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Sciascia Leonardo - 22 giugno 1982
MORO: Informe de minoría del diputado Leonardo Sciascia (Grupo parlamentario radical)

SUMARIO: Lamentando que la Comisión parlamentaria se haya distraído mucho de su tarea debido a la estéril conflictualidad entre los representantes de la que se ha dado en llamar postura "humanitaria" y los que sostienen la llamada posición de la "firmeza", Sciascia señala la pregunta esencial a la que debían dar respuesta, es decir por qué no había sido salvado a Moro, en los 55 días que duró el secuestro, por parte de aquellas fuerzas cuya misión consiste precisamente en salvaguardar a los ciudadanos.

A través de la reconstrucción de los acontecimientos más significativos que han marcado la culpable e inútil actividad del gobierno, de la magistratura y de la policía, subrayando la responsabilidad de la prensa, Sciascia afirma que hubo graves carencias en las medidas de prevención y de tutela de la persona de Aldo Moro; disfunciones, omisiones y graves responsabilidades en la realización de las investigaciones para hallar y liberar a Moro. Pero los motivos de tanta lentitud en las investigaciones, del malgastar tantos medios y recursos para finalidades sólo de fachada y tantos errores profesionales no pueden atribuirse sólo a la poca preparación ante el terrorismo ni a los condicionamientos de los "medios de comunicación". El impedimento más grande para llevar a cabo una acción eficaz para la salvación del Presidente de la Democracia Cristiana procedía de la decisión de no reconocer en el Moro prisionero de las Brigadas Rojas al mismo Moro al que todo el mundo había atribuido, hasta el momento del secuestr

o, gran agudeza y lucidez política. El Moro de las cartas de acusación a la Democracia Cristiana que el "frente de la firmeza" liquidó con argumentos clínicos y no políticos, intentaba de hecho ganar tiempo, incluso con las propuestas de negociación, para que la policía pudiese encontrarlo. Así pues, con su lenguaje retorcido y tan característico intentaba enviar mensajes para ayudar a los investigadores a descubrir el lugar, e incluso indicaba las conexiones y las protecciones internacionales de que gozaban las Brigadas Rojas. Pero la clase política del "abanico constitucional" decidió que el Moro "de antes" había muerto y hallar vivo a "otro" Moro equivalía casi a encontrarlo cadáver en el portamaletas de un Renault.

(INFORME DE MINORIA DE LA COMISION PARLAMENTARIA DE INVESTIGACION SOBRE EL SINIESTRO DE VIA FANI, SOBRE EL SECUESTRO Y EL ASESINATO DE ALDO MORO Y SOBRE EL TERRORISMO EN ITALIA (Ley 23 de noviembre de 1979, nº 597) - SENADO DE LA REPUBLICA - CAMARA DE LOS DIPUTADOS - VIII LEGISLATURA - DOC XXIII Nº 5 SEGUNDO VOLUMEN - 1983)

Con cuarenta miembros, más el presidente, con una sucesión de tres presidentes, el último de ellos - el senador Valiante - nombrado cuando ya el volumen de información era ingente, y ante la necesidad evidente de ponerse al corriente, la Comisión Parlamentaria de investigación sobre el siniestro de Via Fani(1), el secuestro y el asesinato de Aldo Moro(2) y la estrategia y los objetivos perseguidos por los terroristas, se ha movido en esta primera parte de sus trabajos, dedicados en su mayor parte al caso Moro, con inevitables retrasos, lentitudes y dispersiones. El hecho que la presencia de los componentes se redujese por lo general a una presencia que oscilaba entre la mitad y los dos tercios, ha sido de mínima facilitación en las audiciones, siempre excesivamente largas y en parte repetitivas. A ello cabe añadir la latente y a veces explícita conflictualidad, entre los miembros de la Comisión, que reproducía la que se manifestó entre los partidos del que se ha dado en llamar abanico constitucional - y espe

cialmente entre el comunista(3) y el democristiano(4) por una parte, y el socialista por otro - en los días del secuestro de Moro y hasta el secuestro y la puesta en libertad el magistrado D'Urso(5). Es decir, entre la postura que se ha dado en llamar »humanitaria de los socialistas, que afirmaba la necesidad de negociar con los terroristas, a pesar de tomar en consideración los límites de una posible concesión, y la que se ha dado en llamar »de la firmeza (6) sostenida por comunistas, democristianos y demás, de total e inamovible intransigencia. Dichas posturas se repetían en la Comisión al querer por una parte demostrar a toda costa que ceder lo más mínimo, es decir negociar con las Brigadas Rojas(7) hubiese podido salvarle la vida a Aldo Moro (de la misma manera que se considera - aunque no todo el mundo, y en cualquier caso nosotros no - que el cierre de la cárcel de Asinara y la intervención de parlamentarios con los miembros de las Brigadas Rojas encarcelados logró salvarle la vida al juez D'Urso); y

por otra que la disponibilidad para negociar por parte del Partido Socialista, así como agrietar la llamada »solidaridad nacional basada en la firmeza, no sólo no podía conducir a la salvación de Moro, sino que se configuraba - en la búsqueda de un contacto particular y reservado con las Brigadas Rojas, en los encuentros entre exponentes socialistas y exponentes de la Autonomía(8) romana que se creía podían hacer las veces de trámite (posteriormente se comprobó que sí podían) como un auténtico delito puesto que los jueces investigadores no habían sido informados. Este conflicto, que tal y como es evidente corre en las actas de la Comisión aunque nunca expresada en los términos netos con los que nosotros las resumimos, ha sido en el trabajo de la Comisión - a nuestro parecer - un grave freno, una pérdida de tiempo inmensa. De ahí, por ejemplo, las inútiles audiencias dedicadas al caso Rossellini-Radio »Cittá Futura (9): si Rossellini había dado o no la noticia del acontecimiento de Via Fani por lo menos med

ia hora antes de que se produjese (y en caso de haberse demostrado se hubiese desprendido que Rossellini estaba »dentro , y por lo tanto sus contactos con los socialistas se convertían automáticamente en algo grave; para los socialistas, se entiende). Pero Rossellini no podía haber dado esa noticia, pues - se tiene la impresión - había estudiado bien los objetivos y los comportamientos de las Brigadas Rojas, y en todo caso, podía haber lanzado una hipótesis. En cualquier caso, la pregunta de si Moro se podía salvar o no a través de negociaciones, acaba pareciendo gratuita e irrelevante, tras tantas horas de audiciones y miles de páginas en actas. Gratuita e irrelevante, digamos, para una Comisión Parlamentaria de investigación; mientras, por el contrario, puede no ser considerada ni gratuita ni irrelevante en una investigación entre las Brigadas Rojas, en el seno de las Brigadas Rojas, y llevada a cabo por ellos. Pues a ellos les era posible poner en libertad a Moro en vez de asesinarlo; y de la elección de

asesinarlo nace, debido al desacuerdo entre ellos surgido, la crisis que está conduciéndoles a la disgregación y a la aniquilación. La pregunta realmente esencial a la que la Comisión tiene el deber de contestar, para nosotros es la siguiente: " por qué Moro no fue salvado en los cincuenta y cinco días de secuestro, por aquellas fuerzas que el Estado dedica a la salvaguardia, a la seguridad y a la incolumidad de los ciudadanos, de los individuos, de la colectividad y de las instituciones?"

