SUMARIO: Se vuelven a recorrer las etapas que, a partir de la aprobación del proyecto de Tratado para la Unión europea por parte del Parlamento, han llevado al hundimiento de este proyecto con la aprobación, en diciembre de 1985, del Acta única europea.
(Por los Estados Unidos de Europa, a cargo de Roberto Cicciomessere, Gianfranco Dell'Alba, Gianfranco Spadaccia - Suplemento de Noticias radicales nº 68, 5 de abril de 1988).
La primera señal positiva en lo que respecta al proyecto de Tratado de la Unión la dio el presidente de la república francesa François Miterrand que en mayo del 84, con motivo de una visita al Parlamento Europeo propuso la convocatoria de una conferencia intergubernamental destinada a apoyar el proyecto de Tratado de Unión europea aprobado por el P.E.
La respuesta de los demás jefes de Estado y de Gobierno fue interlocutoria pero no negativa. El Consejo Europeo de Fontainebleau tomó acta positivamente del proyecto del P.E. y decidió crear un Comité con este propósito encargado de formular sugerencias con el objeto de mejorar el funcionamiento del sistema comunitario. Se nombró presidente del Comité al irlandés James Dooge y a Maurice Faure, representante de Miterrand en calidad de relator. En diciembre de 1984, del Comité Dooge para el Consejo Europeo de Dublín propuso en un primer informe provisional innovaciones en el campo de las reformas institucionales y la convocatoria, a corto plazo, de una conferencia intergubernamental para negociar y firmar el proyecto definitivo de Tratado de la Unión Europea. La existencia de reservas sustanciales por parte de tres países (Dinamarca, Grecia y Reino Unido) condujo a que se decidiese aplazar el informe del Comité. Sin embargo, no sucedió nada en la cumbre de Bruselas de marzo de 1985, en donde el Comité presentó
su informe definitivo. En el Consejo europeo de Milán de junio de 1985, con un procedimiento que la Presidencia italiana realizó por sorpresa, con 7 votos a favor y 3 en contra (Reino Unido, Dinamarca y Grecia), convocó una conferencia intergubernamental con el objetivo de remodelar los poderes de las institiciones comunitarias, de atribuir nuevos sectores de actividades a la Comunidad y de instaurar un mercado interior efectivo. Esta decisión, aun siendo de carácter atrevido ya que se tomó por mayoría y no por unanimidad, contiene los gérmenes del fracaso. De hecho, cuando el P.E. solicitó que se sentaran las bases de una nueva forma asociativa - la Unión europea - a través de un nuevo tratado al que, en caso extremo, algunos de los países miembros hubieran podido no adherirse, escogiendo el Consejo Europeo la vía de la reforma de los tratados existentes, si se acogía a la disposición que prevè explícitamente la unanimidad entre todos los Estados miembros, y que sólo permite un acuerdo con el mínimo denomi
nador común. Y de este modo, las esperanzas de todo el movimiento federalista se desvanecieron brutalmente. De hecho, nació en la Conferencia intergubernamental que se concluyó con motivo del Consejo Europeo de Luxemburgo de diciembre de 1985, el Acta Unica Europea que aportó sólo revisiones marginales a los Tratados, abandonando completamente la gran esperanza de que se produjesen reformas institucionales capaces de remodelar la Unión Europea. De hecho, la previsión de realizar antes del 31 de diciembre de 1992 el mercado interior, que se refleja en el Acta Unica, es un objetivo que hubiera tenido que ponerse en marcha desde hace mucho tiempo puesto que está incluido entre los objetivos del tratado CEE. Las únicas novedades conciernen a a lgunos progresos modestos sobre la capacidad monetaria, la política social, la cohesión económica y social, la investigación, el desarrollo tecnológico y el medio ambiente. Las nuevas medidas de cooperación entre el P.E. y el Consejo y la institución, en el seno del Consej
o, del voto por mayoría calificada que sustituye al voto por unanimidad, en algunas materias determinadas y limitadas, contribuyen muy poco a solucionar la situación de marginalidad del Parlamento Europeo y la incapacidad de decisión de las instituciones comunitarias. El presidente Miterrand se expresó en términos iguales manifestando su desilusión al respecto al considerar los resultados obtenidos "muy por debajo del mínimo vital para la Comunidad". El Parlamento Europeo votó con anterioridad por amplia mayoría una propuesta de resolución presentada por Altiero Spinelli, en nombre de la Comisión de Asuntos Institucionales en la que se consideraban inaceptables los resultados de la Conferencia, en especial las conclusiones sobre los poderes democráticos del Parlamento. La posición del Parlamento se reforzó en esta fase por la postura que adoptó el gobiernp italiano al declarar su voluntad de condicionar su aprobacióm al voto del Parlamento Europeo. Sin embargo, con motivo de la firma del Acta Unica por parte
de los gobiernos, el Parlamento, por decisión de los grupos políticos mayoritarios, se vió obligado a aceptar los resultados de la Conferencia de Luxemburgo. Con este Acta el proyecto de la Unión del Parlamento Europeo se hunde definitivamente. Spinelli tomó acta amargamente de la derrota y de hasta que punto se confirman a rajatabla sus previsiones sobre el carácter pernicioso de las diplomacias nacionales. Pero, convencido de que la fuerza de la idea federalista posee la capacidad de resurgir, más fuerte, después de cada derrota, Spinelli invitó al Parlamento Europeo a no conformarse y a no renunciar sino a preparase para "salir a flote una vez más" para reanudar con nuevos medios el camino hacia la Unión europea. Sin embargo, los partidos representados en el P.E. se conformaron con los modestos resultados del Acta Unica y no se unieron al llamamiento de Spinelli.
