radical y de su no homogeneidad con la comunista dominante en la izquierda.
Tras la cuestión de los sitios en la Cámara mencionada anteriormente y tras las críticas enérgicas con respecto al Pci en el Parlamento y entre la opinión pública sobre temas como el Concordato, el orden público, los acuerdos de Osimo y la política internacional, sobre el aborto, las cárceles, los derechos de los militares y la policía y la rai-Tv, los radicales se convirtieron en repetidas ocasiones en el objeto de la atención polémica de la prensa comunista. En un artículo de fondo de "L'Unitá" de diciembre de 1976, su director, Claudio Petruccioli, escribió a propósito del debate que Pannella había mantenido con el exponente de la nueva izquierda democristiana Massimo De Cariolis y uniendo a dos personajes: "No es la vena del comunismo, que a pesar de brotar y hervir inquieta, les une, sino una vena más profunda y cenagosa ... llena de hastío y arrogancia, alusiva e inculta, insinuante y chantajista que recoge la espuma de los humores, de los miedos, de las presunciones y de las agresividades de cuantos,
en esta sociedad, aun no ostentando el poder gozan de privilegios." (17) Es más, intentando definir el fenómeno radical con la misma marca que el neo-conservador, el artículo de fondo de "L'Unitá" lo designaba como una de las "manifestaciones de un mal antiguo ...: el desapego, la desconfianza y la contraposición con respecto a las masas, que quieren mantenerse en una condición de pasividad, para que sean "objeto" y no "sujeto" de la política y de la cultura, consideradas como mucho - cuando lo son - campo de ejercicios y de consolidación para el ciudadano que las interpreta, las guía y las agita ..." (18).
Esa misma semana, Antonello Trombadori, desde las columnas del "Corriere della Sera" intentaba deslegitimizar cualquier continuidad entre el nuevo radicalismo y la tradición de la democracia radical y del reformismo laico que había sido de Gaetano Salvemini (9bis), de Ernesto Rossi (10bis) y de "Il Mondo". En dicha intervención, el parlamentario comunista indicaba "la situación de creciente esterilidad política en la que se hallaba todo el "rebelionismo" radicalizante aun cabalgando sobre urgencias reales del individuo y de la sociedad. Y en la que progresivamente querrá identificarse si no consigue trasladar su problemática desde el terreno del lamento informal al de la confrontación política definida y responsable, y no desencadenará su gesto sectorial.... en un articulado proyecto de perspectiva estatal". (19) Trombadori sosteniendo el total desapego del nuevo "movimiento radicalizante" de la "tradición del radicalismo europeo y mucho menos del italiano, que entre otras cosas se había agotado o había entr
ado a formar parte de otras fuerzas"; lo arrimaba a la plaga del "maximalismo" del que iba a constituir una variante reciente en lo que a "maximalradicalismo" se refiere. Mientras el maximalismo del pasado se limitaba a intercambiar el punto de llegada de un proceso histórico-político sólo por su punto de partida, el "maximalradicalismo" de los años 70 pretendía poner en práctica procesos históricos a veces injustos y negativos". (20)
"Qualunquismo", maximalismo, anticomunismo y provocadores de desestabilización: estas eran, en síntesis, las acusaciones dirigidas por los comunistas a los radicales tanto con motivo de los enfrentamientos parlamentarios como con respecto a la campaña referendaria.
Cómo reaccionaban los radicales?. Qué argumentos específicos y generales podían presentar?. Pannella había afirmado en repetidas ocasiones, en plena controversia, que la razón del empecinamiento de la gran fuerza de izquierdas con respecto a la minoría se debía a la calidad sustancialmente alternativa de la política radical: "Los comunistas intuían que la única alternativa adecuada a su política" tal y como aparecía publicado por Panorama, no sólo para las izquierdas socialistas, republicanas, libertarias y liberales sino para el mismísimo Pci, "se prefiguraba en nuestras luchas que se iban esparciendo por todo el país y consolidaban en la oposición a comunistas y socialistas, a auténticos liberales y auténticos cristianos. Y no sólo desde el punto de vista teórico... Esta es nuestra manera de ser de izquierdas.... Quiero decir que si los comunistas prefieren ser de izquierdas según las distintas tradiciones de una cierta izquierda histórica italiana, oscilante entre el autoritarismo modelo Crispi (11 bis)
y el "ser personas bien" a la Depretis, el parlamentarismo, el oportunismo, el pluralismo organicístico y corporativista, las tradiciones sociales que van desde Toniolo (12 bis) a Storiti, el fliloclericalismo sustancial de los Pactos de Letrán (13bis), de los connubios con respecto al artículo 7 de la Constitución, seguirán siendo perdedores desde el punto de vista político, al igual que toda la izquierda tradicional, por desgracia para nosotros, desde hace 30 años". (21)