Obviamente, era inevitable, se ha perdido más tiempo en perseguir una respuesta a la pregunta formulada en el punto a) artículo I de la ley que instituía la Comisión (»si ha habido informaciones, en cualquier caso relacionables con el siniestro de Via Fani, que conciernan posibles acciones terroristas en el periodo anterior al secuestro de Aldo Moro, y de qué manera dichas informaciones han sido controladas y eventualmente utilizadas ). Con respecto a dicha pregunta, se han cernido insondables mitomanías, deshechos de la memoria, incontrolables virajes de tiempo (de ellos forma parte el caso Rossellini-Radio »Cittá-Futura ). Ni menos inútil ha sido el trabajo de la Comisión para contestar al punto b) de la ley: »si Aldo Moro había recibido, en los meses anteriores al secuestro, amenazas o advertencias dirigidas a que abandonase la actividad política ; puesto que cabe creer que todo hombre político que desempeñe un papel de relieve las recibe, tanto anónimamente como no, como consejo o como amenaza; y las hab

rá recibido en especial - las ha recibido - Aldo Moro, cuyas intenciones no siempre descifrables podían dar lugar fácilmente a malentendidos. Con respecto a la advertencia (o la amenaza) que se produjo mientras presumiblemente se hallaba en un país »amigo , y por parte de una personalidad acreditada en dicho lugar, tampoco consideramos sea posible relacionarlo a su eliminación. Por la sencilla razón de que se ha producido. Cosas por el estilo - lo dicen hasta los refranes - se hacen sin decirlas. Por el contrario, era rigurosamente previsible - por su manera de apuntar y atacar a los ganglios y las personalidades del »Estado de las multinacionales , del sistema democrático y capitalista - que las Brigadas Rojas apuntaban a la captura y a la eliminación de un hombre como Moro, en la cúspide de la Democracia Cristiana y a punto - se creía - de ampliar a su alrededor el consenso y hacer que fuese más dúctil, más prensil, más segura a largo plazo (aunque precisamente cuanto más dúctiles, menos prensiles y menos

seguras son las fuerzas de la oposición). Pero que según sus esquemas, más bien rígidos y elementales, las Brigadas Rojas trazasen un diagnóstico de la situación que condujese a la captura y/o a la eliminación de Aldo Moro, muy lejos andaban de preverlo aquellos órganos cuyo deber era precisamente ése; y más lejos aún de prevenirlo. Puesto que a la pregunta que plantea el punto c) de la ley (»las eventuales carencias de medidas efectuadas de prevención y tutela de la persona de Aldo Moro ) se puede contestar netamente que no sólo hubo carencias, sino que a los intentos de la Comisión por aceptar que las hubo han sido opuestas denegaciones tan absolutos que no dábamos crédito a nuestros oídos. Quién le otorgaba ese toque de incredibilidad era la personalidad del suboficial Leonardi, jefe de la escolta de Moro, por como nos ha sido descrita, descripción en la que cuadran distintos puntos de vista. Al juzgar la escolta de Moro en la Universidad, Savasta, ex miembro de las Brigadas Rojas, declara: »Yo vi a tres

hombres, entre los cuales uno mayor... Eran tres que saltaban a la vista, entre ellos este señor mayor, que era el más hábil de todos pues se movía entre la multitud... Sí, era el suboficial Leonardi, que se movía mejor que nadie, pues el gentío era inmenso como para participar en las lecciones de Aldo Moro. A pesar de ello, tenía bajo control la situación. Me llamó la atención este aspecto específico para comprender qué tipo de escolta era, es decir, si era una escolta de fachada o de veras... La actitud del suboficial Leonardi era la de una escolta de veras, muy preparado: era ese tipo de escolta que no estamos acostumbrados a ver. Hay una manera para darse cuenta enseguida: primero el hecho de que estaban al quite para coger la pistola en cualquier momento; segundo, la forma de moverse entre la gente. Es decir, una forma distinta. Si la escolta hubiese sido de fachada, no se mira mucho; cuando es de veras, se comprende en un santiamén, es decir cómo se mira a la gente, cómo se observan los movimientos de

los demás. Parecía una escolta real... .

En el trabajo de observación, los miembros de las Brigadas Rojas habían llegado a la conclusión de que todas las escoltas eran meramente de fachada; de ahí su estupor al descubrir que era real - aunque solo en un lugar determinado - la de Moro. Pero el mérito era totalmente de aquella persona mayor »tan hábil , que »lograba mantener bajo control toda la situación . Esta opinión, de innegable competencia, concuerda con la del general Ferrara: »Leonardi era un suboficial excelente desde todos los puntos de vista; austero, serio, distinguido, en buena forma física, constantemente seguro de sí mismo; era una persona valiente, siempre dispuesta, tirador escogido, cintura negra... Estas opiniones nos condujeron a considerar verídicos todos los testimonios sobre las preocupaciones del suboficial Leonardi con respecto a la seguridad de Moro (y a la suya); y sobre todo la de su mujer. Leonardi había pedido más hombres al Ministerio del Interior. Tal vez más, tal vez para sustituir a los que ya tenía y que no le pare

cía estuviesen »bien preparados para el servicio que llevaban a cabo . Esta solicitud, que la señora Leonardi ubica entre finales del 77 y principios del 78 no ha dejado trazas ni documentos ni la memoria de quién hubiese debido ser destinatario de la misma. Puede ser que no se haya producido nunca, precisamente en ese periodo las costumbres y el comportamiento de Moro y de su escolta eran - sabemos - estudiadas por las Brigadas rojas; cosa que no se le pasaba por alto a Leonardi. Su preocupación aumentaba en la medida en que, a través de algunas señales, veía cómo se avecinaba el peligro. Se había dado cuenta de que lo seguían, había hablado de ello a su mujer y a otras personas y había especificado que lo seguía un 128 blanco. En los últimos tiempos estaba tan preocupado, tenso y delgado, se sentía tan inseguro que su mujer llegó a decir que »ya no era el mismo . Casi todas las tardes, cuando libraba, iba - según cuenta su mujer, a »discurrir con el general Ferrara, siempre por motivos de servicio . Pero e

l general Ferrara niega decididamente, avalando su negación con el recuerdo exacto de un sólo encuentro con Leonardi: el 26 de enero de 1978, y por motivos no de servicio. Con quién hablaba Leonardi, con quién elaboraba sus informes? De que lo hiciese, su esposa asevera estar »segura al cien por cien . Pero el general Ferrara, aun admitiendo que Leonardi »tenía contactos con toda la escala jerárquica afirma, »el suboficial Leonardi no ha enviado nunca informes a nadie... llevamos a cabo una investigación para comprobar en todos los comandos jerárquicos de la capital si Leonardi había comentado algo, aunque fuese a nivel oral: no resultó nada... ninguna petición, ni personal ni de refuerzo de hombres y medios, en ningún momento . Lo cual, repetimos no es creíble: Leonardi tal vez no haya hablado de ello con el general Ferrara, pero con alguno de los »comandos jerárquicos de la capital ha hablado, sin lugar a dudas. Que haya desaparecido toda traza y que se niegue es un hecho totalmente inquietante.

Igual imagen de preocupación, nerviosismo y miedo da de su marido la viuda de Ricci. No hablaba mucho del servicio, en casa. Pero como hacía de chófer, solía comentar la de problemas que le causaba el 130 que le habían dado (»siempre se averiaba ) y anhelaba que le diesen el 130 blindado. A finales del 77 le dijo a su mujer que por fin se lo iban a dar, lo cual quiere decir que había sido pedido y prometido. Pero no se la dieron. De ahí, tal vez, hacia eso de febrero, un nerviosismo más acentuado (»parecía nervioso y se comportaba de forma extraña ), que coincide con el comportamiento del suboficial Leonardi, lo cual quiere decir que compartían la misma preocupación y divisaban las mismas señales. Pero al igual que sobre los informes de Leonardi, nadie sabe nada de que hubiesen pedido un coche blindado; es más, ante la Comisión se dijo que si hubiesen pedido un coche blindado se lo hubiesen concedido sin dificultad alguna. Pero, cómo es posible que si no lo habían pedido lo esperasen y a partir de un cierto

momento ya no siguiesen esperándolo?

Así pues, »real , dentro de la Universidad, la escolta de Moro se volvía »de fachada fuera de ella, ante la deficiencia y la inseguridad de los medios, lo cual, sin lugar a dudas, no se les pasó por alto a las Brigadas Rojas. Decir, hoy, que un coche blindado que funcionase mejor, otro con los frenos puestos al día para la escolta que lo seguía, armas de eficacia comprobada y entrenamiento para usarlas, no hubiesen sido elementos de disuasión o que impidiesen los logros de las Brigadas Rojas, es tan insensato como afirmar que lo hubiesen sido. En acciones como la que se llevó a cabo para secuestrar a Moro, basta que una pequeña cosa funcione o no funcione para determinar el éxito o el fracaso de la operación. En cualquier caso, lo que no funciona comporta responsabilidades, dignas de descubrir. Pero en la búsqueda de las responsabilidades - que son siempre individuales aunque extensibles y engranadas - la Comisión siempre se paró un poco antes, al borde de descubrirlas, averiguarlas. Por razones formales, p

or dificultadas internas y ajenas.

