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Pannella Marco, Taradash Marco - 21 agosto 1987
Artículo primero, no prohibir
de Marco Pannella y Marco Taradash

SUMARIO: Prohibicionismo significa ausencia de leyes, droga libre por las calles, en las cárceles, en los colegios; heroína cortada con estricnina, crack de estraperlo a cuatro chavos, desaparición periódica del mercado de hachís y marihuana para inducir al consumo de drogas duras. La "droga libre" vendida en los supermercados - tal y como reproducen los periódicos en sus titulares - significa por el contrario el predominio total de la ley, del cultivo de droga, su producción, transporte y venta. Se habla de guerra contra la droga, precisamente la guerra es la negación de la ley. Los vencedores de la guerra son, por una parte, los productores de los bienes de consumo, y por otra los ideólogos del autoritarismo y del estatalismo. La batalla antiprohibicionista es de una dificultad sin precedentes: por vez primera se trata de reformar la legislación positiva a nivel mundial.

(IL MANIFESTO, 21 de agosto de 1987)

(Ambos dirigentes del Partido Radical intervienen sobre su propuesta antiprohibicionista contra la droga).

"Mientras nos quede un mínimo de legalidad, por poca que sea, no estaremos perdidos; incluso en una pequeña ley está reflejada toda la Ley, para nosotros los débiles (al Ciudadano Débil lo descubres hoy, pero hace mucho que lo llevo dentro de mí), la ley lo es todo, el derecho lo es todo". Palabras recientes de Guido Ceronetti («precisamente él!) que podrían ser escogidas como lema en la asamblea de la Liga internacional antiprohibicionista contra la droga y contra la corrupción y la violencia: porque actualmente, prohibicionismo significa en realidad ausencia de leyes, droga libre por las calles, en las cárceles y en los colegios, significa un ejército de gente intentando encajar una mercancía a menudo en malas condiciones, de pequeños, pequeñísimos traficantes (a menudo pequeños incluso de edad, como los llamados "muschilli" napolitanos"); significa heroína cortada con estricnina, significa crack vendido hoy a cuatro chavos para poder mañana crear un nuevo mercado, significa la desaparición periódica del m

ercado de marihuana y hachís para inducir al consumo de cocaína o heroína.

La droga "libre", vendida "en los supermercados" (tal y como indican los titulares de los periódicos - y ya puestos hasta en los quioscos, no?) significa, por el contrario, el pleno y soberano predominio de la Ley sobre el cultivo, la producción, el transporte, la venta y el consumo. Significa controles análogos a los obligatorios para las que en otros tiempos o en otras culturas se daban en llamar drogas (el tabaco, el alcohol, el café y el té) o para los psicofármacos. Controles poco o muy eficaces, leyes buenas o malas, pero en cualquier caso barreras, en defensa de los débiles, sobre todo, sustituyendo a la actual hipócrita "prohibición de todo" a la que corresponde la más salvaje de la des-regulación, la más determinada separación del estado de todo control y orientación social.

No es una coincidencia que la administración Reagan y la ONU (reaganiana hasta la médula en este campo, como muestra de que la internacionalización del instinto autoritario no requiere gran esfuerzo), de "guerra contra la droga". Porque la guerra es la negación de la Ley en nombre del estado de emergencia, la conquista "a toda costa" de la victoria. Pero aquí viene el nudo de la cuestión: la victoria no existe (aunque gracias a la eliminación, que es un hecho cultural y también de poder y de poderes en continua actividad desinformadora, vuelan por ahí propagandas farsantes). Se despilfarran miles de millones de dólares en todo el mundo para "combatir la droga" y sin embargo el tráfico criminal de la droga no se vence. Al contrario, a cada vuelta de torno prohibicionista corresponde - la experiencia de toda la policía del mundo entero es el botón de muestra - sólo el aumento del valor de la mercancía prohibida, y por lo tanto de los beneficios de los traficantes; y al mismo tiempo, la "modernización" de la cr

iminalidad, obligada, allá en donde un fenómeno por el estilo no ha existido nunca, a "convertirse en mafia", es decir a proveerse de una organización cada vez más eficaz y ramificada (incluso a nivel internacional, obviamente) a buscar cada vez mayores tutelas en el mundo político y financiero.

Y he aquí el despampanante resultado obtenido hasta nuestros días por los estrategas de esta guerra: beneficios cada vez más astronómicos para los traficantes (el presidente de la comisión antimafia, Abdon Alinovi, en los pasados meses nos hizo saber, a nosotros ciudadanos y a los inversores en potencia, que por cada lira invertida en heroína hallaban 1615 y que el balance anual del sector contempla una facturación de más de 25,000 mil millones) contaminación cada vez más sucia y extendida de la vida política y económica de los distintos Estados nacionales, y como muy bien sabemos, de la "banana (o coca) republics".

Exitos parciales?. Por supuesto: alguna tonelada de mercancía incautada (pero las estadísticas corrientes, totalmente aleatorias, dicen que como mucho los alijos que se incautan no son más que una quinta parte de la mercancía), cárceles cada año atiborradas por algunos cientos de miles de desgraciados, obligados por el prohibicionismo, y no por la droga, a convertirse en criminales: entre el 70 y el 80 por ciento de los detenidos en los países occidentales es acusado de delitos relacionados directa o indirectamente con la droga (en Italia, considerando las estadísticas, parece ser que a los autores de los delitos, homicidios y atracos en particular, ni los buscan). En resumidas cuentas, actualmente asistimos a algo parecido a una terapia de "mantenimiento" del fenómeno, sin ninguna esperanza de vencerlo y ni tan siquiera de frenar su progresiva penetración en la sociedad. No hay nadie, ni uno, que se atreva a decir que el prohibicionismo ha servido en algún lugar para algo, que la guerra ha sido vencida.

