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Sciascia Leonardo - 3 gennaio 1989
Convenio sobre la intolerancia
Intervención de Leonardo Sciascia

SUMARIO: Advierte que su intervención no será "ni la de un historiador ni la de un técnico en derecho", por lo que solicita a la audiencia "tolerancia". Recuerda las páginas del católico Tommaseo (un catolicismo, el suyo, "más bien turbio") en donde la cuestión de la tolerancia se plantea como "conveniencia maquiavélica, totalmente utilitaria y exenta de la idea de derecho. El catolicismo de Tommaseo era muy distinto al manzoniano; Cattaneo decía de Manzoni que "los incrédulos lo aman y los devotos le quemarían las nalgas".

Cita a algunos grandes exponentes de la tolerancia antifascista (Salvemini, Borgese, Martinetti, etc.) "víctimas del descubrimiento de la intolerancia fascista". Actualmente - prosigue - ante una "proclamada" tolerancia, nos hallamos en realidad ante una "intolerancia de hecho"... que anida en las instancias de un "unanimismo" de inspiración "lapiriana". Considera que el escepticismo, la "ironía" y la "inteligencia" crítica" son la sal de la democracia. El unanimismo fue, en tiempos del "caso Moro" y cuando brotó la criminalidad asociada" una justificación para azotar a los adversarios, a los críticos y a la disidencia.

(Del archivo de Radio Radical: Convenio "Sospecha e intolerancia en la civilización moderna" organizado por la revista "Crítica del derecho", del 3 de enero de 1989) .

SCIASCIA - No soy ni historiador ni técnico en derecho, por lo que deberían tolerarme en esta mi intervención predominantemente literaria que leeré, pues no me fío ni un pelo de mí, me falta la palabra, como a los perros.

Mucho se ha escrito sobre Nicolò Tommaseo(1), y sin embargo hay un libro muy poco conocido, y creo que es porque no ha sido imprimido de nuevo tras la edición UTET de 1921, en dos volúmenes. Son más de quinientas páginas, y está dividido en capitulillos que tienen la brevedad de aquellas voces de diccionario de las que fue maestro. Tommaseo representa a Italia tal y como era, tal y como quería que fuese.

Y precisamente, el libro se titula "Dell'Italia". Por lo que se refiere a Italia tal y como era, el libro es de lo más ameno, agudo, sin perjuicios, no hay más que recordar el retrato de Carlos Alberto que sale muy distinto de como nos lo cuentan en los libros del colegio.

Pero, por lo que se refiere a Italia tal y como quería que fuese y para la que da recetas y órdenes y reglas, muchas son las perplejidades y los rechazos que en nosotros suscita.

El catolicismo de Tommaseo estaba muy lejos del límpido e ilustrado catolicismo de Manzoni(2). Más o menos, un catolicismo, el suyo, algo turbio, en el que pecar y arrepentirse desempeñaban un papel fundamental.

Pero, para no salirme del tema, quisiera detenerme en las voces de justicia y tolerancia: la idea del derecho anclada en la metafísica, la idea de justicia en la gracia no teológica sino burocrática, y la idea de la tolerancia en la conveniencia, conveniencia maquiavélica.

En resumidas cuentas, lo que quiero decir es que, en materia de derecho, justicia y tolerancia, Tommaseo piensa como católico italiano. Si además se considera que este libro había ido madurando en Francia no nos sorprenderá que ninguna de las grandes páginas que un siglo antes en Francia fueron escritas sobre el derecho, la justicia y la tolerancia, hallen eco en su meditación sobre las cosas italianas.

Limitándonos a la tolerancia, a continuación citaré el pasaje fundamental en el que precisamente adolece del eco de los ilustrados y en el que se produce la irrupción del maquiavelismo.

Dice: "La libertad concedida al adversario es un artificio para ahuyentar conjuras. Rodeados de peligros y sospechas, los espías agudizarán el ingenio con tal de dañar, y fortalecerán un arma de por sí terrible: la voluntad. Permítales que estén seguros de usted y que no les teman, incluso cuando pretendieren causar daño; no tomarán nunca las precauciones pertinentes. Acabarán por delatarse a sí mismos y usted con formas más nobles obtendrá lo que andaba buscando".

Tal y como se puede comprobar, una idea de la tolerancia totalmente utilitaria y exenta de la idea de derecho, y yo diría que en Italia nunca se ha superado esta propuesta de Tommaseo y que, es más, de hecho, estamos más atrasados que adelantados.

Cuando Cattaneo(3), a propósito de Manzoni, anotaba que "los incrédulos lo aman y los devotos le quemarían las nalgas", en efecto metía el dedo en la misma llaga: los devotos de toda devoción son muchos y siempre están dispuestos a quemar a aquellos que no se amoldan a su devoción, y hasta al devoto.