El punto d) de la ley que instituye la Comisión de investigación solicita que se esclarezcan los hechos sobre »las eventuales disfunciones u omisiones y las consiguientes responsabilidades que se han producido en la dirección y en el cumplimiento de las investigaciones, tanto en la búsqueda y la liberación de Aldo Moro, como tras el asesinato, en la coordinación de todos los órganos y aparatos que las han llevado a cabo ; pero el material recopilado por la Comisión a ese respecto es tan vasto que conviene extraer los hechos esenciales o emblemáticos, otorgando importancia a algunos que no lo parecen y alterando el significado y el valor de otros a los que se les ha querido otorgar importancia. Por ejemplo, parecen importantes, y se habla como si se tratase de un »esfuerzo imponente digno de reconocimiento y elogio, de las operaciones llevadas a cabo por las fuerzas del orden en los cincuenta y cinco días que transcurrieron desde que Moro fue secuestrado hasta que lo asesinaron. Se trata, realmente, de un es

fuerzo imponente, y transcribimos el compendio: 72.460 puestos de control, de los cuales 6.296 en la ciudad de Roma; 37.702 domicilios registrados, de los cuales 6.933 en Roma; 6.413.713 personas controladas, de las cuales 167.409 en Roma; 3.383.123 medios de transporte controlados, de los cuales 96.572 en Roma; 150 personas arrestadas para efectuar averiguaciones, 400 detenidas. En estas operaciones se empleaban a diario 13.000 hombres, 4.300 en la ciudad de Roma. Esfuerzo imponente, pero para nada digno de elogio. Predominantemente acciones »intermitentes (pero, tal y como se verá, con excepciones temerarias) las operaciones de aquellos días eran inútiles o erróneas. Se tuvo por aquel entonces la impresión - de la que hallamos confirmación - que se quería impresionar a la opinión pública con la cantidad y la vistosidad de las operaciones, sin prestar la más mínima atención a la calidad de las mismas. Se trató exactamente de una decisión que fue tomada desde un primer momento, obedecía a un criterio (que p

aradójicamente consistía en la falta de un criterio efectivo) que fue adoptado desde un primer momento: nos estamos refiriendo a esa orden, desviada a las comisarías por la dirección de UCIGOS para llevar a cabo, inmediatamente después del secuestro de Moro, el »plan cero . El »plan cero existía solamente con respecto a la provincia de Sassari(10); pero el dirigente del UCIGOS, que había sido jefe de policía de Sassari, creía que existiese en todas las provincias de Italia. De ahí nació un entumecido vaivén de llamadas telefónicas entre los jefes de policía, antes de alcanzar a comprender que el plan no existía. Pero la cuestión no estriba en el error ni en lo cómico que fue lo que sucedió a causa de ello; la cuestión estriba en saber por qué se creía que la aplicación de un »plan cero en todas las provincias italianas podía causar un efecto determinado. Qué sentido tenía instituir puestos de control, así como controlar medios de transporte y personas, la mañana del 16 de marzo en Trápani o en Aosta(11)?

Ninguno, salvo el de ofrecer el espectáculo del »esfuerzo imponente . Así pues, se optó - por voluntad o por instinto - por los efectos espectaculares, y tal vez confiando en el cálculo de la probabilidad (que no surgió efecto). Y es comprensible que para lograr dichos efectos se dejase de lado la utilización de fuerzas menos imponentes pero más sagaces para dar un curso menos vistoso pero más fructífero a las investigaciones. Hasta tal punto que la Comisión ha asistido a las declaraciones del por aquel entonces jefe de policía de Roma que no tenía suficientes hombres para llevar a cabo un trabajo de seguimiento que no hubiese necesitado más de una docena de ellos. Mientras que nada más que en Roma 4.300 agentes, espectacular pero inútilmente, se afanaban a trancas y barrancas. Pero sobre este punto volveremos más adelante. Mientras tanto, añadamos, que nuestra opinión sobre la inutilidad de las operaciones de la policía es compartida y halla acreditada confirmación en esta declaración del señor Pascalino, p

or aquel entonces fiscal general de Roma: »en aquellos días se llevaron a cabo operaciones de fachada, más que de investigación . No admite discusión que a quién quiso, asintió, a quién nada hizo para mejor enderezar el discurrir de las cosas, cabe considerar - en el grado de responsabilidades de su competencia - plenamente responsable.

Curiosamente, a dichas operaciones de fachada, corresponde una contradictoria señal de preparación y eficacia por parte de la policía que no ha sido valorado en su justa medida. Atañe a la indicación de los buscados por la policía en cuanto presuntos miembros de las Brigadas Rojas; indicación que, a través de la difusión de fotografías en la prensa o por televisión, se llevó a cabo pocos días después del siniestro de Via Fani. Se indicaron veintidós individuos, pero inmediatamente se descubrió que dos de ellos ya estaban en la cárcel, que uno vivía claramente en Francia, y otro estaba registrado en el hotel en el que habitualmente se alojaba. Estos errores - que creemos hallan justificación en la endémica incomunicabilidad, en nuestro país, de las instituciones entre ellas - impidieron a la opinión pública ver lo que por el contrario había de positivo en la indicación. Es decir, que con respecto a dieciocho individuos la policía no se había equivocado. Lógicamente, un funcionario de la policía (el Sr. Improt

a) ha reivindicado, ante la Comisión, la preparación y la rapidez demostrada por la Comisaría de Roma en este hecho, que sin embargo la opinión pública evaluó totalmente al contrario, rozando el escarnio. No es que el Estado no estuviese preparado, si tras sólo tres días la comisaría de Roma era capaz de indicar - recorriendo adquisiciones de lo más certeras, demostradas y confesadas - a dieciocho miembros de las Brigadas Rojas, algunos de los cuales formaban parte del grupo de Via Fani, y si conocía perfectamente a los elementos más activos del ala extraparlamentaria (e incluso en lo que a sus diferencias ideológicas, estratégicas, de praxis y de temperamento se refiere). El coro unísono de funcionarios y de políticos, sobre la poca preparación del Estado para hacer frente al ataque terrorista, cabe aceptarlo sólo como elemento más de información y basta. El hecho de que las »resoluciones anteriores de las Brigadas Rojas y los escritos de sus teóricos y simpatizantes no hubiesen sido convenientemente estud

iados, por la policía y por los servicios de seguridad, no establece como consecuencia necesaria la incertidumbre, la confusión, el desbarajuste, las omisiones, las operaciones vacías que se produjeron durante los cincuenta y cinco días del secuestro de Moro. Hubiese sido suficiente una profesionalidad normal sin más. Incluso sin estudiar los textos (que entre otras cosas hubiese sido más útil en la fase de prevención que no ante el hecho consumado), se contaba con la ventaja de conocer aproximadamente la naturaleza y las finalidades de una asociación para delinquir denominada Brigadas Rojas; ya se había llegado a detectar un número de afiliados consistente; se contaba con la suficiente información sobre el tejido protector del que la asociación podía gozar. Si la operación de Via Fani hubiese tenido sólo finalidades de lucro por parte de una asociación para delinquir que nunca se manifestó, oscura ni improvisada, la desventaja hubiese sido indudablemente mucho más grande. Pero precisamente, no se han sabido

aprovechar en absoluto las ventajas.

