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Roma Pepa, sanchez garcia jose' manuel - 6 agosto 1989
LA EVOLUCION DE UN POLICIA

SUMARIO: Recorrido humano y profesional de un inspector de policía que entró en el cuerpo en el 73 en plena etapa final de la dictadura y cuando aún le contaban que los comunistas "tenían rabo y se comían a los niños" hasta que descubrió que su hermano era un destacado militante de la célula de Antonio Machado en Montpellier. Su aproximación al antiprohibicionismo es empírica: tras dieciséis años tratando en primera persona con drogadictos, tras haber tratado casos muy dramáticos. La única manera de desmantelar el tráfico de drogas es legalizándola, es decir restando todo valor al producto. Están implicados los estamentos financieros de la máxima respetabilidad que son los que promueven el tráfico directa o indirectamente. "Manejan mucho dinero y voluntades"... "no oculto que tengo miedo".

(Pepa Roma, "GENTE" 6 de agosto de 1989)

Quizá no es el primer policía que está a favor de la despenalización de la droga pero sí es el primero que da la cara y se atreve a decirlo públicamente. José Manuel Sánchez García, treinta y nueve años, miembro del Sindicato Unificado de Policía, es uno de los fundadores de la recién creada Liga Mundial Antiprohibicionista de la Droga. Su nombre saltó a la palestra hace apenas una semana en Roma, junto al de otras personalidades internacionales, como Milton Friedman, Marco Pannella o Fernando Savater, que abogan por la misma causa. Pero no son teorías las que defiende el inspector jefe de la Policía.

Su posición está basada en una larga experiencia en la represión de drogadictos y camellos en zonas difíciles como Getafe, su actual destino.

"Nos hacen comer un muerto que no es nuestro. Tenemos que hacer el trabajo sucio, pero la represión no arregla nada. El problema de las drogas necesita una respuesta médica y de la sociedad". Dieciséis años en el cuerpo nacional de Policía y su trato cotidiano con drogadictos y camellos, le han "abierto los ojos", utilizando sus mismas palabras.

Respuesta - Yo trato de explicar a la sociedad mis experiencias como represor. Les digo: "Yo detengo a la gente porque ustedes me lo mandan". Pero esto es un error.

Pregunta - O sea que la solución es vender la droga de forma legal.

R. - No sólo venderla, sino distribuir heroína gratis en los hospitales a todos los que lo necesiten. Podría cultivarse el opio en los campos de Almería y al Estado le saldría baratísimo. No les costaría más de 100.000 pesetas asistir a los drogadictos.

P. - Drogas gratis para todos?.

R. - Sólo gratis las que necesita un drogadicto con control médico. Las demás drogas hasta ahora prohibidas, como la cocaína, marihuana o LSD bastaría con que se despenalizaran.

La drogadicción y el tráfico no son los únicos problemas sociales en los que José Manuel Sánchez se muestra crítico de esa función clásica de represión que ha tenido hasta ahora la Policía: "La reconversión industrial no la hizo Solchaga, sino nosotros, a quienes se nos colocó como una barrera en Puerto Real". Ha sido abanderado de muchas otras causas, como la campaña contra la permanencia en la OTAN o la actual contra la pena de muerte en diversos países, como Estados Unidos, que promueve Amnesty International.

José Manuel Sánchez entró en el Cuerpo Nacional de Policía en el año 1973 con ideas muy diferentes. Por esa época era un chico de veintidós años, llegado de un pueblo de León, para quien el ingreso en el cuerpo significaba un sueldo seguro y rápido, y una posición de autoridad social que difícilmente habría obtenido con su escasa formación por otros medios. "Tenía también ese morbo por la placa que ha un chaval le puede parecer que le da una cierta importancia. Sobre todo, cuando entras en las discotecas levantando la solapa y ves que infundes respeto".

por esa época se iniciaba en la unidad de vigilancia con tareas rutinarias: "Me daban una foto y me decían: "a éste síguele". Igual podía tratarse de un atracador que de un comunista". Era el fin del franquismo y, al igual que sus compañeros, José manuel consideraba que los socialistas eran algo así como "bichos muy malos, capaces de envenenar y de tirarnos piedras". En cuanto a los comunistas, "todo tenían rabo y se comían a los niños. Sentía por ellos un odio visceral. Porque esto es lo que me habían enseñado".

