Marco PannellaSUMARIO: El juez italiano, Giovanni D'Urso, fue secuestrado por las Brigadas Rojas el 12 de diciembre de 1980 para reivindicar el cierre de la cárcel de Asinara. A través de Radio Radical, el Partido radical inicia una intensa campaña a favor de la liberación del magistrado y para contrastar el intento del "partido de la rectitud" de utilizar la muerte de D'Urso para llevar a cabo operaciones de carácter autoritario. En el artículo publicado por Lucha continua(1), Marco Pannella afirma que los radicales y los no violentos están en contra de establecer, con los violentos, cualquier negociación, pero declaran estar dispuestos a establecer un diálogo con los "compañeros asesinos": "consideradnos a vuestra disposición, no para colaborar sino para dialogar lealmente".
(Lucha continua - Diciembre de 1980, del libro: "Marco Pannella - Escritos y discursos - 1959-1980". Editorial Gammalibri, enero de 1982)
Ese comunicado de las Brigadas Rojas era un apócrifo. Pero lo recibimos igualmente. Nos ha conducido a reflexionar, como radicales, más todavía sobre lo intentable, lo imaginable, y por consiguiente sobre el deber y lo posible.
Nuestra postura en el "caso Moro" fue clarísima, tan clara como censurada y todavía prácticamente desconocida. Sin reservas, e independientemente del juicio sobre la voluntad o las conveniencias de las BR, estábamos a favor del diálogo y en contra de las negociaciones. Y, hasta sus últimas consecuencias, intentando exigir que toda iniciativa y línea política recorra los cauces constitucionalemnte previstos y obligatorios. Responsabilidad del gobierno de moverse según las orientaciones recibidas o mejor dicho que el del Parlamento deba proporcionar, y bajo su vigilancia.
La cuestión exigía, precisamente por su dramático e inmenso carácter extraordinario, confiarse a lo que la Constitución y las reglas institucopnales prevén y exigen. Cuando las Br negaban el derecho y las leyes tachándolas de hipocresía o simulación de violencia, nosotros pedíamos que se respondiese con el pleno respeto de las leyes y del derecho. Grande, continuo y constante debate parlamentario mientras no se liberase a Aldo Moro. Asumirse las responsabilidades a través de un proceso contradictorio y público que forjase la formación de las voluntades y de las opciones, tal y como prevé la Constitución, tanto para el Parlamento como para la Justicia.
En cambio, se excluyó al Parlamento. Se violó con procedimiento aberrante e innoble el estatuto de la mismísima Democracia Cristiana, impidiendo al Consejo nacional y a la Dirección que se reuniese y deliberase, para reservar dicha tarea a una "delegación" que se autoconstituyó y que abusivamente se otorgó todo poder. Lo mismo sucedió en otros partidos.
A la clandestinidad natural de las BR se sumó el hecho de relegar la violencia a la clandestinidad, a los juegos y los consejos del "Palazzo"(2) y de pasillo, del Estado y de la política democrática, a cargo de las más altas esferas políticas y de las instituciones mismas.
Incluso la iniciativa socialista se llevó a cabo con los mismos métodos, y se realizó deliberadamente al márgen y contra las reglas de la prudencia jurídica, constitucional e institucional.
Se negó - lógicamente - a las Brigadas Rojas el reconocimiento de fuerza combatiente enemiga que solicitaban a priori para tratar la liberación de Moro. Pero este reconocimiento lo otrogaron las altas esferas del Estado al cabo de algunos meses, cuando se proclamó oficialmente que el país se hallaba en "estado de guerra" y que el "enemigo" era las BR...
Tal y como advertimos - amordazados, censurados, con la Italia que todavía hoy no ha tenido la posibilidad de juzgar y de conocer la línea que sostenían los radicales para defender con la vida de Moro la del derecho y de las leyes - todo ésto no podía más que conducir a la catástrofe. Y a la catástrofe condujo. Nos condujo a todos: incluso a las BR y a los terroristas de todo grupo y color que desde ese momento vieron necesariamente crecer sus filas a través de la agregación no de aquellos que hubiesen podido implicar con una solución "política" y "generosa" en esa horrorosa aventura, sino a aquellos a los que por desesperaciones sociales, generacionales, culturales y existenciales, o por fanatismso de justicieros o de militares, se dejan cautivar por la fascinación de la muerte y de la violencia. Condujo a todosa la catástrofe: empezando por las leyes del Estado constantemente masacradas en nombre de un pseudo-eficientismo represivo que precisamente los terroristas y los violentos deseaban provocar: para de
mostrar que el derecho no es más que una cubierta del poder, siempre y cuando sirve a la violencia de sus intereses.
Al primero que condujo a la catástrofe fue a Aldo Moro.
