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Pannella Marco - 31 agosto 1987
Prohibicionismo de la droga. La ley del beneficio.
Marco Pannella

SUMARIO: La droga no es un "azote" por la cantidad de víctimas que produce si lo comparamos con otros fenómenos sociales de nuestro tiempo. La opinión pública advierte su peligrosidad social en virtud de los fenómenos criminales asociados con el tráfico de droga. Dichos fenómenos, según el autor, son el fruto del prohibicionismo de la droga que alimenta la más grande y poderosa multinacional criminal conocida en el mundo. El autor expone los beneficios que comportarían una política de legalización del mercado de la droga.

(Noticias Radicales, nº 200 del 31 de agosto de 1987)

El llamado azote "de la droga" produce de por sí, en lo que a número de muertes directas se refiere, bajas cifras de víctimas con respecto a otros miles de fenómenos sociales de nuestro tiempo.

Y sin embargo, y con razón, está considerado el principal azote, después del de las guerras y del del exteminio causado por el hambre en el mundo. Ello es así porque, en realidad, el llamado azote de a "droga" es el azote de la criminalidad, de la cirminalidad triunfante, gracias al prohibicionismo que utiliza la droga como pretexto y oportunismo.

El no querer comprender, el no querer aceptar algo tan obvio puede conducir sin rodeos a la democracia política y a la, al menos en teoría, civilización jurídica del "habeas corpus" o del Estado de derecho a distorsiones gravísimas que a largo plazo son letales para esta forma de civilización. Progresivamente, para combatir una criminalidad común, que se convierte igualmente en criminalidad "política", estratégicamente interna, por ejemplo, al comercio clandestino de armas en todo el mundo, se difunden en nuetro planta las falacias anti-garantes, eficientistas, a menudo incluso "militares" o militarizadas. Esta "sucia guerra", este nuevo "Vietnam", se está esparciendo por América Latina y la política reaganiana está alcanzando tristes cimas previstas y denunciadas precisamente por Milton Friedman, cimas de desenfrenado ideologismo, estatalismo, antiliberalismo, de ruina económica e institucional". Las "Rognoni - La Torre" (1) se convierten - tras cincuenta años - desde el punto de vista cultural y político,

en la nueva exportación italiana del mismo estilo (confiemos en que no triunfe) que el de aquel entonces; el tradicional principio del "habeas corpus", que coincide con la misma civilización jurídica anglosajona, se rechaza. Cada espacio de "privacy" se destruye, convirtiendo cada acción de justicia en acción policial, privando al ciudadano de sus derechos, para que tropiece, ocasionalmente, incluso por homonimia, con el recorrido auténtico o presunto de la "droga", dando al Estado - por motivos de emergencia - la monstruosa soberanía, violencia e impotencia, de un nuevo Leviatán.

Es necesario lanzar un grito de alarma, de claridad. No puede limitarse a estos gritos que se convierten, puntualmente, en "silencio" lanzado trágicamente, gracias a la subcultura dirigente, política y de los mass-media, que posee el prohibicionismo como "cultura analfabeta de retorno", como tótem, cada vez que debe confrontarse con la "emergencia" de la vida, de sus problemas: terrorismo, Sida, droga, criminalidad.

De hecho, nos hallamos ante el auténtico conflicto, el de siempre, o por lo menos el de este siglo: el conflicto existente entre falacia jacobino-autoritaria-eficientista y la propuesta democrático-liberal. La "lucha contra la droga" no es más que la nueva, tremenda, ocasión.

Así pues, está claro, que nosotros nos ocupamos de "lucha contra la criminalidad" y contra la actuvidad que en la actualidad y de forma unánime se sabe que está basada en el tráfico de droga, de armas y de leyes criminales. No consideramos en absoluto que haya sido el esquema que desearían los "prohibicionistas" preocupados de basar en la ley la lucha contra un determinado azote y los "antiprohibicionistas" como resignados a aceptar la ausencia de leyes y de controles, es decir, la ley de la jungla, para superar el "status quo" (que es el producto de 70 años de "prohibicionismo" y no de "antiprohibicionismo").

