Massimo CacciariSUMARIO: "Las aporías del radicalismo corresponden a una concepción humanista que desearía ser integral". "El radicalismo se centra en una 'idea' del Hombre", que no se puede reducir a la historia de las "infinitas revelaciones de su ser-enajenado". Dicha concepción es más compleja debido al reconocimiento de que "el Hombre tiene que mantener una relación armónica con la naturaleza". He ahí el error teórico, porque "no hay históricamente más desarrollo del humanismo que el inexorable desencanto sobre las posibilidades de dicha armonía". Pero "las aporías de la concepción radical cabe considerarlas como una "señal de los tiempos", es decir señal de la "crisis del humanismo como fundamento cultural de la Técnica"; y si la respuesta del radicalismo "es contradictoria y fundamentalmente regresiva, el radicalismo la vive, y vive de ella". El radicalismo por lo tanto "marca contradictoriamente el problema de la superación del humanismo". Pero esta superación podrá tener éxito sólo como un "atravesar, ir más allá d
el espacio de la enajenación de la Técnica". Dicho método parece ajeno al radicalismo que parece preferir los "hatajos". Y sin embargo, "quién esté libre de contradicciones que tire la primera piedra".
(»Rinascita del 20 de julio de 1979 - vuelto a publicar por "I RADICALI: COMPAGNI, QUALUNQUISTI, DESTABILIZZATORI?", elaborado por Valter Vecellio, Edizioni Quaderni Radicali/5, 1981)
El problema del radicalismo italiano ha sido afrontado más que nada bajo ópticas sociologistas o inmediatamente políticas. Considero útil detectar brevemente algunos presupuestos culturales más profundos. Que este trabajo aún no haya sido llevado a cabo, puede depender de algún que otro (justificado) temor de acabar topando con la siguiente moral: "de te fabula narratur". Pero correr el riesgo parecería necesario, pues no hay confrontación en donde un participante rechace ponerse en entredicho.
Las aporías del radicalismo son las de una concepción humanista que desearía ser integral. No es difícil comprobar que el radicalismo se centra en una "idea" del Hombre. El Hombre parece ser imposible de dominar por la historia (o prehistoria) por las infinitas revelaciones de su ser-enajenado. El estado de enajenamiento no contamina la "naturaleza" del Hombre, que se mantiene un "cosmo" en potencia, y que a la realización de un "cosmos" de relaciones existenciales y sociales "anhela". Sin dicha "idea", el profundo soplo teleológico que sostiene al radicalismo adolece de argumentos - se convierte en un simple discurso edificante, retórica. Pero dicho soplo no es más que escatología secularizada.
El concepto radical se complica por el hecho de que el Hombre tiene que mantener una relación de armonía con la naturaleza. Ahora bien, en las tradicionales "apocalipsis" (revelaciones) de la auténtica naturaleza del Hombre, había mantenido sólidamente su papel de piloto, auriga, autoridad, de aquel al que las cosas de la naturaleza le son destinadas por la divina providencia, están a su "disposición", "al alcance de la mano". Por el contrario, en la "apocalipsis" radical, no puede abarcar la cosa y lo animal. Es más, su mismísima centralidad parece depender de su capacidad de convenir con la naturaleza una suerte de "musicus concentus".
Pero, acaso puede el humanismo desarrollarse en esta dirección (y, de forma que no sea retórico-edificante)? No se da históricamente otro desarrollo del humanismo que no sea el inexorable desencanto sobre las posibilidades de dicha armonía. El humanismo es la progresiva liquidación (de la misma memoria) de ese "amanecer" no prometéico, en el que el trabajo no aparece como transformación-manipulación-aniquilación de la natura, sino de "educación" de su forma junto a la misma del artífice. La misma idea de una superación completa del estado de enajenación acaba por coincidir con la utopía técnica de un perfecto doblegarse de la naturaleza (inclusive el mismísimo hecho de que las relaciones socio-económicas pasen a ser relaciones naturales: véase la economía clásica). La compresencia de un modelo escatológico humanístico y de esta idea, entre otras cosas bastante vagamente expresada aunque (parecería) agudamente vivida, de un "liberarse" de la naturaleza misma en una armonía superior con los quehaceres del Hom
bre, constituye una aporía conceptual y prácticamente insuperable.
Ambas direcciones de la cultura radical presuponen un regreso, una "reforma", en el sentido literal. Los efectos de este planteamiento son inmediatamente visibles en el terreno político (la polémica sobre el "Estado de los partidos", una cierta concepción de las instituciones parlamentarias, la ideología de la sociedad civil, y el continuo remitirse a ella, etc.) pero es ahí en donde encuentran su origen. La cultura radical es una cultura protestante, en sí doblemente contradictoria. Primero, porque pretende ser laica y des-sacralizada, cuando su mismísimo humanismo tiene por condición una idea de naturaleza humana, sólo teleológicamente sostenible. Segundo, porque, mientras que la cultura protestante es totalmente fiel a la imagen judaico cristiana de la Señoría absoluta del Hombre sobre la naturaleza, aquí se produce una confusión (pretendidamente sintética) entre dicho humanismo y una idea de armonía que le es históricamente ajena.
El razonamiento no sólo no se concluye sino que empieza aquí. las mismas aporías de la concepción radical cabe verlas como señal de los tiempos. Y esta señal, junto a otras muchas, parece indicar la crisis del humanismo como fundamento cultural de la Técnica, la crisis de una teleología que hace coincidir la plena realización de la Técnica con la revelación de la naturaleza no enajenada del Hombre. El radicalismo no puede pensar "radicalmente" esta crisis, puesto que no ve en la Técnica el producto necesario del humanismo, y por ello recae continuamente en el Miserabilismus sobre su "mal uso", sobre los "aprendices de brujos", etc. El radicalismo querría que el río volviese a su fuente. Y sin embargo, si su respuesta a la crisis del humanismo es contradictoria y fundamentalmente regresiva, el radicalismo la vive "y vive de ella". Esto marca contradictoriamente el problema - que tal vez estriba en la mismísima "identidad" de la época cultural que atravesamos - de la superación del humanismo. Desde luego, esta
superación no va a tener lugar volviendo atrás, agarrándose a los mitos de la naturaleza humana imposible de enajenar, por revelar, o de la síntesis entre humanismo e idea de armonía. Esta superación podrá producirse sólo como un atravesar, un ira más allá del espacio de la enajenación y de la Técnica. Un atravesar que sea "crítico" de este espacio, que sepa acoger "en su seno" las señales de su posible ir más allá de sí mismo. No la crítica utópica que salta fuera de este espacio y prefigura los trazos del que está de camino, sino la crítica sabia de sus límites, que traslada constantemente y con suma fatiga los confines, que descubre "agujeros" y por eso mismo los "posibles "excesos". Este difícil método parece aún ajeno al radicalismo, que me parece prefiere los (imposibles) hatajos o dar énfasis al problema de lo inmediato. Sin embargo, tal vez reconociendo la realidad de este problema, y reconociendo su profundidad difícilmente comerciable al minuto, una confrontación, un trabajo común de excavación pu
eda resultar provechoso. Quién esté libre de contradicciones, que tire sus propias verdades.