Leonardo SciasciaSUMARIO: A Sciascia le fastidia que se le considere un experto en mafia, y le molesta tener que conceder tantas entrevistas al respecto. "Hace ya más de diez días que asesinaron al general Dalla Chiesa", ha concedido un montón de entrevistas, y no sabe si Bocca tiene razón o no para irritarse con él por las declaraciones que ha hecho pues le resulta difícil controlar si el periodista ha escrito exactamente lo que él dijo. Bocca le echa en cara que de la mafia tiene "una imagen indefinible, cambiante, mistérica y muy refinada". Sciascia reivindica sólo el adjetivo "cambiante", y recuerda lo que escribió "hace más de veinte años". Actualmente, cabe constatar que, "en materia de droga, la mafia ya no es intermediaria, sino productora", un hecho del que Bocca no se ha dado cuenta. Bocca le recrimina que ha afirmado que Dalla Chiesa iba por ahí "sin protección ni precaución". Pero esta es la verdad, y Sciascia considera que Dalla Chiesa se comportaba así debido a su visión literaria y en cualquier caso "atrasada"
de la mafia. Dalla Chiesa se identificaba, erróneamente, en el capitán de los carabineros protagonista de "Il giorno della Civetta" (que por el contrario estaba modelado a partir del por aquel entonces mayor de los carabineros Renato Candida, que posteriormente fue trasladado al norte de Italia). Dalla Chiesa excluía toda colusión posible entre mafia y terrorismo político, pero no tomaba suficientemente en consideración el nuevo carácter "subversivo" de los delitos mafiosos. La mafia actual no es la de otros tiempos, ha cambiado: el problema actual es la droga, y es la droga la que ha asustado y asusta a algunos políticos, así como la causa de que los partidos intenten apartarse de las connivencias de toda la vida. A la mafia le da miedo este intento por "desengancharse" y ello justifica "la cadena de homicidios que va desde Boris Giuliano a Dalla Chiesa".
(CORRIERE DELLA SERA, 19 de septiembre de 1982)
No hay nada que me reviente más que ser considerado un experto en mafia, o tal y como se suele decir hoy en día, un "mafiólogo". Sencillamente soy una persona que nació, ha vivido y vive en un pueblecillo de la Sicilia occidental y siempre ha hecho lo posible por comprender la realidad que le circunda, lo que sucede y a las personas que en ella viven. Soy un experto en mafia cuanto lo soy en agricultura, emigración, tradiciones populares y azufreras. A nivel meramente de cosas vistas y sentidas, vividas y en parte sufridas. Y no me gustan las entrevistas ex abrupto. Preferiría contestar por escrito a cada pregunta, tranquilamente y ponderando las respuestas.
Y sin embargo, cada vez que pasa algo de carácter mafioso, acabo cediendo y concediendo tantas entrevistas así de sopetón, esforzándome, incómodo. Y por dos motivos: por una parte si me niego a hablar tengo la sensación de estar escaqueándome de un deber cívico; por otra me parece una falta de amabilidad total y no respetar el trabajo de los demás si le doy con la puerta en las narices a una persona que ha viajado cientos de kilómetros para saber qué opino. Así es como, al cabo de diez días del asesinato del general Dalla Chiesa(1), me encuentro con que me han hecho una infinidad de entrevistas que me ha sido imposible leer. Por lo que ignoro si algunas de las cosas que he dicho han sido ampliadas o reducidas o falseadas. Por ello no consigo darme cuenta de si la irritación que Giorgio Bocca(2) ha manifestado contra mi persona ("La Repubblica" 10 de septiembre) se basa en afirmaciones mías reproducidas con poca precisión o si por el contrario se basa en cosas que he dicho efectivamente y que han sido reprodu
cidas tal cual. Pero podría ser que se haya irritado por el gusto de irritarse. Hace algunos años, en un libro suyo sobre el terrorismo, Bocca reconoció que fui el único, en el momento del secuestro de Sossi(3), que comprendió que el terrorismo rojo era realmente rojo, y no negro camuflado de rojo como muchos se entretenían en creer; y lo reconoce añadiendo que tal vez yo había llegado a dicha verdad por intuición de literato. No sé si los literatos tienen intuiciones particulares. Yo, personalmente, no creo tenerlas. A lo mejor es que no soy un literato. Para mí las cosas o se entienden o no se entienden, o se tiene la voluntad de entenderlas o se pasa totalmente. Y que Bocca reconozca que fui el único en entenderlas, me deprimiría más que exaltarme, si no supiese que al igual que yo otros muchos - que no escriben en los periódicos ni escriben libros - las comprendieron en su día.