En realidad, quienes practican y sostienen la ideología autoritaria prohibicionista obtienen el resultado de hacer que sea totalmente "libre" la "droga", excepto esa ínfima cantidad secuestrada, y a menudo, a pedir de boca, sustituida con varias técnicas (no es la última la de adulterar la mercancía "residua" ipso facto para responder inmediatamente a la disminución de la oferta). Mientras, en realidad, la "droga libre", en el sentido en el que el alcohol, los psicofármacos y el tabaco son "libres", estaría totalmente controlada, en sus distintas fases, desde el cultivo, hasta la producción, el transporte, la venta y el consumo. La "droga libre" representaría volver a canalizar en el seno de un control legal, del mercado oficial, del control social y cultural, de las acciones de gobierno concreto de un sector o de un producto, a través de estímulos y de frenos, curaciones y limitaciones, al igual que - repetimos - para el alcohol, los psicofármacos, el tabaco, también estas "drogas prohibidas" y en realidad

más que libres e impuestas por el regímen prohibicionista.

La analogía cobra más valor si añadimos que al igual que para el divorcio y el aborto,; también en aquel entonces nos encontramos ante el anuncio de la apocalipsis. Se insistía en que todos los hombres - o al menos muchos, muchos más - iban a escoger la "carne fresca" de las jóvenes veinteañeras en vez de sus esposas adultas o en los cuarenta o cincuenta y que todas las mujeres y las chicas se iban a echar a copular como descosidas, si el aborto "a go-go" estaba a su disposición.

Pero no es una casualidad que nuestros adversarios por una parte intenten hablar siempre de "droga" y no de criminalidad, y por otra de "drogadictos".

Dicen que en Italia los "drogadictos" son cientos de miles. Qué les diferencia de los alcohólicos o de los destruidos por los psicofármacos?. Una sóla cosa, tremenda, característica: los "drogados" se ven obligados a echarse a la criminalidad cotidiana, a la violencia contra los demás cientos de miles de personas (casi cada día o cada dos o tres días), a ser soldados-enrolados para la acumulación de una inmensa riqueza, inmensos beneficios, de la gran y pequeña criminalidad que se yergue triunfadora y se expande por todo el mundo. Esta característica "añadida" del "drogadicto" es el "único" legado de la ley prohibicionista. Sin esta ley, un ejército - que actualmente es el más temible y victorioso, en el mundo, en Italia - se disolvería inmediatamente. Indudablemente, la criminalidad debería "convertirse" a otras actividades. La asfixia que se produciría para toda la organización, para todo su aparato, comportaría, desde luego, durante un período determinado, una desesperada, contingente actividad de atraco

s, secuestros y chantajes. Pero ello se produciría en un contexto en el que cientos de miles de millones de episodios de violencia determinados por el regímen prohibicionista, por los "drogadictos", disminuiría, liberando a las fuerzas de la policía y de la justicia (según Friedman, el 80% de sus actividades actualmente se halla paralizadas debido a las actividades criminales de los "drogadicatos") y toda la sociedad se vería libre del caos actual, permitiendo que se concentrasen en la lucha contra la criminalidad, de golpe aislada en la sociedad. Es fácil prever cuales serían las líneas de tendencia de la nueva criminalidad; más enmarañada en el terciario, pero progresivamente más "sofisticada", más encaminada hacia "espacios" determinados por la informatización, o en el "terrorismo" pseudo político. Es lo que ya está sucediendo paralelamente al mercado de la droga, en la perspectiva y gracias a la necesidad de reciclar los inmensos beneficios que de ella se derivan.

Desde luego, la abolición del "prohibicionismo" no soluciona los males del mundo. Pero dejaría a la criminalidad los males consiguientes de una derrota gravísima, y a la ley y a la sociedad las fuerzas consiguientes a una victoria directamente proporcional a la derrota.