Con el mismo tono, al cabo de algunos meses, abriendo la polémica desde una tribuna libre del "Corriere della Sera" el líder había subrayado el carácter singular de la política radical precisamente en la búsqueda de la unidad en la izquierda con el Pci a partir de la diversidad de decisiones políticas y de atenciones ideales que en repetidas ocasiones se había manifestado: "Los dirigentes del Pci, ellos, nos conocen y nos tienen miedo desde hace veinte años: saben perfectamente que no somos anticomunistas, sino la única fuerza política que desde 1959 hasta ahora, sin vacilaciones, ni duda, ni miedos que valgan, ha luchado por una alternativa de izquierdas italiana, en el seno y fuera del Pci y del Psi". (22) A las críticas comunistas relacionadas de forma específica con el proyecto referendario replicaba igualmente el presidente del Consejo federal del Partido radical, Gianfranco Spadaccia, hablando acreditadamente en nombre de todo el partido al haberse convertido en el líder indiscutible tras haber sido ar
restado por haberse responsabilizado de la actividad abortista del Cisa (14 bis), y después de que Pannella hubiese trasladado al Parlamento - más que al Partido - la mayor parte de su actividad. A las acusaciones de desestabilización contra los referéndums, por parte de los comunistas se defendía subrayando que se trataba de instrumentos indispensables para aplicar normas constitucionales y que la izquierda no había sabido nunca imponer la realización de los mismos. En un debate organizado por el periódico "La Repubblica", al comunista Achille Occhetto que consideraba que la campaña de los ocho referéndums no estaba "a la altura del progreso de la conciencia civil del país" (igual que en el caso del divorcio" sino que se basaba en la confusión y la irracionalidad", Spadaccia replicaba: "A quienes nos acusan de introducir elementos irracionales en el debate político, basándose en episodios particulares y sin tener en cuenta nuestra línea global, replico que se está ingeniando toda una caza de brujas contra n
osotros... El auténtico problema consiste en la decisión estratégica de la izquierda histórica que se esconde tras dichas polémicas. Esta decisión consiste en el convencimiento de que el encuentro y el enfrentamiento con la Dc debe tener lugar exclusivamente en el terreno económico y social, dejando de lado los problemas de libertad, de la aplicación de la Constitución, de la abolición de las leyes, de las estructuras y de los comportamientos fascistas. Vosotros habláis de prudencia, olvidando que todavía nos hallamos manos a la obra con los problemas del viejo fascismo y de viejo autoritarismo unidos al nuevo fascismo representado por la "ley Reale" y por la de la financiación pública de los partidos...". Con respecto al significado del proyecto referendario en el contexto de la situación política y social que se había determinado en la primavera de 1977, el presidente del consejo federativo radical afirmaba: "Existe objetivamente una situación de violencia institucional en el país que afecta a las clases m
arginadas - por ejemplo, los jóvenes y los estudiantes - que suscita formas de contraviolencia que se pueden basar en las masas. Ante esta situación, los ocho referéndums son sin lugar a dudas una iniciativa no violenta y constitucional. Queremos dar salida política a algunas instancias alternativas y en ello radica nuestra estrategia que sin lugar a dudas es totalmente distinta de la de las fuerzas históricas de la izquierda". (23)
Existían raíces profundas y no sólo ocasionales del conflicto entre radicales y comunistas, y ello lo ponía de manifiesto el ensayo que inauguraba el primer número de la revista "Argumentos Radicales", periódico bimensual alternativo, publicado en abril de 1977. La revista dirigida por Massimo Teodori y con la ayuda de un grupo de militantes radicales competentes con responsabilidad de partido (entre los que figuraba Franco Corleone de la secretaría nacional, Mecedes Bresso y Lorenzo Strik Lievers del consejo federativo, Giorgio Pizzi, Umberto Cerqui, Carlo Lomartire y Enzo Belli-Nicoletti, dirigentes del Pr lombardo y Ernesto Bettinelli, colaborador del grupo parlamentario), nacía de la difundida concienciación de que para la fuerza radical en desarrollo era menester una reflexión capaz de robustecer las crecientes capacidades políticas del partido de movilización y aclarar igualmente, con un instrumento colectivo apropiado de análisis y de profundización, los significados estratégicos de la acción radical,
su relación con el resto de la izquierda y su manera de proponerse con respecto a la nueva situación del país.
