Angiolo BandinelliSUMARIO: La "soberanía popular" está en crisis, parece "sin objetivos ni posibilidades de ser ejercida", con sus características básicas. Todo aspecto del hecho de dedicarse a la política "está sujeto a la ley del intercambio, del mercado". La gente se da cuenta y pierde todo el interés que tenía. Tal vez, en una competición política "que tenga por objeto Europa" los ciudadanos podrían hallar de nuevo la confianza y la pasión en la política y en el ejercicio de sus derechos.
(TRANSNACIONAL: POR QUE? COMO? CON QUIEN?, Convenio del Partido radical, Roma, 19-20 de julio de 1988 - Vuelto a publicar en "IL RADICALE - Diritti civili, Nonviolenza, Europa", Stampa Alternativa, 1990)
Una consideración insuficiente y frágil en su formulación, trátase de hipótesis y sugerencia así pues más que de aseveración, de algo que está todavía por profundizar. En nuestros países, lamentamos a diario una desconfianza generalizada en la política, precisamente en una época en la que la política pretende ser la actividad más alta y central del hombre, en la que se condensa y encierra toda la fenomenología de lo "público". Creo que, a niveles distintos, se sufre una suerte de desconfianza parecida en casi todos nuestros países: allá en donde se tiene la sensación frustrante de que el hueso de pelar del andar metido en política, lo que la justifica y justifica sus pretensiones - es decir, la afirmación e incluso la exaltación de la soberanía popular - esté corroído y poco fértil, cuando no totalmente menguado y exento de fuerza vital. La soberanía popular, que debería ejercerse en formas absolutas, con características básicas, no sujetas al mercado o al intercambio de la política (mejor dicho, a la políti
ca como intercambio), parece inaplicable, sin objetivos ni posibilidades de ser ejercida. Todo aspecto y momento del hecho de dedicarse a la política está sujeto a la ley del intercambio y del mercado, en donde el vínculo entre valores e intereses inmediatos, presiones, etc, es tan fuerte que niebla y empaña el pilar sobre el que se yergue el valor absoluto de la soberanía popular. La gente percibe esta imposibilidad, esta reducción; de ahí su desconfianza en la política, la crisis de los valores de la modernidad, o de una modernidad de valores.
Tal vez, en una competición política que tenga por objeto Europa - en su distancia de lo cotidiano y lo contingente - los ciudadanos podrían ejercer sus derechos fundamentales, los que delinean en su grandeza la soberanía popular, con mayor claridad y concreción, es decir con confianza. Se le echa en cara al federalismo la distancia de sus objetivos de los intereses y por lo tanto de la atención de la gente corriente. Pero tal vez esta distancia de lo contingente podría revelarse como fuerza de la iniciativa federalista, de la política a nivel europeo. De la misma manera que sucede en Estados Unidos, en donde la presión de los lobbies o de los caucus es más débil cuándo más se suscita en los momentos más altos y generales, como por ejemplo la elección del presidente de la Unión federal.