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Pannella Marco - 30 novembre 1988
En busca del diálogo
Marco Pannella

SUMARIO: Transcripción de la rueda de prensa en televisión de Marco Pannella en "Teleroma 56", el 25 de noviembre de 1988. Entrevistado por dos corresponsales en Italia de periódicos yugoslavos y por un redactor del periódico italiano "Il Giornale".

(Noticias Radicales, nº 262, 30 de noviembre de 1988)

Cabe partir de la siguiente premisa: en lo que al estatuto se refiere, el Partido Radical nunca ha sido nacional. Tanto es así que en 1978 nosotros escogimos como secretario del Partido radical a un fugitivo francés culpable de objeción de conciencia total: nuestro compañero Jean Fabre. Desde hace dos años, en cambio, y formalmente desde enero de este año - a partir del Congreso de Bolonia - hemos ido más lejos: o este partido se convierte inmediatamente y de forma concreta en transnacional, o de lo contrario no nos interesa, o por lo menos no nos interesa a un cierto número de personas.

A partir de ese momento celebramos los Consejos federales del Partido (el Consejo federal es asimismo órgano vicario del Congreso, y está compuesto en su mayoría por gente que no es italiana - no nos gusta decir "extranjeros" puesto que nadie es extranjero en un partido que no es nacional - ) en Bruselas, el primero, el segundo en Madrid, el tercero en Italia y el cuarto en Jerusalén. Era evidente que teníamos que empezar la serie de congresos transnacionales del Partido. Y tanto el secretario general del Partido, Sergio Stanzani como yo mismo, por unanimidad, coincidimos en que era pertinente celebrar un Congreso en Yugoslavia. Desde luego, resulta difícil escoger puesto que podríamos celebrar un congreso en cualquier parte del mundo, pero no tenemos que olvidar los problemas logísticos y de dinero. Nuestros inscritos se pagan el viaje y la estancia. Por lo tanto un país en el que los precios no sean prohibitivos, que no quede muy lejos, y que sea el centro de atención, histórica, de nuestro partido. (...)

Desde hace nueve años, en el Parlamento europeo siempre he formado parte de la delegación Parlamento CE-Parlamento Yugoslavo, y cada vez que he ido a Yugoslavia y planteado oficialmente al jefe del ejecutivo, al Jefe del Partido, al Ministro de Asuntos Exteriores y a nuestros colegas parlamentarios yugoslavos el siguiente problema, desde el primer día. Al principio, mis colegas del Parlamento europeo me consideraban totalmente loco. O mejor, corroboraban mi consabida locura. Puesto que mientras discutíamos sobre el sexo de los ángeles yo les decía: quiero que la Comunidad europea invite oficialmente a Yugoslavia a formar parte de los Estados Unidos de Europa, pues considero que es una actitud cínica y un enfoque vergonzoso y poco amistoso pedirle a Yugoslavia que siga siendo independiente mientras Alemania ha decidido que no puede ser independiente e Italia ha decidido que no puede seguir siendo independiente. Todos nosotros representábamos la noción de que los estados nacionales son viejos y ya no tiran, y

que la libertad se garantiza con la interdependencia. Pues la independencia crea dependencia. Y decía que apostar por un mercado (hace un año y medio, dicha apuesta se había convertido casi en un dogma oficial) un mercado de treinta millones de personas, un mercado entre otras cosas con las características históricas del desarrollo económico y social yugoslavo, es un suicidio. De la misma manera que es un suicidio seguir razonando en términos de guerra fría.

Ser países no alineados, no alinearse con el Pentágono ni con la Rusia de los años 50 era importante. Pero serlo ahora es una locura, cuando sabemos que con respecto a muchas cosas - incluso durante las grandes tensiones con la crisis de los misiles - Washington y Moscú en realidad se comportan desde hace mucho tiempo como un eje del norte contra el sur. En la historia se logra ser grandes, se consigue superar los límites y los peligros si, al igual que Tito, se sabe hallar una respuesta original a los problemas de una época. Y no repitiendo durante cincuenta años una decisión que en su día fue original.

Obviamente, la última vez que estuve en Yugoslavia plantee la cuestión oficialmente al presidente Mikulic, y hablé de ello ante los canales de televisión yugoslavos. " Es cierto o no que vuestra Constitución - tal y como sostengo yo - no prohibe el pluripartidismo?". Lo repetí cincuenta veces.

Mikulic, en una reunión oficial, dijo: "es cierto en términos estrictamente formales. Es cierto que nuestra Constitución no prohibe el pluripartidismo. Pero nosotros, los de nuestra generación, por exigencias de la historia hemos decidido el monopartidismo, aunque sea articulado. Y por lo tanto, es muy probable que mientras sigamos existiendo nosotros, los de nuestra generación, nosotros que hemos conocido el pluripartidismo antes de la guerra, que ha conducido al desastre de nuestro país, la situación no cambiará. En cuanto lleguen los jóvenes sabrán cómo proceder. "

En este ámbito, digo también (tal y como lo hice durante la campaña electoral en Venezia-Giulia y en Friuli y tal vez sembrando el descontento en algunos disidentes, a los que respeto mucho, que son mis amigos) que la clase dirigente yugoslava es de una gran seriedad, que es la más seria que yo he conocido en Europa, que ha tenido el valor de imponer desde hace ocho o nueve años a los trabajadores yugoslavos sacrificios que las clases dirigentes occidentales no han tenido el valor de imponer. Debemos confiar en una clase dirigente tan seria, incluso en lo que se refiere a la evolución democrática.

