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Sciascia Leonardo - 15 marzo 1980
Pensando en Aldo Moro
Leonardo Sciascia

SUMARIO: Recuerda la intervención de una joven a lo largo de una discusión entre amigos sobre el secuestro de Aldo Moro y sus cartas. Intervención llena de "generosidad" y de "pasión", que en su momento le pareció a rebosar de "pedantería": y que por el contrario posteriormente había acabado por hacerle cambiar de "sentimiento y de opinión" con respecto a toda la cuestión. Dicha intervención no contenía ninguna "evaluación" ninguna opinión ni ningún cálculo". Para ella lo único que contaba era "el hombre que estaba agonizando", cuyas palabras estaban destinadas a ser "mitificadas, traicionadas, entregadas en manos del delirio". Un mensaje de ese tipo halló eco en "Lotta Continua" (Sciascia admite que por aquel entonces desconfió del mismo, cosa de la que ahora se arrepiente) y halló eco asimismo en la Cámara, gracias a la intervención de Mimmo Pinto. Un mensaje de solidaridad de tal envergadura es, según Tolstoi, propio de hombres de "nuestro tipo de cultura". Actualmente, Sciascia declara que culturalmente

él se siente también uno de esos hombres de los que Tolstoi hablaba, y afirma que el caso Moro "ha marcado" su vida.

(L'ESPRESSO, 21 de abril de 1980)

La noche del 9 de abril de 1978, discurriendo entre amigos sobre el secuestro de Moro(1) y sus cartas: una dirigida a Cossiga(2), y otra a Zaccagnini - que los periódicos habían publicado, una joven intervino en la discusión con una generosidad y una pasión que tal vez en ese momento me parecieron petulancia, pero que me proporcionaron un cierto desasosiego, me estimularon la reflexión y me condujeron a cambiar de sentimiento y de opinión. No se trataba de un razonamiento, sino de generosidad, de pasión. Nosotros hablábamos de la "ragion di Stato", del comportamiento de Moro, de si había que negociar o no, de fingir disponibilidad a la negociación o realmente acceder, de si un hombre como Moro tenía derecho al miedo o no. Todos lo queríamos sano y salvo, pero sin pagar el precio de tener que ceder.

Unos decían que el Estado no debía pagar el precio de ceder; otros decían que Moro no debía pagar el precio de ceder; otros que ninguno de los dos debía pagar el precio. En cambio, en la intervención de la joven no existía evaluación alguna, ni juicios, ni cálculos lograban apoderarse de su pasión. Eran, irreversibles, las razones que la razón no conoce. Molestaban. Pero en la medida en la que dejaban mella. Ecos de grandes palabras, de grandes textos, más celebrados que vividos, su hablar agitado y un tanto incierto. Para ella sólo existía ese hombre que agonizaba, ese hombre que en plena agonía hilaba palabras que ya no servían, palabras que nadie iba a ser capaz de vivir de nuevo, ni estaba dispuesto a hacerlo, palabras que iban a ser mitificadas, traicionadas relegadas a diálogos vanos, a delirios. La criatura, despojada de todo poder, sola ante la violencia, y ante la muerte. Para ella, todo eso bastaba para quitar el sueño. Creo que no pocos jóvenes se sintieron de esa manera durante esos días y que el

los trasmitiesen, por vías familiares o, como en mi caso, totalmente fortuitas, un mensaje de solidaridad humana que iba más allá de toda ideología, de todo perjuicio, de todo cálculo. Este mensaje de solidaridad - que tal vez cabría definir más propiamente de ternura, en contraposición a la dureza oficial y pensando en la "leche de humana ternura" de Shakespeare - tuvo voz pública en el periódico "Lotta Continua"(3). Pero debo confesar que por aquel entonces no me fié. Y no fui uno de aquellos que en dicho periódico firmaron el llamamiento que solicitaba que el Estado negociase para el rescate de Moro. Me equivoqué al no fiarme, ahora me doy cuenta. En el grupo de Lotta Continua - tanto los encargados de la redacción del periódico como los que lo leen - en aquellos días se produjo una especie de desgarro, un recobrar valores cargado de desasosiego. La prueba de ello la tenemos día a día. Quisiera añadir que el discurso de Mimmo Pinto(4) en la Cámara de los diputados, una vez concluido trágicamente el caso M

oro, la verdad sea dicha, por lo conmovedor del carácter inmediato de sus palabras, rescata a todo el Parlamento de la República, haciendo de él un lugar en el que al menos una voz se alzó, verdadera y conmovida.

