Amici della TerraSUMARIO: La ecología política pone de manifiesto con claridad lo que los radicales vienen diciendo desde hace años: las izquierdas no tienen ni han tenido nunca un programa económico de izquierdas, y el máximo del realismo, para ellos, es hacerse cargo de la "viscosidad" de las estructuras actuales de producción y de consumo. Los desequilibrios históricos de nuestra economía se consideran inmodificables, como mucho se proyectan ajustes que dejan intacto el mecanismo, o bien el cambio posible se aleja tanto en el tiempo que no permite ninguna valoración ni iniciativa en tiempos y formas políticas, es decir reales. Por otra parte, la experiencia de la "nebulosa verde" francesa demuestra que los ecologistas franceses han entrado en crisis al no haber querido "mancharse las manos con la política". Han creído que fuese posible pasar de la fase de movimiento a la presentación electoral, sin pasar por la fase intermedia del proyecto organizativo, es decir la fase del "partido", y de esta manera no han logrado produ
cir antagonismo político. Es posible que algo así suceda en Italia? Se trata de un tema aparentemente instrumental y oportunista, pero nace de la convicción de que ciertos errores pueden ser evitados teniendo como punto de referencia la experiencia radical, su modelo organizativo y sus métodos de lucha. Para el partido podría tratarse, asimismo, de una ocasión valiosa para consolidar su imagen, de nuevo con perspectivas de futuro, no sólo en Italia sino en toda Europa.
(NOTICIAS RADICALES, Nº 123, 18 de octubre de 1978)
Al igual que los referéndums, al igual que los derechos civiles, a ecología ha sido considerada de toda la vida un lujo, un problema marginal con respecto al del "pan y trabajo". El resultado salta a la vista: vivimos en un país desastroso en el que permanecen catástrofes (definidas oficialmente "naturales" definición que esconde su origen inequívocamente "político") y junto a menos trabajo y menos bienestar.
Para las izquierdas asimismo, una buena refinería es siempre más gratificante que la lucha contra los aluviones y los desprendimientos, la limitación de los niveles de contaminación, al fin y al cabo incluso más que la prevención de un Vajont o de un Seveso, o incluso de un accidente nuclear. En todas las grandes decisiones económicas, el movimiento sindical prefiere decantarse a favor de los patrones del vapor, con los envenenadores, los destructores de riqueza, jamás con los ecologistas: en todo caso, contra ellos. Nadie, en la izquierda echa cuentas de que 20-30 trillones de inversiones a lo largo de treinta años para la redistribución hidrogeológica del territorio significarían cientos de miles de puestos de trabajo. Y no leyes especiales para los jóvenes, ni bioproteínas ni centrales nucleares.
De esta manera, la ecología política pone de manifiesto muy claramente lo que los radicales vienen diciendo desde hace años: que las izquierdas no tienen ni han tenido nunca un programa económico de izquierdas, y el máximo del realismo, para ellos, es hacerse cargo de la "viscosidad" de las estructuras actuales de producción y de consumo. Los desequilibrios históricos de nuestra economía se consideran inmodificables, como mucho se proyectan ajustes que dejan intacto el mecanismo, o bien el cambio posible se aleja tanto en el tiempo que no permite ninguna valoración ni iniciativa en tiempos y formas políticas, es decir reales. En este terreno, entre las derechas y las izquierdas existe una concordancia de posturas, una concordancia aplicada - antes de calibrar la "gran coalición" - a través de connivencias tejidas día a día en las instituciones (véase el Parlamento) o en las concertaciones corporativas en las que se sostiene el régimen.
Pero desde hace dos años algo ha cambiado. El punto de viraje se produjo en el 76 contra la propuesta de Montalto di Castro contra las centrales nucleares, inmediatamente después del caso Seveso. Se desencadenó por primera vez en Italia un proceso de politización de la ecología, que ya se estaba llevando a cabo desde hacía años en el extranjero.
Cuál fue la novedad de Montalto? por una parte, el "miedo" al riesgo nuclear: un impulso tan nuevo y real que logró que saltasen las tradicionales delegaciones dejadas desde siempre en manos de los partidos, en nombre de la exigencia del "ver claro". Por otra parte, para los partidos, el descubrimiento de un "aislamiento" que ya no puede ser tachado de "qualunquista" (1): un país, una comunidad de electores que se coalizan contra el sistema de sus mismísimos partidos; un nuevo aislamiento, concreto y "realista", que desencadena lo siguiente: primera prueba general de la crisis de Trieste, que estalló, mira por donde, a partir de la cuestión ecológica de Osimo.