He añadido otra cosa. Tenemos que organizar el gran regreso de los Dálmatas, de los Istrianos a Dalmacia, a Istria, en el ámbito de una Europa común, para dar vigor a estas provincias de lengua italiana, en la fraternidad de ambas repúblicas y de las dos historias.

He aquí porque llevamos a cabo esta acción de confianza que consiste en decir: a pesar de que nos cueste más, a pesar de que sea complicado, a pesar de que nos arriesgamos a que no nos entiendan, debemos llevar a cabo hasta las últimas consecuencias nuestro acto de confianza en Yugoslavia, y demostrar a toda Europa que existe mucha más libertad - desde un cierto punto de vista, en acto pero sobre todo en potencia - de lo que se cree. (...)

A partir del pasado mes de julio hemos notado que las autoridades yugoslavas adoptan una actitud con la que se afirma que el problema estriba en que el Partido radical es un partido "extranjero". Incluso hace un mes, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Belgrado, declaró que el Gobierno no consideraba pertinente que se celebrase este Congreso - no dijo "el Gobierno prohibirá" - porque es el Congreso de un partido extranjero.

Ante esta información, a nuestro juicio errónea, no podemos aceptar que se nos califique de partido extranjero cuando por ejemplo una Asociación radical está reconocida oficialmente en Liubiana por las juventudes de la Alianza socialista, y forma parte de ella. Por lo tanto se trata de una asociación reconocida asimismo en Yugoslavia, es un elemento del área de la Alianza. Pero sobre todo, nosotros no podemos aceptar que los ciento veinte, ciento treinta inscritos, sean considerados inscritos a un partido extranjero, pues se podrían desprender extraños resultados. Somos un partido no violento. Y los motivos de profunda amistad por los que tomamos esta decisión de celebrar el Congreso en Yugoslavia, no querríamos que se convirtiesen en los motivos de la primera situación de enemistad que podrían producirse. Así pues, el secretario general del partido ha enviado un comunicado en el que dice que el Partido ha convocado el Congreso en Zagreb, convencido de que era un derecho, pero lo que sí está claro es que el

partido no tiene intención alguna de entrar en disputa y puede desconvocarlo o confirmarlo, en un marco de claridad total. Si se propusiese tal y como corresponde un motivo claro, podemos encargarnos de ello, hablando con nuestros compañeros yugoslavos. Ellos también tienen voz y voto en esta situación.

Por lo tanto, los radicales ofrecen con su no violencia la solución, que es dialógica.

Yo creo - teniendo siempre bien presente que en Yugoslavia puedo hablar, que muchos periódicos piden artículos - que se podrá vencer la desinformación. Nosotros hemos declarado nuestra postura no dogmática, no intolerante. Hemos declarado nuestra disponibilidad, pero al mismo tiempo pasamos a la fase final de la organización del Congreso en Zagreb. Esperaremos al último momento para decidir. Si existen buenos motivos para no celebrarlo en yugoslavia, entonces decidiremos. Pero, desde luego, lo que sí es importante es recordar que nosotros no tenemos la más mínima intención de prescindir del diálogo con las autoridades yugoslavas (...).

Junto con la Yugoslavia actual nosotros debemos izar la bandera de la riqueza y del multilingüismo, y tenemos que lograr que sea fecundo lo que por el contrario corre el riesgo de perderse no sólo en la crisis económica sino social e institucional yugoslava, al igual que lo es en Italia, con sus miles de millones de deudas. Dije esto en su día en la campaña electoral en Friuli y en Venezia-Giulia. Dije que nuestros alcaldes deberían unirse a los alcaldes yugoslavos. Creo que es significativo decir que tenemos una patria común. Y de la misma manera que hace sesenta años era impensable que Croacia - o incluso Bosnia - y Kosovo diesen vida al mismo estado, para los demás ahora es impensable Europa. Pero nosotros la imaginamos.

Por eso he subrayado por ejemplo lo hermoso que fue cuando en Liubiana, cuando tuvo lugar ese horrible proceso contra dos colegas periodistas y un militar, 60.000 personas se reunieron en una manifestación no autorizada, y la policía de Liubiana - como viejos Bobbies ingleses - acompañaron esta manifestación no autorizada que se desarrolló con un elevado índice de civismo que en Trieste o en Roma o en París dudo mucho se hubiese alcanzado. (...)

Yo creo que el caso yugoslavo sea de enorme importancia, pues una Yugoslavia que forme parte de los Estados Unidos de Europa sería un gesto de gran importancia, pues demostraría a Europa cuál es la manera de responder por ejemplo a los problemas de Kosovo o Dalmacia. (...)

Quisiera lanzar, para finalizar, un llamamiento a la opinión pública - con gran cariño, si me permiten - a los ciudadanos yugoslavos que conmigo dan vida a este Partido, que como yo se han inscrito a este Partido, y a las autoridades, con mucho cariño, con mucha confianza un llamamiento para decirles que nuestra confianza en su elevado sentido de la responsabilidad es progresiva, en un momento en el que comprendo que los nervios están a flor de piel, no sólo en Belgrado, con un 200 por ciento de inflación, con perspectivas extremadamente graves, con manifestaciones en las calles de un bando y de otro ... comprendo que ante tantos problemas, añadir éste "problema" puede acarrear un "dejadnos trabajar". Pero no es eso. Creo que un partido transnacional y transpartídico como el nuestro podría ofrecer una contribución valiosa. De la misma manera que lo dimos para que el País Vasco y Madrid, Irlanda y Londres, y también Israel y el resto del mundo, puedan comprenderse y hallar soluciones comunes, y ello se aplica

lo mismo a la República amiga y a los pueblos hermanos de Yugoslavia.

 
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