de Leonardo SciasciaSUMARIO: La mafia no ha tenido ninguna relación con la muerte de Roberto Calvi. Basándose en esta tesis, el autor analiza los elementos que defienden la hipótesis del suicidio contra la del asesinato.
("Il Globo", 24 de julio de 1982)
Una de las cosas más sensatas y más claras que se han dicho a lo largo de estos días sobre la mafia y el mundo financiero es la nota de Pino Arlacchi(1) en "La Repubblica"(2) del 10 de julio, que se titulaba precisamente: "Nueva mafia y mundo financiero". Partiendo de esta nota se puede formular la muy creíble hipótesis que del Sesenta y ocho en adelante ( por qué no dar a la "nueva mafia" este dato anagráfico? la mafia se ha encontrado con más dinero que ideas sobre qué hacer con él. Dice Arlacchi: "La rapidez con la que los capitales mafiosos han sido aculmulados ha impedido hasta ahora una transformación masiva en bienes de inversión. Estos se encuentran aún en gran parte en "forma líquida" y necesitan - para ser convenientemente administrados - la movilización de competencias financieras a elevados niveles". Es decir, la mafia en sí, en su estructura interna, no estaba preparada; y en el sistema americano no podía obtener colaboraciones o complicidades a dichos niveles. Se vio obligada a servirse de sist
emas financieros y bancarios más abiertos y menos controlados, y que parecían ir en aumento, en subida, precisamente por su incontrolada movilidad. Y ahí está la madre del cordero. El ilusorio proceso de incremento de los sistemas con dicha contextura se puede comparar con el cuento de la lechera que camino del mercado iba cavilando y soñando cuánto dinero ganaría vendiendo la leche y lo que podría comprar con ese dinerito etc. en progresión aritmética hasta alcanzar la riqueza y el poder: ante el que se inclinaría, como igualmente se inclinarían los demás ante ella, y entonces ... la cántara de leche se le resbaló. Pero dicha analogía tiene sentido si decimos que en los sistemas de los que hablamos o no había leche o se había derramado mucho antes: y sin que nadie se diese o quisiese darse cuenta.
No tengo ninguna competencia al respecto y me limito a manifestar mi opinión: pero sistemas parecidos, en un país como el nuestro y, cabe imaginar, en algún país sudamericano, son discurridos por personas de mediocridad desoladora que, favorecidas en un principio por la buena suerte, llegan a creer y a hacer creer que poseen talento y competencia. Y sin embargo, todo se reduce a momentos de fantasía muy parecidos al de la campesina que llevaba la leche al mercado - con la diferencia que ellos siguen impertérritos incluso cuando se les ha derramado la leche.
Y yo diría que el dato más significativo y preocupante de la corrupción italiana estriba, más que en el hecho de que se robe en la res pública y privada, en el hecho de que se roba sin inteligencia y que personas de absoluta mediocridad se encuentren en las más altas esferas de las empresas públicas y privadas. A dichas personas, un elemento maníaco, de locura, acompaña a la mediocridad, y cuando la fortuna les sonríe aflora sólo una pequeña parte, pero en cuanto aparecen las primeras dificultades empieza a manifestarse y a crecer hasta arrollarles. De ellos se puede decir lo que D'Annunzio decía de Marinetti(4): que son necios con alguna que otra pincelada de imbecilidad. Sólo que en el contexto en el que actúan la imbecilidad parece - y en cierto modo y hasta cierto punto lo es - fantasía. En una sociedad bien ordenada, no hubiesen pasado de ser simples "empleados"; en una sociedad en ebullición, en transformación, se les hubiese marginado inmediatamente - al no resistir en la competición con los inteligen
tes - como pobres "caballeros de industria"; en una sociedad no sociedad llegan a las esferas más altas y se quedan, puesto que el contexto mismo que los ha producido no se los engulle.
Incapaz de inventar un sistema propio de inversiones y ante la imposibilidad de encontrar uno más fiable, más seguro, la mafia no ha podido hacer más que dirigirse a los del bajo riesgo y el alto índice de beneficio, con los que además congeniaban y, me atrevería a decir, estaban hechos a imagen y semejanza. Se comprende que uso la palabra "mafia" como una confederación de asociaciones criminales indefinible - desde el externo - tal y como lo era la vieja mafia, es decir según sus intereses, sus objetivos y el estatus de las personas que a ella se afiliaban. Actualmente, todas las asociaciones criminales, en todas partes del mundo, poseen intereses dispares, intrusiones ocultas y contradictorias, parecen amorfas y en amorfo proceso de agregación. Un proceso de agregación irreversible; es decir, sólo reversible en la paz mundial, en la laboriosa y atenta colaboración de los Estados y de los pueblos.