Según ese análisis ("Radicales y comunistas, las auténticas razones del conflicto"), (24) los nuevos datos relacionados con los radicales eran: el resultado electoral positivo, la expansión en términos práctico-políticos de la línea de los derechos civiles, la crisis de las formaciones extraparlamentarias a las que correspondía la no-crisis radical, la insistente iniciativa del parlamento, la salida política ofrecida con los referéndums a las tensiones del país, y el crecimiento de los "grupos situacionistas" en el país. Todo ello, precisamente, hacía de los radicales no sólo un dato político-cultural, o bien un movimiento que se movía en el campo social, sino una fuerza capaz "a secas" de canalizar los impulsos innovadores de la sociedad civil hacia salidas políticas y transformaciones institucionales. "Ante el equilibrio que se está creando del compromiso histórico, (dados los resultados del 20 de junio con dos partidos dominantes y convergentes, de la debilitación del Psi y los extraparlamentarios de ori
gen marxista), lo único que puede hacer que entre en crisis el nuevo orden social son precisamente los fermentos de la sociedad civil. Pero la sociedad civil no se expresa por sí sola, necesita movimientos, canales, iniciativas que le den voz a las contradicciones actuales en potencia. Pues bien, la peligrosidad radical para el Pci y las razones del conflicto deben hallarse precisamente aquí". (25)
El análisis de las razones de la conflictividad proseguía de esta manera: "Lo curioso de los radicales es que son al mismo tiempo suscitadores de un movimiento en el campo de los derechos civiles y capaces de manifestarlo directamente en la sociedad política y en las instituciones con iniciativas específicas, y estriba en la particularidad de no ser ni partido "movimientista" ni partido "politicista", son los motivos profundos de las saetas de los comunistas. A los ojos del Pci, en lo que se refiere a los acontecimientos diarios, la política radical tiene la culpa y por lo tanto hay que combatirla por dos motivos básicamente, que son: en primer lugar porque las instancias y las exigencias de movimiento y las contradicciones de la sociedad civil se presentan directamente a las instituciones, es decir tienen una salida política sin mediación alguna, como el Pci mismo (que es lo que intentó hacer del 68 en adelante, desde que se desarrolló en el país un "partido del cambio"); en segundo lugar, porque estas luch
as que nacen de las contradicciones tienden a estar relacionadas con una estrategia general - la de los derechos civiles - que por su misma naturaleza es alternativa a la visión del Estado democrático social-popular". (28)
El ensayo ponía de manifiesto que los radicales no eran simplemente el producto de una iniciativa política subjetiva sino asimismo el resultado de nuevas contradicciones objetivas. Las contradicciones que hacían que la sociedad no se pudiese seguir leyendo simplemente con los esquemas tradicionales de clase, sino que se debía analizar a través de lo que el sociólogo Carlo Donolo había definido "grupos situacionistas", (27) es decir, los grupos que viven contradicciones y expresan exigencias en cuanto partícipes de una situación existencial o institucional determinada; las mujeres en cuanto mujeres, los jóvenes en cuanto jóvenes, los parados en cuanto parados, los participantes en una institución total o que intenta serlo. De alguna manera, todos estos grupos situacionistas, que se habían acercado a la política en los últimos diez años, y que habían entrado como protagonistas en el escenario social de los movimientos antiautoritarios o para la transformación de cada una de las instituciones, han tomado concie
ncia del hecho de que las contradicciones específicas de su participación en una situación determinada podían ser políticamente socializadas y agregadas.
En resumidas cuentas, el nudo central del conflicto entre la gran fuerza de la izquierda y la nueva minoría dinámica se detectaba, en la interpretación de "Argumentos Radicales", en la visión contrapuesta de la "tutela social" que tanto gustaba a los comunistas ante la de los derechos civiles, propia de los radicales: "El Pci, ante esta explosión social, ha tendido y tiende a reservar a dichas instancias un espacio social controlado y controlable, pero no una representación institucional y política directa, puesto que reserva para sí el papel de institucionalizador general del cambio subordinado a la estrategia política general que lo precede y no es su resultado. La "política de los derechos civiles", por lo contrario, no tiende a detectar estas necesidades desde un punto de vista individual desgajando la cohesión social, sino que se convierte en el único instrumento practicable de agregación política, directa y sin mediadores de una sociedad que de lo contrario cuenta con pocos momentos de unificación. A l
a "tutela social" que proponen los comunistas (Véase aborto, modo de entender el acceso a la Rai-Tv, modo de concebir la reforma universitaria etc.) en la línea del compromiso histórico en el que se tiende a resolver los conflictos situacionistas, producto no tanto del capital de por sí sino de la mediación del Estado y de su función primordial creciente, se contrapone ideal y políticamente, la "tutela del disenso", la "tutela del derecho": ésta entra lógicamente en contraste, ya sea como visión general como en calidad de solución específica, con la concepción comunista conjugada con la católica de la ampliación del poder público y del intervencionismo social". (28)
4. "Razón de ser de veinte años de historia radical"
La cuestión radical sigue estando en curso; y al término de este intento de reconstruir históricamente las etapas más importantes no se pueden sacar conclusiones o formular evaluaciones conjuntas. Lo que hemos querido ofrecer aquí ha sido más bien una composición de lugar de un fenómeno determinado (exponiendo lo más detalladamente posible datos e información), un fenómeno sobre el que, más allá de la mera crónica política, no se han realizado reflexiones conjuntas. Sin embargo, se impone, como clausura provisional, la exigencia de analizar algunos problemas y algunos interrogantes cruciales suscitados en repetidas ocasiones a lo largo de las negociaciaones para ponerlos de manifiesto en beneficio de todo esfuerzo de análisis y comprensión que pudiesen surgir posteriormente.
La cuestión de fondo estriba en detectar los motivos que han originado la "duración" del "logro" de los radicales a lo largo de la historia política italiana de los últimos veinte años: y es éste problema de no poca envergadura. De hecho, por primera vez tras el fracaso del Partido de Acción, la disolución de Unidad Popular y del "primer" Partido Radical de "Il Mondo" y de "L'Espresso" (1955-1962), con el actual Pr, un grupo de la izquierda laica no marxista logra consolidarse con fuerza autónoma, capaz no sólo de estar presente en el debate político-cultural sino de llevar a cabo una auténtica acción política, que determine acontecimientos de gran relieve y alcance histórico (divorcio, aborto, ocho referéndums...) y capaz asimismo de conquistar una representación parlamentaria.