Después de tantos años, ahora le toca a Giovanni D'Urso, en un escenario no muy distinto al del 16 de marzo. Pero con una gran diferencia, que nadie parece haber calibrado: el 16 de marzo fueron asesinados, para capturar a Aldo Moro, a los hombres de su escolta, los humildes policías que cumplían su labor. Liberar a Moro, el potente, el enemigo, tras haber asesinado en la via Fani a los cuatro agentes, constituía una dificultad política, ideológica, "humana", incluso una contradicción peligrosa.
Actualmente, por suerte para él y para nosotros, los que han secuestrado a D'urso no han cometido, por el momento, más delito que el de secuestrar.
Esta vez, es menester que el Partido radical y el movimiento democrático de clase, el movimiento no violento, que aquellos que creen en el humanismo jurídico y en el Estado de derecho, que los que no pretenden sacrificar un proyecto de hombre o de sociedad, el hombre y su vida, que los revolucionarios no revolucionistas y los reformadores no reformistas consigan profundizar hasta tal punto sus convicciones y reforzarlas de manera tal que permitan que ese hecho pueda tener una solución de vida, de humanidad, de crecimiento del derecho y de deterioro y derrota de la violencia.
Es posible que la vida, y no la muerte de Giovanni D'urso, vida que le pertenece, vida sagrada por lo menos tanto como la de los que lo secuestraron y amenazaron con asesinarlo, se convierta en una ocasión de victoria y de crecimiento para todos, por una parte y por la otra, en la única dirección en la que puede haber crecimiento y esperanza y no desesperación y final. Es posible convencer, - es decir - vencer juntos, siempre y ahora. No vencer contra. Ni tan siquera en quién secuestra a D'Urso existe esta fatalidad, esclavitud y necesidad. Diálogo. Diálogo. Diálogo. Ninguna negociación. No existe negociación posible y digna de respeto por cualquier parte si se plantea con la violencia, con el miedo y con el chantaje. Se desobedece a las órdenes injustas: es un deber. No existen reglas de guerra a seguir: por suerte y por voluntad del pueblo y aprobada por la Constitución dictada por el antifascismo de la Resistencia, y traicionada por el "antifascismo" del "neofascismo" de los partidos parlamentarios, desde
el 1947 hasta nuestros días, con la única excepción del Partido radical. Diálogo, y diálogo leal, y sin condiciones.
Si los brigadistas rojos se consideran "rojos" realmente, repetiré a estos compañeros asesinos, que han optado por el asesinato, el terrorismo, la violencia y el sacrificio no sólo de los demás sino también de sí mismos, que se equivocan, que están tremendamente equivocados. Y que es horrible, tremenda fatiga de Sisifo, "luchar para liberar" a un compañero detenido, mientras los detenidos por terrorismo real o presunto son ya más de mil, y otros tantos miles corren el riesgo de acabar siéndolo, en cualquier caso, a menudo, viven como si lo fuesen, asesinan y mueren, y a su alrededor ven crecer el dolor, el desgarro, la desesperación, si se siguiese optando por formas de lucha que conducen a multiplicar el número de compañeros encarcelados.
Mientras, otros se suicidan "directamente", y otros se dedican a denunciar a otros tantos, tal vez para salvarlos, así como para salvarse, o en la falacia de hacerlo, o pagando este precio obligatorio para salvar el rigor de sus convicciones.
En cualquier caso, no se trata de convencernos mútuamente de todo. De golpe. Nosotros revolucionarios por amor, no violentos. Vosotros, revolucionarios por odio, violentos. Se trata - hoy - de dialogar para obtener el máximo beneficio, la mayor fuerza posible, de la vida - sagrada por lo menos tanto como la vuestra - de Giovanni D'Urso. Para obtener todos de esta inmunda situación la extraordinariedad de un desenlace ejemplar y positivo.
Yo no sé qué es lo que podéis hacer ni como debéis hacerlo. Pero de lo que hagáis o no hagáis, sabréis inventar y crear, sois vosotros, por desgracia, los únicos responsables. Es difícil escoger acertadamente, sin poder mucho ni muchos, ni varios, ni contrapuestos, discutir y buscar el mejor método y el más conveniente. Vosotros sois, de hecho, "militares" y no civiles, vosotros "clandestinos" y nosotros vivos entre la gente (o muertos entre la gente), vosotros tenéis que inventaros en todo momento la manera justa de hablar, de moveros, y nosotros con las reglas (los cauces) de la Constitución y de los procedimientos que prescribem las de nuestro partido, o de la democracia. Sin embargo, a nosotros nos corresponde respetar nuestras reglas, las que nos legitiman (y si las respetamos) a condenaros como nos condenaríamos a nosotros mismos si actuásemos como vosotros.
Tenemos la tarea mucho más grave de exigir que el Parlamento, los partidos y la "política", se respeten a sí mismos, y respeten sus prerrogativas y normas, para intentar liberar a D'Urso, salvarle la vida, ayudaros y permitiros, con un absoluto respeto de las leyes, que nos lo devolváis, sano y salvo. Y esa es la orientación de las decisiones y de las propuestas del grupo radical, que hicimos públicas en el día de ayer.