El modelo - insuperado - está en la vieja mafia siciliana; pero en el hecho organizativo, no en la que se ha dado en llamar "cultura" y que se puede convenir como un modo de ver la vida, una manera de ser. Quien actualmente está a la cabeza de una asociación criminal posee pocos puntos en común con hombres como Don Vito Cascio-Ferro y Don Calogero Vizzini(5=. Y con ello no pretendo reconocer "nobleza" alguna a la vieja mafia (la menor cantidad de homicidios y la menor crueldad en cometerlos no son adjetivos que caractericen a la "nobleza"), sólo quería decir que es distinta.
Pero no es de la mafia de lo que quiero hablar, sino de Calvi, de su muerte. Y no excluyo, es más puedo admitir, que en su sistema han entrado capitales mafiosos y que han sido dilapidados alegremente: pero, a diferencia de lo que afirma Arlacchi en la conclusión de su nota ("El no respeto de las promesas de los bajos riesgos y altos beneficios, y toda infracción esencial de las reglas del juego, no se resuelve - en estos ambientes - ante un tribunal, sino bajo algún puente londinense"). Yo creo que la mafia no ha tenido nada que ver con la muerte de Calvi. Es un caso que encierra una gran complejidad: pero desde un principio he tenido la sensación de que lo fuese como el gorro de Charles Bovary. Flauvert lo describe durante media página, pero en un momento determinado, como si se diese cuenta de la "indescribilidad" del objeto, se para y lo compara con la cara de un imbécil. La inteligencia - que tal y como Poe nos enseña es menos mente matemática y más mente poética - es simple y simplifica: al igual que e
n el cuento de la carta robada, en el que el ministro (que es matemático, pero sobre todo poeta) discurre el simple y gran hallazgo de la invisibilidad por exceso de visibilidad; y el investigador (que es poeta con conocimientos de matemáticas, como Edgar A. Poe) fácilmente, por simple intuición, lo descubre. En resumidas cuentas, el caso Calvi, más que bajo la señal de una potente y omnipresente asociación criminal, se me ha aparecido inmediatamente bajo la señal de la imbecilidad. Todo lo macabra que se quiera, pero imbecilidad. Y puedo decir incluso que en cuanto me enteré de la desaparición, antes de que llegase la noticia de su muerte, en el "Secolo XIX"(6) del domingo 13 de junio, concluí con una breve nota con la consideración, que en ese momento podía parecer temeraria, de lo frágil que era la personalidad de Calvi, en contradicción con el hecho de que se había encontrado al frente de un banco de operaciones tan peligrosas y arriesgadas. Me pareció claro que el misterio de la desaparición de Clavi se
explicase a través de Calvi, a través de su fragilidad mental y psíquica. Y en ello Calvi podía no aparecer como único ejemplar: Virgillito, Giuffrè y Sindona(7) también lo eran. Y de igual temple, creo, demostrarán ser aquellos que, exaltados por el mismo contexto de corrupción, un mañana cualquiera se encontrarán con que se los han engullido.
De esta convicción personal - es decir, que ha sido Calvi el que ha complicado el caso Calvi y que, en definitiva, nadie le ha ayudado más que con la presunción de ayudarle a huir - he hablado con Michele Tito(8), con Moravia, con Siciliano(9) y con otros amigos. Y, debo confesar, que he sentido una cierta remora al escibirlo. Estoy harto de que se me malinterprete, de ser acusado de "alianzas objetivas" con éstos, con aquellos o con los de más allá, que sean los imbéciles o los malvados los que me malinterpreten. Y debo decir, aquí y ahora, que este hallazgo de las "alinazas objetivas" movidas para acusar a quien defiende ciertos derechos civiles que se quieren olvidar o a quien no está de acuerdo con las opiniones totalitarias, es uno de los chantajes que más pesa en la vida italiana, que en cuestión de chantajes no es precisamente pobre. Y, debo añadir, que casi me ha asustado el descrédito que han desparramado los órganos de información italiana con respecto a la policía inglesa. Inmediatamente, en cuant
o se ha comprendido que en Londres la tesis parecía la más probable: la policía inglesa no será la del distrito número 80 de Ed McBain, pero creo que contaba con una cierta credibilidad en Italia antes de decir que creían que Calvi se había suicidado.
