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Sciascia Leonardo - 28 febbraio 1983
Los generales también se equivocan
Leonardo Sciascia

SUMARIO: Sciascia excluye que a la categoría de los intelectuales como tal se le pueda exigir una responsabilidad concreta en lo que al compromiso difundido (o no difundido) tras el asesinato del general Dalla Chiesa se refiere. No existe una categoría de intelectuales, "cada intelectual es una mónada" que responde sólo de lo que hace ella misma. No obstante, se da por aludido ante la "acusación" del hijo del general., quién deplora que el escritor haya revelado tras la muerte del general y no antes que el que inspiró la figura del capitán de carabineros de su libro "Il Giorno della civetta" no fuese Dalla Chiesa. El autor declara que no sintió la necesidad de desmentirlo o de especificarlo precisamente hasta que se produjo la muerte del general, momento en el que corría el riesgo de pasar por "profeta". De la misma manera no admite que se le reproche que opinase que Dalla Chiesa hacía mal al tomar tan pocas precauciones. De esta manera, afirmar que Dalla Chiesa no había entendido que la mafia se había trans

formado en una "multinacional del crimen" no supone en absoluto "seguirle el juego a la mafia". Hay que evitar mitificar la figura del general, tal y como por el contrario tiende a hacer su hijo. Por ello, lamentar que a Dalla Chiesa no se le hubiesen otorgado "ciertos poderes" supone "mitificarlo". En Sicilia, la policía tiene ya de por sí demasiado poder. Por último, insiste en sus dudas sobre el comportamiento del general en el episodio de la muerte del miembro de las Brigadas Rojas, Patricio Peci, en Génova, al igual que su afiliación a la Logia P2.

(L'ESPRESSO, 20 de febrero de 1983)

Por motivos de salud, en los últimos tiempos he leído muy poco los periódicos y las revistas. Ya había experimentado, y ahora estoy convencido de ello, que cuando no se leen se pone uno mejor y no peor. Pero no leerlos no es suficiente para mantenerse alejado de las noticias. Siempre hay algún que otro samaritano que las trae. De manera que no ignoro que en los periódicos ha estallado una polémica, ni que la chispa que la ha prendido es una carta - que he leído - del hijo del general Dalla Chiesa(1-2) a los intelectuales, al intelectual ("Querido intelectual..."). La controversia oscila entre aquellos que consideran que los intelectuales, tras el asesinato del general, no han sabido comprometerse de forma excesivamente brillante y los que consideran que los intelectuales no tienen por qué meterse en esas cosas.

La polémica se me antoja bastante abstracta y gratuita. No sólo no consigo ver a los intelectuales como entidad en sí, como categoría o corporación, sino que además del mundo de los intelectuales tengo una noción tan vasta que abarca a toda persona capaz de "inteligir", de tener inteligencia de la realidad. No creo que se pueda restringir el mundo de la inteligencia a aquellos que tratan con el papel impreso o con otros medios de comunicación. Y creo que lo demuestre el hecho, a diario, de que muchos de los que escriben libros o artículos son totalmente incapaces de leer la realidad, de comprenderla y de emitir un juicio de valor. Conozco a personas de astral necedad que hallan abiertas de par en par las puertas de editoriales y periódicos; y presumo que los hay en circulación en Italia más de los que una sociedad bien ordenada pueda soportar sin desmoronarse.

Mientras se le hable al intelectual como a uno que participa en una categoría o corporación yo no me doy por aludido. Aun admitiendo la restricción de que los intelectuales son los profesional y sindicalmente definibles en cuanto tales, creo que se puede afirmar que, en el seno de la corporación, hay tantos tipos de intelectuales - por decirlo de alguna manera - cuantos miembros de la misma. Cada intelectual es una mónada. Y existe la mónada con puertas y ventanas, y existe la mónada cerrada. Y nadie debe atreverse a juzgar - considerando las no lejanas experiencias nefastas - si la mónada cerrada (su habitación, su biblioteca, su laberinto) merece ostracismo o desprecio ni que quepa cultivar, preferir y privilegiar la mónada abierta. Hay mónadas abiertas de par en par que están ciegas, hay mónadas cerradas que lo ven todo.