Pero, vosotros no podéis cometer el error de exigir lo que vuestro adversario no cree, o cree que está mal. Cuando nosotros no violentos llevamos a cabo ayunos más dramáticos, huelgas de sed, o llegamos al extremo de ponernos en huelga de hambre, no pedimos nunca que se nos dé lo que creemos que es justo obtener. Ayunamos para que el poder respete su legalidad, sus compromisos específicos, para que cese la violencia, para que cese lo que va en contra de lo que es y debe ser ley también para él, que ha impuesto y que exige el respeto por parte de los demás. Ni cometer el otro error (y me expreso de esta manera, exhortadora, que es la propia cuando se habla "entre nosotros" y no "con el adversario") de mercadear con la vida, cualquier vida y en cualquier sentido, la vuestra o la de vuestros compañeros, o la de D'Urso, o la de quién sea. Sería dañino, así como inútil. Porque el poder desea muerte, y d'Urso le sirve mártir y no vivo. Desde luego, ello exige estudiar, requiere una documentación exhaustiva, celar
y conocer las contradicciones existentes en los adversarios, ganar el tiempo (en vez de perderlo, dejar que se vaya consumiendo) y por lo tanto espacio, espacio físico y espacio en la conciencia popular y en la personal de cada cual, y desnudar e intentar vencer y vencer no "La Violencia", sino ésta y después la otra, y después la otra, por la que el poder es poder, el primero, él mismo, y está fuera de la ley.
Existen mil y un términos "ordenadores" en la vida de nuestras instituciones, que la conciencia popular y la de todos nosotros pueden y deben exigir que sean perentorias. Existirán, compañeros tentados por el asesinato, o que habéis practicado u optado por el asesinato, amnistía y liberaciones sólo cuando la conciencia de la gente, la conciencia popular se instigue, y alcance a comprender la utilidad y la necesidad en conexión con el principio, soberano de civismo y de civilización jurídica, de la pena como tutela de la comunidad y de cada cual ante la persistencia de la específica peligrolosidad de uno de sus componentes, con el principio de la pena no como castigo ni como instrumento autárquico de reintegración social.
Espero que en el Parlamento italiano los haya que crean, ahora, inmediatamente, a parte de los compañeros radicales, que hay que proponer una moción, un instrumento de debate para fomentar una orientación nueva y fecunda de respuesta política al peligro en el que tenéis a D'Urso. No se trata de venceros a "vosotros", tal y como estos imbéciles lúgubres y violentos creen o sienten, sino de vencer lo que en vosotros puede hacer crecer y determinar lo peor, un enésimo grito de "viva la muerte", desesperado y siempre suicida, si procede de quien se considera o es "compañero".
Se trata de interrogarse públicamente, con la televisión y los periódicos que por una vez no censuren totalmente o casi los debates parlamentarios (y los de partido) de manera que fuere cual fuere la respuesta cotidiana que se dé, se dé según lo que pide la Constitución y por quién la Constitución exige.
Permitidme que os diga que actualmente el cierre de Asinara, si no un hecho lejano, es por lo menos mucho más difícil de lo que lo era antes del secuestro de D'Urso. De hecho, a menudo dominan en el Estado instintos y reflejos que son muy parecidos a los vuestros, que tal vez vosotros mismos habéis heredado y compartís con tanto de clase de régimen.
Y no es ésto, estoy convencido, lo que queréis. No es ésto, no es sobre la vida de cientos de vuestros compañeros recluídos por terrorismo en dónde queréis edificar no se sabe qué "victoria táctica", o qué otra "ejecución" de "justicieros".
Es necesario que el Estado, y los partidos, las fuerzas políticas, la gente, nosotros mismos, hagamos todo lo posible por ganar ocasiones y sedes de diálodo urgente con vosotros, sean las que sean. Es necesario, creo, que hagáis lo mismo. En cuanto a vosotros, no sé cómo: lo sabéis vosotros, si lo deseáis.
Consideradme a vuestra disposición. Me entendéis. No para colaborar - por cualquier motivo o circunstancia - en una forma cualquiera de violencia o de orden injusta que se me impartiesen. Sino para dialogar, lealmente, eso sí; sin proporcionar en ningún caso, ni tan siquiera por omisión, complicidad o connivencias. Ni de nosotros para con vosotros ni de vosotros para con nosotros.
Pero estáis seguros, compañeros - si os consideráis tales - de que ya no os conviene liberar a Giovanni D'Urso?. En realidad no lo desean, no se lo esperan. No estarían se alegrarían. Sí lo espera, en cambio, sí sería feliz, y lo sabéis, "la gente", nosotros, vosotros mismos ...
Por qué no liberáis a D'Urso, compañeros?
N.d.T. (1) Lucha continua: Movimiento de extrema izquierda
(2) "Palazzo": equivalente a la Moncloa española.