A partir de ese momento se convirtió en una de las policías más ineficaces y embrolladas del mundo; sin mencionar las sospechas de corrupción con las que se ha empezado a agravarla. Calvi había sido asesinado y basta... Quién osaba poner en duda una certeza semejante era un "aliado objetivo", y tal vez "subjetivo", de la mafia, de la masonería, de la mafia-masonería... Y es aquí en donde creo que aflora la indecisión: de quién proclamar aliados aquellos que creían que Calvi se hubiese suicidado?. En Inglaterra, lo sabemos, la masonería es más bien fuerte; pero no parece que tenga precedentes criminales apreciables. Pero insinuar algo sobre aquella fuerza, aludir a la simbología de los ladrillos que Calvi llevaba en el bolsillo, en cualquier caso se podía...
Que Calvi haya sido juzgado psicológicamente frágil por parte de un colegio de peritos no me parece una razón suficiente para creer lo contrario. Lo era. Y lo era incluso antes de que, el pasado verano, una orden de captura desmembrase su seguridad. Se creía potente, seguro, intocable; y esta es la imagen de sí mismo que conseguía dar a aquellos que lo circundaban, que lo adoraban o lo temían. Pero una orden de captura y algunos días de cárcel habían bastado para precipitarlo en la desesperación. Lo cual quiere decir que dentro de él no estaba tan seguro de sí como parecía y como lo creían. No se quiere creer que realmente, en la cárcel de Lodi, hubiese querido darse la muerte, pero sólo porque no lo consiguió.
No voy a escribir un libro sobre Calvi, ni sugeriré a otros que lo hagan (aunque sería necesario). Basta ponérselo delante como personaje, y con la cantidad de piedad necesaria que la operación requiere, para que los hechos encuentren, por así decirlo, el orden de su desorden. Que encuentra reflejo con sólo prestar un poco de atención, en el desconcierto mental y en el suicidio (indudable) de su secretaria.
En el momento en el que Calvi descubre que en Italia, si no la ley en absoluto, por lo menos existen magistrados que administran y que pueden administrarla contra él, aniquilándolo, cae en un auténtico proceso esquizofrénico: el hombre de gélida sagacidad que se creía (y lo creían), que quiere salvar al hombre frágil y vacilante en que se había convertido. Salido de la cárcel de Lodi, de nuevo en la presidencia del Banco, habla sólo para retirar una declaración hecha en la cárcel y que - dice - le habían sugerido, y en un momento de particular fragilidad aceptó, con tal de obtener la libertad: por lo demás, guarda silencio, pero va nutriendo en su esquizofrenia el propósito de pagar, de pagar, de pagar a todos; y tal vez también - según el atentado de Rosone las declaraciones de Rosone - el de eliminar físicamente a alguien.
Pero no lo consigue. Se da cuenta, llegado a un cierto punto, que se encuentra en un callejón sin salida. Es decir, se da cuenta de que le llega otra orden de captura: y no por los líos financieros, sino por cerebro de la operación de intento de homicidio del director general del Banco, ese Rosone que antes lo consideraba un dios y ahora lo considera un pobre hombre enloquecido por el poder, mentiroso, liante y liado, ruina de una institución antes sólida y honesta. Pero también Calvi, todo hay que decirlo se consideraba jefe de una institución sólida y honesta.
No se entiende nada de nada de su comportamiento, de su desconcierto, si no se tiene en cuenta la imagen - precisamente sólida y honesta que Calvi tenía en el Banco, y que transmitía a sus colaboradores; Rosone incluido, y hasta a la persona más cercana a él, su secretaria. El contable lombardo había logrado su posición por sí mismo (y todos los hombres que en Italia logran lo que son por sí mismos se hacen más bien daño) vivía en la corrupción de la patria como todo ser vivo en su propia piel.
