Marco TaradashSUMARIO: La represión penal de las drogas no ayuda ni a la sociedad en general ni a las víctimas directas de la droga. Es un remedio mil veces peor que el mal, un multiplicador de violencia y de sufrimiento sin precedentes.
(Notizie Radicali nº 51 del 11 de marzo de 1988)
La estrategia del prohibicionismo contra la droga está cediendo por doquier, y el pensamiento político de los Estados no sabe oponer más que la retórica y la falta de resolución de la tragedia de un fracaso internacional que comporta sufrimientos inenarrables para los individuos y laceraciones cada vez más irremediables en las ordenaciones jurídicas y en las instituciones.
Cada día, en la prensa internacional, una nueva noticia que debería despertar las conciencias como una sirena de alarma, en cambio es como si los mismísimos medios de comunicación se hubiesen quedado sordos, de una sordera imbécil de la que son a la vez víctimas y forjadores, y por la costumbre burocrática ordinaria de los profesionales de la política antidroga, de toda la vida los mejores compañeros de viaje de los traficantes.
Alarma institucional, en primer lugar. El reciente "informe del Organo internacional de control de estupefacientes" afirma al pie de la letra que: 1) "el consumo de drogas, tanto naturales como químicas, ha sufrido una progresión tan rápida en los últimos veinte años que hoy por hoy amenaza a todos los países y a todos los estados sociales. El fenómeno ya no pertenece a determinados ambientes urbanos, no es típico de intelectuales o analfabetos, de ricos o de pobres sino que se difunde y siembra víctimas por doquier"; 2) "la producción y la fabricación de drogas, afectan a un número cada día mayor de países en todo el mundo. Dichas actividades ilegales han alcanzado proporciones alarmantes, están financiadas y dirigidas por organizaciones criminales que tienen ramificaciones internacionales y que se benefician de la complicidad en los ambientes financieros. Los grandes traficantes de droga se comportan como las grandes compañías multinacionales en la selección de os mercados y, al tener a su disposición fond
os casi ilimitados, corrompen a funcionarios, difunden violencia y terrorismo, influyen en la aplicación de las convenciones internacionales de lucha contra la droga y ejercen en primera persona el poder económico y político en distintas regiones del mundo".
Alarma político-militar, en segundo lugar. El cártel de Medellín, el potente holding de los traficantes colombianos de cocaína, es capaz de condicionar la política exterior de algunos Estados de América Central, y a administración Reagan se encuentra ante una desestabilización sistemática que no puede afrontar con los procedimientos corrientes de la diplomacia y de los ejércitos. El general Noriega, el hombre fuerte de Panamá, narcotraficante o pagado por los narcotraficantes, es capaz de destituir al presidente de la república Delvalle, monigote de Estados Unidos, e imponer su ley a la administración Reagan. "La ventaja para los narcotraficantes es que no reconocen las soberanías nacionales ni las fronteras, a diferencia de nuestros gobiernos" declaró al Herald Tribune del 25 de febrero un ministro colombiano, mientras que el general jubilado Paul Gorman, ex comandante de la armada del sur de Estados Unidos, afirmó ante el Senado de Estados Unidos que "el cártel criminal latino-americano constituye un mundo
paralelo tan difundido, tan rico y poderoso que puede literalmente comprarse a los gobiernos que quiera y desestabilizar a sociedades enteras" y añadió que "el tráfico de droga constituye un peligro claro y actual para la mismísima supervivencia de la democracia en países de amistad añeja y aliados de los Estados Unidos".
Alarma social, en tercer lugar. Un reciente informe sobre la situación criminal en Roma informa que el 70 por ciento de todos los delitos en la capital italiana y en la región que la alberga están relacionados con el tráfico y el contrabando de estupefacientes. A no ser que se comparta el planteamiento de la derecha fundamentalista por la que el uso de droga induce de por sí a delinquir (hace tiempo se sostenía que todos los pobres tenían una tendencia innata a delinquir, ahora se habla de "drogadictos") el azote social relacionado con el prohibicionismo, y la política de los precios altísimos que comporta, se expresa en estas cifras: pertenecen al mundo de la droga os autores del 92 por ciento de los tirones, del 88 por ciento de los que roban en los coches, del 54 por ciento de los que roban coches, del 68 por ciento de los robos en pisos y casas, del 74 por ciento de atracos en oficinas y tiendas, del 65 por ciento de atracos en casa, del 94 por ciento de atracos a particulares, y del 98 por ciento de los
atracos que acaban con un homicidio. Cifras horripilantes y que corresponden a las de otras metrópolis: el jefe de la policía de Nueva York ha declarado recientemente que, en su zona, el 90 por ciento de la criminalidad tiene una sola fuente, el tráfico de droga.
