Actas del Convenio jurídico "Información, Difamación e Indemnización" promovido por el Centro de Iniciativa Jurídica Piero Calamandrei (Roma, 24/26 de noviembre de 1978, Hotel Parco dei Principi)La difamación como medio de lucha cultural y política
Leonardo Sciascia
SUMARIO: A partir de un ejemplo de difamación del que ha sido objeto su libro "L'affaire Moro", Leonardo Sciascia afirma que en Italia ya no es posible, para un hombre honesto, oponerse a este delito. Las leyes relacionadas con la injuria, la difamación y la calumnia se pueden considerar caídas en desuso. Ello es debido a que la actual política italiana está dominada por una única tendencia: la búsqueda de la unanimidad, del unanimismo.
(TUTELA DEL HONOR Y MEDIOS DE COMUNICACION DE MASAS, Giangiacomo Feltrinelli Editore, octubre de 197 9)
El título de este comunicado es más bien impropio pues lo que diré es suficientemente confuso. El informe ministerial de 1887, recordado por el abogado De Cataldo en la introducción al convenio, consideraba el delito de difamación más grave que el asesinato. Pero, en efecto, no creo que la sociedad italiana haya
entendido el asunto en toda su gravedad. Y la razón creo cabe buscarla en el hecho de que la que estoy denominando sociedad italiana no ha sido nunca ni es una sociedad bien definida en sus reglas y relaciones, tradiciones, costumbres, comportamientos e incluso intereses; sino que más bien se trata de algo amorfo, móvil, fluctuante, incierto, en donde una única regla preside, a saber: la prepotencia.
En esta regla, la difamación, la que la ley define como delito de difamación, es no sólo el arma habitual de los fuertes para con los débiles sino el arma de los débiles contra los fuertes. Quiero decir que en la endémica y siempre vencedora prepotencia de los fuertes, a la vergüenza de los fuertes, a veces sucede que el débil imprudente y arriesgadamente responde con la misma arma. La misma, se comprende, con respecto al código, sólo con respecto al código. Pues se impone aquí una distinción: que el fuerte puede con seguridad utilizar la vergüenza, mientras el débil tiene un sólo, exíguo margen de defensa o de ilusión de defensa, que consiste en la verdad. Lo diré más clara y banalmente: en este nuestro país no le es posible a un hombre honesto ponerse, en abstracto, en contra el delito de difamación, considerarlo siempre y en cualquier caso un delito que cabe castigar duramente, sino que de vez en vez, el hombre honesto, caso por caso, debe evaluar la sustancia y los accidentes, crearse una opinión y un ju
icio en su particularidad y por encima de las leyes que lo contemplan y de los tribunales que lo juzgan. Y tanto es así hoy en día que parece ser que hemos llegado a un punto en el que las leyes relativas a la injuria, a la difamación y a la calumnia, se pueden considerar caídas en desuso para los fuertes y todavía en vigor para los débiles.
Sé que me expreso sin propiedad, especialmente hablando ante técnicos del derecho. Pero creo que una discusión sobre el delito de difamación, sobre cómo se querría definirlo y castigarlo, no puede prescindir de una visión del problema de la marginación tal y como se configura en la no-sociedad italiana.
Está claro que la vida política italiana está dominada por una sola tendencia, que es de hecho negación de la política: la búsqueda de la unanimidad, del unanimismo. Ya de por sí una no-sociedad compuesta de consorterías y corporaciones, partes y partidos, fuertes y privilegiados, era suficientemente preocupante, pero tenía su punto débil, por lo menos, y desde nuestro punto de vista reconfortante, al ser algo así como centrifugada, invertebrada. Pero una no-sociedad vertebrada en el compromiso y las concertaciones, y que procede por unanimidad, es absolutamente proecupante. Aunque ésta no es más que una pequeña y poco precisa disgresión. He venido simplemente para aportar una experiencia reciente, para exponer un ejemplo de difamación en el sentido en el que compromisos y concertaciones y unanimidades, a las que necesariamente corresponde la marginación, lo configuran para el futuro. Esta mi experiencia está relacionada con el libro recién publicado: "L'affaire Moro"(1). Ni que decir tiene que se han apunta
do armas, contra este pequeño libro, que nada tienen que ver con la crítica y que mucho tienen que ver con la difamación. El 14 de octubre, por ejemplo, la agencia Ansa difundía el siguiente comunicado: "La última publicación de Leonardo Sciascia, "L'affaire Moro", acaba de salir a la luz y ya está circundada de una atmósfera de misterio. El libro, publicado por el editor Sellerio, de Palermo, había sido anunciado al precio de 5.000 liras, 250 páginas. En cambio se articula en 148 páginas al precio de 3.500 liras". La anotación más sorprendente es que el libro se presenta como segunda edición a pesar de que no haya circulado nunca la primera".
