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Marks John - 1 settembre 1989
ESTUPEFACIENTES DISTRIBUIDOS POR EL ESTADO. UNA POLITICA ABSURDA?.
De J.A. Marks

SUMARIO: El autor ilustra las razones que aconsejan la distribución por parte del Estado de estupefacientes, contestando de esta manera a las preguntas y a las reservas que por lo general suelen suscitar los que sostienen la necesidad de prohibir las drogas. La legalización no comporta necesariamente la renuncia por parte de los toxicómanos a la desintoxicación ni tampoco un aumento del consumo de droga. La prescripción médica no excluye programas de recuperación. El prohibicionismo va en detrimento de la liberad del individuo.

En la región de Mersey, los estupefacientes se prescriben a plazo indefinido a los toxicómanos para evitar que cometan delitos relacionados con la adquisición de narcóticos, para evitar que se vean obligados a vender a los demás la droga para poder financiar su propio consumo y para evitar el riesgo de que pongan en peligro su propia salud (así como la de los demás), incluso su propia vida con estupefacientes adulterados, y porque dicho sistema ha demostrado ser eficaz para favorecer la elección de un régimen terapéutico más meditado e idóneo en la clínica. Un importante efecto secundario consiste en privar a los narcotraficantes de una fuente de ingresos desmesurada. El suministro de estupefacientes bajo control estatal (a través de clínicas de mantenimiento regularmente autorizadas) pone a las autoridades en contacto inmediato con la mayor parte de los problemas más graves del mundo de la droga, SENCILLAMENTE PORQUE NO TENIENDO NADA QUE VER CON EL SUMINISTRO, no se preocupan nunca de dichos problemas.

Generalmente, suelen surgir tres tipos de preguntas con respecto a una política semejante, aparentemente absurda, a saber:

1. Acaso la prescripción médica no elimina el incentivo de abstenerse, puesto que pudiéndose conseguir la heroína fácilmente, a nadie se le pasaría por la imaginación abandonar su consumo?.

2. No sería mejor proporcionar consejos y terapias al toxicómano en vez de proporcionarle estupefacientes?.

3. Acaso una política semejante no comportaría un aumento del consumo total de los estupefacientes, en vez de su disminución, que es nuestro objetivo?.

4. De qué manera es posible justificar el suministro de drogas a los toxicómanos?. Y entonces, por qué no suministrar licor a los alcohólicos, billetes para los prostíbulos a los violadores o joyas a los ladrones?.

5. No es cierto que todos los estupefacientes prescritos acaban reciclados en el mercado negro?.

PREGUNTA nº 1:

En las relaciones con los toxicómanos, nos encontramos con que tenemos que enfrentarnos con individuos que mienten, engañan y roban, a menudo, a sus padre o a sus amigos más queridos con tal de procurarse la droga. Por ello, están expuestos a que les arresten o a que les metan en la cárcel, y a que los mafiosos les traten mal, a daños físicos, y a morir a causa de los estupefacientes "cortados" y por enfermedades. Existen acaso condenas más fuertes que la marginación de la propia familia y de los propios amigos, que la pérdida de la libertad, que la pobreza, la enfermedad y la muerte?. Y si éstas no sirven como medidas disuasorias, entonces cualquier efecto que pueda tener una prescripción de heroína será marginal y estará contrarrestada por los efectos benéficos de la atenuación del mal. Puesto que ante una voluntad tal de drogarse, la decisión adoptada por estos toxicómanos no estriba entre la desintoxicación o los estupefacientes prescritos por la clínica, sino entre los estupefacientes del mercado negr

o o los de la clínica.

Cada vez que se introduce una nueva sustancia en la sociedad, porque está prohibida y porque es desconocida, se producen fases de consumo que pueden ser descritas como experimentales, recreativas, y de dependencia. Si uno le da a un niño de seis años un tubo de "Smarties" con la idea de que le duren hasta la semana que viene, es posible que los confites desaparezcan en menos de una hora, pero si se trata de un niño sociable igual los comparte con sus amigos. Eso es más o menos lo que sucedió cuando los pieles rojas conocieron por primera vez el alcohol. Y, tal y como observan algunos de mis colegas del subcontinente indio: "El problema es que vosotros los ingleses no sabéis usar una buena dosis de opio". "Tomáis opio y se os nubla la mente" - se puntualiza con aire jactancioso. En realidad, la mayoría de nosotros hemos pasado por esta fase con la droga social de Inglaterra: el alcohol. Durante los años experimentales de la adolescencia experimentamos su consumo, emborrachándonos. Con la madurez, se llega a u

