de Marco PannellaSUMARIO: Marco Pannnella recuerda la figura de Thomas Sankara, al día siguiente del golpe de estado en Burkina Faso y del asesinato de su presidente.
(Noticias Radicales nº 283 del 7 de diciembre de 1987)
Con motivo de su muerte, los periódicos han escrito de él mucho más de lo que ha hecho y ha intentado hacer en la vida. Thomas Sankara ha acabado trágicamente asesinado por el más íntimo, querido y fraterno de sus compañeros, Blaise Compaorè.
Algunos testigos me han recordado que precisamente había advertido a Thomas, hace menos de dos años, de que este final era uno de los pocos que estaba escrito en el escenario que estaba viviendo. Escenario de revolución jacobina, más que militar, en la que eran los "hermanos", los compañeros los que te guillotinan y no los enemigos o los adversarios.
La hipótesis no era disparatada precisamente porque parecía imposible, humana y políticamente impensable. Pero tuve la sensación de que Thomas comprendía, reflexionaba, me era grato por aquella sinceridad. Nada, por encima de todo, podía hacer temer que de esa manera quisiésemos agravar un conflicto o diversidades inexistentes.
Thomas Sankara se había educado en escuelas dirigidas por misioneros católicos franceses. Cultura "clásica" tipica de los años treinta en Italia, o no muy lejana, como referencia: todo, o casi, menos el pensamiento liberal y democrático. Y eran precisamente esos puntos de referencia los que expresaba, más que los sucesivos "marxistas" y militares. En su solemne intervención en la Asamblea general de las Naciones Unidas había citado a Novalis, el escritor pre-romántico alemán para el que la realidad del sueño diseñaba la verdad de la vida, reacción del "siglo" al pensamiento iluminista. A sus hijos había dado dos nombres cornelianos: Felipe y Augusto, no de héroes africanos o comunistas. Al igual que Mussolini, pero con alguna que otra elegancia y dulzura, e ingenuidad sincera, recuperaba temas clásicos, griegos o latinos, de amor patrio o republicano, de vida espartana: "Ou la Patrie ou la mort". "On vaincra" (Venceremos). Eslógan lúgubre con el que había intentado, sin lograrlo, recuperar el "Cuán dulce y d
igno es morir por la patria", inconscientemente editando de nuevo, en cambio, el "O Roma o muerte", y el léxico de todos los fascismos.
Rousseau, naturalmente, con su derecho natural y el "buen salvaje", la igualdad y la falta de atención por el derecho, lo amaba. Le dije que le faltaba "sólamente" Voltaire, con "su" tolerancia, su atención por la justicia, el Estado y las cárceles; y el "valor" del saber, ante y contra el poder. Era tremendamente joven y atento, serio y bueno, duro y sin embargo de buena voluntad y desesperado ante cualquier muerte y sufrimiento. Ingénuo y consciente, preocupado por serlo: no confundía - creo - ingenuidad con inocencia. A quién le decía: "Has rebautizado el Alto Volta con el nombre de Burkina Faso, es decir Tierra de los Hombres Justos. Pero si existe una tierra de hombres ya justos, qué falta hacen el Estado, la Revolución, tú?. Y las demás tierras, son acaso peores que la tuya, son peores sus gentes?."
Escuchaba, y de golpe aparecía en otro lugar, interrogándose. A menudo, el cansancio, casi siempre al acecho, - dormía poquísimo, para poder trabajar, estudiar, recorrer su gente - en esos momentos corría el riesgo de predominar, y se le cerraban los ojos. Quería, al menos una vez a la semana, hacer deporte y jugar al fútbol con sus ministros, sus compañeros. Vestía su mono de paracaidista, leopard, con la misma elegancia con la que hubiese lucido un sayo o una túnica. Detestaba los cochazos que había heredado, símbolo del derroche, energético y de imagen, y se había impuesto a sí mismo y a todos sus ministros, el uso de pequeños turismos, 4 caballos. Quería una decena de acordeones italianos, de un artesano de Ascoli Piceno, y se enojaba por el precio pues le parecía carísimo, y el único favor personal que nos pidió a Giovanni Negri y a mí era a ver si le podían hacer descuento.
Promulgó "procesos populares", pero "populares" de verdad, de masa, realmente contradictorios, a muchísimos ancianos notables, a dirigentes de regímenes anteriores, obsesionado por la corrupción, la falta verdadera o presunta de honestidad. Fueron procesos "ejemplares", a penas un poco más civiles y humanos que algunos de nuestros procesos, como el del "7 de abril" o el proceso contra Tortora(1) y 1.200 "compañeros" suyos. Acabó por liberar a casi todos, y aceptó casi inmediatamente, cuando aún no nos conocía más que políticamente y no personalmente, dejarnos visitar en una cárcel especial a un ex presidente de la Asamblea de la Cee-Acp, Gerard Tango Ouedraogou, para quién pedimos y obtuvimos su libertad, pero no como privilegio o favor, fue realmente una medida que se aplicó también a otros.