El volumen, aparecido en el día de hoy en las librerías, ha hallado inmediatamente un mercado favorable. Lo "anunciado" deja pensar que realmente el editor haya declarado que este libro era de 250 páginas y que iba a costar 5.000 liras. Dicho anuncio no se ha efectuado nunca, en absoluto. El libro fue escrito tal y como ha sido publicado. De donde proviene esta noticia, no se puede comprender. Pero la verdad es que se da de tal manera que se diría que procede del editor. Entre otras cosas, no he escrito nunca un libro de 250 páginas. Mi medida no va nunca más allá de las 150 páginas. El comunicado Ansa, a pesar de haber sido desmentido el mismo día por parte del editor, ha hallado la más amplia difusión en los periódicos.
Además, cabe decir, que es un editor pequeño aunque refinado, como se suele decir y como dicen siempre los periódicos, pequeño pero refinado, tiene estructuras que le permiten publicar libros con una tirada de 4-5.000 ejemplares como mucho. Esta vez han previsto un una tirada de 40.000. Lo habían confiado a una imprenta, que imprimía 1.000 ejemplares al día. Entoces, ante la demanda de las librerías, se dieron cuenta de que 40.000 ejemplares no bastaban. Y decidieron confiarle a otra imprenta la impresión de otros miles de ejemplares, contándolos como segunda edición, pues todo ello sucedía más o menos diez días después de la primera. En cualquier caso este comunicado sobre el caso misterioso inexistente del libro ha sido reflejado por casi todos los periódicos con títulos como este: "El libro de Sciascia sale a la luz y se agota al momento pero se tiñe de misterio". "El libro de Sciascia con menos páginas de las previstas". "Pequeño misterio (publicitario) - Sciascia ha recortado 102 páginas al libro sobre
el caso Moro". "Fuertes recortes al libro de Sciascia sobre Moro". "El caso Moro de Sciascia ha sido publicado, pero tras él todo un misterio". "Misterio en torno al libro de Leonardo Sciascia - El caso Moro, un auténtico misterio". Etc.
A éso sumémosle todo lo que han publicado los periódicos, y que realmente es digno de análisis. En una crítica que debería ser una crítica literaria, por ejemplo, se encuentran cosas de esta calaña: "Sciascia no pronuncia el nombre de otro estatólatra: Sandro Pertini(2). Tal vez la omisión se debe al hecho de que ahora Pertini se ha convertido en Presidente de la República". Esta es una insinuación curiosa, extrañísima, el hecho de que yo no formule una lista de estatólatras. Es más, creo que en el libro no he mencionado ni una sola vez el nombre de Berlinguer(3). Por qué iba a tener que aparecer el nombre de Pertini, no me lo explico. Además, una última pregunta, en vez de afirmación, formulada con un cierto escrúpulo y con una cierta elegancia por un crítico que creo ha intervenido o intervendrá en este convenio: "Queda sin responder de forma exhaustiva la siguiente pregunta: a parte de la piedad y el desdén qué ha impulsado a Sciascia a escribir "L'Affaire Moro"?". Curiosa pregunta, pues la piedad de por
sí sola bastaría como móvil para escribir un libro. Y el desdén también. Ambos bastarían para escribir libros toda una vida. Si un crítico literario se pregunta por qué escribo un libro, a parte de la piedad y el desdén, la respuesta de quién lee la recensión creo que es lo dicho. Recuerdo un relato de Corrado Alvaro en la postguerra, cuando Roma aún estaba ocupada por los americanos y para publicar libros había que ir a la comisaría para que te diesen el permiso y explicar el motivo por el que uno quería publicar el libro. Alvaro entra en la comisaría y asiste a escenas de escasa humanidad - posteriormente, cuando le toca su turno, el funcionario le mira y dice: "Usted quiere publicar un libro, por qué?" Y Alvaro contesta: "para ganar dinero". Por lo tanto, yo digo que a tal pregunta una sola respuesta posible: para ganar dinero.