Recordemos ahora ese ensayo de Henner Hess sobre la mafia: con ese simple y básico hallazgo de que el mafioso no sabe que es mafioso en la noción que "exteriormente" se posee de la mafia; es un buen ciudadano de un Estado que "exteriormente" se denomina mafia y se considera fuera de la ley. Así Calvi se consideraba un buen ciudadano del sistema de corrupción que conocía, aumentaba e incrementaba. Lo que es lo mismo que decir que existen responsabilidades de orden general, no sólo suyas. Calvi tenía un miedo increíble a la cárcel. Muchos lo tienen, e incluso hasta rozar la locura. Considerando las fechas, se puede comprender por qué a principios de junio su miedo se agigantó, la locura explotó. El viernes 18 de junio, Rosone fue llamado ante el juez que indagaba sobre el atentado que sufrió en el mes de abril. De las preguntas, Rosone se hace la idea de que fue Calvi el que dio la orden a Abbruciari para que lo matase o lo hiriese a título de advertencia. Tal y como funcionan las cosas en nuestras oficinas ju
diciales en cuanto a lentitud y asusencia de secreto, puede ser que Calvi no sepa - en el momento en el que decide desaparecer - que no tardarán mucho en arrestarlo como cerebro de la operación?. Discurrida una forma de suicidio que no sólo parezca homicidio sino que lo haga parecer víctima de una intriga compleja y oscura, en la que tejemanejes financieros y orden de homicidio parecen movidas por fuerzas poderosas y ocultas. Una forma de suicidio complicadísima (el gorro de Charles Bovary); y que tal vez pretendía ser incluso vengativa. Pero aceptemos por un momento la hipótesis de que Calvi haya sido asesinado, demos la demostración por absurda. Y tal vez, para aligerar la demostración, no consideremos el móvil de la acción: que es siempre fundamenteal, pero es de creer que en este caso sea imposible de hallar (decir que Calvi no ha mantenido ciertas promesas y ha sido castigado, es lo más vago e inconsistente que imaginar se pueda).
Así pues, digamos que existe una organización criminal que quiere a Calvi muerto. Pero nos hallamos ante un dilema: lo quiere muerto ejemplarmente, de manera que si no todos por lo menos los asociados más vacilantes comprendan el porqué y el por quién de la ejecución, o lo quiere muerto para hacer ver que se trata de un suicidio? Dilema insoluble. Y, para seguir creyendo en el homicidio, lo hemos de dejar a un lado, por resolver. Dejémoslo. Formulémos ahora la siguente pregunta: cuáles son, en el momento en el que Calvi decide desaparecer, sus relaciones con esta asociación?. Se fía de ella o la teme? Si la teme, la precaución elementaria sería la de no hallarse ante ella sólo e indefenso; por el contrario, si se fía, cabe admitir que Calvi tenía una sóla preocupación: la de huir de la justicia italiana.
Se puede, naturalmente, elaborar una tercera hipótesis: que ni se fiase ni la temiese, que ignorase la intención y que no la considerase en su plan de fuga. Pero, es posible?. Si conocía la existencia de una asociación semejante - y más aún, si formaba parte de ella - y si sabía que se hallaba ante ella debiéndole algo o habiendo errado en algo - no podía pasar por alto evaluar la posibilidad de que le fuese impedido de alguna manera su plan de fuga.
A no ser que se le quiera atribuir a esta asociación todo lo que le sucedió a Calvi desde la noche del 10 de junio hasta que se ahorcó bajo el puente de Londres: es decir captura en su apartamento romano, afeitado del bigote, viaje de Roma a Austria, de Austria a Inglaterra. Pero no parece que sea posible, porque todo deja creer que Calvi se fuese de Roma sin constricción alguna; y para que creer lo contrario sería necesario admitir que aquellos que lo ayudaron en su fuga fueron cómplices voluntarios, o incluso más o menos directos ejecutores de su asesinato. Pero ello no es ni tan siquiera sospechable: los que lo ayudan en la fuga desde Italia hasta que llega a Londres actúan evidentemente con la convicción de no cometer delito ante la ley italiana (al no pesa sobre Calvi ninguna orden de captura) y con la seguridad de que la fuga no acabará con la muerte, o por asesinato o por suicidio, bajo un puente de Londres. Tanto es así que lo ayudan sin tapujos, y en un modo que a la policía le cuesta poco de descub
rir. De esta cadena de hipótesis y de preguntas, el eslabón más sólido (pero siempre adviertiendo que es el primero que le falta) podría ser éste: Calvi disponía de dos líneas distintas de amistades: una de la que servirse para la expatriación y otra a la que confiarse, una vez en Londres, para una desaparición más segura y estable. Es decir, una separación a la Gelli(10). A no ser que precisamente entre estos amigos se le preparase la muerte, Y aquí se plantea otro problema. Con la presunción (totalmente obvia para los que sostienen la tesis del homicidio) de que el Calvi muerto o asesinado haya sido más compos sui de lo que lo hubiese sido el Clavi suicida, cómo podía fiarse tan ciegamente de personas (o de una organización) que tenían sus razones para querelo muerto?. Podía, ignaro, no tener miedo; pero fiarse de que lo pusiesen a salvo era ya demasiado.