Y los incrédulos, los que de cada cosa ejercen facultad de crítica, que nada aceptan si no pasándolo por la criba de la razón son pocos y no tolerados.

Pensemos, por poner un ejemplo reciente, en un Salvemini(4), en un Borgese, en un Martinetti, en un Rensi, en un Bonaiuti, y en el papel que han desempeñado en la conciencia de la Italia democrática: ninguno.

Antifascistas, víctimas del descubrimiento de la intolerancia fascista, el antifascismo les ha convertido en víctimas de su oculta intolerancia, olvidados, olvidada su lección de libertad y de dignidad, olvidado su haber sido incrédulos y victoriosamente, ante la ciega y nefasta devoción, y victoriosamente, digo, ante la otra devoción que se ha desencadenado a partir de la devoción fascista de la que hoy por hoy muchos devotos creen poder recoger las migajas.

Y digamos las cosas tal y como son: ese telegrama de Mussolini al gobernador de Turín del 1 de junio de 1924, es el texto ideal de la intolerancia italiana, a nivel tanto consciente como inconsciente.

"Se me refiere - telegrafiaba Mussolini - que el famoso Roberti ha estado recientemente en París y que hoy se halla en Sicilia, stop - aún utilizaba el "stop" y no el "alt"(5). Por favor, sírvanse informarme y hacer lo que fuere menester para hacerle la vida imposible a este insulso opositor del gobierno y del fascismo".

Es un texto que a los intolerantes creo les sigue pareciendo hermoso, tanto cuanto a los conservadores la carga de los carabineros a caballo en uniforme de gala, en el Diavolo al Pontelungo de Bacchelli.

Los opositores son siempre insulsos y si se les permite vivir ha de ser a condición de hacerles la vida imposible.

Y en definitiva, el fascismo no ha sido el estallido repentino de una epidemia, sino la forma que la endémica intolerancia en un momento determinado ha cobrado.

Y, actualmente, ante una proclamada tolerancia que bajo ciertos aspectos toma práctica de licencia, una intolerancia de hecho, que necesitaría por parte de los incrédulos - y confío en que todos nosotros lo seamos - que se hiciese inventario, tal vez estudiando caso por caso, tal y como se solía hacer en aquel gran siglo que precedía al de Tommaseo y del que Tommaseo se hallaba tan lejos.

Esta intolerancia actual anida y se desarrolla en una instancia de un unanimismo que yo calificaría de "lapiriana"(6), lo cual nos conduce de nuevo a una matriz católica, de un catolicismo de los devotos de toda devoción.

No pretendo, faltaría más, discutir la santidad de La Pira, lo único es que considero que su instancia de unanimismo, de lo más válida - diría el Conde Attilio - si se predica desde un púlpito, es lo peor que puede suceder si se difunde en la viva práctica de un sistema democrático.

En un libro mío de hace algunos años, recordaba este encuentro con la Pira, perdonen si me cito. A modo de apólogo, recuerdo la única vez que vi y escuché a Giorgio Lapira: era en Messina, en la gran muestra de Antonelli, hace treinta y tres años. No a mí sino a sus viejos amigos, Vannantò y Pugliatti, de los que iba siempre acompañado, la Pira contaba sobre el consejo municipal de Florencia, del Parlamento, de lo que quería, de lo que a veces lograba obtener. Todos tenían que estar de acuerdo, repetía, todos. Movía sus manos pequeñas como para modelar materialmente el acuerdo, dócil empaste, muy dócil. Me estaba entrando casi vértigo y me echaba para atrás como si ante mí tuviese una ventana abierta al vacío, mirando los cuadros de Antonello quién no parecía estuviese de acuerdo: luminosos y fríos como diamantes, todos, y aquellos retratos que tenían aspecto de escepticismo, de ironía.

Eso es, escepticismo, ironía, la inteligencia crítica, el disenso son la sal de todo, y sobre todo la sal de la democracia.

Pero la intolerancia tiene, más que la razón, sus astucias, compareciendo bajo la especie del unanimismo, del deber estar de acuerdo, del plantearse la salud pública como meta absoluta por perseguir sin el freno del disenso, sin vínculos de derecho general. La ocasión estaba ahí para tomarla y agitarla en señal de peligro.

Lo de "quien no está con nosotros está contra nosotros" debidamente mitificado, hallaba vasta declinación ante la subversión roja y negra, pero en primer lugar uno debía decir que era negra también la roja(7), llegando a su punto más alto con el caso Moro(8).

En ese momento, la intolerancia se volcó sobre aquellos que querían comprender y querían salvarlo, recayó sobre el mismísimo Moro. Con una vulgaridad, con un pirandellismo(9) de pacotilla se estableció que Moro ya no era él mismo, había un Moro uno y un Moro dos. Un Moro estadista el uno y el dos el Moro rehén en manos de la que se dio en llamar el síndrome de Estocolmo, cosa que luego se aplicó en otros casos.