Así pues, al no creer que formo parte de una categoría, corporación o sindicato, si alguien me pisa los talones llamándome intelectual, yo ni me doy por aludido ni me doy la vuelta. Me doy la vuelta - y contesto - si se me llama con mi nombre y apellido. Pero a condición, se entiende, de que las preguntas tengan sentido, de que no estén dictadas por la imbecilidad o la mala fe. de que no tengan que ver con cosas que ya he dicho y que ya he escrito. Repetir las cosas puede servirles a los ignorantes, pero en el ámbito de las publicaciones escritas, para quienes trabajan en ese mundo, la ignorancia - aunque exista - no es admisible, tal y como no lo es ante la ley.

Sería, por ejemplo, una pregunta sensata la que por el contrario el hijo del general Dalla Chiesa formula no como pregunta sino como acusación contra mi persona (no en la carta al "querido intelectual", sino en una entrevista a una revista semanal). La pregunta era qué por qué durante años he dejado que se creyese que quién me inspiró la figura del capitán de carabineros, en mi libro "Il Giorno della civetta" fuese Dalla Chiesa, y porqué me decidí a desmentirlo tras su asesinato. Confieso que se trata de una pregunta a la que respondo de mala gana, a trancas y barrancas. Pero es una pregunta legítima. Y la respuesta es: que el general se identificase con dicha figura me gustaba y me parecía (como se lo parece a cualquier ciudadano que aprecie las instituciones democráticas) un hecho reconfortante. Con estas palabras me expliqué en cierta ocasión, mientras "L'Unitá"(3) me lo recriminó. Consideré inútil restablecer la pequeña verdad de que por aquel entonces (1961) yo no tenía noción de la existencia de Dalla

Chiesa y que, en todo caso, el que me inspiró el personaje había sido el mayor Renato Candida(4). Cuál es la diferencia? Oficiales del cuerpo de carabineros por aquel entonces evidentemente había más de uno. Pero cuando Dalla Chiesa fue asesinado y no sólo se desencadenó en torno a mi persona, en cuanto clarividente profeta, la caza periodística, sino que mi mismísimo editor volvió a hacer publicidad del libro indirectamente avalando el aspecto clarividente, la profecía, sentí el deber de declarar aquella pequeña verdad que hasta ese momento había mantenido en silencio. Detesto pasar por profeta. Para mí uno y uno son dos y no tres. A partir de "Il Giorno della civetta", casi puntualmente, cuando publico un libro, cuando intervengo en donde sea, por un lado y por otro, siempre sale alguien diciendo que uno y uno son tres. Hasta que los hechos demuestran que son dos y entonces van y dicen que poseo el don de la profecía. Don que no poseo.

Lo mismo está sucediendo con un artículo mío publicado por "Il Corriere della Sera" el 19 de septiembre del pasado año. Se me echó en cara que uno y uno no son dos sino tres o cinco. El hijo del general llega a afirmar, en una entrevista, que con mis declaraciones le "había seguido el juego a la mafia", puesto que había declarado que su padre no entendía lo que era el nuevo fenómeno de la mafia. Y añade: "Y eso no es así, sino todo lo contrario". Afirmación que se puede justificar en el orden de sentimientos y resentimientos, pero totalmente inconsistente, de retórica vacua, con respecto a la verdad efectiva. El general Capuzzo, hombre de experiencia y siciliano, dijo el 29 de septiembre lo mismo que yo dije el 19. Es más, fue si cabe más explícito, pues en un momento dado dijo: "Este carabinero que a su edad se casa con una mujer joven, probablemente no quería hacer que gravase sobre ella su ambiente de precauciones, de falta de libertad, de coacción, por lo que habrá exagerado en sentido opuesto. Además, c

onfiaba que no osasen atentar contra su vida".

En resumidas cuentas, no había comprendido que la mafia en su transformación de "multinacional del crimen", en un cierto sentido homologable al terrorismo y sin más reglas de convivencia y connivencia con el poder estatal y con la costumbre, la tradición y la manera de ser de los sicilianos. La frase que los periódicos reprodujeron como pronunciada por el presidente Pertini(4) - "Por lo menos se podían haber ahorrado a su Señora" - en efecto partía de la misma ingenuidad que ha dictado el comportamiento de Dalla Chiesa: la mafia ya no sólo mataba a jueces, carabineros y policía, políticos de los partidos que luchaban contra ella, sino también a las señoras de los mismos (la esposa de Sirchia ante la cárcel de Ucciardone). Ahora bien, yo no alcanzo a comprender por qué decir todo esto sea "seguirle el juego a la mafia" ( acaso lo hace también el general Capuzzo?). No se le sigue el juego a la retórica nacional y familiar, eso sí que no. Pero decir que se le sigue el juego a la mafia es una difamación tonta y