En cualquier caso, hoy por hoy, creo que lo que le irrita a Bocca es mi intuición literaria. Según él, yo me he forjado una idea de la mafia indefinible, cambiante, mistérica y muy refinada. Demasiados adjetivos, de los que sólo uno - cambiante - podría cautamente pasar; pero en la medida en la que se conciba como un cambiar objetivo, no subjetivo. Hace más de veinte años, di una definición de la mafia que creo sigue siendo en síntesis exacta. "La mafia es una asociación para delinquir, con fines de ilícito enriquecimiento para sus asociados, que hace de intermediaria y parasitaria y se impone con medios de violencia, entre la propiedad y el trabajo, entre la producción y el consumo, entre el ciudadano y el Estado".
Al cabo de más de veinte años, lo que ha cambiado es lo siguiente: que en materia de droga la mafia ya no es intermediaria sino productora; y que en dicha intermediación entre el ciudadano y el Estado, al servirse ella misma del Estado, al estar dentro del Estado, no goza de la misma seguridad de la que gozaba antes. Si de estos cambios - y en particular del segundo - Bocca no se da cuenta, a parte de adolecer de intuición de literario, adolece de intuición histórica (algún libro suyo lleva en el título la palabra historia) así como de intuición periodística. Que entre otras cosas no hace falta para nada, pues el sentido común de por sí basta para llegar hasta esta hipótesis. Y esta hipótesis es la única que explica el carácter subversivo de los delitos mafiosos de los últimos años.
Sospecho que es precisamente esta hipótesis lo que a Bocca no le gusta, de la misma manera que no le gusta oír decir que el General Dalla Chiesa no se protegía de forma suficiente ni sabia. Salta a la vista: el general Dalla Chiesa iba por las calles de Palermo sin protección ni precaución. Pero por lo visto decir una cosa por el estilo se considera una ofensa a la memoria del general y un freno a la lucha contra la mafia.
No hace muchos años, cuando eran impronunciables ciertas verdades, se decía que le seguían el juego a alguien o a algo que por el contrario cabía combatir. Hoy en cambio, la prohibición de verdades cae con la expresión "alianza objetiva". Chantaje insoportable y que no soporto. La verdad, por pequeña o grande que sea, no establece "alianzas objetivas" con lo que no se quiere estar aliado, sino que se limita a seguir el juego de la verdad. Por lo tanto, repito: el general no se protegía tal y como hubiese debido hacerlo. Decir que lo hiciese razonablemente, puesto que inútiles son todas las protecciones, inútiles todas las escoltas, es una tontería: acechos como el que dio la muerte al general están sujetos a elementos imponderables. Quienes creen que la mafia en estas operaciones es perfecta e infalible, acaba por otorgarle esa omnivisión, omnipresencia y omnipotencia que no posee, que no puede poseer. Se ha hablado - y muchos aunque no lo hayan hablado lo han creído - de la "geométrica" perfección de alguna
s operaciones de las Brigadas Rojas(4). Luego se ha visto de qué pie cojean los miembros de las Brigadas Rojas, y de qué manera su eficacia procede de la ineficacia de los demás. Llegaremos a la misma constatación - eso espero - con la mafia.
