Marco PannellaSUMARIO: Marco Pannella contesta "en caliente" a la intervención del teólogo Concetti que en "L'Osservatore Romano" se complace de la campaña contra el exterminio causado por el hambre manifestando al mismo tiempo sus reservas sobre la coherencia de la batalla para la defensa de la vida humana con la de la legalización del aborto. Pannella aclara que ni era ni es nuestra intención "implicar, en la batalla para la defensa de la vida de los niños, al Papa". Nos movemos hacia él pues él ya está implicado en esta batalla, pues sus palabras parecen estar armadas del testimonio y del apoyo explícitos de esa parte del pueblo romano que de lo contrario hubiese estado en otra parte. Recopilando el llamamiento a la coherencia por lo que se refiere al aborto, Pannella afirma estar de acuerdo en la "defensa total de la vida"; la diversidad, por otra parte presente en muchos padres de la Iglesia, estriba en que sea o no sea vida humana, es decir en qué momento empieza a serlo. Por último, con respecto a las aclaraciones
del padre Concetti a propósito del papel de la Iglesia católica "que no es sólo el de lanzar llamamientos de valor moral" sino también de dedicarse a todas sus actividades, Pannella subraya que en una sociedad que deseamos sea libre, es perfectamente legítimo que cualquier persona pueda operar por el bien o por lo que considera su deber social: "podemos no estar de acuerdo, en cambio sobre la relación que esta libertad tenga con el poder y el dinero públicos".
(LA REPUBBLICA, 14 de abril de 1979)
La intervención de Padre Concetti, el relieve que "L'Osservatore Romano" le concede, el tiempo y el motivo explícito del discurso tan acreditadamente propuesto a la atención de todos, premian la confianza y la esperanza por las que hemos decidido celebrar la Marcha de Pascua desde Puerta Pía hasta San Pedro, mostrando a los escépticos y a los desconfiados que confianza y esperanza estaban y están bien plantadas, y por lo tanto son inevitables y justas.
Estoy personalmente conmovido, no hallo otra palabra para expresar lo que siento, por este gesto. Se hubiese podido esperar, tal y como otros harán, al martes para tomar postura e informar a los lectores de esta iniciativa, de las razones y de los objetivos que la han dictado. Ahora sé a ciencia cierta que el querer salvar millones de vidas de niños es realmente una esperanza lícita y n una falacia irresponsable.
Agradezco a "La Repubblica" que me permita contestarle inmediatamente en caliente, tras leer "L'Osservatore Romano" de esta noche, al Padre Concetti.
En primer lugar, quisiera aclarar que he hecho todos los esfuerzos posibles, desde hace dos semanas, por aclarar que no era ni es nuestra intención "implicar, en la batalla en pro de la defensa de la vida de los niños, al Papa". No tiene sentido, sería impropio así como una manifestación de soberbia. Nosotros nos movemos hacia él porque él ya está implicado, al igual que sus antecesores, en esta batalla. Porque el Papa Pablo ha sido profeta desarmado, desarmado por los poderosos de la Tierra, por nuestros Estados, nuestras políticas, y los movimientos no violentos, de pacifistas, de internacionalistas, de socialistas, de laicos, hemos sido desarmados, inadecuados, abatidos o conniventes o cómplices.
Llegamos hasta los umbrales de San Pedro, por este motivo: para que, decía ayer, las palabras que sin lugar a dudas diremos y que por supuesto no estarán dictadas ni inspiradas por nosotros, puedan resonar con la máxima fuerza y decisión evangélica, aparezcan armadas por el testimonio y el apoyo explícito de esta parte del pueblo romano que de lo contrario hubiese estado en otra parte; incluso interiormente en otra parte. En cualquier caso, y como mucho, nos cabe confiar en haber contribuido de alguna manera para que estas palabras tengan claridad política, para los políticos, y que éstos sepan que no se puede seguir asesinando al hombre, en nombre de un proyecto de hombre; así como con respecto al "desarrollo" del día de mañana no se puede omitir intervenir hoy, hay que actuar inmediatamente, ahora, con todo el dinero, con todos los medios necesarios, de la ONU, de los Estados, para arrancar de la muerte a aquellos que están muriendo, y que son por lo menos treinta millones de personas.
"Unidos por la vida", (1), padre Concetti, no será sólo el eslógan de un día. Para muchos de nosotros es proclamación de voluntad, decisión declarada, proyecto humano y político.
Podríamos no estar de acuerdo con los medios, con las herramientas, con los análisis, con cada un de los proyectos: pero a este respecto, creo, es legal pensar de forma distinta incluso en el seno de la Iglesia, y no sólo en la sociedad civil.
Pero en esta primera, apresurada respuesta, debo verdad y sinceridad, con la confianza de ser entendido, y la esperanza de que la diversidad no se confunda con enemistad, hostilidad, con algo ajeno. No quiero ser ni reticente ni "político".
Estamos de acuerdo nosotros también en la "defensa total de la vida", de toda la vida humana.
Pero tolérese, padre Concetti, que lo que es o no es "vida humana" y cuándo empieza, hay no creyentes de buena fe, o creyentes distintos, que viven en dicha problemática y en la sociedad las "universalidades" que fueron de San Basilio y de San Agustín, y de otros muchos padres pensantes de la Iglesia. Estamos todos en contra del aborto Estatal y el aborto clandestino. Nos ha dividido sencilla y gravemente la manera distinta de entender la responsabilidad y los derechos-deberes de conciencia de la mujer, a la que Dios o la naturaleza han conferido esa tremenda y feliz responsabilidad de decidir si ser madre o no serlo. Tendemos, en cualquier caso, con toda nuestra fuerza humana y política a realizar una sociedad que no fomente ni obligue al aborto, sino a la vida, a toda la vida.
Incluso con respecto a la paz, padre Concetti, usted sabe que nosotros estamos de acuerdo. El "no matar", para nosotros, no tolera excepciones. Ni colectivas ni privadas. Con respecto a la absoluta libertad de cualquiera, e in primis de la Iglesia, en una sociedad que deseamos sea libre, y que exalte las libertades de cada cual, de operar en pos del bien, o lo que se considere un deber social. Incluso la duda es lícita. Podemos dividirnos, en cambio, sobre la relación que esta libertad tiene que tener con el poder y el dinero públicos.
Por ello nosotros los laicos, socialistas, libertarios creemos firmemente en esa unidad en los valores y por los valores que contraponemos a otras "unidades" políticas que no nos gustan.
N.d.T.
(1) En italiano, "Uniti per la vita" quiere decir "en pro de la vida" pero también "de por vida".