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Eco Umberto - 4 gennaio 1989
EL 'PORRO' Y LA GUERRA
Umberto Eco

SUMARIO: Reflexiones sobre la legalización de las drogas prohibidas. Entre los argumentos a favor figuran en primer lugar la prueba empírica de que el prohibicionismo no conviene, el elemento instintivo que se decanta a favor de la legalización de las drogas tanto blandas como duras. El debate es bueno y enriquecedor, siempre y cuando los argumentos posibles, sobre todo en contra, se apoyen en estadísticas convincentes.

El desmantelamiento de la criminalidad del narcotráfico sería una realidad. Aunque no se sabe qué sucedería con el ejército del crimen el día en el que se les acabase el negocio. Con la enorme liquidez disponible no se sabe dónde se reciclaría. Para reciclar en armamento es necesario suscitar unos 10 focos más de guerra en Oriente Próximo, Asia y Africa. No parece compensar el número de personas que morirían para evitar el número de drogadictos que mueren con la venta clandestina.

La policía de todo el mundo es impotente para destruirla pero al menos consiguen contenerla. La prohibición fue una locura. Pero no está claro a dónde han ido a parar los capitales que se invertían en el contrabando de alcohol. La duda y la incertidumbre existen, asaltan, a pesar de la tendencia instintiva y los cálculos emotivos.

(Umberto Eco, "EL PAIS" 4 de enero de 1989)

Me han propuesto que firme una petición para la despenalización de las drogas blandas, primero, y de las drogas duras, después.

A parte de las lógicas consideraciones morales y sociales, psicológicamente soy contrario a cualquier sustancia que pueda alterar mi natural equilibrio psíquico y físico (aunque padezco la penosa contradicción de un consumo habitual de alcohol, café y tabaco). A pesar de todo ello, por instinto, estaría de acuerdo con la legalización de las drogas blandas. He conocido a muchos jóvenes que han fumado un porro sin problemas, otros que no se lo habrían fumado si no fuera algo prohibido y otros que han pasado del porro a las drogas duras sólo porque la búsqueda de la hierba les ha puesto en contacto con un submundo de traficantes que les ha ido envolviendo en experiencias más radicales.

También por instinto estaría a favor de la legalización de las drogas duras. Supongamos que hay 100 drogadictos. Alrededor de ellos gravita ese mundo de traficantes (drogadictos también ellos, que buscan dinero para su propio consumo) y sus jefes, a quienes sólo les interesa que aumente el número de clientes.

Si la droga fuera de venta libre, supongamos que 50 continúan drogándose porque no pueden prescindir de ello y los otros 50 se mantienen al margen de ese mundo de vendedores clandestinos y de esa sensación de transgresión que hacía interesante tal experiencia.

Supongamos incluso que otros 50, que nunca se habían drogado, deciden probar, ya que la droga está a su disposición. En el peor de los casos seguiríamos contando con 100 drogadictos, pero al menos habríamos conseguido que ese mundo del delito, que la clandestinidad de la venta produce y mantiene, fuera inofensivo (incluido el drogadicto que mata para pagar la droga). Al final se lograría un amplio beneficio social.

Naturalmente, estoy preparado para escuchar, con la máxima seriedad y responsabilidad, todos los argumentos posibles en contra, sobre todo los que se apoyan en estadísticas convincentes; a veces ante ellas me quedo sobrecogido y perplejo.

Pero ahora me doy cuenta de que el razonamiento ha de ser otro. Planteemos una hipótesis más optimista: supongamos que la legalización de todas las drogas reduce el número de drogadictos de 100 a 10, quedando así desmantelada la industria de la droga. Pero hay que tener en cuenta que existen multinacionales de este producto. Son organizaciones que mueven miles de millones y en las que intervienen personas profesionalmente excelentes. Por suerte, como la policía los conoce muy bien, de cuando en cuando alguno queda neutralizado.

qué sucederá con este ejército del crimen el día que, despenalizada la droga, quede sin ocupación?. Decidirá invertir sus capitales en bonos del Tesoro?. No lo creo.

Con la enorme liquidez disponible, una organización perfecta y una deliberada voluntad de atesoramiento a bajo coste, este ejército intentará reciclarse. Cómo? Dónde?.

Intensificando los secuestros? Haciendo contrabando de menores en Oriente Próximo? Ampliando el mercado armamentístico? Para incrementar el contrabando de armas es necesario provocar al menos otros 10 focos de guerra en Oriente próximo, Asia y Africa.

Compensará el número de personas destinadas a morir con el número de drogadictos salvados de la venta clandestina?

Comprendo que este razonamiento tan fríamente cuantitativo pueda resultar doloroso para quien tiene un drogadicto en su familia, pero éstos son los términos del problema. Aceptamos que para evitar que haya 10 drogadictos en casa mueran miles de personas en Africa central?.

Las policías de todo el mundo conocen la industria de la droga y se ven impotentes para destruirla, pero al menos consiguen contenerla. El día en que esta industria se introduzca en áreas imprevisibles, cuánto tiempo tardará la policía en ponerse a tono? Cuántas vidas humanas se perderán en este lapso de tiempo?

La prohibición fue una locura. Pero, una vez concluida, dónde han ido a parar los capitales que se invertían en el contrabando de alcohol? Con qué resultados? Yo no lo sé, y dudo que alguien lo sepa.

Entre tanto, y en contra de mi instinto y de mis cálculos emotivos, me asalta una gran incertidumbre ante cualquier pregunta sobre la despenalización de la droga.

 
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