No puedo decir que conociese profundamente al general Dalla Chiesa. Estuve con él un par de veces en Palermo, cuando comandaba la legión, y en dos ocasiones que vino a la comisión sobre el caso Moro(5). Lo seguí, como pude, durante el caso De Mauro(6). Su línea era distinta a la de Boris Giuliano(7). La línea de los carabineros, la línea de la policía: tal y como, desgraciadamente, suele suceder siempre. Pero yo tenía la impresión de que la de Giuliano era la más concreta: por ello creo que muchas fueron las cosas que lo frenaron. Eran hombres derechos por parejo, con igual pasión, cumplían con su deber hasta el fondo. Pero Giuliano tenía la ventaja de ser siciliano.
Durante los últimos tiempos, a partir de las confesiones de Peci(8) en adelante, se ha producido la tendencia a hacer de Dalla Chiesa un mito. El mejor de todos contra el terrorismo, el mejor de todos contra la mafia. Y la tendencia a hacer de él un mito aumenta ahora que está muerto. No cabe la menor duda de que en la actual disolución sus cualidades resaltan, lo cual es muy lógico. Era un oficial de los carabineros chapado a la antigua: honesto, leal,... valiente. E inteligente. Pero tenía sus límites y cometió sus errores. En una vieja e inolvidable película de Duvivier que se desarrolla en una casa de campo para actores, cuando muere Michel Simon (no recuerdo el nombre de los personajes, y por ello doy el de los actores) Víctor Francen debe elogiarlo. Empieza diciendo que era un gran actor, un intérprete sin par. En un momento determinado, se para y dice: "No, no puedo decir eso". Y de ahí surge de la verdad el elogio más auténtico y conmovedor. Y así es como debería ser con todo el mundo. El general Dal
la Chiesa cometió sus errores. El último que cometió, fatal, fue el de no haber establecido un sistema de vigilancia y de protección en torno a su persona. Decir que hubiese sido inútil es más insensato que decir que hubiese servido sin lugar a dudas.
Preguntarse por qué no ha querido crear a su alrededor un sistema tal es natural y lógico. Y la respuesta podría iluminar y servir para algo. Así pues: por qué? Tal y como decía Savinio, advierto a los imbéciles que sus eventuales reacciones a cuanto estoy a punto de decir caerán a los pies de mi gélida indiferencia. Y mi respuesta es la siguiente: el hecho de que el general Dalla Chiesa se identificaba con el capitán de los carabineros de mi libro "Il Giorno della Civetta" es una demostración, por pequeña que sea, de lo que pensaba de sí mismo y de la mafia.
A lo largo de los últimos días, para restablecer la verdad (y por costumbre de discreción), me he visto obligado a decir que el oficial de los carabineros de cuya amistad me vino la idea de escribir la historia no era Dalla Chiesa, sino el por aquel entonces mayor de los carabineros Renato Candida(9), comandante del grupo de Agrigento(10). Candida había adquirido un conocimiento y una noción tal sobre el problema de la mafia, que en un momento determinado escribió un libro la mar de interesante, que fue publicado por el editor que se apellida como yo y cuya recensión corrió por mi cuenta en una publicación de la revista "Tempo presente".
Más tarde se me acusó, en un periódico siciliano, de que había ejercido presión sobre Candida, por petición de un diputado comunista, para que eliminase del libro un pasaje que trataba de ciertas colusiones entre el partido comunista y la mafia. Acusación totalmente falsa. Lo demuestra el hecho de que, en el libro, algunas colusiones locales entre comunistas y mafiosos (no entre Partido comunista y mafia) aparecen claramente.
Una vez publicado el libro, Candida fue trasladado como era de esperar, concretamente a la escuela de carabineros de Turín. Cabe destacar como por aquel entonces cuando los oficiales de los carabineros y los comisarios de la policía demostraban tener una cierta inteligencia y voluntad de combatir contra la mafia, eran rápidamente alejados de Sicilia. Mientras que ahora se ha producido, con el general Dalla Chiesa, exactamente todo lo contrario: se le ha hecho volver a Sicilia precisamente por su competencia en materia de mafia, por su inteligencia y su voluntad de combatirla.