Pero, vayamos por partes, ateniéndonos estrictamente a los hechos en los que disfunciones y omisiones (y por lo tanto »consiguientes responsabilidades ) saltan a la vista. En la tarde del mismísimo 16, día en que tuvo lugar el asesinato de la escolta y el secuestro de Aldo Moro, el Fíat 132 en el que Moro fue transportado fue hallado en la calle Licinio Calvo. Lo cual quiere decir que en la misma zona en la que habían tenido lugar los hechos, pocas horas después, de forma goliarda, los miembros de las Brigadas Rojas podían aventurarse indemnes a bordo de un automóvil más que conocido. Que lo devolviesen tan burlescamente indicaba que los terroristas se movían en el barrio, y ello hubiese debido infundir alguna sospecha de que viviesen en el mismo, y por consiguiente aumentar y agudizar la vigilancia. Pero no fue así, y los otros dos coches que habían servido para la operación fueron hallados en la misma calle el 17 y el 19. Riesgo que cabría considerar corrido tontamente por parte de los terroristas. Pero, e

videntemente, sabían lo que hacían y sabían que iban a salir de ello sin daño alguno. Se procedía mientras tanto - el 17 de marzo - a detener a Franco Moreno, sobre el que parecían gravar antecedentes que demostraban su participación en la empresa. Medida no del todo comprensible, incluso en el caso de que se investigase simplemente el asesinato, pero totalmente incomprensible tratándose como se trataba de un secuestro. Puesto que Moreno era por aquel entonces, según los investigadores, el único elemento destacado de la asociación, su detención no solo amputaba un posible trámite para alcanzar a los demás y llegar hasta el lugar en el que Aldo Moro se hallaba detenido, sino que podía ser fatal para la vida del secuestrado. Pero, tal vez, en este caso también el criterio de la acción de mera fachada predominó sobre el de la profesionalidad y de la investigación ponderada. Los indicios que parecían (y al releer la lista, siguen pareciendo) graves, se disiparon, no sabemos cómo, en el examen del magistrado; y a

l cabo de tres días Moreno fue puesto en libertad. Mientras tanto, el 18 - el tercero de los cincuenta y cinco días - la policía, en sus operaciones de perquisición intermitentes, llegaba al apartamento de Via Gradoli alquilado a un tal ingeniero Borghi, posteriormente identificado como Mario Moretti. Llegó, pero se paró ante la puerta cerrada. Y aquí cabe observar que por mucho que se quiera las operaciones fueron de fachada, tanto que se llevaban a cabo. Siguiendo el instinto y el raciocinio profesional, una puerta cerrada, una puerta a la que nadie contestaba, hubiese debido parecer mucho más interesante que una puerta que al llamar se abría. Y sobre todo cuando el señor Infelisi, el magistrado que llevaba a cabo la investigación, había ordenado que de los pisos cerrados o se echasen abajo las puertas o se esperase a que llegasen los inquilinos. Orden cumplida en infinidad de casos, y con gran desazón por parte de ciudadanos inocentes; pero precisamente en ese único caso (único por lo que sabemos), que p

odía surgir un efecto de incalculable alcance, no realizado. Parece ser que el hecho de que los vecinos de la escalera afirmase que el piso estaba habitado por personas tranquilas, fue explicación suficiente para que el funcionario de la policía renunciase a visitarlo. Cuando precisamente dicha aseveración hubiese debido infundirle sospechas. Cabe pensar que las Brigadas Rojas no se comportasen tranquilamente, si cabe más tranquilamente aún que el resto del vecindario, viviendo en pisos pequeños en barrios muy poblados?

Exactamente un mes después - el 18 de abril - el piso de Via Gradoli del que la policía había tomado nota como habitado por personas tranquilas, fortuitamente resultaba ser escondrijo de las Brigadas Rojas. Pero el nombre Gradoli ya había corrido en las investigaciones, en vano, gracias a una sesión de espiritismo que se celebró en el campo, en las inmediaciones de Bolonia, el 2 de abril. Que nadie se maraville de que en las actas de una comisión parlamentaria de investigación se hable, como en una comedia costumbrista, de una sesión de espiritismo: doce personas, como se suele decir, dignas de fe, y para más inri pertenecientes a la clase docta de la docta Bolonia, declararon ante la Comisión y todas ellas atestiguaron sobre la sesión de espiritismo que celebraron y en la que salió a relucir el nombre Gradoli. Ni tan siquiera una de ellas se ha declarado experta o creyente con respecto a fenómenos semejantes; todas han hablado de un ambiente »lúdico que alrededor del »platito y a los demás elementos neces

arios para la evocación, se había establecido en una tarde nublada: de juego, puro pasatiempo. Y no sólo todos parecían, al referirlo a la Comisión, creer en que el »platito se movía, sino que de hecho lo creyeron, considerando que a la mañana siguiente fueron a contárselo a la DIGOS de Bolonia y, posteriormente, al Sr. Cavina, jefe de la oficina de prensa del diputado Zaccagnini(12). Entre los tartamudeos del »platito , se había escuchado un nombre claramente: Gradoli. Puesto que en la provincia de Viterbo(13) hay un pueblo que se llama así, la policía llegó desplegando fuerzas, presumiblemente con las consabidas perquisiciones intermitentes; y sin resultado alguno, se entiende. La sugerencia de la señora Moro, de que buscasen en Roma una calle con el nombre de Gradoli, no fue tomada en consideración; se le respondió que en las páginas amarillas del listín de teléfonos no existía. Lo cual quiere decir que ni se habían molestado en buscarla, esa calle, ni tan siquiera en las páginas amarillas, puesto que sí

figuraba.

Al piso de la calle Gradoli habitado por el tal ingeniero Borghi, se llegó finalmente, por puro caso, a las 9,47 del 18 de abril: para cortar un escape de agua, no para sorprender a los terroristas. Cabe destacar que una especie de fatalidad hídrica se cierne sobre las Brigadas Rojas, al no ser el caso de Via Gradoli el único en el que se descubre el mal funcionamiento de una cañería. Por otra parte, ya que hemos hablado de espíritus, podríamos hablar de videntes que en la cuestión han desempeñado un cierto papel, por qué no hablar de la fatalidad? Llegaron primero los bomberos, naturalmente, y comprendieron e indicaron que se trataba de un escondrijo. Entonces, más lío, más misterio: los periodistas llegaron antes que la policía; los carabineros se enteraron del descubrimiento sólo porque lograron interceptar una comunicación radio de la policía; el juez investigador se enteró de la noticia al cabo de dos horas; y no por boca de la policía sino por los carabineros. Y se vio obligado, el juez Infelisi, a or

denar que se confiscasen los documentos hallados en el escondrijo, de manera que los carabineros lo viesen (pero el jefe de policía De Francesco niega que haya prohibido a los carabineros que viesen los documentos y declara ignorar la confiscación ordenada por el juez. Disparidad jamás resuelta). Además, no se proveyó a sacar las huellas digitales del escondrijo; y por lo visto parece ser que no se llevó a cabo el inventario del material encontrado con celeridad y esmero. Dicho material, a juicio de Infelisi, no aportaba ninguna información sobre el lugar en el que podía hallarse Moro; pero siente necesidad, el juez, de abrir un inquietante inciso: »por lo menos de lo que me enteré ; aceptando como posible el hecho de que pueda haber habido material sobre el que él no estuviese al corriente. En resumidas cuentas, todo lo acaecido desde el 18 de marzo hasta el 18 de abril con respecto al escondrijo de Via Gradoli roza lo inverosímil, lo increíble: espíritus (que en una carta enviada por la diputada Tina Ansel

mi a la Comisión aparecen mucho mejor informados que cuanto referido por los participantes en la sesión), providencial escape de agua (pero la Providencia ayudada, por distracción o por voluntad, por mano humana), ausencia de la profesionalidad más elemental, de la coordinación más elemental, de la inteligencia más elemental. Y aún será menester detenernos en otros episodios. Pasamos por alto el del Lago della Duchessa. En dicho caso, no creyendo en el comunicado, y perdiendo tiempo en establecer su inautencididad - su autenticidad o la auténtica-inautenticidad, se actuó como si se creyese, con la consiguiente distracción y dispersión de fuerzas. Centrémonos por un momento en el caso de la Imprenta Triaca.