Es el "suicidio de una generación". Ya lo he escrito: es este el miedo, la causa y el objetivo de toda postura desesperada, o culturalmente (en el mejor sentido de la palabra, cultural, existencial) autoritaria, jacobina, fascista. Y, cada vez se anuncia el Apocalipsis, cada vez que se apunta hacia la libertad y la responsabilidad, la humanidad como dramáticamente habitada por el bien y por el mal, y no como incapaz de responsabilidad, en manos del demonio y del mal.

Tenemos que intentar comprender las realidades históricas, sociales, culturales, tal y como lo son en una época determinada, reflexionar sobre los precendentes, las experiencias y la experiencia, las dinámicas conocidas, el impacto de las leyes, existentes o por promulgar.

Qué les sucedió a los alcohólicos tras el prohibicionismo y qué les sucede a los alcohólicos en la actualidad?. Han aumentado o han disminuido?. Aumentaron? Aumentan? El número es mayor o menor?.

Las respuestas son del dominio público. Me limitaré a recordar que los alcohólicos bajo el prohibicionismo ingerían alcohol adulterado, a veces rozaban los efectos letales. Las condiciones de la ingerencia, la imposibilidad de curarse "abiertamente", de someterse a cualquier tipo de desintoxicación, hacían del alcohol una droga que no tenía nada que ver con el alcohol actual, del cual se conocen los efectos social e individualmente devastadores.

Se trataba, bajo muchos aspectos, de una droga comparable, en sus efectos, con la "droga" actual más que con el alcohol en sí.

a) Así pues, cabe esperar razonablemente que, en lo que se refiere a las decenas e millones de tóxicodependientes existentes en la actualidad, la introducción en el mercado de "droga" controlada, con las condiciones de consumo cambiadas, el alivio psicológico al salir del túnel de la criminalidad, de la violencia se traduzcan en un índice de mortalidad, de morbilidad, de desesperación, de rendimineto mucho menor.

Al igual que para el alcohol y los psicofármacos, el "tiempo" mayor antes de la catástrofe es vehículo o posibilidad de salvación, de curación. (Pero aquellos que gritan contra el antiprohibicionismo en nombre de los "drogadictos", del suicido de una generación qué es lo que hacen para llevar al poder los que contra estos azotes movilizarían la solidaridad de la sociedad y la propia, y aprobarían leyes contrarias a la promoción - existente - del consumo de alcohol y de los psicofármacos?). Cabría acogerla, al igual que, finalmente, para los alchólicos y para las víctimas de los psicofármacos. Pero existiría, y hoy no existe.

b) Cabe esperar también la menor o la inexistente presión para provocar la demanda, desalentar cualquier razón de proselitismo (a no ser en los límites - que cabría restringir y que la Liga antiprohibicionista se comprometerá a restringir - en los que tiene lugar en estos momentos - y no deberá suceder - con la publicidad de los superalcohólicos, de los psicofármacos y del tabaco).

Los "prohibicionistas", en su maremágnum de contradicciones determinadas por el miedo que tienen o con el que quieren provocar determinadas opciones de civismo y políticas, no dejan de denunciar a los deshonestos individuos que a la salida de los colegios y en las guarderías esperan a los chiquillos y a los niños para capturarlos y conducirlos por el camino de la droga. Cientos de miles de personas, en Italia, decenas de millones, en el mundo, no se verán obligadas a hacer proselitismo, para ganarse su propia ración de no sufrimiento y de muerte.