n consumo inteligente, recreativo y socializado de nuestra droga con raros casos de ebriedad. Pero si el alcohol (o el tabaco, o el café) estuviesen prohibidos quién seguiría consumiéndolos social y recreativamente sabiendo que podría acabar metido en líos penales?. Y así pues, del opio, los ingleses ven sólo la primera y la tercera fase: lo que equivale en el mundo del alcohol a las borracheras inmaduras de la adolescencia y a la patética existencia de los alcohólicos desvalidos. Ahora bien, los motivos que conducen a la primera fase de experimentación se acentúan si la sustancia está prohibida, creando un campo fértil para la rebelión, que va más allá de la curiosidad. Y, puesto que análogamente los años de la adolescencia son años de rebelión, el consumo de estupefacientes es solicitado como tótem de sofisticación y de rebelión contra los padres y el "establishment". Viceversa, si uno se puede procurar fácilmente un estupefaciente, como a través del monopolio del alcohol por parte del Estado sueco, sin q

ue sea posible estimular a los inmaduros mediante las publicidades o el prohibicionismo, entonces se puede llegar a un consumo mínimo; y consumir heroína pasa a ser algo aburrido.

No hace mucho tiempo, un tendero de Glasgow fue justamente llevado ante los tribunales por haber vendido unos "envases" que provocaban excitación a los adolescentes que inhalaban la cola. En esa época, sin embargo, a alguien se le ocurrió disuadir al gobierno para que no prohibiese la venta de la cola. Y cabe destacar que desde ese momento no se ha producido un aumento epidémico del consumo recreativo de la cola como, sin embargo, se verificó en el caso del cannabis y de los derivados de los somníferos, aunque siempre hay algún que otro adolescente triste cuyos padres se están separando o que es objeto de prepotencias en el colegio. Estos se dedican a inhalar cola pero el gesto es de carácter parasuicida de paracetamol. Existirán siempre señales de angustia con todos los medios nocivos a disposición. Pero, por qué no se ha propagado la epidemia de la cola?. Recientemente, mientras trazaba el desarrollo de la enfermedad de un joven toxicómano, aproveché la ocasión para preguntarle qué opinaba del abuso de lo

s disolventes. Con la mirada impávida me contestó: "Pero qué dices tío, ni loco me liaría con esas cosas de críos".

Esta actitud con respecto a la cola es precisamente la que se ha logrado conseguir en Inglaterra con las "Actas Farmacéuticas" del siglo diecinueve y con el Comité Rollestón (que, sin embargo, cometió el error posteriormente, entre otras cosas aún no era previsible, de poner en manos de los médicos el monopolio del consumo no médico del opio). Hemos logrado crear la misma actitud hacia el opio, la cocaína y las sustancias análogas que el joven toxicómano nutría con respecto a la cola: está a disposición de QUIEN LA QUIERA, pero es bastante patético ir cojeando por ahí con un bastón químico. Este fenómeno ha fomentado el hecho de que una población de 50 millones de habitantes, el índice de toxicómanos fuese de 500, es decir el 0,001 % del 1%. Sería milenarístico suponer que la población entre las dos guerras fuese "especial" o que la cultura de los jóvenes de la postguerra fuese única. La variable más obvia ha sido la disponibilidad controlada del opio hasta 1960, y por lo tanto la prohibición del opio y un r

egreso al alcohol con una publicidad muy fuerte. Los altibajos en el abuso del opio y del alcohol han seguido a la par las modificaciones de las políticas fiscales y legales con la misma inderrogabilidad de cuando con el calentamiento del agua se genera el vapor y con el enfriamiento se genera el hielo.

Los holandeses y los ingleses han considerado el consumo del opio un vicio demostrado, pero con la cuestión del transporte aéreo que ha hecho accesible una y otra sociedad a todo el mundo, sería necesario imponer a escala mundial la prohibición o la disponibilidad controlada del estupefaciente, de lo contrario la mafia, como especuladora de divisa a la caza del mayor índice de cambio, abandonaría los países en los que rige la prohibición para establecerse en las sociedades más tolerantes. Y dado que América ha resultado ser la principal potencia del periodo postblélico, una potencia que se ha encontrado a merced de las políticas de Anslinger, el mundo se ha visto empujado hacia la vía del prohibicionismo, a pesar de la reciente lección del prohibicionismo sobre el alcohol.