En realidad, en esta guerra, al igual que en otras hay vencedores: se trata de los productores de los "bienes de consumo" por una parte, y de los ideólogos del autoritarismo y del estatalismo por otra. Porque si bien fracasa totalmente con respecto al fin, de la misma manera triunfado con respecto a los medios utilizados: incluso las libertades tradicionales de los países democrático-liberales son "atenuadas" o suspendidas, incluso en la nación guía de occidente el proceso de expansión de la "zona franca" antidroga del intervencionismo policial empieza a suscitar alarma, mientras se difunden - nuevo regalo de la civilización italiana al mundo, tras el fascismo - las leyes Rognoni-La Torre y toda la armería de la situación de emergencia.

Si el fracaso estratégico de las políticas actuales es total y universalmente admitido, una vez más, son los débiles los que acaban pagando en lo que a sufrimiento humano se refiere. Ni que decir tiene que nos preocupa las consecuencias sociales que pueda acarrear la abolición del prohibicionismo, pero no en abstracto. Trabajaremos, estudiaremos, inmediatamente, junto con aquellos que mejor han sabido actuar a lo largo de estos años en contacto con el sufrimiento, a veces la muerte: la cita con las más de cien Comunidades de acogida a toxicómanos coordinadas por el Padre Ciotti, el grupo Abele, ya ha sido fijado para septiembre. Pero nosotros vemos lo que sucede actualmente, lo que ha sucedido a lo largo de los últimos años: cientos de miles de personas "obligadas" a vivir fuera de la ley, a menudo pasando de víctimas a perseguidores, cientos de miles de personas privadas, en virtud de una ley infrahumana, de las curas médicas y psicológicas que sólo necesitan a la fuerza (tal y como dicen las pobres "madres

coraggio"(1) de Nápoles) los que pasan por la cárcel, que tras meses y meses de abyección incomparablemente peor que la droga, al final acaban en una comunidad terapéutica, si es que la encuentran.

Nosotros decimos NO a todo esto: no a la locura de una política que sobrevive a sus fracasos, de los que se nutre, no a las barbaries de quien transforma a un enfermo que necesita ayuda en un criminal sin esperanza alguna de poder quitarse un peso de encima, no al filisteísmo de quienes, no teniendo nada que oponer a la razonabilidad y a la humanidad de la campaña antiprohibicionista, opone lutos futuros y por verificar (previsiones contradichas por las escasas experiencias en el campo, como la holandesa) haciendo ver que no oyen o peor todavía, oyendo los gritos de desgarro a su alrededor.

En cualquier caso, cabe pasar de la moralidad de la acción, a la organización. Agradecemos y nos sentimos reconfortados por la respuesta generosa y rigurosa de la Coordinadora nacional de las comunidades de acogida. No disponemos a intentar juntos es un proceso de gran valor y efecto, estamos convencidos de ello.

Tomamos nota con satisfacción de la rápida y abierta respuesta de los compañeros de Democracia proletaria. Sabemos que la cohorte de periodistas Mucciolianos(2) y prohibicionistas expresa la cultura insulsa del poder, no de la gente. Y, hace tiempo tuvimos buen tino contra ellos: en lo que se refiere al aborto, al divorcio, y por no seguir enumerando.

La batalla es de una dificultad sin precedentes, sin lugar a dudas. No había sucedido nunca, creo, que se tomase la decisión de intentar llevar a cabo una reforma de la legislación positiva a nivel mundial, en la actualidad. Podríamos ilustrar las dificultades y la improbabilidad durante horas. Pero también que existe la posibilidad realista de lograrlo, y sobre todo de lograr dar vida al Partido radical transnacional a lo largo de las próximas semanas o meses.

Por nuestra parte, contamos con una realidad tan evidente que hasta ahora ha cegado en vez de iluminar. Existen cada día, en el mundo, aproximadamente veinte millones de víctimas de acciones criminales (cientos de miles en Italia), causados por el prohibicionismo y no por una extraña materia diabólica. Toda la política criminal y del derecho se está haciendo polvo. La administración de la justicia y la policía sufre sus consecuencias pues ha perdido todo contenido. Veinte millones de personas se ven "obligadas" a delinquir, a la violencia, a la criminalidad que proporcionan la más gigantesca base social y organizada que recordar se pueda ....

Acabar con el prohibicionismo eliminaría con gran celeridad casi totalmente la mortalidad, la morbilidad más grave, de los toxicómanos, y los beneficios que se obtienen del con la droga desaparecerían.

No existirían drogadictos a "go go", o por lo menos no más que los abortos "a go go", o divorcios "a go go"(3), que que ha producido la la caída de estos prohibicionismos.

Perdonad si - por el momento - os parece poco.

N.d.T.

(1) "Madri coraggio" traducido literalmente quiere decir "madres valor". Asociación de madres de drogadictos.

(2) Muccioli: promotor y responsable de ka comunidad de San Patrignano, una de las más importantes comunidades italianas para la recuperación de toxicodependentes. Prohibicionista hasta la médula.

 
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