Razonablemente, cabe prever que el impulso que más de una vez es la causa, a lo largo de estas décadas, de la difusión del azote deje de existir completamente.

c) Ya hemos detallado el carácter absolutamente distinto del impacto de un "producto" consumido en régimen clandestino o en régimen oficial y reglamentado. Me limitaré a mencionar los trabajos científicos (por ejemplo el de Giancarlo Arnao, en Italia) que demuestran como las características específicas de la cocaína y de la heroína no adulteradas, consumidas en condiciones normales, higiénicas y psicológicas, hacen de ellas un "producto" totalmente distinto. Por lo general, nos encontramos ante fenómenos de cultura de clase. Es vox pópuli que los grandes protagonistas de nuestra sociedad celan en su seno a muchos que se benefician de la "droga". Desde siempre. Son, a menudo, excelentes ejemplares fotográficos de salud y de buena percha. Ni que decir tiene, que no por ello vamos a aconsejar a nadie que los imite. Nos limitamos a observar que es necesario conocer mejor, en vez de crear un "azufre" moderno, la materia el diábolo (la farmacopea eruopea ha sufrido un par de siglos de restraso por la incidencia de

este reflejo).

d) La vida y la muerte del drogadicto de "droga prohibida" se caracterizan mucho más por la violencia, los delitos, los remordimientos, la desesperación y el cinismo alcanzados por la introducción en el mundo y en la vida criminal. Desde luego, la droga es un "veneno". La cantidad es importante. Pero esto también es verdad para el alcohol y los psicofármacos. Aquellos que actualmente invocan "humanidad" a los antiprohibicionistas deberían sentir compasión, pero auténtica, es decir más conocimiento y amor, menos laxismo con respecto a sus "status quo", con respecto al drogadicto.

Por ello, nosotros hemos vivido a menudo con ellos, hemos luchado, hemos sido insultaos, y nos dejamos insultar, intentamos de caminar hacia lo mejor, corriendo el riesgo de equivocarnos, por supuesto, pero hace ya décadas que nos hemos armado de prudencia y de conocimiento. En un régimen que no fuese aprohibicionista, desengancharse de la droga sería mucho menos difícil, tanto desde el punto de vista práctico (la ausencia de criminalización y sus efectos al igual que para el aborto, por ejemplo) como desde el punto de vista psíquico-moral: ya no se trataría del "mal de vivir" como un asesino, violento y criminal sino de quien ha simplemente ha cometido "el mal contra sí mismo".

He ahí cuanto la experiencia nos permite afirmar, prever, para decenas de millones de personas, para cientos de millones de personas en Italia, para sus familias; para los "drogadicatos" esto habrá que adjudicarlo a un eventual "éxito" antiprohibicionista. No nos parece poco.

Queda, ahora, el "gran miedo". Cuántos de la nueva generación serán víctimas "añadidas" del "azote-droga"?.

La única respuesta razonable que creo poder dar es que, si todo va bien, se necesitarán otros cinco años de debates apasionados, de trabajo, de dedicación, de luchas no violentas, en el momento adecuado, de difusión del conocimiento y de los conocimientos a nivel de masa y de clases dirigentes, para llegar a la fase conclusiva, de deliberación a nivel internacional de la Onu, de la Comunidad europea, de Norteamérica, de Africa, para pasar al regímen antiprohibicionista.

Este mayor conocimiento habrá sido, creo, razonablemente, una mayor fuerza de resistencia, de compromiso, de motivación a la paticipación para profundizar sabiamente para los legisladores y los adminsitrados. Pero sólo en ese momento, mirando a la realidad, desde luego mucho más tremenda, podremos establecer qué es lo que hay que hacer. No cabe duda, serán necesarias normas, procedimientos, intervenciones de transición de un regímen a otro. Deberán ser distintos para cada zona sociopolítica en cuestión. Los problemas no son ni serán idénticos en las grandes áreas urbanizadas del mundo rico, en las grandes megalópolis que están surgiendo en todo el tercer y cuarto mundo o, incluso en los EE.UU o en España.

