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Sciascia Leonardo - 2 gennaio 1987
Vacaciones para los asesinos, cárcel para los borregos
Leonardo Sciascia

SUMARIO: Sciascia deplora que en Italia "los asesinos.... dejen fácilmente la cárcel tras breve periodo de detención, y por el contrario personas que no han matado ... se tiren años cumpliendo condenas graves y desorbitadas". Compara lo que sucede con la mafia con lo que sucedió con el terrorismo, en donde jóvenes no culpables de asesinatos, desorganizados y en posición periférica, se encuentran cumpliendo condenas enormes y desorbitadas sólo porque no pueden ser "arrepentidos" y delatar a los demás. Expone detalladamente el caso de la terrorista Laura Motta, quien ha sufrido enormes peripecias judiciales y penales, a pesar de que actualmente hoy por hoy sea "una persona muy distinta" consciente de los errores del terrorismo.

(CORRIERE DELLA SERA, 2 de enero de 1987)

Parece inconcebible, a la luz del derecho y del sentido común que asesinos - comprobado y confesado - salgan felizmente de la cárcel tras haber cumplido una condena mínima y personas que no han matado, que se han limitado a participar en acciones más demostrativas que letales, sigan entre rejas cumpliendo condenas graves y desorbitadas, con respecto a las irrisorias aplicadas a los asesinos. Pero esto es lo que hay en este bendito país, en el que las leyes se alejan progresivamente del derecho y su aplicación es susceptible de arbitrio y petulancia.

No sabemos cuántos casos existen, entre tantos jóvenes que vivieron la desventurada falacia de declararle la guerra al estado y de derrocarlo, que sintieron el gusto majadero del complot y de la clandestinidad y que, por muy ilusos y majaderos que fuesen (cabe admitirlo honestamente) fueron hijos de nuestra indignación; no sabemos cuántos ha habido ni cuántos de ellos están aún en la cárcel - hay que decirlo - por no haber matado a nadie, es decir por haberse hallado en los márgenes de las asociaciones terroristas y por haber practicado formas de terrorismo que se pueden declarar imitativas y casi simbólicas. Lejos de aquel terrorismo letal y organizado que tenía objetivos humanos muy concretos, víctimas escogidas y estudiadas. Jóvenes que, por su posición periférica con respecto a las centrales subversivas, por su desorganizada espontaneidad, en un momento determinado le permitieron a la policía que les arrestase a todos y no pudieron brindar ese tipo de delaciones que las leyes y los jueces consideran como

arrepentimiento "auténtico" y eficaz.

Curiosa y desconcertante noción del arrepentimiento que no sólo no tiene nada que ver con la conciencia, con el resurgir o la revelación de sentimientos humanos y principios morales, sino que es el sinónimo exacto de delación y como tal propio del último de una banda, a no ser que se decida a denunciar a alguien que no formaba parte de la banda. Pero el argumento ya ha sido tratado de forma más competente y límpida por Gioliano Vassalli en un ensayo titulado "el arrepentismo y sus insidias", publicado por la revista mensual "Mondo Operaio" (noviembre de 1985), que merecería una más vasta difusión.

La señora Laura Motta, que había formado parte de un grupo paleoterrorista y periférico del que ya a principios de 1977 se había disociado, (es decir precisamente en el momento en el que el terrorismo entraba en su fase más organizada, eficiente y virulenta, una vez arrestada, con todos los de su grupo, no podía ofrecerle a la justicia más información que contra sí misma, añadiendo a la acusación que ya se le infringía, el haber participado en un atentado contra la cárcel que se estaba construyendo en Bérgamo, la de haber participado en un ejercicio de tiro al blanco. Pero no se tiene mínimamente en cuenta este su comportamiento auto-acusatorio. Arrestada en octubre de 1980, casada y madre de dos gemelos, se dedicaba ya sólo a las tareas familiares, se le acordó la libertad provisional en mayo de 1981. Fuertemente maltrecho su estado de salud física y psíquica (extracción de un tumor, ingreso en el reparto psiquiátrico), tras la excarcelación, en su residencia de Comiso, había empezado lentamente a reintegra

rse en la vida familiar y en el trabajo, cuando cayó sobre ella otra orden de captura (y no se acaba de entender porqué no se tuvo en cuenta que precisamente se le había dado de alta de la cárcel precisamente por su grave estado de salud). De nuevo la cárcel. Por suerte menos de un mes. Vuelve a casa, al estudio, trabaja en un colegio.

Y ahora, en vísperas de Navidad, se le arresta de nuevo, Esta vez definitiva, en casación la sentencia del tribunal de Milán, debe cumplir la condena que le falta. Cómo puede ser que no se tengan en cuenta los motivos por lo que se le acordó la libertad provisional? Y por qué no tienen en cuenta de que se hallan ante una persona distinta, que ya había tomado conciencia de lo que significaba en términos de inhumanidad y necedad la lucha armada en el momento de mayor vigor y éxito de la misma? Por qué no se siente, en las altas instancias del poder, el terrible desequilibrio de la condena entre quien ha matado y quien no ha matado?

 
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