La primera indicación, relativa a personas que gravitaban alrededor de la imprenta, y en cualquier caso de personas sospechosas de tener que ver con las Brigadas Rojas, la UCIGOS la recibió el 28 de marzo. Pero pasó exactamente un mes antes de que informase a la DIGOS: el 29 de abril. Tanta lentitud creemos fue debida principalmente a lo que el Sr. Fariello (de la UCIGOS) denomina »seguimiento a intervalos , que sería el investigar sobre personas sospechosas, sin que se den cuenta cuando se investiga y cuando no. Lo cual equivale a no seguirlas para nada, pues sólo la casualidad puede dar buenos resultados en una vigilancia semejante. Como si el desplazarse a lugares secretos, los encuentros clandestinos y todo lo que pertenece al oculto conspirar y delinquir estuviese regulado por costumbres y horarios. Ni la posibilidad de que la persona se dé cuenta de que es objeto de vigilancia se desprende de la asiduidad con la que se la sigue, sino del esmero o la ausencia del mismo con el que la operación se realiza

.

Pasa, así pues, un mes - y Moro, encerrado en la »cárcel del pueblo - pues la indicación, más consistente por la fortuna que finalmente sonríe al »seguimiento a intervalos , llegue de la UCIGOS a la DIGOS. El 1 de mayo se tiene conocimiento de la Imprenta Triaca, sita en la calle Pio Foá. El mismo día, la Digos solicita poder efectuar controles telefónicos, ocho días después de la autorización para efectuar pesquisas. La pesquisa se hubiese debido efectuar el 9, el mismo día en que las Brigadas Rojas entregan el cadáver de Moro: y por ello se aplaza al 17. Tal vez ahí quepa estar de acuerdo con el Sr. Fariello, que de todas maneras valía la pena esperar. Moro asesinado, una vigilancia no a intervalos, pero continua y sagaz con respecto a la imprenta hubiese permitido hasta la captura de Moretti. Pero tanto el dirigente de la UCIGOS como el jefe de policía De Francesco admiten haber debido participar en la operación por la »presión de la opinión pública .

De la operación con retraso a la par que precipitada en la Imprenta Triaca se desvía una revelación que nos sigue obligando a usar la palabra increíble: en la imprenta se halló una impresora procedente del "Ragruppamento Unitá Speciali dell'Esercito" y una fotocopiadora procedente del Ministerio de Transportes. Por lo que se refiere a la fotocopiadora, ningún elemento se ha logrado adquirir para comprender de qué manera del Ministerio de Transportes se ha desplazado la fotocopiadora hasta la imprenta de las Brigadas Rojas, lo cual puede dar al Parlamento y a la opinión pública (la que no ansía operaciones de fachada y sabe estar atenta) suficiente idea sobre las dificultades halladas por la Comisión. Por lo que se refiere a la impresora, se han obtenido respuestas, pero no sirven para formular un enunciado seguro sobre dicha máquina del "Raggruppamento Unitá Speciali" (RUS) - que además parte del SISMI, es decir de los servicios secretos con dicha sigla refundados a partir de la disolución del SID - en la im

prenta Triaca. Que en las administraciones del Estado se use clasificar como »chatarra máquinas que, irrisoriamente compradas por privados, milagrosamente vuelven a funcionar, puede también - en el desorden de las cosas - admitirse; pero que precisamente vayan a acabar en manos de las Brigadas Rojas, es algo excesivo; y merece una investigación severa.

Otro hecho que cabe destacar, con respecto »a las disfunciones y omisiones y a las consiguientes responsabilidades que se han producido en la orientación y realización de las investigaciones , es no haberle prestado importancia a lo que hubiese sido un verdadero hilo conductor para detectar y capturar a un cierto número de miembros de las Brigadas Rojas, y, con todo tipo de probabilidades, llegar hasta el lugar en el que Aldo Moro se hallaba detenido. A ello no llegamos sino con el juicio del después: pero la policía hubiese debido llegar con el juicio del antes. Dice el por aquel entonces jefe de policía de Roma, el Sr. De Francesco (y su convicción es plenamente compartida por el Sr. Improta, que había sido jefe de la división política): »La zona de la Autonomía ha sido tal vez privilegiada en las investigaciones, incluso anteriores al secuestro de Aldo Moro, pues consideraba y sigo considerando que se trata de la zona más peligrosa de la capital... Con respecto al problema de la Autonomía, desde el primer

día, es decir desde el 16 de marzo, insistí porque - a mi parecer - se trataba de la zona en la que algunas unidades de las Brigadas Rojas habían podido hallar un apoyo esencial . Pero no se logra ver cómo la privilegiaba, de qué manera insistía, si no dedicaba vigilancia alguna a los jefes del movimiento, a los que sin embargo conocía perfectamente. Nosotros sabemos ahora que el por aquel entonces jefe de policía era capaz de sospechar, debido a sus convicciones, y de averiguar que las relaciones entre al menos dos miembros de las Brigadas Rojas y los »grandes exponentes de la Autonomía romana existieron y se mantuvieron en contacto durante los cincuenta y cinco días y más. Y se concretizaban los encuentros. Una esmerada vigilancia y sin intervalos - de Piperno y Pace hubiese permitido descubrir a Morucci y Faranda, los dos miembros de las Brigadas Rojas que habían tomado parte en la acción de Via Fani, y que con toda probabilidad seguían frecuentando el lugar en el que Moro se hallaba detenido y sin lug

ar a duda se veían con los que lo detenían. Pero a quiénes, en la Comisión, se maravillan de que la policía no haya tomado en consideración una medida tan básica, como la de vigilar a los jefes de Autonomía, el jefe de policía De Francesco responde que faltaban hombres. «Mientras utilizaba a más de 4000 en operaciones de fachada!

A este breve catálogo de omisiones y disfunciones cabe añadir como ejemplar el episodio que se refiere al por aquel entonces comandante de la Policía Fiscal. El 16, poco después de la acción de Via Fani, »un individuo, parado en la calle Sorella Marchisio, notó la presencia de dos personas: una más delgada, de 1,70-1,75 de altura, vestida con un uniforme de piloto civil, la otra robusta, fornida, más baja, con barba tupida. La primera tomaba a la segunda del brazo, apretándole fuertemente por encima del codo. Venían de la calle Pineta Sacchetti, esquina Montiglio; recorrieron un tramo de la calle sorella Marchisio, y cuando llegaron a la Calle Marconi, se dirigieron hacia la calle Cogoleto... En esa zona hay una clínica . Dada inmediatamente la información a la DIGOS, la orden de pesquisar la clínica llego a la Policía Fiscal »algunas semanas después . Lo cual dejaba sospechar que lo que el anónimo informador había visto cabía relacionarlo con lo que pocos minutos antes había tenido lugar en Via Fani.

Nos preguntamos a que se debe tanta extravagancia, tanta lentitud, tanto despilfarro, tantos errores profesionales. Se dice: la poca preparación ante el fenómeno terrorista y, en particular, ante una acción tan imponente en los medios, en el objetivo, en la meta, como la de Via Fani. Pero no se trata de una justificación convincente: hemos visto como se era capaz de indicar inmediatamente a un cierto número de miembros de las Brigadas Rojas, algunos de los cuales estamos seguros ahora de que participaron en la acción, y de qué manera se estaba convencido con respecto a las zonas de complicidad o de apoyo más o menos directo. Y se puede admitir también poca preparación más general y remota ante los hechos delincuenciales que se desprenden de asociaciones protegidas por el miedo y por el silencio de los ciudadanos por una parte, de los engranajes reales o supuestos con el poder, por otra. Pero no es más que una explicación parcial. Cabe, para el caso Moro, sacar a relucir otras: que son a su vez políticas, psi

cológicas y psicoanalíticas. Sin lugar a dudas lo que se hizo equivocadamente - y que impidió que se llevasen a cabo acciones justas y productivas - estuvo en parte dictado por el condicionamiento de los »medios de comunicación (no diríamos por la presión de la opinión pública: la opinión pública, cuando realmente se hace sentir, es menos compacta, menos disponible a contentarse con cualquier cosa. Capaz, en resumidas cuentas, de criticar y escoger); operación de fachada, como (diría Maquiavelo) desde un »lugar alto los juzga el Sr. Pascalino ( pero hizo algo, al darse cuenta, para que acabasen?). Estas operaciones, que para quedar bien, para prestarse a espectáculo, debían ser consistentes en la utilización de hombres y de medios, cabe subrayar que impidieron que se realizasen otras necesarias, esenciales, para una ponderada, continua y rápida investigación. Sin decir (es decir, diciéndolo) que en el único caso en el que fortuitamente las operaciones de fachada hubiesen podido causar efecto, no funcionaro

n: ante la puerta cerrada del piso de Via Gradoli, el 18 de marzo.