He dicho: tenían sus razones para quererlo muerto. Pero he aquí el quid de la cuestión: cuáles eran estas razones?. La más evidente para aquellos que sostienen que Calvi haya sido asesinado parece ser la siguiente; que Calvi había dilapidado los capitales que le habían confiado. Entonces, la necesidad de encontrar un móvil, que habíamos descartado, entra en acción: y no es un móvil fiable. Calvi no era todavía un hombre sin solución; y de un Calvi vivo existían más posibilidades de recuperar, aunque fuese parcialmente, los capitales que se convertirían en irrecuperables en el momento de su muerte. Y se puede también añadir un precedente.
Nadie se ha preguntado, creo, por qué hicieron desaparecer a Sidona y por qué lo pasearon por el mundo durante un cierto tiempo: como si se hubiese tratado de un capricho o de una recreación turística suya y de sus acompañantes (la historia de la preparación de un movimiento separatista en Sicilia es una fantasía que se puede creer tal vez algún que otro periodista o algún miembro de la comisión parlamentaria; pero, sin lugar a dudas, no se la creían ni Sindona ni sus compañeros de viaje). Existe sólo una, probable y posible, razón atribuible a dicha peregrrinación: que se quisiese obligar a Sindona a sacar el dinero de los agujeros en los que se creía o se sabía que lo había escondido. Que se haya obtenido tanto o no es algo que no podemos decir. Lo que sí podemos decir es que una vez acabado el viaje, Sindona fue abandonado por sus guardianes a su destino.
El único móvil serio imaginable para el asesinato de Calvi es, por parte de una asociación para delinquir de carácter mafioso, el de un castigo por traición perpetrado a través de revelaciones de secretos que podían comprometer la seguridad de dicha asociación. Pero Calvi no ha hecho ninguna revelación de dicha naturaleza. La única revelación que hizo - y de la que luego se retractó - concernía a los miles de millones prestados al Partido Socialista. Y no se comprende por qué una revelación semejante, aunque veraz, pudiese ser motivo de escándalo, desde el momento en que no formaban parte otros tantos miles de millones, según parece, dados al periódico "Paese Sera".
La lectura más interesante que ha caído en mis manos sobre el caso Calvi la escribió Lietta Tornabuoni (La Stampa, 24 junio). Intuyó sutilmente que la muerte de Calvi había que incluirla en loas anales de la mala literatura: y empezó su reconocimiento londinense entrevistando a Penelope Wallace, hija de Edgar. Penelope dice: "Lo único que hace de esta historia un feísimo thriller es el suicidio final: la novela que se concluye con el suicidio es una novela policíaca de mala calidad, un embrollo en detrimento del lector. Ahora me dice usted que en Italia muchos parecen estar convencidos de que se trata de un asesinato; en ese caso sí es una buena novela policíaca, entonces Edgar Wallace ya la había escrito". La novela policíaca de Wallace se titula: "El hombre siniestro": "Narra la historia de un banquero al que hallan ahorcado, en realidad ha sido asesinado, pero todos creen que se ha suicidado". Perfecto. Sólo que nosotros, no teniendo ningún vinculo sentimental con Edgar Wallace y contando simplemente con
el de lejanos lectores, decimos que es un trhiller feo el del suicidio, pero sería una mala novela policíaca la del asesinato - a imitación de la de Wallace. Wallace que fue considerado un fenómeno y casi un genio era un pésimo escritor de novelas policíacas. Complicado, intricado. Y aburrido (intenten leerlo, o lo que es pero, releerlo).
