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Baudour Jacques - 1 febbraio 1989
Heroína o metadona para Europa?
Jaques BAUDOUR

BELGICA - Psicoterapeuta dedicado al tratamiento de toxicodependientes. Su metodología, la psicoterapia asociada a la presprescripción de metadona, que ha practicado enfrentándose con la no-política del gremio de médicos de Bruselas, le ha costado la cárcel. Ha sido director de dos centros de recuperación de jóvenes y adolescentes y, durante doce años, asistente en la escuela de salud pública de la Universidad de Bruselas.

SUMARIO: Tomando en consideración los peligros intrínsecos de la heroína, la política actual de prohibición aparece ampliamente justificada. Sin embargo, esta medida debería posibilitar el mantenimiento de la metadona, lo que permitiría desarticular el mercado negro facilitándose a su vez el seguimiento y tratamiento psicoterapéuticos de los toxicómanos.

("LOS COSTES DEL PROHIBICIONISMO DE LAS DROGAS" - ACTAS DEL COLLOQUIO INTERNACIONAL SOBRE EL ANTIPROHIBICIONISMO -Bruselas 28 septiembre - 1 de octubre 1988 - Ed. Partido Radical)

El el concierto de voces de los expertos internacionales que se están orientando hacia una política antiprohibicionista con respecto a las drogas actualmente ilegales, quisiera añadir mi experiencia como terapeuta para toxicómanos.

No es razonable pretender ilustrar las enseñanzas y las lecciones derivadas de una práctica cotidiana de psicoterapias con heroinómanos iniciada en 1978.

La invitación de Marco Taradash me sugería presentar un informe sobre el tema que más conozco de cerca. Así pues, limitaré mi intervención a los heroinómanos y no presentaré recomendaciones prohibicionistas o antiprohibicionistas con respecto a otras drogas ilegales, a pesar de que mi práctica me haya permitido encontrar cientos de politoxicómanos, que habían abusado o seguían abusando, durante la terapia, de las anfetaminas, cocaína, hachís, codeina y de una panoplia de benzodiagepina u otros psicótropos no prescritos.

Desde 1978, he sometido a tratamiento a aproximadamente 400 toxicómanos. La asociación de metadona (por vía oral o intravenosa) a larguísimas psicoterapias de mantenimiento (a menudo han durado muchos años) me ha permitido lograr evitarles la muerte a todos mis pacientes durante los primeros cincuenta meses de mi experiencia. Sin embargo, murió el 3% de mis pacientes, representado por aquellos que, a pesar de mi opinión contraria, abandonaron la terapia, o bien tras una brusca desintoxicación en el hospital o en la cárcel, seguida poco después de la salida de la Institución de una sobredosis fatal, a menudo compuesta por una asociación de medicamentos. Un punto de referencia comparativo lo representa el índice anual de mortalidad de los heroinómanos en el Reino Unido equivalente al 1,6% (1).

Analizando mi experiencia médica, creo poder afirmar que mis resultados terapéuticos se deben a la asociación de dos factores:

1) metadona, que limita con los años, la apetencia heroinomaníaca;

2) una intensa psicoterapia de apoyo, en el ámbito de la cual se incita a vivir y a afrontar el estrés cotidiano del drogado, ayudándole a superar gradualmente el estado depresivo generado por una larga heroinomanía, a restablecer su deseo de vivir, a crearse condiciones de vida en las que sea posible renunciar a las drogas.

Ya que los participantes en este coloquio apoyan la legalización de las drogas, deseo hacerles conocer los efectos de la heroína en la psiquis humana. Por lo que he venido observando desde hace diez años, los daños psíquicos, morales, intelectuales, afectivos y sociales de la heroína, como así mismo los malestares cotidianos que provoca en las parejas y en las familias, son gravísimos.

