Marco PannellaSUMARIO: El 12 de mayo de 1977 la policía carga contra miles de manifestantes que participan en Roma en una manifestación no violenta del Partido radical para la recogida de firmas sobre los "8 referéndums contra el régimen" (abolición del Concordato, de los tribunales militares, de los delitos de opinión, contenidos en el Código penal, de algunas partes de la ley sobre manicomios, de la ley que atribuye a la policía poderes especiales en materia de arresto, perquisición e interceptaciones telefónicas, de la ley que atribuye a los partidos un consistente financiamiento público, de la "Comisión sumariante". el "tribunal" especial compuesto por parlamentarios para el juicio preventivo por delitos cometidos por ministros). Una joven, Giorgiana Masi, es asesinada y otros muchos manifestantes heridos. El Ministro del Interior niega que la policía haya usado armas de fuego. El Pr, demuestra, por el contrario, a través de una filmación en la que aparece un agente de policía disparando reiteradamente contra la multi
tud y cientos de fotografías en las que aparecen agentes armados, disfrazados de "autónomos" que el Ministro del interior, Francesco Cossiga, había mentido.
A través de la publicación de un "Libro Blanco" que recoge los testimonios de todos aquellos que habían asistido a las brutales agresiones de la policía, el Partido radical demuestra que se había producido un intento de siniestro y presenta una denuncia.
El 15 de enero 1979, el acusador público, Giorgio Santacroce, solicita que se cierre el caso y que se archive el proceso por el asesinato de Giorgiana Masi "por permanecer desconocidos los autores de los hechos".
En las conclusiones del "Libro Blanco", Marco Pannella critica duramente el comportamiento de la magistratura que ha omitido dirigir todo tipo de investigación seria, y, ante las pruebas fotográficas que atestiguaban la premeditada agresión por parte de la policía con respecto a los manifestantes, se ha parado ante la "ragion di Stato".
(Libro Blanco del Partido radical sobre el asesinato de Giorgiana Masi y sobre los hechos del 12 de mayo de 1977: "Crónica de un siniestro" - elaborado por el Centro de iniciativa jurídica Piero Calamandrei - abril de 1979)
Existen evidencias, existen soles cegadores sobre las vías de Damasco, que devuelven a los viles a las tinieblas de la vergüenza y de la traición en vez de devolverlos a la luz de la verdad y del valor.
Un juez que "ceda" ante el miedo (no que lo "tenga") de las verdades por descubrir y proclamar es un magistrado que blasfema contra la justicia y contra sí mismo.
Es literalmente un renegado, servidor voluntario y responsable de la violencia, y por lo tanto de la muerte. Asesina en sí y en los demás el culto de la posible justicia para precipitarlo todo en el horror de la desesperación, de la rabia, de la revuelta, de la destrucción de toda convivencia humana y cívica. Acaba por inmolar el orden y el poder, que quiere salvar y del que quiere salvarse, sobre el altar en donde se llamó a engaños creyendo poder sacrificar "solamente" la justicia y la verdad. Niega esa honesta "pietas" hacia las víctimas de los acontecimientos sociales que es la única razón humana y civil por la que un no violento puede aceptar la espada de públicas sentencias contra un semejante cualquiera.
De por sí, un juez que prefiera obedecer a una ley injusta - y que en conciencia la considere - no es más que un funcionario del poder. Pero cuando un juez desprecia la mismísima ley, la viola o la cambia, para enterrar la verdad o negar la justicia, por razones de Estado o de Iglesia, o de Partido, o política, o por cobardía, o por desidia, o deslealtad, nadie como él hiere de muerte la vida y la paz.
Existen dos jueces de este tipo. Y se les prefiere, se convierten en "favoritos". A partir de ese momento, se les confían procesos "mejores", "más delicados"; no se arriesgan a la reacción de los violentos, no le hacen arriesgar nada a los violentos culpables, en proporción directa con la gravedad y el horror de sus crímenes.
La noción de que existen arma a aquellos que acribillan a los Occorsio y a los Alessandrini. Si todos los jueces fuesen como los Occorsio desde el momento en el que fue asesinado, como los Alessandrini, valdría la pena eliminarlos si sus sucesores no fuesen distintos?. En este proceso, un día, un "juez" me dijo: " Qué hago?. Le mando una advertencia de delito a toda la policía romana, mejor dicho italiana?, Al ministro del interior, al jefe de policía, a todos los comisarios y los oficiales de carabineros de Roma y del Lacio?. Cómo voy a hacer eso?". No le contesté; esperé a que se diese cuenta de lo que había afirmado, comprendido, presupuesto. Pero una evidencia ya le cegaba: la verdad era clara, y tenía miedo. Y yo tuve miedo mientras le escuchaba.