Ni que decir tiene, casi todo el mundo ha ignorado el hecho de que los derechos de este libro van a la Universidad de Palermo para una investigación sobre el comportamiento de la prensa italiana durante el caso Moro. Y no acabaría de citar nunca: hay un crítico literario que habla de un "battage", de lanzamiento editorial excepcional. Es el colmo: el lanzamiento editorial no ha existido en absoluto. Todo se ha desarrollado de la siguiente manera: yo estaba en el campo a 130 kms de Palermo, venían periodistas y yo, puesto que era su trabajo, me sentía casi con el deber de hacer una entrevista, de darles el artículo que solicitaban, etc. El editor no tenía nada que ver, ni podía tener nada que ver. Este crítico, por ejemplo, concluye de la siguiente manera: "Si el resultado económico de la operación "Affaire Moro", fuese, tal y como será, de los mejores, a lo mejor se le ocurre devolver al menos una parte de los veneficios de este affaire a los herederos de las víctimas de Via Fani, los más necesitados". Y lue
go se llega a la siguente estupidez, que por el momento es utilizada en sentido difamatorio: "El libro es de una ambigüedad extremamente irritante. Aunque cabe destacar la calidad de la imprenta, a cargo del editor Sellerio con rara elegancia, la portada con el aguafuerte de Fabrizio Clerici, papel grueso, texto espaciado, limpio. «Precio muy accesible!". «Con la exclamación!. Como si el libro hubiese sido financiado por la Cía o el KGB. No se comprende qué es lo que se pretende insinuar.
Esto es lo que he querido contaros, así comentando un par de cosas. Pero leer todo lo que ha sido escrito es una diversión dramática, casi trágica, diría. He querido contaros esta experiencia. Esta es la difamación - creo que es difamación el caso del que soy objeto por este libro - y naturalmente todo se debe al hecho de que el libro ha infundido un cierto miedo. Y entonces, yo creo que casos semejantes pueden suceder y sucederán cada vez más a menudo a medida que se procede hacia la unanimidad.
N.d.T.
(1) MORO ALDO . (Maglie 1916 - Roma 1978). Político italiano. Secretario de la Democracia cristiana (1959-65). Artífice de la política de centro izquierda. Ministro en repetidas ocasiones, Presidente del Consejo (1963-68, 1974-76). A partir de 1976 presidente de la democracia cristiana (DC). Preconizó el acercamiento del Partido Comunista Italiano (PCI) al gobierno delineando al hipótesis de una "tercera fase" (tras la del "centrismo" y la del "centro izquierda") del sistema político. Secuestrado por las Brigadas Rojas en Roma, el 16 de marzo de 1978, fue encontrado muerto el 9 de mayo del mismo año.
(2) PERTINI SANDRO . (Stella 1896 - Roma 1980). Político italiano. Socialista, encarcelado durante el fascismo y exiliado. De 1943 a 1945 participó en la Resistencia italiana. Secretario del Partido socialista, diputado, presidente de la Cámara (1968-1976), Presidente de la República italiana (1978-1985).
(3) BERLINGUER ENRICO . (Sassari 1922 - Padua, 1984). Político italiano. Diputado desde 1968, secretario general del Partido comunista italiano (PCI) desde 1979 hasta su muerte, tras la crisis y el asesinato de Allende forjó el "compromiso histórico", que produjo desde 1976 hasta 1979 la llamada "mayoría de la no-desconfianza", máxima realización de la estrategia togliattiana para un acuerdo orgánico con la Democracia Cristiana. Su proyecto de dar vida al que se ha dado en llamar "Eurocomunismo", es un intento de proyectar en occidente un reformismo que no renegase del todo la experiencia comunista.