Así pues, remitirse a sus libros para el caso Calvi va de perilla. Tanto si se ha tratado de homicidio o de suicidio, el caso cuenta con la complejidad gratuita y no con la intriga ingeniosa de una historia de Wallace. Así pues, no parece que existan razones, digamos estéticas para preferir la tesis del homicidio a la del suicidio. Existen - tal y como se puede deducir de ciertas declaraciones - razones políticas: pero sería peligroso y sería una desfachatez hacer que prevaleciesen sobre la verdad. Cuando los políticos italianos, con un candor digno de mejor causa y caso, dicen haber explicado a los políticos ingleses que el caso de Calvi es un "caso político", nos asaltan serias preocupaciones.
Para los ingleses, el caso no puede y no debe ser "político", debe ser sólo policial. Los órganos de información italianos, tanto si se dan cuenta como si no, ejercen una fuerte presión para que los ingleses se decanten por la novela policíaca del homicidio en vez del mal trhiller del suicidio. Pero sería imperdonable que la explicación que los políticos italianos dan a los políticos ingleses de que "se trata de un caso político" acabe de la misma manera. A no ser que, con las explicaciones, no se suministren pruebas que lleven a la conclusión de que Calvi ha sido asesinado; pero no parece que los ingleses las hayan encontrado por el momento, y valga esta declaración del investigador Tarbun al enviado de un periódico italiano: "Se han dado gran número de explicaciones contrastantes. Pero ha sido la prensa en Italia, con la televisión, la que ha recogido simples voces como si del evangelio se tratase. Nosotros no podemos permitirnos proceder de esta manera. Y en todo momento hemos repetido lo mismo: por ahora
no tenemos ninguna prueba seria, ningún dato objetivo, para sugerir una hipótesis distinta a la que sostiene que Calvi se suicidó. Si en Italia existen hechos reales que me puedan inducir a indagar pistas distintas a la del suicidio, le aseguró que empezaré a indagar a partir de este preciso instante. Pero de su país no ha venido nadie con hechos concretos a decirnos: sabemos ésto o lo otro, y con estos datos indaguen ustedes un poco más...". Esta declaración es del 15 de julio. Ayer se celebró una audiencia pública y tuvo lugar la sentencia del "coroner". Mientras tanto, investigadores y "coroner" se han convencido de que Calvi ha sido asesinado. Pero tal vez seguirán diciendo, testarudamente, que Calvi se ha suicidado.
Los indicios que se cree favorecen la tesis del homicidio se reducen a los siguientes: que a uno de la edad de Calvi le hubiese resultado difícil llegar hasta el lugar en el que lo encontraron ahorcado; que a la hora en que, según los expertos, se produjo la muerte no era muy tarde y que alguien debería haberlo visto; que Calvi no sabía hacer el nudo a la marinera; que su chaqueta estaba abrochada coja, no correspondía con los ojales, como decía Borgese de los versos de D'Anunzio.
Con respecto al primer punto: la dificultad no es imposibilidad, y una tensión nerviosa como la de un hombre con voluntad suicida hace superar las dificultades por grandes que sean. Con respecto al segundo: el lugar es, según dicen todos, más bien excéntrico: podría ser que en ese preciso instante no hubiese pasado nadie; o que quién pasase por ahí lo hiciese distraído o ensimismado en sus cosas. Con respecto al tercer punto: no creo que ningún familiar o amigo íntimo nuestro sepa sobre nosotros si sabemos hacer el nudo a la marinera o no. Y con respecto al cuarto: que un hombre que está apunto de matarse no se encuentra en el estado de ánimo de alguien que se dispone a entrar en un salón y compueba si va bien abrochado. Absolutamente reversible es este último indicio. Como también lo es el primero, puesto que admitir que Calvi haya sido asesinado en un lugar y luego transportado al puente presupone que la dificultad y el riesgo de ser vistos han sido mucho mayores que los que tuvo que afrontar Calvi solo.
Y podríamos seguir. Pero lo que urge es la siguiente pregunta: por qué en Italia se prefiere la buena novela policíaca al thriller de mala calidad?
Inquietante, muy inquietante pregunta.
N.d.T. (1) Pino Arlacchi: periodista.
(2) La Repubblica: periódico italiano.
(3) Marinetti: escritor futurista.
(4) Don Vito Cascio-Ferro y Don Calogero Vizzini: presuntos
mafiosos.
(5) Secolo XIX: periódico italiano.
(6) Virgillito, Giuffrè y Sindona: financieros.
(7) Michele Tito: escritor.
(8) Siciliani: escritor.
(9) Gelli: Capo de la P2, logia masónica.