Paupérrimo, el Alto Volta era sin embargo, hasta seis años antes de que Sankara subiese al poder, un país en el que nunca se habían producido muertes por motivos políticos, y en el que había funcionado, mal pero había funcionado, un sistema democrático. De manera que los primeros muertos de este tipo nos parecían una blasfemia. Convenía y lo demostró en mil ocasiones. Creyente, Thomas no toleraba sin embargo confusión entre poder y religión. Una de las crisis más graves que tuvo que afrontar inmediatamente fue cuando pretendió, corriendo el el riesgo de provocar su propia caída, que un máximo jefe tradicional y animista, religioso, pagase el recibo de la luz. Por una parte y por otra, esta menudencia asumió valor de principio. Cuando uno de sus más íntimos compañeros, el único no militar, Basil Guissou, ministro de asuntos exteriores, le comunicó que se había inscrito al Partido radical, se alegró y lo aprobó. La bandera gandhiana y no violenta del Pr lo sorprendió y lo conmovió. Inmediatamente, al conocerl
o, le sugerí que no pasase a una forma de partido único, sino que intentase la más radical y nítida de las opciones anglosajonas: la elección directa del presidente, con al menos dos candidatos fuertes, y la elección de un Parlamento con sistema uninominal. No cesó, por lo que me han dicho, de reflexionar sobre ésto. Los mensajes francos y comprometidos que enviaba a los congresos del partido los escribía de su puño y letra, así como sus mensajes de felicitación cada año nuevo. Pero también tenía que ver con los demás del Consejo de la Revolución. Probablemente, quiso pasar a experimentar una etapa intermedia: por compromiso y convicción. La de un "Frente" de individualidad y fuerzas autónomas y libres. Y, desde julio, en cada discurso suyo, estaba presente una palabra clave: "Tolerancia". Blaise y los otros deben haber tenido miedo. De su valor, de sus opciones políticas, de la crónica y de la historia no he hablado aquí. Pero se lee en otras partes. Para "Nigrizia"(2) - a la que estoy agradecido por la inv
itación - no me queda más que ofrecer un testimonio, para que se sume - de forma marginal pero puntual - a los numerosos libros y a los artículos que se publican en Europa.
Lo único que sé es que querría recitar para él muchos versos del "Lamento" por la Muerte de Ignacio, de Federico García Lorca. «Ay!, un canto fúnebre, un dolor de la inteligencia mucho antes que del corazón. Los elogios y el llanto encajarían bien. Era un personaje francés (así como los emperadores y los pensadores romanos fueron "extranjeros", "africanos"). Sankara era francés como Agustín fue "católico romano". Realmente "francés". Pero no había salido de las páginas de André Malraux, ni de los reportajes o las novelas de Lucien Bedard; no era ni héroe, ni legionario, ni revolucionario cargado de desesperación y de odio, sino, más bien, como el "héroe" de Alain Fournier del "Gran Maulnes" y del Saint-Exupery de los "Pilotes de nuit" y, por qué no? - del "Principito". Más Nizan, en todo caso, que Fanon, si se me permite continuar y concluir este paréntesis un poco iniciático.
Un hombre de estado ha perdido así su lucha contra el tiempo, contra sí mismo. Pero al igual que Senghor, y los Houphouay Boigny, los grandes "sabios" de otra generación, desgastados e intelectualmente corrompidos por el poder o el éxito, y políticamente por él detestados, Thomas Sankara podía por su amor a la vida, y al amor, y a la pureza, y a su honestidad intelectual, y asu humildad, y a su tolerancia innata y a la que conquistaba y proponía, podía convertirse en "grande" no sólo para Africa, sino para todos nosotros. Su talón de Aquiles estaba tal vez en la cultura de sus años de bachiller y en el ardor de su adolescencia que fueron la fuerza y la cifra de su vida. Confío en que al menos para mí, sus cenizas me permitan un mejor camino de brasas, en la gran edad que le ha sido negada y a la que parece sr yo me encamino.
El 10 de diciembre, en Roma, en la Iglesia San Juan de los Florentinos, por iniciativa de compañeros africanos y radicales, se celebrará una misa. A lo largo de estas semanas, escuchando los fragmentos de "Requiem" desde Radio Radical, y el Aleluya y el Hosanna y el requiescat in pace, no seré el único que recordará al capitán Thomas Sankara, africano y europeo.
N.d.T. (1) Enzo Tortora: Famoso presentador italiano de de
televisión acusado de pertenecer a la mafia. Declarado
inocente por el juez.
(2) "Nigrizia" Revista de la orden de los hermanos
cambonianos.