Sacado a relucir por mí (y le pido que me disculpe), Candida, en "La Stampa" del 12 de septiembre, declara lógicamente que no se identifica con el capitán Bellodi de "Il Giorno della civetta". Dice, en efecto, lo que yo, autocriticándome, siempre he dicho: que el capitán está excesivamente idealizado, que es un portador de valores y no un personaje real. "El capo", dice Candida, "es un personaje real, también el brigada que trabaja con Bellodi es creíble. Bellodi lo es menos". Con este personaje idealizado y no creíble, por el contrario, Dalla Chiesa se identificaba. Esta era su limitación. Limitación muy noble, pero limitación. De sí mismo y de los adversarios se había forjado una imagen literaria y en cualquier caso "retrasada". Que dichas imágenes no influyesen para nada en el trabajo en concreto que estaba llevando a cabo, se puede admitir sin problemas. Pero que condicionasen su comportamiento personal es igualmene posible. Y que quede claro que estoy hablando de Dalla Chiesa como era - como probablemen
te era - independientemente de su lectura de "Il Giorno della Civetta" y de su identificación con el personaje del capitán Bellodi. Dicha identificación, en resumidas cuentas, cabe considerarla como una señal, una manifestación, un síntoma. Y no de vanidad, que quede claro.
Sé por fuentes fidedignas que el general excluía la posibilidad de una colusión entre mafia siciliana y terrorismo político. Lógicamente. Pero creo que no tomase suficientemente en consideración el carácter "subversivo" de los delitos de mafia que tuvieron lugar a lo largo de los últimos años y a través de los cuales se puede llegar a constatar que se ha producido un viraje. Dicho viraje se puede apreciar incluso en el mero hecho de que los políticos sicilianos de partidos considerados enfeudados en la mafia o enfeudadores de la mafia, ahora hablen abiertamente de la mafia. Mientras que los que antes - incluso hasta los años en los que el general dejó el comando de la legión de Palermo - hablaban de la mafia con ligereza o hasta jactándose , minimizando o negando, irónicos con respecto a los que creían en ella o la temían, en los últimos tiempos han empezado a hablar de la mafia no sólo creyendo en ella, sino - visible en sus rostros - con miedo.
Eso quiere decir que el intento por desengancharse de la mafia, y desenganchar a sus partidos, se está produciendo. Que alguno no sepa desengancharse o no quiera, puede turbar o frenar esta especie de voluntad general. Pero, al fin y al cabo, esta voluntad existe y para darnos cuenta de lo que sucede, debemos conocerlo.
Llegados a este punto cabría resumir todo lo que sabemos de la historia de la mafia, desde el informe del fiscal Ulloa (1838) hasta los ensayos de Hobsbam y Hess. Pero quién es ducho en materia por lo que ha oído decir, fácilmente se da cuenta de que entre Portella della Ginestra(11) y el asesinato del general Dalla Chiesa hay un gran trecho. La relación de recíproca protección entre un Estado esclerótico de clase y una mafia en funciones de subpolicía y vanguardia reaccionaria, a la que se le dejaba para compensar la recaudación de algunos tributos, se ha resquebrajado. Por dos motivos. Uno porque el Estado - desordenado, ineficaz, echo polvo todo lo que se quiera ya no es esclerótico de clase. Razón política, así pues. El otro motivo - razón que se podría calificar de moral, aunque nace de precaución y cálculo - es que la gestión de la droga, aun siendo fuente de rentas considerables, ha asustado a aquellos políticos que, saciados por el poder y sus bienes, no querían correr ulteriores y menos protegidos r
iesgos. A parte de los hijos, los nietos y los familiares que se podían ver implicados en el uso de la droga (la familia sigue siendo un valor más bien obsesivo) no hace falta una gran perspicacia para comprender que la droga es un nudo que sale a flote, aunque en un país como Italia parece ser que no hay donde flotar. Flotará en otros países, y por consiguiente al final acabará flotando en el nuestro. Cabe aclarar que muy probablemente, los políticos a los que por lo general se les tacha de mafiosos - desde la Unidad de Italia(12) hasta nuestros días - nunca han estado realmente "dentro". La han protegido y han estado electoralmente protegidos, han facilitado los negocios y han compartido ganancias. Que sus éxitos, en las facciones internas de partido y en las elecciones, y sus ganancias en los negocios, comportasen violencia y homicidios, han fingido ignorarlo. De la misma manera que el Santo Oficio ignoraba la suerte de los herejes que confiaba a su ala seglar. Pero la droga dejó de ser "algún que otro ho
micidio". Empezaba a tratarse de una red de homicidios vasta y continua. Y creo que una parte de la mafia, aunque fuese mínima, pensaba lo mismo. Y esa parte es precisamente la que aún estaba arraigada en el mundo campesino.