Pero en estas cosas, la experiencia y los afectos logan a veces lo que no consiguen las palabras. Se dedicaba a vigilar comunistas cuando se enteró de que su propio hermano era un destacado militante comunista de la célula de Antonio Machado en Montpellier: "Enterarme me produjo una transformación. Empecé a pensar que era mentira todo lo que me habían dicho. Y comencé a leer todo lo que caía en mis manos y a interpretarlo por mí mismo. "El capital", el "Libro Rojo" de Mao, lo que había escrito Carrillo y Mundo obrero. Era fácil, porque las comisarías eran el único lugar seguro donde podías leer estas cosas. Después de requisarse pasaban a engrosar las estanterías de los objetos que no reclamaba nadie."

Como telón de fondo resonaba la música de la revolución portuguesa. "Me impresionó la canción y también ver como la gente abrazaba a los soldados que llevaban el clavel en el fusil". El inspector recuerda esa época como un momento de crisis personal: "Coincidió con el estado de excepción que se decretó en mayo de 1975. Estaba en Bilbao y llegaron muchos detenidos a la comisaría, entre ellos el escultor Ibarrola. Me dejó helado verlo tan digno. El hablaba y sabía todo lo que yo ignoraba sobre el estado de excepción. Les decía a los policías: "Yo asumo mis responsabilidades políticas, pero no delataré a mis compañeros. O sea que cumplan ustedes con su trabajo y déjenme en paz".

Aquella experiencia le convirtió en un policía que se define de izquierdas en un sentido amplio. Nunca ha militado en ningún partido, pero pronto se interesó por la actividad sindical. Fue uno de los promotores del Sindicato Unificado de Policía, y le han castigado muchas veces por decir lo que pensaba. "hay una parte más corporativa y cerrada de la Policía que me desprecia porque sólo entienden el sindicalismo como una defensa de sus intereses corporativos".

Su experiencia con el mundo de las drogas guarda una evolución paralela. La primera vez que vio detenciones por drogas fue a unos "hippies" que consumían marihuana y LSD. "Yo simplemente estaba en contra sin saber por qué. Pero luego, a lo mejor descubres que a esas personas les gustan los Beatles o Janis Joplin y te preguntas es posible que les guste lo mismo que a ti? Qué quiere esta gente?".

Según José Manuel, cuando entró en el cuerpo de Policía pensaba y actuaba de manera mecánica pero la experiencia le enseño a cuestionarlo todo: "Yo no me aíslo como policía, esto es lo que he aprendido en los últimos años. Yo me enrollo mucho con los detenidos. Siempre me cuentan su vida en mi despacho. Si detengo a alguien, sé que tengo que reprimirlo como atracador o delincuente, pero trato de comprenderle desde el punto de vista humano. Como nuestro trabajo es sucio, es lógico que nos guste hacer ver a la sociedad que tenemos también una función de auxilio".

Con el tiempo ha tratado casos muy dramáticos. Ha escuchado las quejas de las madres que se han quedado sin el anillo de bodas y los últimos recuerdos familiares, para que el hijo pueda comprarse el pico y salir del mono. Ha visto como caían chicos de Getafe con los que trata a diario. Se ha encontrado con que hoy acompaña a uno en el coche y mañana le dicen que ha muerto de sobredosis. Ha visto muchos cuerpos tendidos en los baños de los bares con una jeringa clavada en el brazo.

R. - Algunos, como "el alemán", estaban ya muertos cuando llegué con mis hombres. Otros aún echaban espuma por la boca y sufrían terribles convulsiones.

