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Sciascia Leonardo - 6 agosto 1988
Traiciones y fidelidades
Leonardo Sciascia

SUMARIO: Sarcástica polémica con Eugenio Scalfari, el hombre que "se considera capaz de dar su parecer sobre todo y sobre todos como si de axiomas se tratase": El "pobre" Casanova contó en cierta ocasión cómo "puso entre la espada y la pared" a Voltaire, pero no era cierto. A pesar de los pesares, Voltaire no hubiese podido infravalorar a Scalfari, "mucho más potente" que Casanova. Scalfari ataca al autor del texto afirmando que en el amainar velas y en el reflujo actual "el ataque de Sciascia de hace algunos meses a las estructuras que intentaban mantener alta la tensión pública contra la mafia no fue un elemento marginal". En Sciascia, prosigue Scalfari, "su vanidad personal, a menudo, se cobija tras la responsabilidad civil".

No es verdad - replica Sciascia - que en Italia un escritor pueda desencadenar un "movimiento de opinión". Desmiente que se la hubiese tomado "con aquellos magistrados y con aquellos políticos", lo único que sucedía era que le inquietaba el comportamiento del Consejo superior de la magistratura, un comportamiento que había penalizado al juez Falcone para favorecer a Borsellino. Lo que el autor desea, en realidad, es que el Estado demuestre "decisión, firmeza, inteligencia, concordia..."

(LA STAMPA, 6 de agosto de 1988)

La trahison des clercs. Quería de veras hablar del libro de Julien Benda, con su artículo en "La Repubblica" del 2 de agosto, Eugenio Scalfari?(1) O bien bajo este título ha escrito o se dispone a escribir uno nuevo? Trátase de contraposición, de parodia o tal vez refundición? No cabe la menor duda de que Scalfari tiene tablas. Es uno de esos italianos geniales y versátiles cuyos prototipos conoció la Europa del siglo XVIII. Se considera capaz de dar su parecer sobre todo y sobre todos como si de axiomas se tratase. Y cuenta con los instrumentos prácticos y el poder concreto para hacerlo. «Ay de aquel al que le tenga tirria! Lo del pobre Casanova es una nimiedad. Casanova recuerda en sus memorias como puso entre la espada y la pared a Voltaire. Pero de aquella visita, de aquella lección, la única prueba que hay es que Voltaire anotó que por Ferney había pasado un tipo jocoso de aspecto italiano. Scalfari es menos divertido que Casanova pero tanto más poderoso: su paso, sus lecciones, sus reproches, no hub

iesen sido infravalorados ni tan siquiera por Voltaire. Así que «cómo se nos van a pasar por alto a nosotros! Nos consterna, y la tentación de declararnos arrepentidos - en este mare mágnum de arrepentimientos en el que navega Italia - es más bien fuerte. Pero un demonio pérfido nos aconseja que no caigamos en la tentación, que sigamos mereciéndonos el desdén de Scalfari. Llegará un día en el que ya no existiremos y Scalfari será menos poderoso. A lo mejor alguien va y ajusta las cuentas que haya que ajustar con un cierto candor. Un poco por chanza, un poco por aquello de no morirse, decía Petrolini. Pero dejemos la chanza e intentemos, tras los golpes bajos de Scalfari, no morir. Ahí va, del citado artículo de Scalfari, el pasaje que me atañe (tengo la correcta costumbre de citar textualmente los argumentos - lo digo por decir - empuñados contra mi persona): "Y puesto que ha llegado el momento de decirlo todo con gran franqueza, añadiré que en el amainar velas y el reflujo actual no ha sido un elemento marg

inal el ataque de hace algunos meses de Leonardo Sciascia contra las estructuras que intentaban mantener alta la tensión pública contra la mafia. En las páginas de "Il Corriere della Sera"(2) Sciascia tachó de querer hacer carrera a aquellos hombres políticos y aquellos magistrados que, según él, se inventaron el oficio de espantapájaros de la mafia sólo para trepar por el escalafón social y granjearse prestigio. Una cierta opinión pública vinculada a ciertos intereses estaba deseando redención, de ahí la posición de Sciascia ampliada y reimpulsada, debido a la autoridad que evocaba él. Ejemplo de una "trahison des clercs" a lo grande. Por otra parte, no es de sorprender pues Leonardo Sciascia es hábil y reincidente en este tipo de salidas, en las que su vanidad personal se cobija tras la responsabilidad civil".

En el pasaje hay una afirmación que si no fuese porque es totalmente infundada, sería muy reconfortante. Es decir, que en Italia, un escritor posea la autoridad de desencadenar un vasto movimiento de opinión con todas las consecuencias que ello acarrea. Nada más lejos de la realidad. Mi toma de posición fue acogida y halló beneplácito (de la misma manera que ha suscitado impulsivas reacciones) en Palermo, pues tratábase sencillamente de la verdad, ante los ojos de quienes no hacían la vista gorda. Inevitable era, así pues, que una verdad de semejante envergadura fuese instrumentalizada por - parafraseando a Scalfari - "una cierta opinión pública con ciertos intereses creados". Es un riesgo que se corre siempre, cuando se dicen ciertas verdades. Pero las intervenciones de los sindicalistas de la CGIL(3), de la CISL(4), y de la UIL(5), - que en Palermo decían sin que les hiciesen ni caso las mismas cosas que yo intenté decir - y los artículos de "Il Manifesto"(6) y de otros periódicos, ayudaron muchísimo a que

