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Pannella Marco - 29 ottobre 1980
El vilipendio de Monseñor
Marco Pannella

SUMARIO: El arzobispo de Chieti ha tachado de "criminal" e "infame" a la República italiana. Es claramente un delito, arrogante, irresponsable y protervo. Haga usted como los radicales y los no violentos: autodenúnciese para reivindicar el honor y el deber de violar la ley que considera no tener que respetar. Nadie puede estar por encima de las leyes.

(AVANTI, 29 de octubre de 1980)

("Marco Pannella ha enviado la siguiente carta abierta al obispo de Chieti, Monseñor Fagiolo")

Monseñor,

hace más de treinta años que nosotros luchamos, a menudo solos, para abolir los llamados "delitos de opinión" y para abolir el Concordato. Entre los delitos de opinión figura el de "vilipendio", en el Concordato, la Iglesia está jurídicamente vinculada a no intervenir en la lucha política, sin excepción alguna, a cambio de privilegios temporales obtenidos por Mussolini y que todavía hoy usted y sus colegas siguen usando y pretendiendo.

Entre los "vilipendios", Monseñor, el primero es el de la República que usted denuncia como "criminal" e "infame", no usando ni tan siquiera la laica distinción de Papa Juan XXIII entre "comportamiento" »criminal e »infame , e "identidad"criminal e infame.

Cientos de ciudadanos de este país han sido condenados por vilipendio por mucho, mucho, mucho menos.

Los Tratados lateranenses, que usted usa y de los que usted abusa, defiende y quiere que se ratifiquen, no han sido todavía - por gracia de Dios y voluntad de la Nación - ni revisados, ni reforzados, ni enmendados por las partes que prohiben interferir, en el ejercicio de sus funciones, con la vida del Estado y "le imponen" fidelidad y respeto de las leyes, sean cuales sean. Y cuando eran fascistas se limitó a servirlas, para servirse de la dictadura y del Estado clerical, de la misma manera que este Estado se servirá de ustedes y de la Iglesia.

Así pues, Monseñor, usted ha cometido claramente un "delito". Claramente, arrogante, irresponsable, y jactancioso. Si su conciencia le impone este comportamiento, respétela pero no pretenda hacerlo impunemente, usted pagado y subvencionado como "funcionario" o equiparable, por la »criminal e »infame República.

Haga usted como nosotros los radicales, no violentos. Cuando consideramos que una ley es »criminal e »infame nos autodenunciamos para reivindicar el honor y el deber de no respetarla. Así hacen los nuestros (no los vuestros, «Monseñor!) objetores e conciencia, al haber llenado penitenciarios militares durante lustros enteros. Así hicimos con respecto al aborto, por ejemplo. Lo hacemos según una tradición socrática y cristiana, no violenta y religiosa de la que usted debería tener alguna que otra noción. De esta manera, el proceso puede convertirse en proceso al »escándalo de una ley o de un comportamiento »infame o »criminal .

Ahora usted no piense, o no diga, que nuestra postura es intolerante y no democrática. Nosotros nos hacemos cargo de toda libertad, empezando por la suya. Usted es, sin lugar a dudas, libre de recordarles a los fieles que el aborto es - si así lo piensa - criminal e infame. Pero ni la Constitución republicana, ni el Concordato, ni la ley fascista que usted defiende, ni la republicana que usted ofende, le permiten poner a nadie por encima de las leyes: usted ha vilipendiado a la República, precisamente usted que pertenece a un mundo cultural y político, el clerical y democristiano ("a pesar de que" usted sea católico y cristiano) que defiende los delitos de opinión y que por delitos de opinión inconstitucionales desde hace treinta años procesa a miles de ciudadanos. Usted ha violado los Tratados lateranos.

Si usted no se denuncia, Monseñor, dudo mucho que el máximo censor judicial de las costumbres de Italia, que actúa en L'Aquila, se moverá para que se le conteste el paquete de delitos del que usted se ha hecho culpable. De manera, que seré yo mismo, Monseñor, quien lo denuncie, para permitirle demostrar la verdad y el carácter lícito de lo que usted afirma y de lo que va haciendo.

Vendré lo antes posible a Chieti, confiando en usted quiera no sólo recibirme sino permitir un debate público para confrontar y profundizar las respectivas posturas. Lo cual sería sin lugar a dudas más oportuno y constructivo que un simple, mitin unilateral.

«Animo, Monseñor! El Concordato equipara a los altos dignatarios eclesiásticos con príncipes de sangre. Esta norma, en la República, es, por supuesto, jurídicamente caduca. Pero la nobleza, un mínimo de nobleza tendría que ser inherente a la función y a la imagen de los Pastores de la Iglesia. Incluso cuando se equivocan. Confiamos - nosotros creyentes en algo distinto del poder, de los privilegios, del dinero, de la violencia - que así sea.

Reciba, Monseñor, un cordial saludo.

 
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