P. - Qué se siente cuando ve estas cosas? .

R. - Impotencia. Eso es lo que siento, impotencia.

P. - Hay alguna solución?.

R. - Eso no se soluciona sin solidaridad social. Los más enganchados son los que tienen más problemas, como los gitanos, que caen como moscas.

P. - Podrían evitarse esas muertes?.

R. Dicen que la heroína mata, yo creo que no. Lo que mata son las sustancias que utilizan para cortar la droga, el desconocimiento de lo que se inyectan, la falta de control sanitario. Lo que pasa es que la sociedad prefiere creer que la heroína mata porque es una forma de quitarse el problema de encima. Se tiende a la exageración como autodefensa. Y hay que empezar a ver a un heroinómano como un hombre normal que se pone heroína. Y que la necesita como un medicamento necesario.

P. - Para esto están los sustitutos como la metadona.

R. - Vamos a dejarnos de farsas sociales. la metadona que ahora les dan es más dañina que la heroína. La diferencia es que la sociedad permite la metadona y persigue la heroína.

Según José Manuel, la represión sólo debería intervenir cuando han fallado los demás controles y mecanismos sociales de ayuda al toxicómano. La lucha contra el tráfico es una batalla perdida. Lo sabe por experiencia, ya que él mismo trabaja en la represión en Getafe, una de las localidades de la periferia de Madrid más afectadas.

P. - Los ciudadanos se quejan en todas partes de que la Policía no interviene ni siquiera cuando ve la droga ante sus propias narices, como sucede en barrios como Malasaña, y de que, a pesar de que todos saben en qué casas obtienen las papelinas los camellos, no hacen nada.

R. - Es verdad, sabemos muchas cosas. Yo mismo he llevado en mi coche a un chico del barrio que me dijo que iba al hospital para desintoxicarse, cuando yo sabía que en realidad iba a por un pico en la zona del Rancho del Cordobés, cerca de la carretera de Andalucía.

Para cazar a los vendedores, el inspector jefe se ha puesto chandal y barba postiza para no ser reconocido: ha ido él mismo ha comprar una papelina, y ha dirigido rocambolescamente operaciones que ha menudo han terminado en nada. Así fue, por ejemplo, cuando en mayo de 1987 murieron cinco chicos de Getafe en dos semanas. Gracias a la novia de uno de ellos, el inspector averiguó que la droga la habían adquirido todos donde las gitanas de Villaverde. Tenía un exceso de pureza y había que detener la venta como fuera para impedir que siguiera produciendo muertos. Se situó con su coche a unos doce metros de distancia, en un punto tan privilegiado que, desde donde estaba, podía ver y filmar perfectamente como una gitana sacaba papelinas de un bolsillo y se metía el dinero que le daban en el otro. Cercó con ocho hombres la casa. En cuestión de segundos cayeron todos encima de la vieja. Pero cuando la registraron no tenía nada. "Yo me volvía loco tratando de entender cómo había logrado desprenderse la vieja del dine

ro y de las papelinas que yo había filmado. Al final me di cuenta de que se había acercado a un niño de tres o cuatro años, al que sin duda debía haberle dado todo lo que llevaba encima, y que se escurrió por un agujero que daba a la casa de al lado".

P. - O sea que las tretas que utilizan los camellos son de lo más imaginativo.

R. - Sí, hay quien vende en plena calle, por ejemplo colgando las papelinas del cuello de un perro o enterrándolas bajo montoncitos de tierra. El comprador entrega el dinero al vendedor y luego coge una papelina del cuello del perro o del suelo. Pero aunque lo veas no puedes detener al vendedor, porque no lleva encima las papelinas que puedan servirte de prueba. En la mayoría de los casos, demostrar lo que estás viendo es casis imposible.

P.- Si pudieran hacer más detenciones se arreglarían las cosas?

R.- No sirve de mucho. Hemos visto que ni siquiera cuando se producen éxitos policiales en unas zonas se reduce el tráfico, porque disminuye en un sitio, pero se traslada a otra zona con menos riesgo.