gratuita. Si el hijo del general Dalla Chiesa sigue afirmando que las cosas son precisamente todo lo contrario, tiene dos deberes que cumplir: en primer lugar, demostrar documentándolo que el general había metido las manos en algo que constituía un peligro inmediato para la mafia; en segundo lugar, ponerse a trabajar - ya que es sociólogo - en una descripción de la mafia actual que contradiga la que he someramente intentado trazar. Si no hace ni lo uno ni lo otro, su agitación y su injuria no produce más que confusión en la opinión pública. Ya el general Capuzzo, en la entrevista que he recordado, constataba que la retórica corría el riesgo de deteriorar la figura de Dalla Chiesa: "Todos los ornamentos que le ponemos, que tienden, por así decirlo, a hacer de él un personaje de novela, acaba por dañarle. Por lo tanto yo sería muy cauto. Atengámonos a los hechos. Y los hechos son los que conocemos".

La cautela recomendada por el general Capuzzo ha brillado por su ausencia. De manera que - tal y como ya he dicho - a trancas y barrancas le debo decir a quien cree poder decir lo que quiere, lo que sin lugar a dudas no le gusta para nada oír. Ahí va: acusar y dramatizar sobre los poderes que en Sicilia no le han sido otorgados al general Dalla Chiesa, el hacer creer que en cuanto le fueron concedidos algunos poderes el general se hubiese sacado de la manga una radical panacea contra la mafia, es una mitificación. No se sabe qué poderes un estado democrático puede dar a un gobernador civil, aunque haya sido investido con funciones concretas, sin que su esencia se resienta. Ya en Sicilia, la policía y la magistratura tienen poderes suficientemente "aconstiticionales", como el del restaurado destierro de policía. Qué más quieren: el toque de queda, la deportación en masa, el diezmar? Estoy convencido de que el general Dalla Chiesa tuvo demasiados poderes en la lucha contra el terrorismo. De ahí esa ley sobre

los arrepentidos que nadie, espero, vendrá a decirme que tiene que ver con la idea de la justicia o con el espíritu y lo redactado en la Constitución.

En el informe que he entregado al presidente de la comisión Moro(6) el 22 de junio del pasado año (ojo: el 22 de junio de 1982) se establece brevemente un juicio sobre el general que su trágica muerte no puede cambiar. Pirandello llamaba a los muertos "jubilados de la memoria": pero debemos jubilarles de veras, no con patrañas. La patraña ofende a los muertos cuanto a los vivos. Y dejando de lado lo que todos podrán leer en mi informe y en las actas de audición que lo sufragan (una vez que salgan del secreto no secreto en el que por el momento se encuentran), aquí me paro y no sigo hablando de lo que ya muchos saben, y que si no les falla la memoria, y si aún sienten un mínimo de amor por la verdad no pueden borrar de un plumazo. Se trata del caso Peci(7) y de a P2(8). Muchos son los puntos del caso Peci que no me acaban de convencer. Sobre todo el del asesinado del miembro de las Brigadas Rojas(8) en Fracchia, provincia de Génova. Lo que quiero decir es que no me convence en absoluto que aquellas personas n

o pudiesen ser capturadas vivas y sin riesgo para los carabineros que participaron en la acción. Ni puedo admitir que a un cuerpo de policía bien entrenado, como el que el general decía que era el suyo, se le escapase Peci simplemente porque la casa en la que vivía Peci tenía dos puertas. "Elemental" diría no digo ya Sherlock Holmes, sino cualquier suobficial del cuerpo de carabineros, "casi todas las casas tienen dos puertas". En cuanto a la P2, a mi no me convence en absoluto que el general hubiese entrado (con el consentimiento del general Mino, que era ya de la P2) para ir a ver qué era lo que pasaba. Ya estaba su hermano, podía haberle pedido que se lo contase.