Coincidiendo con el brote de este tajo se enuncia la teoría del "compromiso histórico"(13). Teoría que a quien ha acabado beneficiando no ha sido al Partido comunsita sino a la democracia cristiana. Los que en la Democracia cristiana, deseaban que se realizase el "compromiso histórico", implicaron a todo el partido en la ansiedad de que obtener la absolución del riguroso y casi asceta Partido comunista por sus muchos pecados cometidos desde 1948 hasta nuestros días, el pecado de la mafia inclusive.
De estas cosas, junto a otras, surge el intento por desengancharse, apearse, pero sin un efectivo proceso de autocrítica, como si el intento fuese un resultado - del que se ocupará el historiador - de casos personales, de personales cálculos y miedos.
A su vez, la mafia tiene miedo de este intento de los políticos por desengancharse. No sólo se le deshilacha el tejido protector sino que se da cuenta de que asimismo los instrumentos para combatirla se concretan. El hecho de que las instituciones se estén desmembrando no le basta para para seguir sintiéndose segura. Hay hombres que pueden hacer que funcionen y que no son fácilmente sustituibles. De ahí la cadena de homicidios que va desde Boris Giuliano hasta Dalla Chiesa. De ahí el asesinato con sabor de advertencia de Pio La Torre(14). Para advertir al partido que en la lucha contra la mafia desempeña un papel destacado.
En otras ocasiones recordé al viejo capo de la mafia Vito Cascio-Ferro(15) que, al oír la sentencia del juicio, le dijo a los jueces que lo estaban condenando por un homicidio que no había cometido, mientras que por los muchos que sí había cometido no habían logrado condenarlo. A la Democracia cristiana en estos momentos le está sucediendo algo parecido. No en cuanto partido, sino a través de un cierto número de individuos que participan y que desde hace años ha protegido a la mafia, le ha dado seguridad y prosperidad. Y precisamente ahora que dichos individuos quieren desengancharse se le acusa como nunca de estar dentro. Y se pone en contra hasta la Iglesia, cosa que merece profundo análisis. Análisis que quizás haremos.
N.d.T.
(1) DALLA CHIESA CARLO ALBERTO. (Saluzzo 1920 - Palermo 1982). General de los carabineros. Coordinador de las investigaciones sobre las Brigadas Rojas desde 1978. Afiliado, junto a su hermano, a la logia masónica de Licio Gelli "P2", aunque sostenía que se había filiado sólo para controlarla. Fue nombrado en 1982 gobernador civil con poderes especiales de Palermo para luchar contra la mafia. Asesinado junto a su mujer en Palermo el 3 de septiembre de 1982.
(2) BOCCA GIORGIO . (Cúneo 1920). Periodista italiano, colaborador de "La Repubblica", autor de libros y biografías, entre las que figura la de Palmiro Togliatti.
(3) SOSSI MARIO . Fiscal del tribunal secuestrado por las Brigadas Rojas.
