Leonardo SciasciaSUMARIO: Cuando Sciascia se enteró de que habían arrestado a Sofri, lo primero que penso fue que "si es realmente culpable.... confesará". Aunque el hecho de que Sofri no haya confesado no quiere decir que esté "plenamente convencido de su inocencia". El autor conoció a Sofri diez años después de los "años al rojo vivo", y lo considera un hombre "religioso". El mismo artículo publicado al día siguiente del asesinato de Calabresi, en vez de acusarlo lo disculpa: Sofri no hubiese sido tan tonto como para ofrecer una pista a los investigadores. Como mucho, se puede achacar que al artículo es "apología de delito". Un caso como el de Sofri lamentablemente sufre de "contradicción interior": la búsqueda de la verdad se confía de hecho sólo a "impresiones subjetivas", y estas conducen al autor a considerar a Sofri inocente. Analiza los elementos que acusan a Sofri (que se limitan a las confesiones de un arrepentido, Marino) e intenta analizar su comportamiento. Por lo visto Marino es "un personaje que ha hallado a s
u autor en la ley de arrepentidos".
(L'ESPRESSO, 28 de agosto de 1988)
Cuando me enteré del arresto de Adriano Sofri(1), lo primero que pensé fue: si es realmente culpable, en cuanto comparezca ante el juez confesará. Lo cual no quiere decir que el hecho de que no haya confesado signifique que estoy plenamente convencido de su inocencia. Es un elemento de intuición, una impresión, al que otros elementos más racionales se añaden. No conocí a Sofri en los años al rojo vivo, en tiempos del Sesenta y ocho. Lo conocí diez años después. Me pareció, ante la vida, ante los libros, en sus relaciones humanas, un hombre "religioso". Realmente era tan distinto antes? No puedo creerlo. Yo tuve un amigo que había sido amigo a su vez de Vitaliano Brancati y del que Brancati, dándole otro nombre, habla en una narración suya, que por su idea y su sentimiento de la revolución, sobre todo en los años del fascismo, hubiese incendiado el mundo, pero no había nadie, tuviese la mentalidad que tuviese, que no fuese digno de su respeto. Sofri me da la misma impresión, tanto por su carácter como por su
desilusión ideológica como por sus reflexiones sobre dicha desilusión. E imagino sus extremismos de por aquel entonces. Pero de los extremismos al homicidio - y para más inri a sangre fría, encargado a otros - hay un abismo. Si es suyo, el mismo artículo publicado por "Lucha Continua" al día siguiente del asesinato de Calabresi y que puede parecer una reivindicación, creo que responde a abstractos cánones revolucionarios y creo, asimismo, que marca un punto para la defensa y no para la acusación. La pregunta que cabe formularse es la siguiente: es posible que Sofri, y sus más allegados, de haber sido los cerebros del asesinato de Calabresi, iban a ser tan tontos como para atraer la atención de la policía hacia su pequeño grupo?
Sé, por la manera en la que se está desarrollando el sumario, cuál es la respuesta: necesitaban destacar como guía de todo el movimiento, y en calidad de héroes asumir la paternidad de aquel delito. Pero, considerando que no fuesen tontos ni tan siquiera en ese caso, en el furor revolucionario, para mí sigue en pie la hipótesis contraria: que estaban seguros de que la policía no podía hallar pista alguna entre ellos en la organización de aquel delito, por la sencilla razón de que habían sido otros los que lo habían organizado y consumado; y al no poder ser acusados de homicidios podían permitirse el lujo de incurrir en apología de delito. Imputación irrisoria, sobre todo en aquellos tiempos. Y la apología, cabe reconocerlo, nacía de una "provocación" del Estado que no sólo atañía a los revolucionarios, sino a la mayoría de los italianos. Ha pasado mucho tiempo y aún así, qué verdad conocemos sobre la muerte del anarquista Pinelli si no la que cada cual se ha construido fácilmente, y con más o menos graves v
ariantes con respecto a aquellos que lo interrogaban? Pinelli no resistió a las torturas físicas, aprovechó un momento de distracción de los presentes y se tiró por la ventana. O a las torturas no resistió, se murió, y lo tiraron por la ventana. Hipótesis, esta última, que halla argumentos de probabilidad en el reciente caso que se ha producido en las oficinas de la policía de Palermo.
Cabe subrayar que un delito consumado de esta manera "en el seno" de las instituciones es infinitamente más grave que cualquier otro delito consumado "fuera" de las mismas. (Alberto Savinio decía: "Advierto a los imbéciles que sus protestas caerán a los pies de mi gélida indiferencia". Pero, se puede tachar de imbéciles a aquellos que desaprueben esta mi afirmación?). Y de todas maneras, acaso no ha llegado el momento de decir la verdad sobre la muerte de Pinelli, honrando la memoria de Calabresi si, tal y como se ha dicho, no tenía nada que ver con ella? Acaso no es posible hallar, entre quiénes estaban presentes, un "arrepentido" que finalmente diga la verdad?