La "pujanza" del Partido Radical, así pues, representa bajo dos puntos de vista, toda una novedad para el sistema político italiano. En primer lugar, porque rompe con la que parecía una "ley" consolidada - es decir que ningún grupo político nuevo que no se derivase de una escisión consistente de un partido ya consolidado tuviese la posibilidad de "ganar espacio"; por otra parte acaba de una vez por todas con el mito de la inexistencia de espacios en la izquierda al margen del área culturalmente comunista y en cualquier caso que se remitiese, por lo menos desde un punto de vista formal (como el Psi) a la clase obrera. Y más evidente resulta el valor de estos datos si se compara con la eficacia de la presencia política radical en la última década con la de la otra nueva fuerza surgida en el mismo espacio de tiempo, la galaxia compuesta por la "nueva" izquierda revolucionaria de inspiración ora comunista ora leninista.
En primer lugar, la explicación del fenómeno se halla en la decisión y la voluntad de durar políticamente como fuerza autónoma de un núcleo de militantes, que durante mucho tiempo fue irrisoriamente exiguo. Ya lo hemos dicho: se trata de una acontecimiento que discurre durante más de veinte años. Ese grupo de jóvenes que ya en la fase del "primer" Pr había constituido la estructura de base del cuerpo político militante del partido (puesto que la clase dirigente radical más conocida y más prestigiosa la verdad es que no se comprometió jamás a fondo en el partido como tal), tras la escisión de 1962, se adoptó el compromiso y la responsabilidad - que podía parecer ridículamente desproporcionada a las fuerzas - de mantener la continuidad política de la gran corriente que a través del partido anterior, se remontaba al Partido de Acción, a Justicia y Libertad, a "Revolución Liberal". Hasta qué punto los que llevaban a cabo esta decisión tenían la certeza de que era necesaria, justa y que en potencia contaba con po
sibilidades de salir triunfante, lo demostraba el hecho de que durante más de diez años ese grupo estuvo formado por cien personas y pico, que posteriormente - en los últimos tiempos - paso a estar formado por unos mil, y luego por varios miles de militantes.
Así pues, se trata de una historia cuyo elemento subjetivo ha tenido una determinación férrea en persistir aun a pesar de los pesares, de las durezas y de los aislamientos con los que les castigaba la sociedad política durante un período de tiempo políticamente tan largo, manteniendo empecinados sus hipótesis y sus posturas contracorriente (casi entran ganas de definir "leninista" la relación entre el grupo que resistió testarudamente y las "condiciones objetivas" de la sociedad italiana, y si ello no contradijese los contenidos y las maneras de la acción política del Pr). Pero, no cabe la menor duda, puesto que, a parte del dato voluntario y voluntarioso que ha sostenido a los radicales permitiéndoles durar, estriba precisamente en la inteligencia política de los análisis de la situación real italiana, si, a menudo anticipadores de acontecimientos con respecto a su curso, (evocamos aquí los rasgos emblemáticamente más significativos: corporativización, función del clericalismo en las estructuras de poder, p
apel real del sector público en la economía por encima de los mitos, transformación autoritaria de las instituciones, el hecho de que los partidos de izquierdas se amoldasen a las estructuras del Estado y de la Sociedad que cabía desmantelar); y que haya sido, en resumidas cuentas, este planteamiento conjunto el que haya fomentado el logro radical.
En cualquier caso, no cabe la menor duda de que los nuevos radicales hayan partido al inicio y hayan actuado durante mucho tiempo solos y sólo fuertes (y débiles) con sus propias hipótesis abandonando la presión de factores o intereses de grupos y estratos sociales. Bajo muchos aspectos, así pues, los radicales parecen más fácilmente interpretables con categorías historiográficas "ético-políticas" que con las adecuadas para afrontar más bien el estudio de conflictos existentes en el terreno social o el sondeo de fuerzas políticas que den voz a las que, con horrenda y esquemática terminología, se dan en llamar conflictos estructurales. Pero, lo que también es cierto es que a medida que los análisis y las consiguientes propuestas políticas podían ser conocidas por sectores más amplios de la sociedad, chocaban con las problemáticas reales de poder del país al delimitarse en enfrentamiento, estructuras e instituciones, sedes efectivas de la enfrentamiento político y también de clase. Las respuestas radicales (es
quematizadas bajo la fórmula "la política de los derechos civiles" se revelaban las adecuadas a la sociedad industrial avanzada y capaz de ubicarse efectivamente en relación con los conflictos nuevos típicos de dicha sociedad.
La pujanza, aun a pesar de ser lenta y fatigosa, y no la erosión o el encerrarse en su propio ombligo, de un postura política radical se debía al hecho de corresponder, a través de una propuesta inicial obstinada de toda la política, exigencias profundas de la nueva sociedad, en particular de las que se habían ido configurando en Italia entre los años 50 y 70.