el nivel de riesgo se redujese. Si "La Repubblica", en vez de atacarme desquiciadamente, hubiese evaluado con serenidad mis afirmaciones, tal vez hoy otro gallo cantaría. Pues no es verdad que yo me la haya tomado contra esos magistrados y políticos, en absoluto a nivel personal (y de ello se dio perfecta cuenta el mismísimo Borsellino(7)) que lo que a mí me inquietaba era precisamente el temple que se había creado alrededor de ellos, totalmente acrítico, conviertiéndoles en los intocables. Y sobre todo, lo que me inquietaba era el comportamiento del Consejo superior de la magistratura, precisamente en el caso del aumento de grado de Borsellino. El Consejo había abandonado la regla en vigor sin adoptar otra nueva. Si la hubiese establecido a partir de ese momento, el caso de Falcone(8), con todo lo que hoy importa, no se hubiese producido. Adoptando un criterio para aumentar de grado a Borsellino pero regresando a la antigua regla para no aumentar de grado a Falcone, se produce un nudo que antes o después a

caba por salir a relucir. En resumidas cuentas, no he sido yo el que ha inventado la situación actual con mi artículo de "El Corriere". Existía de por sí y lo único que cabía era que estallase. Yo me he limitado a advertirla, oportunamente. Y es verdad que no me gustan las tensiones, por lo general destinadas a desmoronarse. Deseo y espero del Estado: decisión, firmeza, inteligencia y concordia entre los distintos organismos de la administración pública cuya tarea es combatir la mafia. Deseo lo que no ha existido nunca y lo que evidentemente no existe, y que a este ritmo está cada vez más lejos de hacerse realidad. Ello propicia una visión pesimista de mi persona. Y, por lo visto, no está permitido serlo ni tan siquiera ante el pesimismo. Alegría, alegría.

Por lo que se refiere a las que Scalfari ha dado en llamar "salidas", comprendo perfectamente que no se le pase por ni por la imaginación la sospecha de que se puede escribir única y exclusivamente por amor a la verdad. Sí, es verdad, demasiadas son mis "salidas", y han forjado polémicas, resentimientos, reproches y hasta difamaciones y calumnias. Calumnias tipo Padre Basilio (nunca mejor dicho, la verdad). Pero, qué le voy a hacer? Tal y como Shaw decía de los negros, primero se les obliga a hacer de limpiabotas y luego se dice que sólo saben hacer de limpiabotas, primero van y me atacan y luego se me echa en cara que me han atacado. Hace treinta años que me las tengo que ver primero con los que no querían o no querían creer en la existencia de la mafia y ahora con aquellos que no ven más que mafia por doquier. En cada ocasión se me ha ido acusando de difamar a Sicilia o de defenderla excesivamente. Los físicos me han acusado de vituperio contra la ciencia, los comunistas de haber bromeado sobre Stalin, lo

s clericales de ser un renegado de Dios, etc. No soy infalible. Tengo sesenta y siete años, muchas cosas me reprocho y otras tantas deploro no haber hecho; pero jamás obré de mala fe, ni impulsado por vanidad o intereses creados. No poseo, lo reconozco, el don de la prudencia y a menudo soy un inoportuno. Pero cada cual es como es.

N.d.T.

(1) SCALFARI EUGENIO (Civitavecchia 1924) periodista, director del "Espresso" (1966-68), fundador y director del periódico "La Repubblica", desde 1976.

(2) CORRIERE DELLA SERA (IL) . Periódico italiano de inspiración moderada, fundado en Milán en 1876 durante largo tiempo considerado el periódico acreditado por excelencia.

(3) CGIL . Siglas de la Confederación General Italiana del Trabajo. Fundada en 1906 por socialistas reformistas, actualmente expresa sobre todo fuerzas comunistas y socialistas, de cuyos partidos (especialmente el primero) fue la "cinta de transmisión" en el mundo del trabajo, en donde sigue siendo fuertemente mayoritaria. Entre sus exponentes más prestigiosos figuran Giuseppe Di Vittorio, Luciano Lama, Silvio Trentin, Ottaviano Del Turco, etc.

(4) CISL . Siglas para la Confederación Italiana de los Sindicatos de los trabajadores. De inspiración católica (pero con elementos laicos), fundada en 1950 para contrastar el poder de la GIL, el sindicato de izquierdas de inspiración comunista.

(5) UIL . Unión italiana del trabajo (en it. Unione italiana del lavoro). Sindicato nacional de inspiración socialista. Por importancia numérica, es el tercero tras la CGIL y la CISL. En un principio fue la unión de pequeños sindicatos incluso los "patronales" y escasamente representativos, posteriormente evolucionó y creció incluso intelectualmente. Su actual secretario es Piero Larizza, que sucedió a Giorgio Benvenuto.

(6) IL MANIFESTO . Revista mensual (y movimiento político) fundado en 1969 por exponentes del Partido comunista (A. Natoli, R. Rossanda, L. Pintor, L. Magri, etc.) posteriormente expulsados. En 1971 la publicación se convirtió en diario de apoyo a formaciones extraparlamentarias de inspiración comunista.

(7) BORSELLINO PAOLO . Juez siciliano. Vice fiscal jefe del tribunal de la Audiencia provincial de Palermo. Asesinado el 19 de julio de 1992 en Palermo con una potente carga exposiva que estalló activada a distancia mientras se dirigía a casa de su madre.

(8) FALCONE GIOVANNI. Magistrado siciliano, miembro del llamado "pool antimafia", juez sumarial que vuelve a enviar a juicio por delitos de mafia a màs de los seiscientos imputados del "maxiproceso" que iniciò en Palermo en 1985, pasò posteriormente a la direcciòn del ministerio de justicia. Fue asesinado junto a su mujer el 23 de mayo de 1992 con una potente carga explosiva, mientras viajaba en coche por una autopista que une el aeropuerto de Punta Raisi y Palermo.

 
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