MARCO PANNELLASUMARIO: »La lucha contra la droga no es más que la nueva ocasión para confrontar la falacia jacobino-autoritaria-eficientista y la propuesta democrático-liberal . »El prohibicionismo hace de cada tóxicodependiente una gallina de oro, que produce cotidianamente huevos de oro, hasta que no muere, hasta que no lo asesinan .
("Número único" para el XXXV Congreso del Partido radical - Budapest 22-26 abril 1989)
Una sociedad cuya cultura dominanate produce en un siglo todas las atrocidades y exterminios (a causa del hambre, de la guerra y de la miseria) a los que hemos asistido, y deja como herencia al siglo que le sucede heridas letales para el planeta y la vida que alberga, no puede ser más que una sociedad condenada. Para reformarla radicalmente, en sus principios, en sus leyes, en el sentido del derecho a la vida y la vida del derecho algunos han tomado la vía radical, la del Partido radical.
Personalmente, no han obstaculizado - sino apoyado - esta decisión algunos "livres de chevet" de mis años mozos, comprendidos entre los quince y los veinte: "el drama del humanismo ateo" del Padre Henri de Lubac, o los cuadernos de "Esprit" de Emanuel Mounier, o "El diálogo de las Carmelitas" de Bernanos. Todos franceses, sí. Pero católicos, pero creyentes.
Hace un cuarto de siglo, que me siento apaleado por el madurar de mis convicciones y de mis acciones antiprohibicionistas (no sólo en materia de droga) que serían expresiones no ya - como es en realidad - de una elección compasiva, por asumir una responsabilidad solidaria y de libertad moralmente coaccionante, sino expresión de laxismo, de indiferencia cínica, de ... hedonismo, estéril y desesperado. Y me encuentro, a menudo, en contra de los moralistas y predicadores dedicados a reencarnar en los demás sus propios demonios, fanáticamente desencadenados en su intento por hacer de cada batalla civil la ocasión perfecta para derrotar en su totalidad al demonio del siglo, causa primera de todo mal. De manera que estos males se convierten en preciosos y necesarios para la guerra, y se convierte en inmoral el querer superarlos en su peculiaridad e inmanencia.
En el frente de la droga, ellos realizaron - en su día - una nueva edición del azufre, materia maldita y en el mal omnipotente, y otra del oro, de la bruja.
Cuanto más se equivocan, más generan desastres con sus elecciones, y más quieren imponer e imponer gravedad. Es un círculo infernal en el que se han encerrado y nos encierran, si no decidimos asumir plenamente la moralidad que impone afrontarlos sin más prudencias excesivas ni temor al apaleo. La puesta en juego es de un gran alcance histórico, social, civil y humano.
El azote de la droga es sólamente responsabilidad del prohibicionismo, del régimen legislativo impuesto, en la falacia de que César, el Estado, pueda liberar nuestras conciencias y las de los demás, derrotar al demonio y al pecado, al mal y a los errores.
Sin el régimen prohibicionista, las drogas prohibidas harían el daño que hacen actualmente las drogas legales; es más, mucho menos del que hacen estas últimas, por razones que no tenemos tiempo aquí de ilustrar. Pero el régimen prohibicionista no es más que la otra cara de la moneda. Los prohibicionistas determinantes son los mismos que han hecho de la industria publicitaria, de creación y de necesidades, de inducción al consumo del alcohol, de la nicotina y de los psicofármacos, la tercera industria en facturación del mundo. Leyes autoritarias, laxismo y transgresión van de la mano y no caminan las unas sin las otras.
Por cada víctima, por cada tóxicodependiente de droga sometida al régimen prohibicionista, la sociedad, las instituciones, la familia y el mismo tóxicodependiente pagan un precio de destrucción sin comparación.
El prohibicionismo hace de cada tóxicodependiente una gallina de oro que produce cotidianamente huevos de oro hasta que muere, hasta que se le asesina. Incrementar el número de tóxicodependientes se convierte en una necesidad absoluta. Para unos es condición indispensable para seguir drogándose, para otros representa una fuente sin par de fabulosas ganancias.
Un drama o una tragedia institucional personal llega a ser una tragedia planetaria a estas alturas.
A causa del prohibicionismo, el tóxicodependiente se ve obligado a realizar actos delictivos, a usar la violencia, a degradarse. A causa del prohibicionismo, una mercancía que vale más o menos lo mismo que el tabaco o el alcohol, con beneficios ordinarios tanto de la producción como del comercio, vale más que el oro y ha creado la más gigantesca organización criminal, que tiende a confundirse con la organización misma de los poderes multinacionales y nacionales. Gracias al prohibicionismo, y no a la "droga" o al "drogadicto", el 60% del presupuesto y de las actividades de la justicia y de la policía en el mundo occidental están destinadas a la "guerra contra la droga" y paralizadas por ésta. Gracias al prohibicionismo, los tóxicodependientes se ven obligados a realizar violencias continuamente, atracos y robos. Si por cada uno de ellos establecemos una media de treinta robos o violencias de otra naturaleza al año, en Italia, contamos con la cifra de por lo menos tres milllones de víctimas de estas violencias
cada año. Sí, treinta millones en un decenio. Acaso no es lógico que también se les represente, escuche y defienda tal y como estoy intentando hacerlo inútilmente, con el P.R. desde hace años? Con un crecimiento espantoso, el narcodólar y la narcocracia están conquistando territorios, instituciones, Estados, y todo gracias al prohibicionismo. Gracias al prohibicionismo leemos que niños de siete y ocho años se convierten en traficantes y mercaderes de droga, con sus abuelitas o sus madres. Y las crónicas de la mafia, de la camorra, de la 'ndrangheta son crónicas de droga, porque a la droga prohibida va unida actualmente la suerte de las grandes organizaciones criminales, en sus enfrentamientos sangrientos para disputarse el mercado. Gracias al prohibicionismo, en este preciso instante, cientos de miles de familias - exhaustas, destruidas - no se sabe si un hijo, o un padre o una madre están muriendo de sobredosis, o contrayendo el Sida, robando, atracando, recaudando el triste botín de nuevos secuaces, ases
inando. Para los grandes gurús de la antidroga y de los trepadores de todo momento y ocasión, sólo hay una propuesta, una respuesta: que se desencadene finalmente una guerra sin salida, que se ataque cada vez con más fuerza a los productores, a los transportadores y a los comerciantes, a los mercaderes y a los consumidores no arrepentidos, que se les condene a años y años de cárcel, a todos. Son los mismos que equiparan hachís y heroína, los mismos para los que los criminales se cuentan por millones y no por miles. Nada de "módicas cantidades" toleradas, sólo "comunidades" o cárceles. Sin embargo, no nos indican como encontrar un millón de "camas" ni en las unas ni en las otras. Ni si basta el ejército, además de las fuerzas del orden, para perseguir y arrestar al millón de criminales o de irresponsables, y después vigilarlos, curarlos, redimirlos, devolverles - naturalmente - de esa manera el "amor por la vida", el "respeto de ellos mismos", y encontrarles un trabajo, empresa esa también de fácil solución a
unque en Italia ronden más de tres millones de parados.
Pero ya se sabe que yo no soy sospechoso de ser cristiano como ellos.