Si el grupo originario de los nuevos radicales que se había agregado en la segunda mitad de los años 50 no hubiese sido tan pertinaz al sacar adelante su aislada apuesta política, probablemente no hubiese hallado salida política esas tensiones liberadoras de masa que en los últimos años se revelaron como respuestas "radicales" de la crisis. Y si, por otra parte, las propuestas, las batallas y las respuestas radicales no hubiesen correspondido con contradicciones sociales reales, que maduraron sobre todo tras la ruptura de conciencia de finales de los años 60, la cuestión radical no hubiese sido más que un grupo de valor cultural, aunque no haya tenido nunca ni la pretensión ni la sustancia de una dimensión semejante.
El católico Gianni Bagget Bozzo sostuvo que "el radicalismo representa la recuperación, no digo del sujeto... sino del individuo, de ese individuo que en los años 70 'es un átomo' puesto que es el residuo último de todas las divisiones posibles". Y de esta nueva "sociedad radical", equiparada desde el punto de vista católico a la sociedad "de consumo" de la que la violencia y la barbarie son características intrínsecas, el nuevo radicalismo italiano por una parte sería expresión, mientras por otra constituía un intento de superar los lados negativos". "Si comprendemos bien las intenciones del radicalismo político" - continúa Bagget Bozzo - "se dirigen hacia el intento de desbarbarizar el radicalismo latente en la sociedad, y de socializar, de alguna manera, al individuo que surge... Así pues, el Partido radical no es un partido sino una forma política de una sociedad distinta de la que ha expresado como su forma política a los partidos ideológicos (aquellos cuya cúspide es el partido leninista)." (29)
Con su lenguaje y su escala de valores este exponente singular de la cultura católica integrista ha captado, aun cargándolos de signos ideológicos ajenos al pensamiento laico, algunas de las características de fondo de las relaciones que el Pr ha realizado, por una parte, con el mundo político cultural, y por otra, con la sociedad civil. En esta perspectiva, de hecho, la "política de los derechos civiles" se convierte no tanto en la exaltación individualista de la disgregación social propia de las sociedades modernas de masas, sino por el contrario en un factor directa y eficazmente alternativo en el cuerpo social de estos fenómenos, como instrumento adecuado de agregación de la nueva exigencia política ampliamente difundida.
Otro elemento importante por considerar para la comprensión global del fenómeno radical es el continuo y constante "dramatismo" de las maneras de existir del partido-grupo. En las distintas fases con las batallas específicas (divorcio, objeción de conciencia, acceso a la televisión y aborto) y con los objetivos organizativos y financieros que el grupo va adoptando paulatinamente, ha sido probablemente en énfasis del carácter extraordinario y tajante de las tareas de un determinado momento que ha permitido la superación de la constantes crisis internas y externas. El Partido Radical a menudo ha introducido, en los momentos cruciales, los problemas de las acciones específicas como problemas de vida o muerte, de la posibilidad misma de existir de la política radical. Todo ello ha parecido - no sin elementos de verdad - en el seno del partido como un "chantaje" de los radicales a sí mismos, y en fuera del partido como un "exhibicionismo" de quienes no poseían más argumentos ni instrumentos adecuados para las tar
eas políticas del momento que no fuesen el escándalo y la transmisión del mensaje a través del mismo.
Ni que decir tiene que corresponde a una realidad concreta, en lo que a análisis se refiere, esta su manera de ser de la "cosa" radical durante quince años. Pero en ella se halla uno de los motivos de la singularidad radical capaz de vencer los desafíos mucho más grandes de su propia fuerza político-organizativa. Giorgio Galli sostuvo que los radicales usan la pequeña fuerza de la que disponen al máximo de sus capacidades y posibilidades en el marco de una izquierda que usa al mínimo la gran fuerza de que dispone. (30) Francesco Ciadalini ha escrito sobre las contradicciones e insuficiencias existentes en algunos radicales, debidas al carácter "desfasado propio de un grupo político cuyo peso cultural y de opinión y cuya eficacia práctica son enormemente mayores que su peso organizativo". (31)
Probablemente, si la cuestión radical no hubiese sido dramatizada, no se hubiese colmado el constante salto entre capacidad y tareas, entre energías y objetivos. Porque, en realidad, desde un punto de vista histórico, cabe reconocer que la "dramatización" corresponde a un dramatismo real; que realmente, cada vez, la victoria o el fracaso comportaban la posibilidad misma de subsistir, la credibilidad externa y la confianza en sí misma de una fuerza que por su propia exigüidad organizativa, por falta de bagaje social o de intereses creados, no tenía más posibilidad de sostener el enfrentamiento con un ambiente político escéptico y hostil que la de reimpulsar constantemente iniciativas triunfantes. En resumidas cuentas, el carácter dramático que ha acompañado a la acción política radical - con la reiterada puesta en juego de la supervivencia del partido, y a menudo de la existencia física de sus militantes - ha contestado a la misma situación político-objetiva en la que el Pr actuaba en un aislamiento sustancia
l.