(4) BRIGADAS ROJAS . (Conocidas con las siglas BR). Organización terrorista clandestina de extrema izquierda, nacida en Italia en 1969. Proclamando la revolución obrera, intentó abrir frentes de revuelta armada contra el Estado y el sistema político, reivindicando los atentados, heridos, secuestros, homicidios de políticos, periodistas, magistrados y dirigentes industriales. Tuvo por líder a Renato Curcio. En 1978 secuestró y asesinó a Aldo Moro.
(5) MORO ALDO . (Maglie 1916 - Roma 1978). Político italiano. Secretario de la Democracia cristiana (1959-65). Artífice de la política de centro izquierda. Ministro en repetidas ocasiones, Presidente del Consejo (1963-68, 1974-76). A partir de 1976 presidente de la democracia cristiana (DC). Preconizó el acercamiento del Partido Comunista Italiano (PCI) al gobierno delineando al hipótesis de una "tercera fase" (tras la del "centrismo" y la del "centro izquierda") del sistema político. Secuestrado por las Brigadas Rojas en Roma, el 16 de marzo de 1978, fue encontrado muerto el 9 de mayo del mismo año.
(6) DE MAURO MAURO. Periodista de "L'Ora di Palermo", desapareció (probablemente asesinado) el 6 de septiembre de 1970 en Palermo. Publicó atrevidas investigaciones sobre las connivencias entre mafia y política. Antes de su desaparición estaba estudiando el accidente de avión en el que murió el presidente del ENI Enrico Mattei.
(7) GIULIANO BORIS. Vice jefe de policía, asesinado en Palermo el 21 de julio de 1979. Estaba investigando sobre capitales mafiosos. En junio del mismo año se había entrevistado con Ambrosoli, liquidador del banco "Banca Privata Italiana di Sindona", probablemente para averiguar qué circuitos financieros eran utilizados para reciclar el dinero mafioso.
(8) PECI PATRIZIO . Militante del grupo terrorista italiano de extrema izquierda "Brigadas Rojas". Cuando empezó a colaborar con la justicia, las Br asesinaron a su hermano Roberto (3 de agosto de 1980).
(9) CANDIDA RENATO . General de los carabineros con el que Leonardo Sciascia entabló amistad. Hombre profundamente antifascista contrario a la mafia. Escribió un libro sobre la misma, y su publicación fue motivo para que le trasladasen inmediatamente al norte de Italia, a Turín.
(10) AGRIGENTO . Ciudad de Sicilia.
(11) PORTELLA DELLA GINESTRA . Localidad siciliana en la que fueron asesinados agricultores que protestaban por la Reforma Agraria.
(12) UNIFICACION DE ITALIA . Tuvo lugar en 1870.
(13) COMPROMISO HISTORICO . Proyecto político, perseguido en particular por Enrico Berlinguer, secretario del Partido comunista italiano (PCI), basado en una colaboración orgánica entre comunistas y católicos.
(14) LA TORRE PIO. Secretario regional del Partido Comunista Italiano, asesinado en Palermo el 30 de abril de 1982.
(15) CASCIO-FERRO VITO . Famoso capo de la mafia palermitana. Definido por Sciascia "prototipo de capo de la mafia hasta nuestros años cincuenta", es decir antes de que la mafia abandonase el campo y se infiltrase en el proceso de industrialización y entrase de lleno en el mundo de la droga y del tráfico de armas. Cascio-Ferro emigró a Estados Unidos en sus años mozos, allí entro a formar parte de la mafia, que por aquel entonces recibía el nombre de "Mano Negra". Se dice que se le encargó que siguiese durante el viaje a Palermo al célebre policía ítalo-americano Petrisino y que se lo cargase, y lo hizo personalmente, en plena Piazza Marina. Este hecho, que no ha sido legalmente demostrado, le dio prestigio a Don Vito y le permitió asumir con mano firme la dirección de la mafia en todo el territorio de la provincia de Palermo.