Pero creemos que el impedimento más fuerte, el freno más auténtico, la turbación más insidiosa procedía de la decisión de no reconocer en el Moro prisionero de las Brigadas Rojas al Moro de gran agudeza política, reflexivo, de juicios ponderados y opciones, que se identificaba (identificación casi unánime hoy por hoy, precisamente porque es póstumo, como en las necrológicas) había sido hasta las 8,55 del 16 de marzo. A partir de aquel momento Moro ya no era sí mismo, se había convertido en otro y se indicaba en las cartas en las que pedía que se le rescatase, y sobre todo por el hecho de que pedía que se le rescatase.

Hemos usado la palabra "decisión": formalmente imprecisa pero sustancialmente exacta. Espontánea o de voluntad, súbita o progresiva, de muchos o de pocos, ha sido sin lugar a dudas una decisión - y precisamente por el hecho de que se podía tomar otra. Nos damos cuenta de lo imposible que resulta demostrar con documentos que una decisión semejante - oficialmente no declarada jamás - haya podido acarrear efectos como mínimo disolventes sobre el ritmo y la modalidad de la investigación. Podemos admitir que los efectos no estuvieron al nivel de conciencia y concienciación - es decir de mala fe; pero lo que no se puede dejar de reconocer - y no hay más que leer la prensa de aquellos días - que se había creado una atmósfera, un temple, un estado de ánimo por el que en todo el mundo (con raras excepciones) se insinuaba la oculta persuasión de que el Moro "de antes" había muerto y que hallar vivo al "otro" Moro equivalía casi a hallarlo cadáver en el portamaletas de un Renault. Se habló desde un primer momento, para

justificar el contenido de sus cartas, de coacciones, de maltratos, de drogas; pero cuando Moro empezó insistentemente a reivindicar su lucidez y libertad de espíritu (»tanta lucidez, por lo menos, la que puede tener quién lleva quince días en una situación de carácter excepcional, que no tiene a nadie que le consuele, que sabe lo que le espera ), se pasó a ofrecer con compasión la imagen de otro Moro, de un segundo Moro, de un Moro que ya no era sí mismo. Tanto que se creía lúcido y libre, mientras que no lo era en absoluto. En efecto, el Moro dos solicitaba que se pusiesen en entredicho, para salvar su vida, esos mismos mecanismos que el Moro uno había, con sus responsabilidades políticas y de gobierno, usado o aprobado como derogación de las leyes del Estado pero con el objeto de garantizar la tranquilidad del país: »no ya una vez, sino en repetidas ocasiones, fueron liberados con distintos mecanismos palestinos detenidos y también condenados, con el objeto de troncar graves represalias que se hubiesen p

roducido en caso de que la detención hubiese continuado... . Semejantes mecanismos, de los que la opinión pública no estaba al corriente, habían sido utilizados - evidentemente - con el silencio del gobierno, de los partidos en el gobierno, del Parlamento. Y se le podía contestar a Moro con cualquier otra cosa salvo el silencio, es más con garantizada estridencia y pérdida de prestigio y credibilidad era la única manera de actuar en su caso. Por el contrario, se optó por disminuir, invalidar y desmentir sus argumentos desde un punto de vista clínico en vez de político, relegándolos a su delirante condición de preso. De ahí que los investigadores no le diesen ninguna importancia a sus cartas. El diputado Cossiga(14), por aquel entonces Ministro del Interior, ha descartado tajantemente que se haya intentado descifrar los mensajes de Moro: »No se descifraron los mensajes durante el secuestro. Procedíamos con métodos artesanos. En cambio, se llevaron a cabo análisis lingüísticas de los mensajes de las Brigadas R

ojas... (en qué consistían dichos métodos artesanos y cuáles fueron los resultados de los análisis lingüísticos se veía venir ya por aquel entonces). Pero el mismísimo Cossiga, tras haber dicho de las cartas de Moro que se pueden expresar »opiniones dispares e incluso dolorosas acaba por reconocer que en ellas »Moro , en su lucidez, en su inteligencia, con todos sus argumentos había comprendido que eso era en realidad lo que querían los que hablaban con él: que se les reconociese como parte que puede existir al margen del Estado, pero que está dentro de la sociedad y que con la misma es posible una relación dialéctica . Eso mismo: Moro, sin prescindir de sus convicciones más arraigadas (que Cossiga ha resumido muy bien, véase las lecciones sobre el Estado de Moro), no podía más que seguirles el juego, para ganar tiempo y dárselo a la policía para que lo encontrase. No se comprende por qué Moro, hombre de gran inteligencia y perspicacia, se tenía que comportar como un idiota: si tenía la posibilidad de gana

r tiempo y de comunicar con el exterior, de estas dos circunstancias favorables lo lógico era que las aprovechase. Y aunque la esperanza que manifestaba no era más que la del intercambio, cabe creer - es obvio - que alimentase otra, a saber: que las fuerzas del orden llegasen al lugar en el que se hallaba secuestrado.

Por consiguiente, debe haber intentado dar alguna indicación sobre el lugar en el que se hallaba: escondiéndola, se entiende, cifrándola. A cualquiera se le hubiese ocurrido intentarlo. A Moro, de hecho, esta capacidad y este intento le fueron negados a priori. Y era, por el contrario, por la atención que sabía dedicar a las palabras, por la utilización incluso tortuosa de las mismas, la persona más adecuada para esconder (por decirlo a la manera de pirandello(15)) entre las palabras y las cosas.

Sus mensajes podían descifrarse, por ejemplo, analizando la utilización imprecisa de algunas palabras, en la poca atención aparente. Cuando Cossiga y Zaccagnini, para hablar de las condiciones en las que Moro se hallaba, citan la frase de una carta suya (aquella, precisamente, dirigida a Cossiga ministro del Interior): »me hallo bajo un dominio total e incontrolado , es curioso que no se diesen cuenta de que precisamente contiene una incongruencia y que no define con concreción el tipo de dominio bajo el que Moro se hallaba. De hecho, qué quiere decir »incontrolado ? Quién podía o debía controlar a las Brigadas Rojas? Por ello es de lo más fidedigna (sobre todo tras las revelaciones de los ex miembros de las brigadas) la versión descifrada que se nos ha sugerido: »me hallo en una zona muy habitada y que aún no ha sido controlada por la policía . Probablemente, las palabras »bajo y »sometidas cabía interpretarlas como indicaciones topográficas. Pero de la misma manera que no se ha querido descifrar tampo

co se ha querido prestarle atención a lo que saltaba a la vista: como en ese »aquí - que se le pasó por alto tal vez a la autocensura que Moro no podía dejar de imponerse y sin lugar a dudas a la censura de las Brigadas Rojas - que inequívocamente cabía leer »en Roma ([se debería ser capaz de llamar al embajador Cottafavi ). Y no era una indicación de poca monta, considerando con cuanto desperdicio se andaba buscando fuera de la ciudad de Roma. No se dio ningún crédito a la inteligencia de Moro. Y cabía considerarla por lo menos superior a la de sus carceleros. Sin abandonar posturas de "firmeza", se hubiese podido seguir dialogando con él. Tanto públicamente - oponiendo razones a las suyas, pues de razones, y no de desvaríos, se trataba - como a nivel secreto buscando en sus cartas aquellos mensajes que era probable y posible que escondiesen. Los expertos, por el contrario, se dedicaron a estudiar el lenguaje de las Brigadas Rojas. Y no hacía falta expertos para descubrir que era un lenguaje pobre y petri

ficado, hecho de eslóganes, de »idées reçues por la palingenética revolucionaria, hecho de restos de manuales sociológicos y guerrilleros. Y lo de que el italiano que manejaban las Brigadas Rojas era traducción de otra u otras lenguas, más vale dejarlo correr. El italiano de las Brigadas Rojas es sencillamente, ni más ni menos, que el italiano de las Brigadas Rojas. Se pueden formular hipótesis de distintas »traducciones . Pero, tal y como están las cosas, y tal vez más que en un futuro inmediato, son y serán meras hipótesis. Y, al formularlas, se puede partir de la frase que se halla en una de las últimas cartas de Moro: »Con estas tesis se avala el peor rigor comunista, a servicio de la unicidad del comunismo ; frase a la que hasta el momento presente no se le ha dado la importancia, la atención y el análisis que merece.