Valillant (1984) y Griffith Edwards (1967) han demostrado hasta que punto el estado mental del toxicómano se opone a la intervención externa. Según Stismon (1982), la toxicomanía es una condición crónica que dura muchos años. Si durante este lapsus de tiempo no se descubre ninguna manera para llegar a la abstención, cabe asegurar las mejores condiciones médico -terapéuticas que tengan por objeto favorecer la supervivencia hasta ese momento. Ello es posible con la prescripción inteligente de drogas puras farmacéuticas durante un periodo indefinido. Dicha prescripción se llama "prescripción de mantenimiento" puesto que mantiene la costumbre del toxicómano hasta que se encuentra en condiciones de realizar la abstinencia. Las "terapias" obligadas o las prematuras acabarán con una recaída y una desilusión si el personal médico se llama a engaños al creer que con semejantes regímenes terapéuticos se puede llegar a una curación definitiva. El análisis simplista considera el mantenimiento como un "tratamiento", pero

en realidad, no hace más que continuar la dependencia (a pesar de que no existan datos para demostrar que PROLONGUE la dependencia). Ello no significa que durante los años de mantenimiento no se pueda intentar que los pacientes renuncien al consumo de droga. La culpa no es del mantenimiento sino los errores de percepción sobre la evolución natural de la toxicomanía.

Esta forma mentis se revela cuando nos preguntamos por qué un toxicómano debería abstenerse del consumo de droga si posee el acceso gratuito a la heroína. Sin embargo, la pregunta implica que si no fuese disponible la heroína gratis, el toxicómano dejaría de drogarse.

PREGUNTA nº 2:

No sería mejor proporcionar consejos y terapias al toxicómano en vez de proporcionarle estupefacientes?.

Sí, siempre y cuando el sujeto sea consciente de ello. Pero cualquier persona que vaya a un pub y para que le den un litro de cerveza se tenga que someter a un sermón de veinte minutos, no tardará mucho en irse a otro lado. Con razón o sin ella, los toxicómanos consideran su consumo de estupefacientes de la misma manera que tú y yo consideramos nuestro consumo de cerveza o de café. Para la mayor parte de los toxicómanos, la asistencia forzosa es una intrusión en su vida que hay que apartar y que rechazan obstinadamente. Un paciente que frecuenta una clínica en la que se niega la droga pero se propone la asistencia será más propenso (con respecto al paciente al que se le prescribe el estupefaciente) a enriquecer a la mafia comprando por las calles las peligrosas sustancias adulteradas; a robar en vuestras casas o a robar en mi coche para obtener el dinero necesario para comprar la droga; para adulterar o para traficar por otras partes sus dosis para poder seguir comprando droga: y por último, tal vez el aspec

to más pertinente desde el punto de vista médico, este paciente tendrá menos ganas de volver en busca de ayuda y asistencia si se presentase la necesidad.

Antes de que las agencias de asistencias se las tengan que ver estrepitosamente con miles de toxicómanos, todas las clínicas del noroeste que no prescriben sustancias estupefacientes ya describen un fenómeno conocido como "el síndrome del billete". Han brotado agencias de asistencia para toxicómanos por todas partes. Una joven que se encuentra en dificultades para pagar el alquiler de la casa o la factura del gas, al haberse dirigido en primer lugar a las entidades en cuestión, y posteriormente para intentar hallar qua apoyasen su caso frecuentando una clínica para toxicómanos dice, "yo consumo estupefacientes" (tal vez de forma ocasional), "y dejaría de hacerlo si lograse arreglar lo de la casa/factura del gas/marido/hijos". Al hacerlo, consigue unir su causa a todo un grupo de asistentes motivados, capaces y articulados.

Parker y Newcombe y Fazey han demostrado que existe un alto porcentaje de toxicómanos que vuelven a la clínica en la que se adopta una actitud "amistosa con respecto al consumidor", por ejemplo, con el intercambio de jeringuillas, estupefacientes limpios y sin "asistencias" obligatorias. Johnson describe elocuentemente los problemas que nacen de la situación contraria.

PREGUNTA nº 3

Dicha política no comportaría tal vez un aumento del consumo de estupefacientes en la sociedad?.

Poner los estupefacientes a disposición de los que de todas maneras los consumirán reduce la necesidad de entrar en el comercio del narcotráfico para financiar su propio consumo. Así pues, se mengua el carácter prolífico y epidémico intrínseco del prohibicionismo. Si la droga es demasiado accesible, el nivel mínimo se supera y el consumo aumenta de nuevo, fenómeno que se puede constatar actualmente con el consumo de alcohol.

