Leonardo SciasciaSUMARIO: Cámara de los diputados, 17 de diciembre de 1979. Leonardo Sciascia llevó a cabo una interpelación radical sobre el abuso de las armas de fuego por parte de las fuerzas de policía en los puestos de control.
("Número único" para el XXXV Congreso del Partido radical - Budapest 22-26 abril 1989)
Señora Presidente, señores diputados, sé perfectamente - repito las palabras de Cicciomessere y Mellini - lo muy disonante, inoportuna, impropia del momento que estamos atravesando y contraria a las peticiones que surjen de varias partes como así mismo a las medidas gubernativas que la acojen, que podrá parecer a muchos nuestra interpelación. Sin embargo, hay que dar, rebatir y debatir las informaciones que conciernen a la libertad y al derecho sea cual sea el riesgo, incluso en los momentos menos oportunos.
Tal vez, resulte igualmente inoportuno recordar a los amigos de izquierdas que todo lo que voy ha decir ya lo he dicho en sustancia en el momento de la votación de la "ley Real", en un convenio del Partido comunista en Palermo y en la revista semanal "Rinascita". Me refería a los "edictos" de los que se habla en el primer capítulo de "I promessi sposi" (Los novios) cuya terribilidad galopante no impedía el galope de la valentía.
Por extraño que pueda parecer, sigo siendo de la misma opinión. Es decir, que el dar a la policía más poderes y a los culpables penas más duras no disminuirá ni un ápice los fenómenos de delincuencia que estamos afrontando. Por otra parte, la opinión es tan obvia que hace por lo menos dos siglos que corre por Europa, aunque todavía sigue encontrando resistencias insensatas o interesadas. Pero no me voy a detener en los principios. De lo que aquí y ahora quiero hablar, es mejor dar lo que los predicadores llamaban ejemplo.
Cuando voy al campo, y sobre todo en domingo, en la carretera Palermo-Agrigento siempre veo policía o carabineros quietos en un cruce o en un lateral, que paran a algunos coches y a otros les dejan pasar sin pararlos. Me gustaría saber a mí con qué criterio les paran o les dejan pasar, es decir, si utilizan un criterio estadístico o fisionómico. Pero lo que me inquieta es lo siguiente: que los tres carabineros o agentes de policía, porque suelen ser tres, están completamente a la intemperie con respecto a los coches que van llegando. Y cada vez me acecha la misma duda: que si en el coche que están a punto de parar se hallase gente que tuviera todos los motivos para no querer que se les parase, con una metralleta los liquidarían a los tres sin darles tiempo a reaccionar. Mientras que, si en el coche se hallase un conductor despistado o inexperto, serían ellos los que tendrían tiempo para disparar y matarlo. Así pues se da la siguiente paradoja, que un delincuente conseguiría pasar indemne y matarlos, mientras
que un buen ciudadano culpable de despiste y de inexperiencia y emotividad se convertiría fácilmente en víctima.
Lo que quiero decir es que la policía no necesita leyes especiales, ni poderes más vastos y arbitrarios, sino una buena instrucción y un entrenamiento concienzudo, y, sobre todo, una dirección inteligente. Las leyes especiales y los poderes más amplios sólo crean demagogia y además de ser inútiles, resultan especialmente peligrosos para nosotros ciudadanos y para la policía misma. No son más que desahogos que los malos gobiernos ofrecen a las policías incapaces y que acaban por ser ejercidos más sobre los ciudadanos inocentes que sobre los culpables. Son gestos de desprecio no sólo para con los ciudadanos, sino especialmente para con los ciudadanos que forman parte de un cuerpo de policía. Tal y como el código Zanardelli concedía al retraso de las poblaciones meridionales el delito de honor, así las leyes especiales conceden al atraso de la policía el desahogo de la posible vejación y del uso indebido de las armas. Yo creo que si estos treinta años de vida democrática ha tenido alguna incidencia, la policía
y los carabineros se deberían sentir ofendidos y no halagados por este desahogo que se les concede.
No queremos que las fuerzas del orden - que realmente deseamos que lo sean sin demostrar gratuitamente la fuerza y que sean portadoras de un orden que no tenga nada que ver con la violencia - se echen a perder cotidianamente. Personalmente, considero que se deben poner a su disposición instrumentos legislativos más adecuados al curso de las cosas, pero sin que se toquen los principios constitucionales. Estamos muy preocupados - y también por ellos - de que se les quiera dar el precepto de la emergencia y de la guerra civil. En su lugar, más que la facultad de arrestar con amplios márgenes de arbitrio o de matar con impunidad, preguntaría - y tendrían todo el derecho del mundo - qué quería decir el juez Alessandrini cuando, en una entrevista concedida algunos días antes de que le asesinaran, afirmó que en la lucha contra el terrorismo no hacía falta pararse ante los santuarios del poder.
He ahí el verdadero nudo que hay que desatar, la verdadera pregunta que las fuerzas de policía y carabineros se tendrían que plantear. Una policía y un cuerpo de carabineros que no quieren que se les mande al sacrificio inútil y que no quieren sacrificar inútilmente a los ciudadanos inocentes.