Las tesis a las que Moro se refiere son las del no negociar, las de la firmeza: Y se entiende que las atribuye al peor rigor comunista que acudió en apoyo de la Democracia Cristiana, partido que él conoce bien como no riguroso. Pero »la unicidad del comunismo qué puede querer decir? Acaso no cabe pensar que haya querido ensombrecer con esta expresión la sospecha, cuando no la certeza, de algún vínculo de las Brigadas Rojas con el comunismo internacional o con algún país de régimen comunista?

La búsqueda de un vínculo semejante (y no necesariamente, se sobrentiende, con el comunismo y con los países comunistas, sino con aquellos países, regímenes y gobiernos que podían y pueden estar interesados en la »desestabilización italiana) es una de las tareas que el Parlamento ha solicitado a la Comisión, concretamente en los puntos g) y h) de la ley. La respuesta, por lo que se refiere a las conexiones con grupos terroristas extranjeros, puede tener lugar sin duda alguna: ha habido, aunque no se sabe exactamente con qué frecuencia, continuidad y relevancia. Pero con respecto a las tramas, a los complots, a las conexiones internacionales por encima y más allá de las proximidades, comunicaciones e intercambios de los grupos terroristas entre ellos, no se puede dar respuesta certera. Y es comprensible: las respuestas certeras, en este tipo de cosas, surgen al cabo de años de los archivos, ante los ojos del historiador. Podemos decir que existen nombres de países extranjeros que se pronuncian con una cierta

frecuencia, con una cierta insistencia. Y con más frecuencia e insistencia los de los países de Oriente Medio, de Checoslovaquia, de Libia y - recientemente - de Bulgaria. Pero son, utilizando el lenguaje de los gobernantes a los que la Comisión ha preguntado, »rumores . Se tiende a creer que no se basaba en »rumores el diputado Andreotti(16), por aquel entonces presidente del Consejo, cuando en el Senado, en la sesión del 18 de mayo de 1973, habló de un país en el que jóvenes italianos habían sido entrenados para un tipo de guerrilla determinado y cuando, ante las protestas del senador Bufalini que creía se refiriese a la Unión Soviética, aclaró que se trataba de Checoslovaquia. Por el contrario, se basa en »rumores , si el 23 de mayo de 1980 daba a la Comisión una versión extremadamente reducida de lo que siete años antes, en calidad de presidente del Consejo, había afirmado de forma perentoria: »Algunos terroristas, de hecho, que habían sido acusados de terrorismo, habían estado también en Checoslovaqui

a. Pero a Checoslovaquia van cientos de miles de personas, y además no parece haya habido una relación distinta que la de carácter turístico. Evidentemente, el diputado Andreotti no había oído el »rumor de que entre los cientos de miles de italianos que van a Checoslovaquia »de turistas los servicios de seguridad habían seleccionado aproximadamente a unos 600 que podían ser considerados menos turistas que los demás. Y este »rumor procede de un informe del CESIS (Comité Ejecutivo para los Servicios de Información y de Seguridad), sin lugar a dudas redactado después de septiembre de 1979, que recogiendo otros »rumores del SISMI, del SISDE y del Comando General del Cuerpo de Carabineros, afirmaba: »al menos 2000 italianos (de las averiguaciones procedentes de varias fuentes) desde el 48 hasta nuestros días han frecuentado cursillos reservados a los activistas extremistas, en Checoslovaquia y en otros países. De ellos, el SISMI está al corriente de 600 nombres . Y con respecto a Checoslovaquia, especificaba:

»En particular, en Milán y en Roma, residen elementos italianos del servicio secreto checoslovaco en contacto con varios grupos terroristas. Se encargan de la recogida de una detallada información sobre los candidatos, todos ellos voluntarios, que se transmiten a la Embajada checoslovaca, que la envía posteriormente a Praga. Entonces, los elementos considerados de mayor relieve por su fanatismo, agresividad y actitud militar, se envían a auténticos cursillos paramilitares, a Checoslovaquia u a otros países, se les proporcionan pasaportes falsificados en las naciones que los acogen. Una vez superado el ciclo de entrenamiento, los terroristas vuelven a Italia con un considerable bagaje de nociones teóricas y prácticas sobre la guerrilla, que a su vez pueden transmitir a los demás elementos de las organizaciones a las que pertenecen . Y si este pasaje del informe, tan detallado, cabe considerarlo un »rumor , en ese caso CESIS, SISMI, SISDE y Cuerpo de Carabineros no hacen más que recoger »rumores y no son más

que »rumores . Lo cual, para el contribuyente italiano, es constatación poco reconfortante. O cabe concluir, tal y como concluye el señor Lugaresi, director del SISMI: »Con respecto a estas conexiones internacionales, quisiera decir lo siguiente: existe un fuerte comercio de armas que no es fácil de atacar porque es como el comercio de la droga, pues no afecta tanto a la matriz política sino a la conveniencia comercial. Hay un intercambio de hombres entre aquellos con objetivos de desestabilización común. Tal vez pueda darse una orientación de tipo político-estratégica. Pero estas deducciones de las informaciones que nosotros brindamos a diario no pueden producirse más que en instancias políticas... Precisamente.

Cabe destacar a este propósito que el general Dalla Chiesa(17), que en su primera declaración se inclinaba a considerar también él como »rumores lo que se decía con respecto a las conexiones de las Brigadas Rojas con los servicios secretos extranjeros y a considerar a Moretti como la personalidad y la cúspide de las Brigadas Rojas, a distancia de casi dos años, en la segunda declaración, a la pregunta de si seguía estando convencido de lo mismo que anteriormente, contestaba de la siguiente manera: »A lo largo de estos días me ha surgido una duda... Me pregunto en estos momentos (porque estoy fuera del jaleo desde hace un poco de tiempo y paso de alguna manera por el observador que a sus espaldas tiene un poco de experiencia) en dónde se encuentran las bolsas, en donde está la primera copia (del que se ha dado en llamar memorial Moro). Nada que pudiese conducir a las bolsas, no ha habido miembro de las brigadas arrepentido o desasociado que haya mencionado algo por el estilo, ni que se haya quejado de la des

aparición de algo... Yo creo que hay alguien que puede haber percibido todo esto... Pensemos en los viajes al exterior que hacía toda esta gente. Moretti iba y venía .

Es reconfortante que le haya surgido la duda; aunque uno poco menos que le haya surgido en el momento en el que se hallaba »fuera del jaleo . Queremos subrayar un último particular, para demostrar de qué manera la voluntad de encontrar a Moro se iba deteriorando y desvaneciendo. Inmediatamente después del secuestro, se instituyó un Comité Interministerial para la Seguridad que se reunió en los días 17, 19, 29 y 31 del mes de marzo; una sola vez en abril, el 24; y posteriormente en los días 3 y 5 de mayo. Pero lo que es peor es que el Grupo político - técnico - operativo, presidido por el ministro del Interior y compuesto por personalidades del gobierno, por los comandantes de las fuerzas de policía y de los servicios de información y seguridad, por el jefe de policía de Roma y por otras autoridades de Seguridad pública, se reunió a diario hasta el 31 de marzo, pero posteriormente tres veces por semana. Sólo que de estas reuniones, a partir del 31 no existen actas y »no hay ni tan siquiera apuntes . Y era el

grupo - constituido con justa intención - el que debía evaluar las informaciones, decidir las acciones, ponerlas en funcionamiento y coordinarlas.