Existen otro tipo de estrategias, ejemplificadas por la experiencia holandesa y danesa, en el control del canabis y del alcohol, respectivamente. Los holandeses han pasado de la prohibición a la descriminalización del cannabis (es decir, su posesión ya no es delito, pero traficarlo sí). Los daneses, por el contrario, han elaborado un sistema de control del alcohol estipulando criterios, frenando la publicidad y disminuyendo los puntos de venta. En cualquier caso, el acceso controlado ha comportado una reducción del consumo. En la India, en Sepoi, el suministro de una ración de opio es análoga a la del ron que dan en la Marina para evitar un consumo desmedido. "El acceso controlado" es así pues un ejercicio de racionamiento. Produce el control del inevitable consumo haciendo que no sean baratos los métodos alternativos de control. La libre promoción del alcohol, que actualmente causa daños ingentes a la sociedad, sería un riesgo que nadie estaría dispuesto a correr, si se aplicasen las leyes que limitan rigur

osamente su publicidad. Por otra parte, el tráfico no es más barato si la ración es suficiente para disminuir el precio y los riesgos que comporta la venta ilegal. Así pues, la sociedad evita, de esta manera, las consecuencias de una "saturación del mercado" practicada por los productores de alcohol y los "ambientillos" por los que las bandas lo hacen rodar. Ambos comportan la pérdida de control, (por parte del Estado), y del consumo de sustancias intoxicantes. El acceso controlado no puede acabar con el consumo de estupefacientes (nada puede impedirlo) pero lo controla. A qué nivel fijar exactamente el grado de control (por parte del Estado) es una cuestión de aproximación empírica con los mecanismos jurídicos y de mercado, pero no existe escasez de modelos. El consumo holandés de cannabis disminuyó el 33% en 12 meses entre una población de 15 millones a causa de la relajación de la prohibición. Durante la administración Reagan, se destinaron 21,5 mil millones de dólares a la guerra contra los estupefacient

es. Ello condujo a un consumo anual (sólo de cocaína) de 210 toneladas o 20 mg por semana por cada hombre, mujer y niño estadounidense. Inglaterra, que ha practicado una política parecida siguiendo la línea de la prohibición, se ha encontrado con que gastando 45 millones de libras esterlinas al año sólo en la lucha contra los estupefacientes, (sin contar los costes de los procesos jurídicos, el mantenimiento carcelero u otros gastos sociales o de prevención), la heroína y la cocaína son más accesibles y se obtienen a precios inferiores.

PREGUNTA nº 4

Por qué no darles las joyas a los ladrones?.

En los diálogos socráticos y más recientemente a partir de Rousseau, se sostuvo la tesis de que una sociedad surge como consecuencia del contraste entre los individuos y el Estado. Los individuos asumen la obligación de respetar las leyes del Estado y en cambio el Estado aplica las leyes para garantizar la máxima libertad. Pero si, por ejemplo, yo fuese libre de dispararle a usted, y usted a mí, a ninguno de nosotros nos quedaría demasiada libertad. De esta manera, paradójicamente, la introducción de algunas leyes restrictivas consigue que exista una media superior de libertades individuales. La ausencia de leyes conduce a la anarquía y el exceso de leyes a la tiranía. Por lo general, se suele llegar a un estado óptimo cuando cualquier acto que viola la libertad de los demás está prohibido y todo acto que no la viola, aunque dañe a la persona, está permitido. Si un ciudadano debe ser responsable, significa que es árbitro de las acciones que le perjudican (la ley reforzará su responsabilidad para que no viole

los derechos de los demás) de lo contrario este ciudadano no es responsable. Por lo tanto, la sociedad del libre consumo de opio deja en manos del ciudadano responsable la elección entre abstenerse o abandonarse a sus pasiones.

El concepto de la no ingerencia en la vida de los demás (y la renuncia a la imposición del criterio personal sobre las actividades de otro individuo que van en detrimento única y exclusivamente del individuo en sí) es una actitud relativamente reciente. Recordemos, por ejemplo el estatuto de Alabama del año 1809 que prohibía el amor entre marido y mujer en cualquier posición que no fuese la "misionera" (es decir, con la mujer supina abajo y el hombre prono encima). A parte de lo absurdo que puede ser aplicar una ley semejante, se ha observado un alejamiento progresivo de tales intrusiones bajo el principio de lo "lícito para los adultos" de manera que la homosexualidad, la prostitución, etc. incluso la auto-destrucción, el suicidio, han dejado de ser delito. Los observadores holandeses han llegado a la conclusión de que toda la problemática de los estupefacientes nace de la intrusión de la ley pública en el vicio privado. Si uno quiere consumir su vida con opio, poniéndose "morado" de alcohol o con cualquier

otra sustancia en su hogar, pues que lo haga. Pero si sale de su casa en un desordenado estado de embriaguez, de manera que su propio comportamiento constituya una amenaza para las libertades de los demás, (y por su puesto, si ello tiene lugar mientras conduce) se aplicará rigurosamente la ley contra el toxicómano. Según este criterio, no hay que darle las joyas al ladrón, este no tiene ningún derecho a violar la libertad de los demás poniéndose sus joyas.