La respuesta de los partidos fue drástica: el miedo se luchó con las vergüenzas sobre la absoluta seguridad de la tecnología nuclear; a las reivindicaciones de autonomía se contrapusieron las "exigencias nacionales de primer orden". Pero ello hizo que saltase un espiral liberador: la gente ha empezado a meter las narices en las decisiones económicas de la que parte el proyecto nuclear.
Así es como se ha ido resquebrajando (aunque sólo por el momento) el mito reaccionario de la ciencia y de la tecnología neutrales, siempre buenas capaces de resolver todos los problemas del desarrollo. Han salido a relucir las implicaciones de todas las opciones técnicas o económicas, se ha descubierto que escoger un cierto tipo de energía supone que uno vive en un cierto tipo de sociedad y no otra. De "modelo de desarrollo" se ha empezado a hablar no ya en las "reservas" enajenantes e los programadores oficiales, sino en las calles, en los campos, en los pueblos. Tal vez sea esta la contribución más grande que la ecología ha dado a las luchas políticas y civiles. Por qué ha sucedido esto? Está claro: la ecología política permite a los problemas de la economía, de la sociedad y del Estado un enfoque basado en los intereses que se reciben y evalúan (la salud, por ejemplo, el destino del pueblo o de la ciudad en que se vive), está regido por un modelo global de análisis. Métodos y esquemas alterados y zarande
ados por sectorialismos, cuando no por la irracionalidad de las ciencias, de la política y de la economía, han sido enderezados de manera que sean inteligibles para el "profano". Experiencias concretas y teorizaciones innovadoras que han hecho un largo camino en su denuncia de la "contraproductividad" social de las tecnologías en curso, con su capacidad de abuso de la autonomía del individuo y de la comunidad, de contaminación incluso de grandes tradiciones populares y de partido, que progresivamente son más y más ajenas a la gente, a sus intereses y a sus necesidades. Son los primeros síntomas de una alternativa "blanda" al socialismo, que se contrapone conscientemente a las políticas "duras" y violentas tanto del capitalismo como del comunismo jacobino.
Sin embargo, no faltan, en el laberinto de la ecología, tendencias negativas: en primer lugar, las que se refugian en una neutralidad política que refleja las mismas distorsiones del sistema contra el que van dirigidas. No toda la ecología es "blanda". Es más, si no va de la mano de una rigurosa opción libertaria y progresista, puede llegar a legitimar, a largo plazo, el recurso a las tecnologías "duras" para el control de la contaminación, agravando de esta manera los mecanismos generales de explotación y de enajenación; y dejan de lado, al menos por el momento la hipótesis tecnocrática del "ecofascismo". también nosotros, en Italia, nos hallamos con síntomas peligrosos, con la predilección nostálgica-utópica de algunos grupos por las "islas felices" no contaminadas por la lucha y la confrontación de cada día; o bien el proteccionismo a menudo demasiado teñido de compromiso del Wwf, con sus cruzadas ecológicas confiadas a la marina militar; o bien la abstracción de querer predicar "austeridad" y "crecimient
o cero" que teóricamente son justas, pero que vinculadas por los desequilibrios, por las injusticias, por la explotación de "esta" sociedad corren el riesgo de acabar suponiendo más pobreza, más infelicidad, más injusticia. Tal vez sería mejor hablar menos de "contaminación" y "de recursos" y más de "contaminadores" y de "explotadores", de "petroleros", de "centrales nucleares". Los recursos son limitados, los explotadores no; y si el petróleo no es eterno, los petroleros corren el riesgo de serlo; ya actualmente son la mitad nucleares y una décima parte solares. Es decir que la ecología no puede convertirse en un fetiche, ningún problema ecológico se resuelve "técnicamente", de forma neutral e indolora. Por ello, el ecologismo tiene que ser capaz de imponer un proyecto político alternativo, en la perspectiva libertaria y socialista administrable aquí y ahora por la gente, a partir de sus necesidades. Tal vez sea por falta de claridad en este punto por lo que el movimiento ecologista ha conocido sus peores d
errotas. En otros lugares, en otros países, aunque con el riesgo de ecos y reacciones negativas aquí en Italia. Nos estamos refiriendo especialmente a Francia, en donde el movimiento verde ha crecido como una "nebulosa" (según la definición de Brice Lalonde) y ha preferido siempre el compromiso militante al trabajo teórico. Cuando la "nebulosa" ha intentado superar sus límites de movimiento para participar directamente en las elecciones ha sufrido, tras los éxitos iniciales, una gran derrota.
Desde un cierto punto de vista, esta derrota puede parecer un misterio: durante años las luchas de los ecologistas franceses han sido vivaces y capilares; han suscitado ecos y polémicas, han implicado a poblaciones enteras, han hallado espacios enormes en la información. A parte de la candidatura demostrativa de René Dumont en las elecciones presidenciales del 74 - han logrado destacados éxitos en las elecciones municipales. Y luego, al final,las dificultades en las elecciones generales del 78, y ahora la renuncia a presentarse a las europeas. Por qué? Qué ha pasado?