Roma, 22 de junio de 1982

P.D. Entregado en junio de 1982 (cumpliendo con el plazo de entrega establecido) este mi informe solicita, actualmente, en el borrador, dos rectificaciones debidas a conocimientos tardíos por parte de la Comisión.

1) El íter de las dos máquinas, en la imprenta Triaca, ha sido finalmente reconstruido, por cómo se lee en el informe de mayoría. Cabe adscribir a la fatalidad que máquinas alineadas como chatarra por entes del Estado hayan acabado, funcionando, en manos de las Brigadas Rojas. 2) El informe que había sido atribuido al CESIS se considera ahora que ha sido producido por el SISMO. Sin embargo, al leerlo se tiene la impresión de que proceda de un organismo del que formase parte el SISMI.

N.d.T.

(1) VIA FANI . Calle romana en la que fue secuestrado Aldo Moro. En dicha ocasión, las Brigadas Rojas asesinaron a la escolta de Moro.

(2) MORO ALDO . (Maglie 1916 - Roma 1978). Político italiano. Secretario de la Democracia cristiana (1959-65). Artífice de la política de centro izquierda. Ministro en repetidas ocasiones, Presidente del Consejo (1963-68, 1974-76). A partir de 1976 presidente de la democracia cristiana (DC). Preconizó el acercamiento del Partido Comunista Italiano (PCI) al gobierno delineando al hipótesis de una "tercera fase" (tras la del "centrismo" y la del "centro izquierda") del sistema político. Secuestrado por las Brigadas Rojas en Roma, el 16 de marzo de 1978, fue encontrado muerto el 9 de mayo del mismo año.

(3) PARTIDO COMUNISTA ITALIANO . (PCI) fundado (bajo la denominación Partido Comunista de Italia) el 21 de enero de 1921 en Livorno, al abandonar el partido socialista una fracción disidente que se remitía a Gramsci y a Bordiga. Conectado con la tercera Internacional, el PCI entró en la ilegalidad con las leyes represivas de 1926; tras el arresto de sus máximos dirigentes (Gramsci, Terracini), siguió con su lucha contra el fascismo bajo el liderazgo de Togliatti. A finales de la guerra de liberación, en la que desempeñó un papel decisivo, participó en el gobierno del 44 al 47 y posteriormente sufrió una derrota en las elecciones del 48; durante la postguerra se convirtió en el mayor partido de la oposición de izquierdas, y tras la muerte de Togliatti (1964), Longo tomó las riendas del partido, y posteriormente Enrico Berlinguer. Con Berlinguer llegaron los tiempos del Compromiso histórico basado en la colaboración orgánica entre comunistas y católicos. Su proyecto de dar vida al que se ha dado en llamar "E

urocomunismo", es un intento de proyectar en occidente un reformismo que no renegase del todo la experiencia comunista.

(4) DEMOCRACIA CRISTIANA (DC) . Partido italiano de inspiración cristiano/católica. Constituido con este nombre en la postguerra recogiendo la herencia del Partido Popular, nacido en la primera post-guerra gracias a la obra de un sacerdote siciliano, Luigi Sturzo. Tras las elecciones de 1948, en el clima de la guerra fría, se convirtió en el partido de mayoría relativa, rozando a veces la mayoría absoluta. Elemento central de todos los gobiernos, detente ininterrumpidamente el poder desde hace medio siglo condicionando fuertemente en sentido moderado el desarrollo de la sociedad italiana. En las elecciones de 1992 por primera vez estuvo por debajo del 30% de los sufragios.

(5) D'URSO GIOVANNI . Magistrado italiano. Secuestrado por las Brigadas Rojas el 12 de diciembre de 1980. El secuestro, que pareció repetir el de Aldo Moro, desencadenó una violentísima campaña político-periodística a lo largo de la cual se propuso la formación de un gobierno de "emergencia" formado sólo por técnicos. El Partido radical desempeñó una tarea importante - gracias al compromiso del escritor Leonardo Sciascia - al obtener la liberación y desechar toda solución autoritaria. El magistrado fue puesto en libertad el 15 de diciembre de 1981.

(6) FIRMEZA : Término muy usado en dicho período que indicaba la necesidad ante la 'desestabilización' de tener "MANO DURA".

(7) BRIGADAS ROJAS . (Conocidas con las siglas BR). Organización terrorista clandestina de extrema izquierda, nacida en Italia en 1969. Proclamando la revolución obrera, intentó abrir frentes de revuelta armada contra el Estado y el sistema político, reivindicando los atentados, heridos, secuestros, homicidios de políticos, periodistas, magistrados y dirigentes industriales. Tuvo por líder a Renato Curcio. En 1978 secuestró y asesinó a Aldo Moro.

(8) AUTONOMIA OPERAIA (AO) . Movimiento político de extrema izquierda, activo en la segunda mitad de los años 70. Alcanzó su momento cumbre en 1977 y en 1979 fue denunciado por connivencia con el terrorismo y algunos de sus líderes fueron procesados. Según sus teóricos, la clase obrera debía organizarse en formas "autónomas" del Estado, su adversario histórico.

(9) RADIO CITTA' FUTURA . Nombre de una emisora de radio italiana.

(10) SASSARI . Localidad de Cerdeña.

(11) TRAPANI . Localidad de Sicilia. AOSTA . Capital del Valle de Aosta. El autor contrapone de esta manera puntos de la geografía italiana muy distantes entre ellos.

(12) ZACCAGNINI BENIGNO . (Faenza 1902) ministro del trabajo (1959) y de obras públicas (1960-62), presidente (1969-75) y secretario general (1975-1980) de la DC.

(13) VITERBO . Localidad del Lacio, en la Italia central.

(14) COSSIGA FRANCESCO . (Sassari 1928) Presidente de la República italiana desde 1985 hasta 1992. Diputado desde 1958, fue posteriormente subsecretario (1966) y Ministro (1974). Ministro del Interior (1976-78) en la época del secuestro de Aldo Moro, presentó su dimisión cuando se descubrió el cuerpo del estadista asesinado. Jefe del Gobierno (1979-80). Como presidente de la república, en la segunda parte de su mandato ha hecho de todo para que cambiase la Constitución italiana, abandonándose a feroces polémicas con la mayor parte de los exponentes políticos y sobrepasando los límites establecidos por la ordenación constitucional. Por estas razones fue denunciado por Marco Pannella en agosto de 1991, por delito de atentado contra la constitución.

(15) PIRANDELLO LUIGI . (Agrigento 1867 - Roma 1936). Escritor y dramaturgo; premio Nobel en 1934. Profundizó en el drama del individuo aislado en una realidad que le resulta extraña. Dicha temática halló su realización más original en el teatro a través de una técnica de desenmascarar, con lucidez y sin piedad, la condición humana, incluso la intercambiabilidad entre la locura y la cordura. Su nave arriba de esta manera a un puerto de nihilismo desesperado que se resuelve escénicamente en la prepotencia de las "apariencias", en el viraje total de las "certidumbres" y en el desdoblamiento del teatro en el teatro.

(16) ANDREOTTI GIULIO . (Roma, 1919) Exponente de la Democracia Cristiana. Secretario de A. De Gasperi, empezó muy temprano como Subsecretario de la Presidencia del Consejo, una ininterrumpida carrera ministerial: ministro del interior (1954), de hacienda (1955-58), del tesoro (1958-59), de defensa (1959-66) y 1974), de la industria ((1966-68), del presupuesto del Estado (1974-76). Presidente del consejo italiano del 1972 al 1973, del 1976 al 1979, y en 1990.

(17) DALLA CHIESA CARLO ALBERTO. (Saluzzo 1920 - Palermo 1982). General de los carabineros. Coordinador de las investigaciones sobre las Brigadas Rojas desde 1978. Afiliado, junto a su hermano, a la logia masónica de Licio Gelli "P2", aunque sostenía que se había afiliado sólo para controlarla. Fue nombrado en 1982 gobernador civil con poderes especiales de Palermo para luchar contra la mafia. Asesinado junto a su mujer en Palermo el 3 de septiembre de 1982.

 
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