El unanimismo, tan fértil en el caso Moro, se convirtió en instancia esencial incluso ante fenómenos de criminalidad asociada, en el sentido de que todo parecer deforme sobre como afrontarla, todo apelarse al derecho, toda referencia a la Constitución se cataloga corriendo como alianza objetiva con las asociaciones criminales, y hasta afán de favorecerlas.

para acabar, quisiera recordar dos cosas que contaba Brancati. Son dos anécdotas pequeñas tal y como las cuento yo.

Una es la historia de un tipo que, acabado el fascismo, ante el que se había mantenido indiferente, se mira al espejo y dice "ahora eres libre, puedes pensar libremente". Piensa. Pero como no tenía nada en qué pensar se volvió fascista otra vez.

El otro es el del padre que tiene un hijo fascista, un padre que ha sido antifascista le sale un hijo fascista y se retuerce de angustia, hasta que un día se pregunta: " y si fuese imbécil? Esta propuesta liberadora nos la podríamos plantear nosotros con respecto a la intolerancia, por aquello de acabar con feliz amargura.

N.d.T.

(1) TOMMASEO NOCCOLO' (Sebenico 1802 - Florencia 1874), escritor y patriota. Miembro del gobierno provisional de Venecia (1848-49), vivio exiliado en Francia y posteriormente en Corfú, Turín y Florencia. Amigo de Rossini, Vieusseux y Manzoni, fue exponente de un romanticismo atormentado y polémico, en su lucha interior entre el moralismo y la sensualidad. Novelas: "Fede e Bellezza" (1840), recopilación de canciones populares: "Canti popolari toscani, corsi, illirici, greci (1841), "Poesie" (1872), "Diario intimo" (póstumo, 1938). Obra lexicográfica: "Dizionario di sinonimi" (1830), "Dizionario della lingua italiana (en colaboración con B. Bellini, 1858-79).

(2) MANZONI ALESSANDRO . (Milán 1785 - 1873), el más grande de los escritores del Romanticismo italiano, autor de varias obras entre las cuales figura la novela "I promessi Sposi" (Los Novios), una de las obras maestras del siglo XIX europeo. Católico con fuertes connotaciones jansenistas, abierto a las experiencias liberales absorbidas durante su estancia de joven en París, en donde frecuentó las tertulias intelectuales más avanzadas.

(3) CATTANEO CARLO . (Milán 1801 - Lugano 1869) historiador y político. Redactor de los "Anales universales de estadística", fundó la revista "El Politécnico", divulgando el saber científico y potenciando el papel de la burguesía y del capitalismo. Exiliado en Suiza (1848) tras la el fracaso de la primera guerra de Independencia contra Austria-Hungría. Apoyó posturas federalistas-republicanas.

(4) SALVEMINI GAETANO . (Molfetta 1873 - Sorrento 1957) historiador y político italiano. Socialista desde 1983, meridionalista, fundó la revista semanal "L'Unità", en la que tuvieron lugar importantes debates. En 1925, fundó en Florencia con los hermanos Rosselli, el periódico clandestino antifascista "Non Mollare" y posteriormente se refugió en el extranjero y llevó a cabo una gran campaña contra el fascismo.

(5) ALT . En italiano: Stop.

(6) LA PIRA GIORGIO . (Pozzallo 1904 - Florencia 1977) , jurista, alcalde democristiana de Florencia, se distinguió por su vocación pacifista.

(7) ROJA : de izquierdas. NEGRA: fascista.

(8) MORO ALDO . (Maglie 1916 - Roma 1978). Político italiano. Secretario de la Democracia cristiana (1959-65). Artífice de la política de centro izquierda. Ministro en repetidas ocasiones, Presidente del Consejo (1963-68, 1974-76). A partir de 1976 presidente de la democracia cristiana (DC). Preconizó el acercamiento del Partido Comunista Italiano (PCI) al gobierno delineando al hipótesis de una "tercera fase" (tras la del "centrismo" y la del "centro izquierda") del sistema político. Secuestrado por las Brigadas Rojas en Roma, el 16 de marzo de 1978, fue encontrado muerto el 9 de mayo del mismo año.

(8) PIRANDELLO Luigi . (Agrigento 1867 - Roma 1936). Escritor y dramaturgo; premio Nobel en 1934. Profundizó en el drama del individuo aislado en una realidad que le resulta extraña. Dicha temática halló su realización más original en el teatro a través de una técnica de desenmascar, con lucidez y sin piedad, la condición humana, incluso la intercambiabilidad entre la locura y la cordura. Su nave arriba de esta manera a un puerto de nihilismo deseperado que se resuelve escénicamente en la prepotencia de las "apariencias", en el viraje total de las "certezas" y en el desdoblamiento del teatro en el teatro.

 
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