Algunos sostienen que la criminalidad generada por las drogas duras está relacionada exclusivamente con su coste prohibitivo. En realidad, los efectos psíquicos de la heroína son, en parte, los causantes de tales daños. Me explico: el heroinómano convertido en fármaco-dependiente posée cambios de humor inexplicables, es extremadamente susceptible, egocéntrico, abúlico, interpretativo, pasivo y muy a menudo no posee otro interés que no sea el de procurarse la próxima dosis. La heroína altera con el paso de los años su sentido moral; no tiene en consideración los sentimientos ni el significado de las acciones de quien le ayuda; vive sólo para sí mismo. En algunos casos, la droga anula toda iniciativa, todo deseo de trabajar. Los que cuantan con algun año de heroína en las venas se convierten en heces de la sociedad, tras haber perdido todo vínculo con la sociedad normal y haberse quedado con junkies como ellos, depresos suicidas, como únicos pseudo-amigos. El diálogo terapéutico con el heroinómano "hasta la m

édula" es muy difícil; su pensamiento es caótico, entiende mal el sentido del lenguaje del interlocutor, cambia constantemente de argumento, no registra el diálogo, le ocurre que olvida lo que ha dicho o lo que ha hecho el día anterior, no se da cuenta de las necesidades personales de los suyos, y exaspera cotidianamente a quien le ayuda con su deseo permanente de obtener la dosis de droga.

La heroína anestesia las percepciones, atenúa los afectos y reduce o aniquila la percepción de los afectos y de los deseos de los demás. No conozco peor veneno para el hombre y para las relaciones humanas.

Estos pocos aspectos de los efectos psíquicos, intelectuales y afectivos de la heroína, siguen enmarañados en el indudable daño de las miserables condiciones de vida en que se hallan los heroinómanos individuados: delincuencia "inevitable" debido al coste exorbitado de la droga, vida asocial e improductiva, detención y, como resultado de todo ello, acentuación del desarraigo social.

Si se quiere entender cómo en Gran Bretaña se ha suministrado la heroína con finalidades terapéuticas durante medio siglo, es necesario examinar las razones históricas. Según A. Hamid Ghodse (2), los toxicodependientes de opiáceos en los años 20 eran varios centenares, la mayor parte de ellos médicos o paramédicos dependientes de morfina o petidina. En 1926, el Rolleston Committe recomendó que para poder prescribir heroína o morfina a dichos pacientes era necesario que se cumpliesen dos condiciones: en primer lugar que la desintoxicación provocase síntomas que no se pudiesen curar de manera satisfactoria; en segundo lugar, que cuando se les retirase la droga fueran incapaces de llevar una vida útil y normal.

En los años 60, el número de toxicómanos conocidos se duplicó cada dos años, hasta tal punto que en 1968 el Home Office contó 2782. Una causa importante de este crecimiento fue la proliferación de prescripciones excesivas por parte de algunos médicos, prescripciones que en parte vertían hacia el mercado negro. Por dicho motivo, los médicos de la London Drug Dependance Clinics intentaron estabilizar a los enfermos prescribiéndoles heroína. Por aquel entonces llegaron de Estados Unidos los primeros resultados alentadores de las terapias con metadona, de tal manera que en los años 70, los londinenses abandonaron la heroína a favor de la prescripción de metadona inyectable u oral, este último más ampliamente utilizado en los años 80.

Actualmente, la utilización de metadona por vía oral es el sistema preferido de los especialistas europeos. Por diversos motivos, Francia, Bélgica, Alemania Federal y Grecia se resisten a adoptar dicha política terapéutica que no sólo permite un tratamiento ambulatorial prolongado y poco costoso de los toxicómanos sino, además, reduce el tráfico ilegal de heroína (3) y toda la criminalidad relacionada con ella.

Holanda ha recibido los resultados más espectaculares: desde 1986, el alcalde de Amsterdam anunció que el 75% de los ciudadanos dependientes de heroína habían sido estabilizados gracias a la metadona oral. Quedaba una cuarta parte de heroinómanos empedernidos considerados irrecuperables: se concibió (pero, que yo sepa, no se puso a la práctica) un programa experimental para administrarles heroína de buena calidad gratuitamente en aras del bienestar individual y público. Mi experiencia personal (1978-1983) del consumo de metadona por vía intravenosa de aproximadamente docientos pacientes fuertemente dependientes de los opiáceos, pero más aún de la jeringuilla, me permite creer que este tratamiento habría satisfecho a los "incurables". Algunos meses de terapia permiten estabilizar al paciente en una dosis adecuada, reduciendo o suspendiendo totalmente las inyecciones de heroína y conduciendo al toxicómano a renunciar a dosis crecientes de heroína.

