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Archivio Partito radicale
NR - 1 aprile 1989
Un partido democrático, no una iglesia

SUMARIO: Para inscribirse es suficiente pagar la cuota anual. No existe derecho de admisión y nadie puede ser expulsado. Se es radical aun estando afiliado a otro partido. No compite con los partidos nacionales. Es un instrumento para afirmar proyectos e ideales, no una iglesia, ni un ejército. Es un partido "caro" porque quiere autofinanciarse. Es un partido que puede disolverse en el caso de que no existan las energías y el dinero suficientes. Y hoy por hoy no existen.

("Número único" para el XXXV Congreso del Partido radical - Budapest 22-26 abril 1989)

Para inscribirse al Partido radical hace falta sólo cumplir un requisito: pagar la cuota. No hay árbitros ni comisiones que puedan aceptar o no la inscripción. Nadie puede censurar el comportamiento del inscrito o expulsarlo. No existen incompatibilidades con la afiliación a otro partido sino todo lo contrario, es de desear. De hecho, nos parece más lógico que un demócrata pueda y deba ser también "radical" y no sólo "radical". De hecho, se trata de un partido que no le hace la competencia a nadie, sobre todo a los partidos nacionales. Sus objetivos son absolutamente distintos puesto que se trata de un partido de ideales, de proyectos, de batallas y no de un partido electoral y de poder. En su emblema aparece el rostro de Ghandi porque de esta manera quiere afirmar que la no violencia política es la actual encarnación de la tolerancia laica y de la democracia política. Es una especie de WWF de los derechos humanos, una libre asociación de personas que pretenden perseguir los objetivos de democracia más allá

de las fronteras, más allá de los partidos, más allá de los confines de la política tradicional. Precisamente con este fin ha optado en su último Congreso por no participar como tal en las convocatorias electorales. Sus militantes son, obviamente, libres de presentarse como candidatos en cualquier lista electoral o de constituirla. Es un Partido de "servicio", abierto a todos, dirigido por individuos libres y que quedan como tales en el Partido radical. Una especie de autobús en el que quien paga el billete - el bono - tiene el derecho a efectuar hasta el final, si así lo desea, el recorrido pagado, el derecho y no la obligación. El Partido, de hecho, no postula ninguna disciplina. Sus deliberaciones no son vinculantes más que para sus "dirigentes" a los que se renueva cada año y no para sus inscritos. La inscripción es anual, de la misma manera que la vida del Partido es anual. Con su Congreso, en el que todos los inscritos tienen derecho a participar y a votar el Pr se constituye o remodela cada año a part

ir de las decisiones adoptadas por la mayoría de los dos tercios de votantes. A partir de ésto cada inscrito decide si renovar su adhesión o no. El Partido no cuenta con la legitimidad de "representar" a sus inscritos, su humanidad, sus ideas y sus intereses generales. Para nosotros, un partido democrático es un instrumento, una herramienta, no una iglesia, ni una etnia ni un ejército. Nuestros "dirigentes" como tales pueden sólamente realizar el objetivo anual decidido en el Congreso de los inscritos, pero no "representarlos". Se trata, así pues, de un partido "difícil". No hay órdenes que seguir ni ideologías totalizadoras y reconfortantes que alardear ni "poltronas" de poder que ocupar. Uno se inscribe al Partido radical para afirmar sus propias convicciones, sus propias esperanzas. Es un Partido "caro", con una cuota de inscripción mínima que probablemente sea la más cara entre las requeridas por cualquier otro partido del mundo. Es la garantía de su autonomía, la razón de su fuerza. Sólo un Partido que

"vale" por sus propios inscritos al menos lo que éstos estén dispuestos a gastar cada día por un periódico puede pretender representar grandes ideales. Es un Partido pobre, con estructuras mínimas, las indispensables. Precisamente porque ha decidido gastar por lo menos el 80% de sus recursos financieros en actividades políticas y no en sedes lujosas, puede decidir en todo momento su total remodelación porque no tiene posiciones de poder que tutelar ni "bienes" que salvaguardar. También puede disolverse en el caso de que no existan las energías ni el dinero suficientes para alimentarlo y apoyarlo. Y hoy por hoy no existen. Los radicales en el mundo no son más de cinco mil. Sería necesario contar al menos con el triple. A lo largo del este año nuestro empeño prioritario ha sido de adecuar los recursos a los objetivos que el Congreso nos ha confiado. Sobre todo el de constituirse en sujeto político transnacional. Esta decisión nos propone nuevas dificultades que no son de poca monta. Basta pensar en las necesi

dades de un partido que confía exclusivamente a la palabra escrita y hablada, a menudo gritada, toda su capacidad de diálogo y de convicción. Pero, hablar, escribir y comunicar en distintas lenguas cuesta muchísimo. El botón de muestra es este periódico que se ha editado en once lenguas. Cada edición en cada lengua cuesta aproximadamente 18.000 dólares. Se debería enviar a todos aquellos que responden a la campaña de información en los periódicos nacionales que, en cada uno de los doce países, cuesta una media de 20.000 dólares. En los países del Este, de hecho, la difusión clandestina comporta agravaciones en el gasto. Hemos llegado a más de 430.000 dólares que no tenemos. Por ello nos hemos tenido que limitar por el momento a las áreas de lengua francesa, inglesa, española, portuguesa, serbocroata y eslovena. Dependerá de los que lean este periódico, de su decisión de inscribirse, de contribuir financieramente, que podamos proseguir y completar la campaña de información. Que podamos permitir a otros amigos

polacos, rusos, holandeses, alemanes que elijan las batallas no violentas del Partido radical. Que podamos permitir a los amigos de Burkina Faso, al secretario Basile Guissou - que tiene como única garantía su vida, su propia no violencia y la certeza de la información que nosotros sepamos hacer circular - que no se encuentren solos. Dependerá de todos nosotros que este periódico sea el último, pero el primer eslabón de un diálogo que nos permita a todos nosotros ser más fuertes, estar más armados de conocimiento y de solidaridad, para afianzar ese patrimonio de razonables convicciones en las que nos podamos reconocer. He aquí el Partido al que os podéis asociar. He aquí el proyecto que juntos podemos realizar. Podemos lograrlo. Si, por el contrario, a finales de 1989 consideramos juntos que este instrumento, el Partido radical, no ha crecido suficientemente, si se demuestra inadecuado a sus objetivos, si pierde solidez, entonces tendremos que dejarlo correr serenamente para imaginar eventualmente otra cosa

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