No estoy abandonándome a perfidias póstumas. Simplemente estoy recordando cosas que, en la euforia de la celebración, se quieren olvidar y hacer que se olviden. Intentemos retorcerle el cuello a la retórica, tal y como prescribe una buena regla. E intentemos salir adelante, sin la falacia retrospectiva (que no sería más que una justificación) de que sólo el general Dalla Chiesa hubiese sido capaz de acabar con la mafia. Yo me alegré mucho, y lo declaré públicamente, de que le nombrasen gobernador civil de Palermo. Su muerte me ha causado aprensión y dolor desde el punto de vista humano y desde el punto de vista del análisis de las cosas sicilianas. Pero no hay que hacer de él un mito ni por consiguiente naufragar en la desesperación. Sigue existiendo alguna esperanza.

N.d.T.

(1) DALLA CHIESA CARLO ALBERTO. (Saluzzo 1920 - Palermo 1982). General de los carabineros. Coordinador de las investigaciones sobre las Brigadas Rojas desde 1978. Afiliado, junto a su hermano, a la logia masónica de Licio Gelli "P2", aunque sostenía que se había filiado sólo para controlarla. Fue nombrado en 1982 gobernador civil con poderes especiales de Palermo para luchar contra la mafia. Asesinado junto a su mujer en Palermo el 3 de septiembre de 1982.

(2) DALLA CHIESA FERNANDO conocido como NANDO. (FLorencia 1949). Hijo del general Carlo Alberto Dalla Chiesa. Elegido diputado en el movimento "la Rete" en la XI legislatura. "La Rete" es un movimiento fundado por el ex alcalde de Palermo, Leoluca Orlando, que pretende regenerar la vida política italiana y luchar contra la mafia.

(3) L'UNITA'. Periódico del Partido comunista italiano (PCI), posteriormente Partido democrático de la Izquierda (PDS), fundado en Turín en 1924, por Antonio Gramsci.

(4) PERTINI SANDRO . (Stella 1896 - Roma 1980). Político italiano. Socialista, encarcelado durante el fascismo y exiliado. De 1943 a 1945 participó en la Resistencia italiana. Secretario del Partido socialista, diputado, presidente de la Cámara (1968-1976), Presidente de la República italiana (1978-1985).

(5) CANDIDA RENATO . General de los carabineros con el que Leonardo Sciascia entabló amistad. Hombre profundamente antifascista contrario a la mafia. Escribió un libro sobre la misma, y su publicación fue motivo para que le trasladasen inmediatamente al norte de Italia, a Turín.

(6) MORO ALDO . (Maglie 1916 - Roma 1978). Político italiano. Secretario de la Democracia cristiana (1959-65). Artífice de la política de centro izquierda. Ministro en repetidas ocasiones, Presidente del Consejo (1963-68, 1974-76). A partir de 1976 presidente de la democracia cristiana (DC). Preconizó el acercamiento del Partido Comunista Italiano (PCI) al gobierno delineando al hipótesis de una "tercera fase" (tras la del "centrismo" y la del "centro izquierda") del sistema político. Secuestrado por las Brigadas Rojas en Roma, el 16 de marzo de 1978, fue encontrado muerto el 9 de mayo del mismo año.

(7) PECI PATRIZIO . Militante del grupo terrorista italiano de extrema izquierda "Brigadas Rojas". Cuando empezó a colaborar con la justicia, las Br asesinaron a su hermano Roberto (3 de agosto de 1980).

(8) P2 . Nombre de una Logia masónica, cuyos miembros estaban encubiertos por el secreto. Su jefe era Licio Gelli, responsable de muchos de los hechos oscuros relacionados con la "estrategia de la tensión" llevada a cabo para condicionar la vida política italiana en los "años de plomo". Indicada como el lugar en el que se tramaron oscuras maniobras políticas y se movieron grandes escándalos financieros. En 1981 fue disuelta por decisión del gobierno. Sus miembros sufrieron casi todos ellos una larga cuarentena política y social.

(9) BRIGADAS ROJAS . (Conocidas con las siglas BR). Organización terrorista clandestina de extrema izquierda, nacida en Italia en 1969. Proclamando la revolución obrera, intentó abrir frentes de revuelta armada contra el Estado y el sistema político, reivindicando los atentados, heridos, secuestros, homicidios de políticos, periodistas, magistrados y dirigentes industriales. Tuvo por líder a Renato Curcio. En 1978 secuestró y asesinó a Aldo Moro.

 
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