Alarma sanitaria, en cuarto lugar. La cultura relacionada con la estrategia del prohibicionismo es la cultura del silencio, del tabú y por lo tanto de la desinformación. Prohibir el hachís y la marihuana, drogas prácticamente inocuas y poco caras, con la misma determinación irresoluta con la que se prohiben drogas potencialmente mortales y muy caras, ha favorecido irresponsablemente los intereses de los traficantes, que sacan beneficios enormemente superiores que con la difusión de heroína y cocaína.
De la misma manera, atribuir, con una estrategia implícita de desinformación, efectos sanitarios perversos de la droga ha creado un desastre social sin precedentes. Lo que hoy en día es causa de la difusión del Sida - tal y como lo fue y lo sigue siendo de la hepatitis - es utilizar la misma jeringuilla, no el drogarse. Años y años de desinformación pesan actualmente sobre las estrategias sanitarias anti-Sida de todos los países. Circunscrito, gracias a la responsabilidad de la gente y a sus asociaciones, el contagio homosexual, el Sida se va difundiendo en el mundo actualmente transportado con una rapidez sin remedio por los toxicómanos, desde la punta de sus jeringuillas y desde sus encuentros sexuales. La prostitución que el prohibicionismo indirectamente provoca con frecuencia, multiplica por millones de veces el riesgo de contagio. Incluso en países como Estados Unidos, en donde, a diferencia por ejemplo de Italia, el contagio de los toxicómanos no ha representado hasta el momento presente el vehículo p
rincipal de la enfermedad, toman nota de las nuevas proyecciones sobre el desarrollo de la enfermedad: y actualmente el presidente de la comisión USA para la prevención del Sida, el almirante James Watkins, solicita que tres cuartos de la suma dedicada por el gobierno (dos mil millones de dólares) se utilice en programas para los "addicts", los toxicómanos.
Riqueza sin parangón, poder político, económico y financiero de las organizaciones criminales; corrupción de los funcionarios estatales y de las clases dirigentes; amenaza mortal para la seguridad sanitaria de las poblaciones. Todo ello salta la vista para aquellos que no están intoxicados por la propaganda ideológica como el fruto envenenado no de la droga, ni del comercio de la droga, sino de la delegación a traficar droga, entregada de hecho al mundo crimina, con la expropiación correspondiente de las instituciones jurídicas, de los organismos de comercio y de las asociaciones de los consumidores. El poder de los productores y de los comerciantes de vino y de alcohol es en el mundo el de un lobby potente, contenido y frenado por las leyes y los órganos de control. Una entre mil, de la misma manera que la de los productores y comerciantes de tabaco. Sólo la "droga" es fuente de poder criminal, de corrupción política, de devastación social.
No porque sea más peligrosa, la proporción entre los muertos por "droga" y los muertos por alcohol y tabaco es de uno a mil, uno a mil doscientos, en todos los países.
No porque el prohibicionismo de las drogas haya frenado su difusión. El informe de la Onu reconoce el fracaso sin reticencias, los mismísimos profesionales del prohibicionismo amplifican el grito: "La verdad es que el poder de los traficantes es tan grande que domina y abre cualquier mercado", explicó a mediados de febrero Giuseppe Di Gennaro, director general de otra agencia "antidorga" de la Onu, el UNFDAC: "Por una parte están las organizaciones de traficantes: potencias económicas bien estructuradas y con intereses muy concretos, una gran coherencia, que saben perseguir sus finalidades. Por ora las charlatanerías, con mil compromisos con los que actúan en el versante opuesto. Considero que la situación, hoy por hoy, es desesperada".
La Co.r.a., coordinadora radical antiprohibicionista, nacida para organizar la batalla política en torno a las reflexiones y propuestas de Marco Pannella y de numerosas asociaciones que actúan - en la clandestinidad de la desinformación - en muchos países del mundo, propone a los órganos parlamentarios de los distintos Estados, a la comunidad internacional, a los organismos supranacionales, una radical y oportuna modificación de las estrategias de contención de la difusión de las drogas. La represión penal no ayuda ni a la sociedad en general ni a las víctimas directas de la droga. Es un remedio mil veces peor que el mal, un multiplicador de violencia y de sufrimientos sin precedentes.