Así pues, la historia radical es una historia contracorriente, debida sobre todo la lo ajena que se hallaba la cultura política del grupo dominante tanto en los ambientes laicos como entre las fuerzas de la izquierda, tradicional e ideal (y tal vez ideológicas, las pocas veces que han salido a flote) las que determinaron los datos de fondo de la diversidad cultural radical con respecto a la sociedad política. Quien desee profundizar este tipo de análisis no hallará mucho material a disposición, y el existente es poco descifrable. De hecho, la cultura política radical está, paradójicamente, en la "primacía de la política", acompañada siempre de la urgencia de la acción. Y precisamente, en este terreno se individuan las señales distintivas del partido-movimiento-grupo con respecto a la cultura política de las demás fuerzas de la izquierda, y es este uno de los motivos de la pujanza radical en el tiempo y de su eficacia.
El Pr ha conminado constantemente según los tiempos y las formas propias y con contenidos propios, al margen y a pesar de la que, cada vez, era reconocida como la actualidad política y el cuadro político. Precisamente en este su querer a toda costa proponer e imponer ritmos y temas contra los cursos predominantes, resude la cultura política especial en continuo conflicto y desafío con la mayoritaria; y por consiguiente, la "soledad" radical.
En todos los años de la lenta reconstrucción del grupo se trataba de un desafío demostrar, por ejemplo, que temas como el divorcio, culturalmente propios de la cultura laica, podían ser temas también populares y que hallaban respuesta en necesidades ampliamente difundidas. Lo mismo sirve para la relación entre radicales y el 68. El Pr, sus propuestas - las mismas que se definen con la etiqueta "socialistas y libertarias" - existan antes del 68 y pasando a través del mismo entraron en conflicto con toda la cultura que se difundió al cabo de un año. La obstinación por perseguir las pequeñas, limitadas y retorcidas reformas, y de perseguirlas con dureza, ha sido y es una de las actitudes opuestas a la de la nueva izquierda marxista o de los grupos neorevolucionarios de la izquierda de clase.
El "poco pero seguro" radical es un desafío tanto al "todo e inmediatamente" como al "poco si posible" de las culturas predominantes en la acción política y por lo tanto razones de conflicto.
El Partido Radical fue descubierto por la opinión pública a partir de 1974. Sus acciones que para muchos eran desconocidas, apreciadas o combatidas, sólo por lo que apareció en los últimos años, empieza en realidad y se desarrolla a finales de los años cincuenta. Fue por aquel entonces cuando inició el cambio de marcha del declive del mundo laico-liberal y socialista italiano a través del grupo de los nuevos radicales que desencadenaron a partir de esa alineación tradicional modos y contenidos de acciones de las nuevas izquierdas: las nuevas izquierdas nacidas precisamente de las crisis de las respuestas que las grandes corrientes ideales de nuestro tiempo - marxismo, liberalismo y cristianismo - no han sido capaces de dar de forma eficaz y suficiente a la sociedad moderna.
El Partido cobró, con el referéndum del 74, credibilidad y sus propuestas cobraron fuerza. Posteriormente, superó los objetivos que paulatinamente se planteaban: en 1975, la propuesta del referéndum sobre el aborto; en 1976, la salida institucional en el parlamento; en 1977, la propuesta de los ocho referéndums. Hasta el momento presente, el Pr ha sido el "partido de los proyectos" y el "partido de la movilización". Ha logrado que saliesen casi siempre los proyectos puntuales que proponía desde el gueto de las estériles enunciaciones para introducirlas en la corriente del gran debate y del gran escenario del país. Logró, en torno a ésos, paulatinamente, movilizar a una parte de la opinión pública para apoyarlos y para enriquecer con nuevos militantes la exigüidad de su minúsculo cuerpo político.
Tal vez, actualmente, el Pr tiene ante sí un nuevo desafío. Su mismo logro, allá en donde se ha cimentado, hace que parezca en el escenario italiano una fuerza en la que se apuntan las esperanzas de muchos que no se identifican en el grupo existente: el nuevo régimen basado en la Dc y en el Pci. Por otra parte, su mismo crecimiento, basado en la movilización específica e intermitente en cada uno de los proyectos, ha determinado sus características estructurales.
Una vez logrado el crecimiento - y las consiguientes expectativas políticas que una parte del país había depositado en el Pr - ponen de manifiesto algunos límites de los radicales en su manera de ser: un organismo político funcional casi exclusivamente para la movilización, pero inadecuado para recoger y transformar en cuerpo político homogéneo las energías militantes que atrae; un grupo dirigente demasiado exiguo con respecto a la potencialidad y la actualidad de la misma fuerza política; la escasa penetración y maduración entre los nuevos militantes de una cultura política homogénea (que ha sido la fuerza del grupo central radical) a medida que el partido se ha ido ampliando; en síntesis el ser fuerza política modelada según su crecimiento.
