Julián MéndezSUMARIO: Sánchez García es policía y quiere que se le note. Aunque ha prescindido del revólver sobaquero, el inspector Sánchez adopta el vestir y las actitudes que se le suponen al típico "secreta": gafas ahumadas en plena noche, tripita clásica de "estupa" acostumbrado a vigilar los antros, calcetín de espuma blanco y esa indefinible manera de moverse que acompaña a quienes se dicen "la autoridad". Camina como un peso pesado bajito adscrito a la comisaría de Getafe, con el centro de gravedad localizado en la hebilla del cinturón. Pero lo que convierte a este inspector en un ser peculiar es su inclusión como cabeza de lista en la candidatura electoral que promueve la despenalización de la droga. Su nombre encabeza una amalgama de interioristas, filósofos, abogados, feministas y cantantes. El hombre, que reconoce ser el más "exótico" de los aspirantes a diputado, se defiende como puede entre Savater y Marco Pannella mientras se codea con el jefe de los "antianarcos" de Nueva York y el propio fiscal del Estado
de Colombia, un tal Rodríguez Carrasquilla. Como "mercenario de la represión" el inspector Sánchez dice estar legitimado para denunciar los errores gubernamentales en materia de drogas.
("EL CORREO ESPAÑOL- EL PUEBLO VASCO" domingo 8 de octubre de 1989)
El inspector Sánchez es uno de esos tipos que al entrar en las discotecas tiende a levantarse la solapa de la americana en una especie de acto reflejo. Un sujeto que disfruta con historias estilo Pedro Navaja, matón de esquina quien-a-hierro-mata-a-hierro-termina; el estupa acostumbrado a hablar en argot de Malasaña con yonquis con el mono subido a la joroba, y, lo que es mucho pero, "un ser pensante" que quiere dejar de ser "una máquina de la represión" al servicio del Estado. El inspector Sánchez parece un fulano peligroso.
Su biografía comienza con un dislate. Nacer en Villanofar de la Ribera del Esla (León) no es un buen principio para nadie. Ser hijo de un maestro de escuela que escuchaba la BBC, Radio París, Cadena pirenaica y Radio Moscú - en este orden - con una gata amartelada en las rodillas tampoco es sinónimo de un futuro brillante, y menos en el tardofranquismo. Además, el joven Sánchez no era "ni alto ni guapo". Así que un día se preguntó: " Cuál es la manera más rápida de ser respetado en este país?". La respuesta que se dio fue: "Ser policía secreta". Acudió al banderín de enganche de aquella extraña brigadilla compuesta de elementos panzudos y malencarados que fumaban chester sin filtro y resolvían cualquier conflicto a guantadas. En aquellos tiempos, los de la secreta eran peor que el coco y, además, estaban en todas partes .
Estudió para policía por correspondencia, hizo las prácticas de tiro malamente, pero con sólo 21 años asegura que ganaba ya más que su padre maestro. Aquel hombre se llevó un mal rato. Pero con la placa en el bolsillo, el joven de Villanofar de la Ribera, su hijo hasta parecía más alto verdad?.
Copas en la discoteca "Zoom"
"Mi primer destino, forzoso, fue Bilbao". Eran los primeros años 70. ETA "se había 'picado' ya a Melitón Manzanas" y al inspector Sánchez le asignaron al grupo de Vigilancias. Aquella sección, en comparación con otroas, era una reserva donde el propio comisario Planchuelo hacía las veces de Manitó. "La primera noche de servicio - recuerda Sánchez García, infatigable narrador de historietas policiales - me mandaron a la discoteca "Zoom" donde actuaba un ballet de televisión. Era nuevo y entré tras enseñarle la chapa al portero. Debió partirse de risa y pensar: '«Cuidado, que viene una autoridad!'".