A continuación, se puede llevar a cabo una psicoterapia enérgica de mantenimiento junto con una asistencia social intensiva. Será necesario pasar de metadona inyectable al oral, considerar múltiples recaidas, para alacanzar, al cabo de tres o cuatro años resultados modestos como los que STIMMEL (4) publicó en 1978: 57% de los pacientes abstinentes tras una duración media de 3,5 años de tratamiento (catámnesis efectuada con una media de 3 años después de la desintoxicación a través de metadona).

Porqué metadona en vez de heroína? Pues, porque la metadona estabiliza decididamente el estado de ánimo de los heroinómanos susceptibles, interpretativos, ociosos y particularmente agresivos en crisis de abstinencia.

Porque hace que la vida en pareja sea aceptable, de lo contrario infernal, porque apaga los lacerantes instintos suicidas del toxicodependiente. Normaliza el estado de ánimo, los comportamientos y las funciones intelectuales hasta tal punto que incluso al más experto de los médicos tiene, de vez en cuando, la impresión de que su paciente vive sin "droga" sustitutiva.

Mi experiencia, la de Dyelon en Ginebra y la de los británicos, insisten en la conexión entre circunstancias de vida y acción médica en el "proceso de curación del heroinómano" (5). A menudo, "el heroinómano abandona la farmacodependencia sólo si ha dejado de vivir sólo, ha formado una pareja estable y tiene una vida profesional no marginal" (6).

Esbozo mis conclusiones. Detallo, en primer lugar que seguiré insistiendo en los daños que produce la heroína, tanto si es ilegal como si no lo es. Tras el descubrimiento que se produjo hace 25 años sobre las ventajas universales de la metadona, no creo que sigan existiendo terapeutas que asuman la responsabilidad de suministrar heroína bajo control médico. Quién se atrevería a reanudar dicha práctica no-terapéutica? Qué médico la podría seguir justificando?

El médico, como yo, que ha sufrido bastante durante 10 años asistiendo al deterioro psíquico, social, familiar y físicode los heroinómanos condenados a una delincuencia cotidiana a causa del precio desmesurado de las drogas ilegales. Pero no puedo absolutamente apoyar una política antiprohibicionista que conserve bajo la tapadera médica los deterioros psíquicos causados por la heroína legalizada.

El cuerpo médico europeo conoce el remedio de la metadona desde hace veinte años. Así pues, creo que la medida esencial que se deberá adoptar es la siguiente. Permítanme citar una de las conclusiones de mi trabajo "L'amour condamné", publicado en 1987.

" Que hacer de inmediato? Intentar desarticular la oferta de la heroína ilegal saturando la demanda de los toxicómanos, mediante el suministro de metadona bajo control médico. Romper el mercado, y simultáneamente someter a terapia a los toxicodependientes. Se puede imaginar un objetivo operativo más simple, más humanitario, más pertinente, tan barato y susceptible de granjearse el consentimiento de todos: el de los enfermos, las familias, los médicos, los parlamentarios, los hombres de toda la tierra .... salvo los traficantes?".

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(1) A.H. GHODSE, M.SHEEHAN, C.TAYLOR, G.EDWARDS, Death of drug addicts in the United Kingdom, 167-1981, in British Medical Journal, 1985, pp. 290, 425-428.

(2) A.H. GHODSE, Treatment of Drug Addiction in London, The Lancet, 1984, pp. 636-639.

(3) Cfr. las experiencias piloto en Chicago de patrik H. HUGUES, Behind the Wall of Respect, Community Experiments in Heroin Addiction Control, 1977.

(4) STIMMEL y colaboradores, Detoxification from methadone maintenance, Ann. New York Academy of Science, 1978, pp. 311,173-180.

(5) Les problèmes de la drogue dans leur contexte socioculturesl. Cahier de Santé Publique de l'OMS, n. 73, Gènève, 1982.

(6) J: BAUDOUR, Rapport à la Commission de la Drogue (1985-1986) du Parlement Européen.

(7) J. BAUDOUR, L'amour condamné - Esquisse d'une psychothérapie des toxicomanes, P. Margava Editions, Liège-Bruxelles, 1987.

 
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