Es probable que el papel de los radicales en el país adquiera peso con respecto a las características de la nueva situación, en la que los intereses corporativos tienden progresivamente a consolidarse precisamente a través de los nuevos acuerdos políticos. El crecimiento del papel radical podrá tener lugar si el partido sabe superar el riesgo de ser relegado a un segundo plano por parte del nuevo bloque dominante, y paralelamente sabrá reaccionar a las fuerzas centrífugas que actúan en su mismo seno hacia un papel de mera oposición de testimonio. En su nueva situación, una fuerza como la radical, que plantea su oposición a este tipo de régimen solicitando y recogiendo los impulsos socialistas y liberales en la expansión de los derechos civiles contra las consolidaciones corporativas y autoritarias, podría constituir el contrapeso natural de las fuerzas dominantes.
Para hacer frente a las nuevas tareas, el Pr debe tal vez plantear un nuevo desafío a sí mismo: la de amoldar su manera de ser y por lo tanto su manera de actuar ante las expectativas que el país le impuso y le impone.
"Notas"
1 En las elecciones generales del 20 de junio de 1976 salieron elegidos cuatro parlamentarios para la Cámara: Marco Pannella que optaba por el colegio de Turín; Adele Faccio por el de Milán; Emma Bonino en Roma y Mauro Mellini en Génova.
2 Las líneas d análisis de esta parte siguen el ensayo interpretativo de Ernesto Bettinelli, "Cuatro radicales en Montecitorio: primer balance de una temporada parlamentaria para la revolución democrática", "Argumentos Radicales", nº 1, abril-mayo de 1977, p. 114-127.
3 La propuesta radical a los parlamentarios del Psi era de formar un grupo común a condición de que saliese elegido presidente Loris Fortuna y que cada uno de los parlamentarios tuviesen libertad de voto. Evidentemente se trataba de una propuesta no aceptable para el Psi: aunque era significativa con respecto a la línea de intervención radical que suscitaba alineaciones con las alianzas sobre todo orientado hacia los socialistas.
4 A Ernesto Bettinelli se le deben gran parte de los proyectos de ley presentados por el grupo radical (por ejemplo: reforma de carácter público). Encargado del apartado "A través de las instituciones" de la revista bimestral "Argumentos Radicales", del que ya hemos citado el ensayo "Cuatro radicales en el Parlamento".
5 E. Bettinelli, "cit.", p. 118.
6 El diputado Mimmo Pinto, único miembro electo de Lucha Continua por las listas de Democracia proletaria, marcaba progresivamente una diversidad de actitud con respecto a sus colegas de grupo sobre todo tras la convergencia de Lucha Continua con respecto a la recogida de firmas para el proyecto referendario radical de marzo de 1977. En julio de 1977 se llegaba casi a una ruptura del grupo de Democracia Proletaria, con Pinto ( y en parte Gorla del Pdup) por una parte y los parlamentarios de "Il Manifesto" (Castellina, Magri y Milani) por otra.
7 Marco Pannella, "La democracia solicita confrontaciones duras y leales", intervención en la Cámara, en »Noticias Radicales , en prensa, nº 19 nueva serie, 29 de agosto de 76.
8 Cfr. para el primer periodo "Parlamento: balance de tres meses de actividad", »Noticias Radicales , impreso, nº. 43 nueva serie, 13 de octubre de 1976.
9 Cfr. Ernesto Bettinelli, "Policía y sociedad civil: hacia una nueva separación?", »Argumentos Radicales , año I nº. 2, junio-julio 1977, p. 122-138.
10 Cfr. Gianfranco Spadaccia, "Instigar una política carcelera a través del ayuno", tribuna abierta, »Corriere della Sera , 31 de enero de 1977. Asimismo, véase "Llamamiento a quien tiene el poder y la autoridad", el 70· día de ayuno, anuncio publicitario en »La Repubblica 19 de marzo de 1977. Sobre la dimisión presentada por la diputada Emma Bonino por la misma cuestión cfr. prensa nacional del 24 de marzo de 1977.
11 Cfr. la prensa nacional de los días 3-8 de marzo de 1977.
12 Moción final del XVII congreso nacional del Pr, Nápoles, 1-4 de noviembre de 1976, en »Noticias Radicales , nº 182, nueva serie, 15 de noviembre de 1976.
13 Lorenzo Strik Lievers, "Referéndum: contra la crisis un instrumento de unidad y alternativa", »Argumentos Radicales , año I nº. 1, abril-mayo de 1977, p. 7-8.
14 "Ocho firmas para un gran referéndum" elaborado por el Pr, Roma, 1977.
15 Marco Pannella, "Perder los referéndums, un crimen de clase", »Lucha Continua , 8 de abril de 1977, p. 8.
16 Cfr. Los datos de la recogida de firmas, por provincias, publicados en »Noticias Radicales , nº. 163, impreso, 16 de julio de 1977, comparándolos a los resultados electorales radicales y de democracia proletaria.
17 Claudio Petruccioli, "Los dioscuros del privilegio", artículo de fondo, publicado por »L'Unitá , 9 de diciembre de 1976. véase asimismo: "Cómo inventarse millones de votos para vivir felices", cursivo, »L'Unità , 13 de diciembre de 1976.
18 Petruccioli, "art. cit."
19 Antonello Trombadori, "El Pci replica a Pannella: demasiado victimismo", tribuna abierta, »Corriere della Sera , 14 de diciembre de 1976.