Desde luego, si vivimos en un mundo en el que la vida, el derecho a la vida y la vida del derecho que constituyen el "eslógan", la bandera y la esperanza dramática de nosotros los radicales organizados, serán todavía más antropológica, cultural y políticamente afectados y blasfemados. Si el exterminio causado por el hambre, la miseria y la guerra sigue incrementando, tal y como parece que va a ser; si el deseo de muerte, su culto desesperado, caracterizan todavía más el tiempo, tan lejano y tan cercano, muchos intentarán irse, muchos buscarán la "droga" como otros la violencia, la guerra, el alcohol, los psicofármacos, las muertes los suicidios o los asesinatos.

Pero, seamos serios, realmente no podemos ser superficiales; qué sucederá si el régimen prohibicionista se conjuga, sigue conjugándose con el crecimiento de un mundo semejante?. Contaremos con más "drogadictos" todavía y también con más asesinos, con más atracadores, con mas soldados-enrolados que darán una fuerza tremenda a las organizaciones criminales de las que son su base social y económica, súbditos ideales, como tales, de un nuevo poder multinacional, más fuerte que los "Estados nacionales", que los "reyes" o que los "patrones" de antaño.

"No se trata de saber si la corriente es gélida, hay que observarla", escribía Teilard du Chardin, en su escrutar la naturaleza del hombre para adivinar o concebir el destino e iluminarse de fe.

La moralidad del político estriba en saber ser un hombre de gobierno y de ley, de proponer, de luchar, de concebir, de sacar a relucir lo que crea oportuno.

Anoto y expreso estas reflexiones en un momento en el que parece probable que la historia del Partido radical se concluya con la muerte violenta, a pesar de la casi milagrosa capacidad de vida y de moralidad que posee. El oxígeno, el agua, la tierra necesarios para la vida social y democrática para la empresa política no violenta de nuestro Estado han sido robados, desde hace dos décadas, a lo largo de estos años, meses, días.

La inteligencia me dicta que sin el Partido radical, transnacional, transpartídico, sus fragmentos de teoría de la praxis y de praxis realizados, el Libro en el que se ha inspirado, la Ley que ha respetado y hecho crecer en los rincones más perjudicados de nuestro tiempo y de cada uno de nosotros, este propósito, este objetivo no serán ni tan siquiera conocidos, juzgados, rechazados, aceptados. La sociedad de comunicación italiana es el antónimo de una sociedad de conocimiento. Nos morimos de falsedad propia de quien no sabe que no sabe y le resulta cómodo confundir victimismos con víctimas. Los "mejores", los "mitos", los "dubite frequenter", los "laicos", los "clérigos no-traidores" están en contra. A menudo de la peor manera, no tienen nada en contra, y sin embargo...

Mis compañeros, yo mismo - presentando esta muerte - nos volvemos contra nosotros mismos. En el barco naufragado, los que están a punto de ahogarse, tal vez, son muchos los que se echan al extremo anatema de la responsabilidad y de la culpa, mientras son hermanos de culpas, de delitos del prójimo o del mal uso hecho ayer de la libertad y de las responsabilidades, aceptando que existiesen barcos de guerra, y no llevando a cabo ni organizadno objeciones-afirmaciones de conciencia.

A nosotros, al Partido, nos harían falta, inmediatamente, para seguir confiando en poder dar vida a lo nuevo posible, en vez de morir por lo desgastado, una nimiedad: algún que otro millar de inscritos italianos, inmediatamente.

Por esta lucha de liberación de la criminalidad y de la droga, desde el exterminio causado por el hambre y por la guerra, desde el declive de la fe laica y cristiana, judáica y "oriental" en la libertad, y liberal en la democracia política y en el "estado de derecho" de la sociedad.

Pero hay que hacer como si el vado fuese posible, a pesar de la vorágine o del estanque infectado y mortal. Hay que vadear. Seguimos intentando hacerlo.

(texto a cargo de Noticias Radicales y no revisado por el autor).

N.d.T. (1) Rognoni-La Torre: exponenetes de la Democracia

Cristiana y del Partido comunista italiano

respectivamente. Autores de la ley contra la droga.

 
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