El mensaje de solidaridad, de ternura, que casi clandestinamente se revelaba al país de y de forma confusa, y que se coagulaba en las páginas de Lotta Continua, se puede decir que ha marcado la vida de personas que Tolstoi calificaría "de nuestro tipo de cultura", de una cultura que no tiene nada que ver con la ortodoxia ni con las ortodoxias. Dice Tolstoi (en ello, estupendo por su sencillez, y por la verdad, pequeño libro de confesiones que ahora sale a la luz en Italia): "de la vida de un hombre, de sus acciones, tanto hoy como ayer no se puede, de ninguna manera, saber si es creyente o no. A pesar de que exista una diferencia entre los que de forma manifiesta profesan la ortodoxia y los que la niegan, la misma no favorece desde luego a los primeros. Al igual que actualmente, la por aquel entonces declarada aceptación y profesión de la ortodoxia se las tenía que ver en su mayoría con personas obtusas, crueles e inmorales, que se consideraban muy importantes. Mientras la inteligencia, la honestidad, la rec

titud y el conocimiento moral por lo general se hallaban en personas que no se consideraban creyentes... hablo de las personas de nuestro tipo de cultura, hablo de las personas sinceras consigo mismas... dichas personas de nuestro tipo de cultura se hallan en una postura en la que la luz del saber y de la vida ha hecho que se desmoronase un edificio ficticio, tanto si se han dado ya cuenta y han dejado espacio libre, como si aún no se han dado cuenta".

Un hombre de este "tipo de cultura", soy yo. Al cabo de dos años puedo, decir que el caso Moro me ha marcado la vida. Me ha hecho escribir un libro en el que - tal y como dijo un crítico francés - le he dado a Moro la palabra que los suyos le habían quitado: sus amigos, sus compañeros en ortodoxia y ortodoxias. Me ha llevado al Parlamento, en una actividad que continuamente supone una violencia para mí mismo y que me distrae del tipo de vida que yo me había construido y en la que pensaba poder cumplir, en los años que me quedan de vida, esas dos o tres cosas (libros, se entiende) anheladas desde siempre. Pero esto es problema mío, de los años y de la suerte que la suerte me asigna. Y, desde luego, aunque no lograse escribir ni tan siquiera un libro más, de lo que he escrito sobre el Caso Moro me siento saciado como si fuese un compendio de los que he escrito y de los que lograré escribir o no. Y estoy dispuesto a rendir cuentas de ello siempre. Incluso a los ortodoxos de todas las ortodoxias.

("Corriere della Sera", 15.3.80)

N.d.T.

(1) MORO ALDO . (Maglie 1916 - Roma 1978). Político italiano. Secretario de la Democracia cristiana (1959-65). Artífice de la política de centro izquierda. Ministro en repetidas ocasiones, Presidente del Consejo (1963-68, 1974-76). A partir de 1976 presidente de la democracia cristiana (DC). Preconizó el acercamiento del Partido Comunista Italiano (PCI) al gobierno delineando al hipótesis de una "tercera fase" (tras la del "centrismo" y la del "centro izquierda") del sistema político. Secuestrado por las Brigadas Rojas en Roma, el 16 de marzo de 1978, fue encontrado muerto el 9 de mayo del mismo año.

(2) COSSIGA FRANCESCO . (Sassari 1928) Presidente de la República italiana desde 1985 hasta 1992. Diputado desde 1958, fue posteriormente subsecretario (1966) y Ministro (1974). Ministro del Interior (1976-78) en la época del secuestro de Aldo Moro, presentó su dimisión cuando se descubrió el cuerpo del estadista asesinado. Jefe del Gobierno (1979-80). Como presidente de la república, en la segunda parte de su mandato ha hecho de todo para que cambiase la Constitución italiana, abandonándose a feroces polémicas con la mayor parte de los exponentes políticos y sobrepasando los límites establecidos por la ordenación constitucional. Por estas razones fue denunciado por Marco Pannella en agosto de 1991, por delito de atentado contra la constitución.

(3) LOTTA CONTINUA . Uno de los más importantes y difundidos movimientos políticos de la extrema izquierda italiana, fundado en 1969 en Turín. En 1971, dio vida al periódico del mismo nombre. Separó a la izquierda extraparlamentaria de la obrera, penetrando en el mundo estudiantil, entre los reclutas, en las cárceles, etc. De entre sus líderes cabe destacar al periodista y escritor Adriano Sofri.

(4) PINTO MIMMO . (Protici, Nápoles 1948) Militante de Lotta Continua y líder del "Movimiento de Napolitanos en paro" ("Movimento dei disoccupati di Napoli") electo en las listas radicales en las elecciones de 1979.

 
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