SUMARIO: El tema de la droga es de actualidad. La cumbre hispano-francesa entre González y Mitterrand y la reunión de la "trilateral" lo demuestran. En pleno clima de elecciones, los radicales protestan por las calles de Madrid con su eslógan "Seamos razonables legalicemos las drogas".
(Editorial de "DIARIO 16", del 16/26 de octubre de 1989)
De pronto se han amontonado las iniciativas contra la droga. El epicentro de esta ofensiva ha estado, no por casualidad, en España, sin que aparentemente tenga que ver con la fiebre electoral que nos embarga. Más bien se debe a que en los últimos años este país se ha convertido en plataforma privilegiada de las grandes rutas del narcotráfico. Simbólicamente, el pasado lunes las autoridades españolas entregaban a las norteamericanas al "Marco Polo" del hachís y la marihuana, Dennis Howard Marks, que estaba preso en Alcalá de Henares.
A juzgar por lo que ha transcendido la electoralista "cumbre" hispano-francesa de Valladolid se ha ocupado sobre todo del problema del narcotráfico y de los sucesos del este de Europa. Mitterrand y González han decidido aunar esfuerzos contra el "blanqueo" del dinero de la droga. Los bancos utilizados por los grandes narcotraficantes para hacer sus negocios serán investigados "hasta el final", según el presidente español. "Es preciso que los bancos abran sus libros de contabilidad", subrayó el presidente francés. A nadie se le oculta que esta investigación entraña dificultades y se presta a, si no se regula bien, a abusos del poder político contra la libertad y la intimidad personal.
En esta reunión de Valladolid se ha dado un encomiable paso adelante en la acción conjunta de los países de la Comunidad Europea - nombramiento de coordinadores de los "doce", medidas preventivas comunes, esfuerzo de las fronteras de la CE contra este pernicioso mercado.
Paralelamente se reunía en el Palacio de Congresos de Madrid la llamada "trilateral" de la lucha antidroga, formada por Estados Unidos, España e Italia, a la que se ha unido también Francia. Una delegación oficial de los países que forman el "triángulo de la coca" - Bolivia, Perú y Colombia - ha pedido a los países consumidores menos palabras y más hechos. Esto es lo que se hecha en falta desde hace tiempo. Si el narcotráfico es una de las plagas de finales de siglo, no se entiende bien la premiosidad en adoptar medidas conjuntas.
Los países productores de la hoja de coca solicitan de los países consumidores e industrializados ayuda económica para sustituir los cultivos actuales por otros de parecida rentabilidad. La petición es razonable y ha quedado sobre la mesa hasta que se reúna la "cumbre" europea de jefes de Estado y de Gobierno a finales de año. Es evidente que, por primera vez, se apunta a las raíces del problema.
Mientras iberoamericanos, europeos y norteamericanos discutían dentro, en la calle los representantes de la lista radical bailaban "lambadas" al sol de Madrid y mostraban pancartas en las que decían "Seamos razonables, legalicemos la droga". Ellos lo tienen claro. Es una actitud respetable, pero por ahora difícilmente practicable. En la lucha contra las grandes redes del narcotráfico - verdaderos contrapoderes - no se puede luchar en solitario ni quedarse mano sobre mano. Sea la que sea, es precisa una acción conjunta y global, que es la que, por fin, está empezando a hilvanarse.
Sustituir los cultivos de coca y perseguir a los narcotraficantes allí donde blanquean el dinero son, por ahora, las armas decisivas de esta guerra. En España el fiscal antidroga acaba de revelar a "La Vanguardia" que está investigando a unas ciento cincuenta personas y sociedades, tanto españolas como extranjeras, "que han invertido en España miles de millones de pesetas obtenidos por la venta de estupefacientes". tras siete años de estimulante permisividad - ya era hora - pintan bastos.