Como las acciones de aquel grupo que vigilaba ciudadanos con una foto carnet en el bolsillo de la americana eran de argumento de novela negra, el inspector Sánchez se fue de potes por las tascas de Deusto para encerrar (localizar y seguir) a supuestos sospechosos, trasegó docenas de cubatas en discotecas y puti clubs, recibió una puñalada en el vientre durante una misión en Las Cortes y mantuvo algún que otro tiroteo. En Bilbao estuvo tres años y siempre salió de casa "con el revólver dentro de la chamarra porque también tuve mis miedos". Cuando se le pregunta por el ambiente de las salas de interrogatorios en plena represión franquista - con estado de excepción incluido - el inspector Sánchez recuerda que fue el primer agente sancionado por denunciar malos tratos en las comisarías. "Los policías tenemos que dejar de ser instrumentos en manos de intereses puntuales", sostiene con la convicción de fundador de la Unión Sindical de Policías, a quien sus actividades, dice, le valieron ver su foto clavada en una
diana e la Dirección General de Policía. Con su cara, los comisarios hacían puntería en los sótanos de la Puerta del Sol.
Un 'poli' en el submundo
Estudió algunos cursos de Sociología y Derecho - en la Universidad siempre había un policía en clase - y entre las aulas y la calle recibió un intenso baño de realidad social. Aún se consideraba un policía osado, uno de esos que trepa escaleras con el revólver Llama amartillado creyéndose protagonista de un capítulo de Hill Street, pero empezó a obsesionarse por la droga y "por dejar de ser la policía del pobre". Ya estaba bien de que en las redadas contra el circuito del mal - así llama el inspector Sánchez a las mafias - siempre cayeran los mismos. "Nosotros siempre nos relacionamos con un submundo formado por clases marginadas. Arriba, en otras capas de la sociedad, hay más delitos y de mayor repercusión", señala.
De eso a compartir la candidatura de los antiprohibicionistas de la droga con el cantante Javier Krahe o con la filósofa Victoria Sendón, apenas había un paso. "La única manera de luchar contra el tráfico de drogas es dando marcha atrás, despenalizándola. Es necesario - sostiene el candidato Sánchez - poner en marcha una legislación con mentalidad positiva para que esta cuestión pase a manos de un servicio médico asistencial dependiente del Estado y no como hasta ahora, en que el tratamiento del problema es únicamente policial. Cuándo entenderán los legisladores - se pregunta - que extirpar la droga es una cuestión médica? Es como intentar prohibir que haya locos. La Policía - dice y esto le convierte en un personaje incómodo para el sistema - debe centrar sus tareas en la represión de los imperios económicos y en los circuitos que hacen moverse ese otro mundo sórdido y de delincuencia".
El inspector Sánchez es consciente - le puede costar su ascenso a comisario - de que las tesis antiprohibicionistas son "peligrosas" para un estado como el español donde, cada hora, cien millones de pesetas cambian de manos en nombre de la droga y donde se dedican anualmente 12.000 millones de pesetas para reprimir el tráfico de estupefacientes. "Los bonos, los pagarés, las primas únicas son medios para blanquear el dinero de la droga. El propio Estado y sus gobiernos cómplices indirectos de la situación".
- Pero usted sabe también que la propia Policía se paga con droga
- Sí. En ocasiones las confidencias se han pagado con pequeñas cantidades de droga. Pero ahora ya no se hace así. Al detenido, es así de crudo, lo tienes en tus manos. Tú decides si lo mandas al calabozo o al médico. Una simple firma para que vaya a un centro asistencial puede jugar ahora el mismo papel que una dosis.
El que investiga, molesta
- Usted habla de un circuito del mal Quiénes lo componen?
- Está claro que el 'yonqui' o el pequeño 'camello' son sólo la parte visible de una inmensa pirámide de la que apenas sabemos nada. La Policía está impedida para luchar contra el alto traficante porque no hay medios ni interés en nuestros mandos para que se investiguen esas mafias que se mueven en el mundo de las altas finanzas. Aquí dentro prima la disciplina y la jerarquización y el que investiga, molesta.
- Cómo es posible que un policía sea precisamente el encargado de presentar ante la opinión pública el mensaje de la despenalización?