Ese día, ese 12 de mayo, tenía que dar lugar a un siniestro sin límites.
Un milagro lo impidió, milagro que llevaron a cabo conjuntamente miles de ciudadanos y de militantes con gran determinación, por motivos distintos e incluso contradictorios, y absoluta vocación activa y no violenta. Un milagro, realizado por la inmensa, inmensa mayoría de los casi dos mil policías y carabineros, engañados, amedrentados, aterrorizados, exentos del odio que se intentaba inculcarles. Ellos llevaron a cabo cientos de delito; pero no son nada con respecto a lo que se les quería reducir. Incluso entre ellos debía de haber caídos, acribillados. En vano se habían armado las manos asesinas durante las semanas y los días anteriores, que habían permitido al gobierno (y al Parlamento) imponer (y sufrir) la escalada de los "opuestos" pero también de los "idénticos" terrorismos estatales y "privados", e intentar usarlos contra la República. Horas después de este milagro, voces que escupían espuma de rabia, de incredulidad angustiada, al final chillaban desde las radios "de servicio" la orden que debía ser
acallada: "«Disparad, disparad, matadlos!". No lo sabíamos. Nos lo dicen ahora las actas oficiales del proceso. Son ahora estas actas oficiales las que gritan que alguien al final "obedeció", asesinó. Y dice el juez que el asesinato de Giorgiana Masi, y el organizador del siniestro no podrían ser descubiertos?
Sin embargo ya lo han encontrado. Está ahí. En las actas. Tiene un nombre. Tienen nombres. Existen. Actúan. Son poderosos. Cada vez más poderosos.
El juez sabe. Tiene miedo. Sigue condenando la verdad, la justicia, la vida, a la sepultura. Puesto que existen asesinos, puesto que está demostrado, puesto que han sido hallados, es inútil llevar a cabo investigaciones, «que se les archive!.
Uno solo - este - de los hechos que se desprenden del proceso. Uno solo - este - de los como mínimo veinte hechos equivalentes y que han sido tratados de la misma manera; "de la misma manera", es decir de modo infame.
No sigo. Los demás, que cada cual los halle, los haga, los sopese. Este libro ya es de por sí de difícil lectura y de insoportable verdad y claridad. Un siniestro está en curso, se cierne, hay que interrumpirlo. Peor, infinitamente peor que el siniestro físico, del 12 de mayo de 1977, puesto que corre el riesgo de ser un nuevo siniestro de legalidad por parte de la "justicia". La máquina infernal está de nuevo en movimiento. Ahora otros, otro poder del Estado debe ser devorado, tras el ejecutivo, tras el legislativo, para que los asesinos se salven y sean más poderosos, para que Giorgiana Masi esté muerta para siempre realmente, incluso en el recuerdo - incluso - si es necesario - en aquellos que la recuerdan y que esperan.
Ahora nos saludamos de nuevo, incluso conversamos. "«Chao Pannella!, "«Chao Cossiga!, "«Chao, Marco!", "«Chao Francesco!". Los años de la universidad; estos casi treinta años, o veintiocho más los dos últimos. Mejor así. Ahora sé, ahora sabemos que no me impulsa la ira, ni el rencor ni el odio; pero este tiempo en el que demasiado a menudo la inteligencia es dolor, tener razón es desazón y es menester salvar la justicia y la ley. La justicia y la ley exigen la verdad sobre el 12 de mayo, y nosotros con ellas. Mientras exista un solo diputado radical en el parlamento no podrá, no deberá olvidar en una sola grande, grave, ocasión, tal vez la más ajena o lejana, hacer que retumbe en el aula y en las conciencias el nombre de Giorgiana Masi hasta que no se haga justicia. A costa de una cadena sin fin de procesos, contra nosotros y contra los cerebros del siniestro, los ejecutores del asesinato, los cómplices de por aquel entonces, de ahora y de mañana.
Por ello, hay que leerse este libro, estudiarlo, difundirlo, recordarlo, integrarlo, ponerlo al día: para que seamos cada día más, y más y más todavía.