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Pannella Marco - 1 aprile 1989
Si un nuevo humanismo no gobierna el mundo inmediatamente
Marco Pannella

("Número único" para el XXXV Congreso del Partido radical - Budapest 22-26 abril 1989)

El "efecto sierra", el fenómeno previsto hace veinte años por el Club de Roma y por su presidente Aurelio Peccei, se ha hecho realidad. Se habla de un "agujero" en la capa de ozono, por encima de la Antártida, que podría traducirse en la desertización de gran parte de Europa. Se habla de ello en el telediario, pero se siguen produciendo las causas de la que se anuncia como la gran catástrofe planetaria. Millones y millones de hombres están condenados - antes de que acabe la década - el exterminio seguro a causa del hambre, de miserias y guerras. Actualmente, las muertes ya ascienden a cientos de millones, y con ellas la misma naturaleza, el aire y el agua. Antes de cincuenta años, tendremos en el Tercer mundo como mínimo cincuenta megalópolis, en donde la humanidad se convertirá en lo que hoy se nos hace difícil imaginar, es decir, una mezcla explosiva de violencia y muerte, de desesperación y de barbarie. Ya en la actualidad, millones de personas en menos de quince años, de diez, sin casa, sin familia, sin

estudio o trabajo, sin higiene, ocupan trágicamente las calles y las chavolas de las grandes ciudades en América Latina, en Africa y en Asia. Se utilizan y se dilapidan recursos fantásticos en proyectos - generalmente militares - que escapan al control de la humanidad, mientras que permanecen inutilizados descubrimientos e investigaciones científicas que por primera vez en cinco milenios se hubieran podido utilizar. Mientras tanto, la alarma del hambre es la más devastadora, determinante para la historia contemporánea y para el desenlace de los enfrentamientos en curso. El desierto avanza en el Sur, cientos de miles de personas mueren de hambre, mientras que sólo en la CEE se acumulan pirámides de mantequilla y montañas de grano. Y el mundo industrializado está plagado de malnutrición por exceso. El uso del arma alimenticia ve unidos a los contendientes de los dos imperios, el americano y el comunista soviético. Más aún, la psicósis del Sida - la primera manifestación pandémica en la época del pueblo global

- difunde nuevos tabús y nuevas y antiguas marginaciones, mientras se olvida que en el hemisferio sur el virus se expande excepcionalmente gracias a las condiciones de miseria.

El mercado de la salud que el Sida promete es colosal: Cien mil millones de dólares en los próximos cinco años. Por ello se desencadena la competición y la rivalidad entre las multinacionales farmacéuticas, enfrentamiento predilecto de los gobiernos nacionales, en detrimento de la probabilidad de hallar rápidas soluciones y de la salud del mundo entero.

En los países de derecho y de libertad, de estado social civil jurídico y de democracia política, el divorcio entre ciencia y poder, entre cultura y gobiernos, entre clases dominantes y el nuevo "tercer estado" formado por la gran mayoría de mujeres y de hombres con sus sentimientos y con sus esperanzas, entre uso y función de los medios de comunicación, y el necesario "conocer" para elegir y deliberar, cimiento de la democracia, parece ser cada día más grave y definitivo. El funcionamiento y la existencia misma de las instituciones internacionales, multinacionales y nacionales se hace cada vez más crítico. Cada vez se respetan menos las leyes del juego. El derecho penal, la administración de la justicia ven empeorar progresivamente la crisis. No sólo la Onu, sino también el Tribunal de la Haya resultan irrisorios.

La existencia de un imperio totalitario que tiene su epicentro en la Urss, (consolidado a lo largo de seis décadas a través de un poder arbitrario y absoluto que no será fácil para ningún Gorbachov desmantelar en pocas semanas), la negación de la democracia y del disfrute de los derechos humanos, políticos, encuentran la misma respuesta que en los años treinta en la Alemania nazi o en la Italia fascista. Es una respuesta connivente, ciega, meramente defensiva, tendencialmente suicida. Miles de millones de personas aquí y ahora se ven abandonadas a la opresión, según el antiguo criterio: »cuius regio, eius religio .

