Angiolo BandinelliSUMARIO. "Gracias a su pluralismo histórico, el Estado Europa no podrá ser nunca nación". El problema central de Europa no estriba en dar vida, o en defender, una "cultura", sino elaborar un nuevo derecho estatal, que "supere" las culturas nacionales evitando de esta manera las desconfianzas vinculadas con el miedo de un nuevo Eurocentrismo. La nueva estatalidad europea tendrá que marcar el fin del jacobismo y el regreso a una "ilustración abierta y flexible", partícipe de los valores del constitucionalismo americano en vez del francés.
(TRASNAZIONALE: PERCHE', COME, CON CHI?, Convenio organizado por el Partido radical, Roma, 19-20 de julio de 1988 - Reimpreso por "IL RADICALE IMPUNITO - Diritti civili, Nonviolenza, Europa", Stampa Alternativa, 1990)
Europa-Estado, no nación. gracias a su histórico pluralismo, el Estado Europa no podrá ser nunca nación, ni tan siquiera a nivel cultural. Desde hace mucho, desde siempre, oímos repetir que el objetivo de la unidad europea tiene que ser la salvación y el reimpulso de la identidad europea, de la cultura europea, leída como resultado de las culturas nacionales, vinculadas por común significado unitario más que separadas por sus diferencias históricas. Cabe temer y combatir esta lógica y la consiguiente indicación política. Las culturas nacionales de las que se habla son ellas mismas productos históricos, no naturales; en cualquier caso representan actualmente un hecho de conservación. La única cultura que cabe favorecer y hacer que crezca es las de la elaboración del derecho nuevo, que se funde superando las resistencias interpuestas por las culturas nacionales; rompiéndolas en donde sea necesario.
No hay identidad europea por defender. Empedernirse en sostener una (presunta) identidad europea es peligroso. Gran parte del mundo no se fía de ningún residuo de eurocentrismo, al que tiene mucho que reprender. Por otra parte, lo que hubo de válido en la identidad europea, es decir el reto cultural, está ya difundido en el mundo, tanto para bien como, si se quiere, para mal. Subrayémoslo una vez más: la única identidad por promover es la de una estatalidad nueva - aún por formular enteramente - basada en los derechos civiles, en fidelidades y lealtades pluralistas, en la negación de la nacionalidad como fundadora de Estados y de la soberanía absoluta como modelo de racionalidad y de valor ético.
En resumidas cuentas, el fin del jacobinismo, a lo largo de la línea maestra de todas las batallas radicales que una vez más demuestran su riqueza teórica, su modernidad. Rechazo del jacobinismo y regreso a una ilustración abierta, flexible, partícipe más bien de los valores del constitucionalismo americano - para el que el Estado tiene como tarea primero consentir al individuo buscar, por sus medios y objetivos, su felicidad - más que la del francés, incluso el más liberal, que presupone, por encima de toda sociedad civil, una teórica del bien común vinculante para todos y cada uno de sus ciudadanos según modelos previamente ordenados.