P. - Por qué no se va entonces al meollo del asunto, y se persigue a los grandes traficantes?.

R.- Los policías no somos Serpico. Tratar de llegar arriba de todo puede costarte la vida. Están implicados estamentos financieros de la máxima respetabilidad que son los que promueven el tráfico directa o indirectamente. Manejan mucho dinero y voluntades. No hay ningún negocio tan boyante como el de la droga. Un kilo de cocaína elaborada sale de Colombia a mil doscientos dólares y termina vendiéndose, una vez cortada y en dosis, a doscientos cincuenta mil dólares en una ciudad como Detroit. El dinero que se obtiene de la droga se cotiza en Wall Street, ya sea blanqueado o apenas disimulado.

P.- No hay policía capaz de cazar a los grandes traficantes?

R.- Ningún país del mundo tiene una Policía preparada para llegar al fondo. Además, sólo se puede hacer trasgrediendo la ley. Para llegar al de más allá, antes uno tiene que negociar la libertad y comprar al de más acá. Nadie habla sabiendo que se juega la vida a cambio de nada.

P.- Y la Policía no se deja sobornar?

R.- Hay menos corrupción de la que se dice, pero tiene consecuencias mayores de las que parece.

El inspector sostiene que el desmantelamiento de los imperios mafiosos sólo es posible haciéndolos innecesarios y legalizando la droga. Por ello se ha decidido a dar la cara, aunque cree que su lucha por la despenalización no carece de riesgos: "Cualquier día me puedo encontrar con que me ponen medio kilo de droga en el coche y que me acusan de traficante, o con cualquier otra represalia que ahora no puedo prever. Hay grupos dudosos como el Patriarca, que nos pusieron a parir en la reunión de Bruselas. Ignoro la reacción de estos intereses. No oculto que tengo miedo. Sé lo que me juego cuando salto a la palestra a defender posiciones difíciles. Y no descarto que me encuentre con dificultades para acceder a un puesto de más responsabilidad".

El inspector Sánchez cree que los gobernantes quieren policías que piensen poco. "Prefieren tíos grandes y fuertes que sirvan de instrumentos". Pero pronto deberán sumarse a un debate que gana terreno en los países occidentales más afectados y buscar nuevas soluciones. "Los costes sociales del tráfico son terribles. Por eso, yo estoy convencido de que hasta los socialistas quieren promover el debate de la despenalización, pero no son lo suficientemente valientes como para hacerlo dentro del partido o de la estructura de gobierno. Pronto tendrán que mojarse y decir a la sociedad cuál es su posición. Y no sólo los socialistas, también la derecha llegará a aceptar la despenalización de la droga."

Como ejemplo. el inspector cita a las figuras americanas que forman parte de la Liga Mundial Antiprohibicionista (fundada el pasado abril) de la que él es miembro, como Milton Friedman o Lester Grinspoon, "nada sospechosos de tendencias izquierdistas". Grisnpoon propuso en el último encuentro de Roma que se hiciera una experiencia inicial con drogas suaves como la marihuana, a la que recomienda vender como el tabaco, con altos gravámenes. Cree que Estados Unidos será el primer país que se atreverá a dar el paso. No es extraño que últimamente aparezcan libros con estudios que muestran que en los años de la "Ley Seca", en que se prohibió la venta de alcohol, no sólo no disminuyó el consumo sino que lo aumentó en un 30 por 100.

Asimismo, el inspector cree que el 80 por 100 de los policías españoles darían la bienvenida a la despenalización de la droga. Sin embargo, sabe que ésta es una medida que no puede tomar un país de forma aislada, ya que sólo conseguiría convertirse en el paraíso del tráfico. Cree que bastaría con que se llegara a un acuerdo de todos los países del continente europeo. La despenalización podría tener también efectos adversos si no fuera acompañada de una serie de medidas sociales y médicas de prevención y ayuda al drogadicto: "La solidaridad social es el único camino.

 
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