Pero, volviendo a Sofri, cave decir que casos como los suyos pertenecen a aquel tipo de casos que no sólo son ambiguos a primera vista, sino que están destinados, tal y como opina la mayoría, a seguirlo siendo; de contradicción interior, de dobles verdades. Pues la búsqueda de la verdad y el llegar a una solución "por encima de cualquier duda" no se logra en los datos de hecho, en la concomitancia de indicios, en la convergencia de testimonios más o menos directos, sino en las subjetivas impresiones que se pueden tener al hallarse ante los acusados y el acusador, haberles conocido o, tal y como está sucediendo en los juicios, conocerles ahora, dialogar con ellos, escrutarles. Y en los márgenes de esta limitación - el haberlo conocido, el apreciarlo, el creerlo incapaz de haber ordenado un asesinato - ha sido firmada, me incluyo, una carta que a Sofri le servirá más de consuelo que de ayuda. En absoluto, tal y como alguien ha interpretado erróneamente, en cuanto afirmación de una equivalencia entre la intelec
tualidad y la inocencia. Ni tan siquiera de espíritu de grupo o de casta, espíritu del que entre otras cosas adolezco, puede hacer que uno se preocupe hasta este punto. Ha habido intelectuales capaces de delitos más infames y crueles; y un intelectual que quiera ignorarlo no es un intelectual sino un idiota. Y es inútil decir que no se pretendía, con aquella carta, anhelar impunidad o invocar el "perdonismo". Se deseaba y se sigue deseando única y exclusivamente la justa justicia. De lo que el que se ha dado en llamar el secreto sumarial se vislumbra a través de los periódicos, la condición de Sofri y de otros dos imputados parece ser la siguiente: existe un cuarto hombre que se autoacusa y les acusa del homicidio de Calabresi. Dos cerebros, Sofri y Pietrostefani; dos ejecutores, Bompressi y Marino. Marino es el que se autoacusa y acusa. Pero al cabo de dieciséis años, en pleno vigor de una ley que beneficia a los arrepentidos. A parte del hecho que otros arrepentidos hayan confiado ciertas cosas a la policí
a y a la magistratura, no hay nada que apoye las acusaciones de Marino, que pertenecen a la prehistoria del arrepentismo(2), de que el asesinato de Calabresi haya sido obra del grupo "Lotta Continua". Y las preguntas se agolpan. Preguntas relacionadas con el pasado y el presente, la historia del terrorismo y la historia del "perdonismo". Pero para atenernos a nuestros días: en qué medida, una vez descubierta, Marino pagaría su participación en el delito? Qué relación ha mantenido con Sofri a lo largo de los últimos dieciséis años? Hasta qué fecha se dirigió a él para que le ayudase económicamente y a partir de qué día fue decepcionado? Se dirigió también a Pietrostefani? Cuál es su situación económica y moral en el momento en el que va a autoacusarse y a acusar, su situación familiar, su relación con su mujer en particular?
Pero el ciudadano de a pie no posee, tal y como posee el magistrado, ni la oportunidad ni los medios para hallar respuesta a estas y a otras preguntas parecidas. Quien conoce a Sofri y lo aprecia, siente que tiene derecho a opinar, hasta que se demuestre netamente lo contrario, que Marino es un personaje que ha hallado a su autor en la ley de arrepentidos. En cuanto a móviles psicológicos que pueden haber suscitado en él la decisión de autoacusarse para acusar, los hay y muchos, tanto por experiencia de vida como de literatura por el sentimiento de gratitud, para muchos difícil e insoportable y que a menudo se quitan de encima con sentimiento opuesto, al rencor en el que en no pocas ocasiones se convierten admiraciones, devociones y mitificaciones; del obsesionarse con la idea que el pasado revolucionario haya beneficiado a los listos y haya ido en detrimento de los ingenuos, hasta el deseo de obtener notoriedad, una forma de éxito al que todos los senderos parecen estar cerrados salvo el de las revelaciones
judiciales. Y podríamos seguir largo y tendido. No estoy diciendo que los móviles de Marino hayan sido éstos, sino que pueden haber sido éstos, si creemos que Sofri es ajeno a dicho delito.
El árbol del arrepentimiento puede dar, tal y como lo ha hecho, estos frutos. Hubiésemos podido confiar en que las señales del "primero te arresto y luego busco las pruebas", que también en este caso se divisan, los jueces lograsen absolverlos más rápidamente. Pero la comunicación judicial a Boato y a otros aleja mucho esta esperanza.
N.d.T.
(1) SOFRI ADRIANO . (1942). Líder del movimiento extraparlamentario de extrema izquierda italiano "Lucha Continua". Periodista, escritor. Arrestado en 1987 junto a Giorgio Pietrostefani y Ovidio Bompressi como presunto cerebro del asesinato del comisario de policía Luigi Calabresi (asesinado en Milán el 17 de mayo de 1972 - Calabresi había sido acusado por Lucha Continua como responsable de la muerte del anarquista Giuseppe Pinelli, muerte que se produjo en la comisaría de Milán el 15 de dicembre de 1969). Sofri fue acusado a partir de la confesión de Leonardo Marino, militante de Lucha Continua. Procesado e condenado a veinte años en el proceso de primera instancia. La condena fue confirmada en el proceso de apelación y posteriormente anulada por el tribunal de Casación.
(2) ARREPENTISMO . Neologismo acuñado ante la "ley de arrepentidos" por la que personas que cumplen condena acceden a confesar a cambio de grandes ventajas judiciales, y que ha fomentado que gran número de detenidos se "arrepintiesen" acusando a menudo a personas exentas de culpa.