La "nebulosa verde" ha crecido en Francia a partir de la convergencia ocasional de tendencias distintas, de nueva izquierda amarxista y de movimientos de liberación: pacifistas, naturalistas, no violentos, esporádicamente también feministas y homosexuales. Pero no se ha indagado sobre el por qué de estas convergencias, nunca ha habido un esfuerzo por llevar a cabo una síntesis, construir la unidad y la fuerza de un "proyecto político" que superase la fase de las convergencias ocasionales para expresar los grandes intereses alternativos, potencialmente de veras (como aún escribe Brice) "mayoritarios". La parábola de los ecologistas presenta de esta manera, al final, analogías impresionantes con los acontecimientos de tantas listas locales salidas tanto ayer como hoy, destinadas a ser cada vez más numerosas, pero a corto plazo, incluso en Italia; ejemplo típico de la lista del "Melone" en Trieste.
No es casualidad, sobre todo al principio, que las cosas hayan salido bien en el ámbito de las elecciones municipales. Pero la elección no ha sido suficiente para que se mantuviese en pie una confrontación más amplia y áspera, en temas políticos generales. En resumidas cuentas, se puede decir que los ecologistas franceses han entrado en crisis, no por haberse ensuciado demasiado las manos con "la política" como parecen considerar, sino por no haberse metido "más a fondo" (y por lo tanto hberlo hecho mal). Han creído que fuese posible saltar directamente de la fase de nebulosa al acto más exasperadamente político, como unas elecciones, sin pasar por la fase intermedia del proyecto de organización; en resumidas cuentas, del "partido". Y no han logrado producir, al menos por el momento, "el antagonista" político.
Los "verdes" rechazarían con horror esta indicación. Pero la verdad es que precisamente en el terreno de la crítica a los partidos y a la política, han caído en la ideología y el moralismo. No sólo rechazando la política y los modelos organizativos de los partidos existentes, sino teorizando el rechazo absoluto de todo posible proyecto de partido, incluso el más libertario. De esta manera, a los grandes aparatos pretenden contraponer la espontaneidad y la casualidad de la nebulosa de mil revuelos, tendencias e ideologías.
Eso es algo que va bien cuando se trata de experimentar una "sociedad paralela", de cuya esperanza y prefiguración vive esencialmente la práctica ecológica cotidiana. Sólo que la "sociedad paralela", su nueva cultura, si no queremos que se reduzcan a un gueto tendrán que superar los rechazos moralistas y afrontar la aventura de experimentar nuevas maneras de ocuparse de política; ni que decir tiene con nuevas metodologías y nuevos modelos de organización. Tienen que volverse "partido", para luchar contra los problemas específicos pero con un proyecto global de alternativa, y que se plantea como antagonista político de los partidos tradicionales, como fuerza, también, de "gobierno" (y sabemos que eso no significa querer "entrar" en el gobierno) .
Si es cierto lo que Brice afirma, que el ecologismo tiene una vocación mayoritaria que lo diferencia profundamente de las izquierdas minoritarias marxistas, deberá crecer a través de luchas con perspectivas de futuro, recuperando en objetivos unitarios todas las distintas "marginalidades" de la nebulosa. En Francia, por el momento, es improbable que suceda. Cabe esperar y trabajar para que dicha evolución tenga lugar en Italia?
Puede parecer un discurso oportunista e instrumental, desde luego. Pero porque nace de la convicción de que ciertos errores pueden ser evitados cuando se tiene como punto de referencia la experiencia radical, su modelo organizativo, sus métodos de lucha. Para el partido podría tratarse de una ocasión muy valiosa, para consolidar su imagen, nuevamente con perspectivas de futuro, no sólo en Italia, sino a nivel europeo.
N.d.T.
(1) QUALUNQUISMO . Movimiento político creado en la Italia de la postguerra por el periodista y comediógrafo Guglielmo Giannini (el nombre se lo debe a su órgano de expresión, la revista "L'Uomo Qualunque" cuya traducción no literal sería "el hombre de la calle"). El qualunquismo, al que rápidamente prestaron su apoyo los descontentos, pero moderados, de la clase media, aquellos que habían sido fascistas no por convicción, sino por conformismo, desapareció de la escena política a los pocos años. No obstante, en Italia sigue empleándose la palabra para designar al magma electoral que, en términos más actuales se conoce como la "mayoría silenciosa". O bien para aquel grupo de individuos que "pasan" de las cosas.