20 "Ibídem".
21 "Radicales. Oye Berlinguer", entrevista a Marco Pannella, »Panorama , 12 de octubre de 1976.
22 Marco Pannella, "Pannella en el Pci: Por qué os la habéis tomado con nosotros?", tribuna abierta, »Corriere della Sera , 12 diciembre de 1976.
23 "Debate: Si se disparan los ocho referéndums" (Gianfranco Spadaccia, Achille Occhetto, Alberto Malagugini, Enrico Manca, Stefano Rodotá), »La Repubblica , 7 de junio de 1977.
24 Massimo Teodori, "Radicales y comunistas: las auténticas razones del conflicto", »Argumentos Radicales , año I nº. 1, abril-mayo de 1977, pp. 33-47. El ensayo había sido originariamente preparado como informe en el consejo federativo del Pr y debatido en dicha ocasión, en enero de 1977.
25 "Ibídem", p. 39.
26 "Ibídem", p. 38.
27 Cfr. Carlo Donolo, "Más allá del 68. La sociedad italiana entre cambio y transición", »Cuadernos de Piacenza , año XV nº. 60-61, octubre de 1976, p. 3-38.
28 "Teodori", op. cit., p. 42.
29 Gianni Baget Bozzo, "La »Sociedad radical según Baget Bozzo", »Argumentos Radicales , año I nº. 1, abril-mayo 1977, p. 106-110.
30 Giorgio Galli, "El papel de los radicales según Giorgio Galli", »Argumentos Radicales , año I nº. 1, abril-mayo de 1977, p. 112.
31 Francesco Ciafaloni, "Una izquierda liberal hija del 68, »Argumentos Radicales , año I nº. 2, junio-julio de 1977, p. 110.
N.d.T. (1 bis) MONTECITORIO: el equivalente a la Moncloa española.
(2 bis) DEMOPROLETARIOS: miembros de Democracia proletaria.
(3 bis) IL MANIFESTO: Movimiento político surgido en torno a la publicación mensual del mismo nombre, fundado en 1969 por exponentes del Partido Comunista Italiano, posteriormente expulsados del partido. 69-70; 70; 73-74; 74).
(4 bis) LOCKHEED: Escándalo con motivo de los sobornos pagados por la compañía Lockheed para la compra por parte de la aeronáutica italiana de los aviones de transporte C-130 Hércules. Implicado en el asunto el por aquel entonces presidente de la Repùblica italiana Giovanni Leone.
(5bis) RUMOR, GUI Y TANASSI:
Rumor Mariano: (Vincenza). Secretario de la Democracia Cristiana (1964-69), presidente del Consejo (68-69; 69-70; 70; 73-74; 74);
Gui Luigi: democristiano. En la época del caso Lockheed era ministro de defensa;
Tanassi Mario: (Ururi 1916) secretario del Partido Socialdemocrático Italiano (PSDI) (1963) y co -secretario del Partido Socialista Unificado (PSU) (66-69); ministro de defensa (68-69; 70; 70-72; 73 -74), condenado por el tribunal constitucional por corrupción por el escándalo Lockheed (79).
(6bis) LEY "REALE": ley antiterrorista.
(7bis) UIL: Unión italiana del trabajo (en it. Unione italiana del lavoro). Sindicato socialista.
(8bis) QUALUNQUISMO/ Menefreghismo: movimiento político surgido en torno a la revista "L'Uomo qualunque", fundada por G.Giannini (1944). Sigue siendo término del lenguaje corriente para indicar posturas de desconfianza con respecto a la política.
(9 bis) SALVEMINI Gaetano: (Molfetta 1873 - Sorrento 1957) historiador y político. Socialista desde 1983, meridionalista, se salió del PCI y fundó la revista semanal "L'Unità". En el 25, fundó en Florencia con los hermanos Rosselli, el periódico clandestino "Non Mollare" y posteriormente se refugió en el extranjero, se sumó a "Giustizia e Libertà" y llevò a cabo una gran campaña contra el fascismo.
(10 bis) ROSSI Ernesto (Caserta 1987 - Roma 1967), dirigente de "Giustizia e libertà". Fue arrestado en 1930. Promotor del Movimiento federalista europeo, fue uno de los fundadores del Partido Radical.
(11bis) CRISPI Francesco : (Ribera 1818- Nápoles 1901), mazziniano, participó en la revolución siciliana del 1848 y en el 1860. Preparó la expedición de los Mil. Cerebro político de la "dictadura" de Garibaldi en el mediodía italiano. Diputado de la izquierda (1861). Se sumó a la monarquía (1864) y fue ministro del interior con Depretis (1877-78). Presidente del Consejo italiano (1877-91); 1893-96) manifestó tendencias autoritarias y nacionalistas. Fautor de la triple alianza y de la expansión colonial en Etiopía. Dejó el poder tras la derrota de Adua.
(12 bis) Pactos de Letrán: pactos firmados por Mussolini y el cardenal Gasparri en 1929).
(13 bis) Cisa: Centro italiano para la esterilización y el aborto.