- Soy consciente de que soy un candidato exótico en esta lista de independientes donde hay desde gente del CDS a radicales o ecologistas. Sé que, personalmente, no tengo más méritos que otro pero ser policía siempre supone un 'shock'. Aunque creo que precisamente somos los policías quienes más legitimados estamos para decirle la verdad de la droga a la sociedad. Yo seguiré deteniendo 'yonquis' mientras me lo ordenen porque soy un mercenario de la represión. Pero es un error. Como ciudadano digo que es un tremendo error.
- Qué previsión de voto manejan los Antiprohibicionistas sobre la Droga?
- Las expectativas de voto no nos importan tanto como abrir el debate sobre esta cuestión. No somos una lista de alumbrados o de locos. Nuestro mensaje va dirigido a una franja lineal de la población, no a grupos marginales. Nosotros hablamos a esa señora a la que un 'yonqui' ha robado el bolso para meterse las 20.000 pesetas de heroína que necesita al día. Esa señora es una víctima de otra víctima causada por la droga. Los abolicionistas queremos ser los instrumentos de ese debate necesario sobre la despenalización. Sé que con 95000 votos en Madrid puedo ser diputado dentro de un mes. Si es así, antes de medio año presento en las Cortes una proposición de ley pidiendo la despenalización.
Contra las mafias
- Quién les patrocina? Quiénes están detrás del abolicionismo?
- Nadie. Tenemos treinta millones de pesetas de presupuesto para la campaña y cada peseta ha llegado de aportaciones particulares. Detrás de ese grupo está la Liga Mundial contra la Droga y la Coordinadora Radical Antiprohibicionista.
- Cuáles serían las ventajas que reportaría una supuesta despenalización?
- España está viviendo una terrible farsa. Aquí, el consumo no está penado. Pero para consumir, antes de ese momento, ha tenido que haber una cascada de delitos. Nosotros estamos contra ese tráfico que es el que genera las mafias. Todos sabemos que la droga es mala, todos, incluidos los que se la ponen. Pero hay que profundizar, no son peores las drogas que permanecen en el 'circuito del mal' que aquellas socialmente aceptadas. Unas están dentro de la estructura económico-social-política del país son 'naturales'. Las otras pertenecen a la misma estructura económica pero provocan comportamientos sociales nocivos. Con la despenalización, esta barrera se rompería y los adictos serían tratados como lo que son, simples enfermos. El dinero que hoy gasta el estado en reprimir se emplearía en atender. Una vez que desaparezca el morbo de la prohibición - los mayores prosélitos son los propios adictos - el consumo descendería.
Precio oficial de la 'coca'
En el programa electoral de la Lista Antiprohibicionista se incluye someter las drogas a "monopolio estatal" y que los precios de los estupefacientes sean fijados oficialmente por el Gobierno. El hachís o la marihuana se venderían, según esta propuesta, a un precio similar al del tabaco mientras que la heroína alcanzaría una cotización oficial de "diez veces el valor de los superalcoholes" y la coca tendría un precio de mercado "veinte veces" superior al de los licores. Los antiprohibicionistas atacan fuerte. Como primera medida, los candidatos por Madrid - única circunscripción en la que se presentan - han solicitado ser sometidos a una prueba toxicológica para determinar si consumen estupefacientes. Al tiempo, han pedido que este análisis se efectúe a todos los aspirantes a diputados por Madrid.
El inspector Sánchez habla con un convencimiento íntimo. Acaba de regresar de Dinamarca - donde asistió al Congreso de la Unión Internacional de Sindicatos de Policía en su calidad de dirigente del Sindicato Unificado de Policía - y está pletórico. Ha contrastado sus ideas abolicionistas con grandes gurús policiales y se siente muy seguro, muy cerebral. Pero el inspector Sánchez, aun con el acta de diputado bajo el brazo, seguirá siendo aquel policía que hizo de guardaespaldas de Augusto Uncetabarrenechea, el presidente de la Diputación vizcaína asesinado por ETA. "Si se despenaliza al droga en España - dice - los traficantes tomarán las mismas medidas que en Colombia. O sea, que me pegarán dos tiros". Entonces es cuando aflora el Sánchez de Astra y la gabardina Burberry's llena de bolsillos. "Llevaré mi pistola y me defenderé".