Hemos concedido el alcohol a los alcohólicos, mediante su venta en los pubs. Este es un fenómeno que hay que controlar. El prohibicionismo, sin embargo, sería realmente un sistema retrógrado si, por ejemplo, usted fuese un alcohólico de Chicago en los años Treinta que acababa de robarle el monedero a su abuela para comprar una asquerosa dosis de metadona adulterada a un precio desorbitado al señor Capone. En este caso, yo tendría la conciencia bien tranquila si le prescribiese a usted una módica cantidad del mejor whisky escocés. Concuerdan con ello algunas organizaciones de prostitutas a las que si se les concediese la posibilidad de organizar idóneamente sus actividades, podrían mejorar con la máxima seguridad la suerte de los hombres inadecuados o incompetentes, reducir el índice de los delitos sexuales eventualmente incluso "tratando" y rehabilitando o reeducando a algunos ofensores. Por muy absurdas que puedan parecer algunas de estas conjeturas, un planteamiento empírico no dañará a nada ni a nadie y p

odrá resultar incluso muy beneficioso.

Empíricamente hablando, la prescripción de los estupefacientes, de forma controlada a los toxicómanos funcionó en Inglaterra entre 1870 y 1960. La prohibición en Estados Unidos y en Inglaterra a partir del 1980 coincide con un aumento alarmante del consumo de estupefacientes, cuanto mayor es el nivel del dinero público empleado en la lucha a favor de la prohibición, mayor es el incremento.

PREGUNTA nº 5

No es cierto que todos los estupefacientes prescritos acaban reciclados en el mercado negro?.

Dónde estaba el mercado negro en 1950? Dónde está el mercado negro ahora)?. Un mayor acceso anula las circunstancias que dan vida a los mercados negros. Sorprendente y paradójicamente, un ligero aumento de disponibilidad (es decir de racionamiento) a aquellos que en cualquier caso serán consumidores, acaba siendo generalmente una DISMINUCION del consumo total en toda la sociedad. Se entiende que un relajamiento demasiado fuerte podría conducirnos tristemente a los días de Hogarth. Es triste constatarlo, pero esto es lo que sucede con el alcohol en la actualidad.

En las clínicas de mantenimiento en la zona de Mersey, la policía mantiene un estrecho contacto de "comunicación" con la patrulla local antidroga, tal y como se describe en el informe de Best et Al. El personal de la clínica se reserva el derecho a informar a la policía sobre cualquier tipo de actividad criminal. En realidad, entre la clínica y los toxicómanos se dan y toman prestados muchos estupefacientes. Este echo es acallado, mientras que la venta a los extraños está escrupulosamente prohibida. El personal de la clínica solicita a la patrulla antidroga que controle a los pacientes que se cree están engañando a la administración. El sistema parece funcionar bien y la policía y los miembros del personal de la clínica están convencidos de ello. Algunos pacientes han sido procesados por haber intentado traficar, pero entre miles de pacientes, sólo se han producido 12 casos.

Marjot ha calculado que existe un consumo mínimo de 5.000 kg de heroína ilegal al año (a partir del consumo medio de pacientes y a las cifras notificadas). La prescripción anual de heroína o de metadona es de un total de 50 kg, y por lo tanto, aunque todo fuese reciclado en el mercado negro, el problema grave sería el de la heroína ilegal.

No obstante, en Liverpool le hemos pedido a la patrulla antidroga que examine a todos los toxicómanos arrestados para poder contar con elementos de prueba sobre la presencia de estupefacientes prescritos por la clínica. Cada semana se analizaban los datos que iban llegando. La investigación duró 6 meses, y al final el Superintendente Deary afirmó que no se había producido ni tan siquiera un sólo caso de arresto en el que el toxicómano hubiese sido hallado en posesión de estupefacientes procedentes de la clínica que no hubiesen sido regularmente autorizados, (Acta 153, LDDC, 6/10/87). Indudablemente, un poco de droga habrá salido alguna que otra vez, pero no en cantidades ingentes. Una pequeña fracción de 50 kg de 50000 kg representa una gota leal en el océano de heroína ilícita.

 
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