Mientras que los científicos advierten - con precisión científica - que se prevé que Europa tenga que afrontar en los próximos veinte años una convulsión telúrica de inmensa y casi inédita gravedad; el poder, "la política" sólo buscan quitar del medio el problema, e inducir a la gente a que ignore la dimensión de este acontecimiento, que según como se le espere, como nos preparemos para afrontarlo, puede resultar bíblicamente desastroso o estar circunscrito a una entidad tolerable para la humanidad. Basta pensar en las numerosas centrales nucleares alemanas y francesas, en el impacto que dicho acontecimiento puede tener.

A lo largo de nuestro siglo, y todavía en la actualidad, gran parte de la cultura y de la ciencia se llamaba a engaño pensando que soluciones totalitarias como la fascista o la comunista, militarista o nacionalista, pudieran asegurar mejor la democracia, la movilización y la participación consciente de los pueblos autogobernados, un nuevo humanismo mecesario para la supervivencia de la civilización. La falacia de atajos no democráticos, intolerantes y violentos, parece, todavía, estar abriéndose camino en los EEUU y también en los Estados nacionales de Europa a pesar de que sea a sus tradiciones civiles y democráticas a las que el mundo contemporáneo deba la mayor parte de su fuerza creativa y de su paz civil. Cuatro quintos de la humanidad viven en la actualidad bajo regímenes dictatoriales. La atomización nacionalista del Tercer y Cuarto Mundo constituye la premisa estructural y fatal. En donde el derecho a la vida no tiene fuerza con gente que pueda garantizarlo, los derechos de conciencia, los derechos r

eligiosos, o de desarrollo, de pensamiento, se convierten en superestructura abstracta, exenta de coherencia y de fuerza teórica y práctica. El desorden internacional está por otra parte impuesto y alimentado por los intervencionismos jurídico-estatalistas y por regímenes prohibicionistas que otorgan ellos mismos fuerza tremenda e incontrolable a los fenómenos que pretenden prohibir.

La multinacional del crimen, más potente que los Estados representados en la Onu, supone el terrible testimonio.

En la Europa continental, grupos constitucionales y políticos basados en concepciones pluralistas de representaciones ideológicas y comunitarias, están degenerando en regímenes partidistas y antidemocráticos. Ello sucede sobre todo en los lugares en los que la mistificación proporcionalista no permite ningún tipo de financiación de los gobiernos de las sociedades; regímenes que cada vez cuentan con menos instrumentos para concebir un futuro posible y necesario, de vida y de calidad de vida, para conservar el ambiente, las tradiciones civiles y democráticas, para llevar a cabo las reformas que correspondan, en el umbral del año 2000.

Ante este poder incontrolado, absoluto y sin embargo impotente, los grandes partidos de origen, mediato o inmediato, ochocentesco o de las primeras décadas de este siglo ya han desarrollado su función histórica. Deben necesariamente ceder el paso a otros partidos, más adecuados a los tiempos, que tengan como razón de ser objetivos que no sean nacionales sino continentales y planetarios. Hay que actuar con urgencia, aunque sin precipitarse, sin prisas. Hay que actuar con eficacia y forjar instrumentos que la permitan.

Tal vez haya que representar una nueva epopeya, haya que intentar nuevos horizontes, nuevas migraciones, nuevos "westerns", nuevas fidelidades por afirmar. Existe una salvación posible pero tenemos que saber que los nuevos "prados del cielo" se explorarán sobre todo en las conciencias y en las obras. De ello existen algunos segmentos, y dichos segmentos están destinados o a desaparecer o bien a ser asumidos, transformados y potenciados por otros. El desafío que el 32º Congreso del Partido radical, en su fase conclusiva, propone a los miles de inscritos radicales, el mensaje que debemos saber transmitir a las conciencias, en Italia en Europa y en el resto del mundo es, en el fondo, simple. »Si los buenos son pocos, los malos vencen .

 
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