SUMARIO: Bush se equivoca del todo: agravar las penas para los consumidores significa sencillamente aumentar el nivel de sufrimiento. La experiencia del prohibicionismo con respecto al alcohol, y el análisis reciente del Cato Institute of Washington sobre los efectos de la prohibición de las drogas, conducen a creer que ha llegado el momento de prever alguna forma de autorización de la venta de drogas.
(Notizie Radicali nº 224 del 17 de octubre de 1989 - The Indipendent del 8 de septiembre de 1989)
Tiene razón el presidente Bush al decir que el abuso de droga es el más grande azote de la sociedad americana. Al anunciar ayer una nueva estrategia de 7.800 millones de dólares para liberar a su país de dicho azote, describió la droga como "arena movediza para nuestra sociedad... en la que se hunden individuos, familias e instituciones". Lo que pasa es que Bush se equivoca del todo al optar por la alternativa más obvia: conceder mayores sumas de dinero para luchar contra los productores, distribuidores y consumidores.
Todos los intentos anteriores en semejantes líneas de conducta han sido contraproducentes: el informe en el que se basa la estrategia de Bush afirma que el comercio de droga en Estados Unidos es actualmente un asunto de 110 mil millones de dólares al año, más grande que la agricultura (aunque lógicamente exento de impuestos); y que por lo menos 14 millones de americanos consumen drogas ilegales. A partir de la aparición del crack en 1985, el uso intensivo de cocaína se ha duplicado. Lejos de haber sido contenido, el abastecimiento de droga ha aumentado. El efecto fundamental de cualquier éxito al reducirlo es el aumento de precios, el beneficio de los traficantes y su incentivo para incrementar el consumo. Agravar las condenas para los consumidores, como prevé el plan de la Casa Blanca, quiere decir sencillamente aumentar el nivel de sufrimiento. Los programas de desintoxicación y de información, que supondrían realmente una contribución en la lucha contra el abuso de droga, no han sido adecuadamente apoyado
s. Y el dinero restante tendrá que ser obtenido a través de recortes a los programas sociales. Por lo tanto, cuanto más desesperado sea el estado mental y físico de los ciudadanos con pocos medios económicos en América, mayor será la probabilidad de que acaben consumiendo droga.
A pesar de que el Presidente Bush haya optado por la decisión más popular de llevar a cabo una cruzada más contra los traficantes y consumidores de droga, está cobrando cuerpo la opinión de que la despenalización sería un enfoque mucho mejor. Cuando todas las utilizaciones no medicinales del alcohol fueron prohibidas en 1919 en Estados Unidos, los resultados fueron muy parecidos a los del actual comercio de droga. Alcohol de baja calidad a menudo venenoso se destilaba ilegalmente, los importadores eran considerados criminales y tratados como tales, las extorsiones de las protecciones, los sobornos y las guerras entre bandas rivales proliferaron. El prohibicionismo fue una de las causas de la mafia y del crimen organizado en Estados Unidos. Ahora que el alcohol es legal su mal consumo sigue matando o dañando, directa o indirectamente, a millones de vidas humanas, al igual que el consumo de nicotina. Pero nadie se muere (excepto en algún país musulmán) por importar, comerciar o consumir estas sustancias nociva
s; y los gobiernos sacan enormes beneficios fiscales de la concesión de licencias y del control del comercio de las mismas. Un análisis reciente llevado a cabo por el Cato Institute of Washington llegó a la conclusión de que la prohibición de las drogas criminaliza a los consumidores, les obliga a entrar en contacto con criminales profesionales, atrae a jóvenes emprendedores de los estratos sociales más pobres hacia una lucrativa vida criminal, fomenta la guerra entre bandas, comporta que la gente tome con medios peligrosos sustancias impuras en dosis a menudo peligrosamente fuertes y genera elevados gastos de policía.
En resumidas cuentas, no es el abuso de drogas lo que causa mayores daños, sino la criminalidad que nace del prohibicionismo.
Ha llegado el momento de que la administración Bush así como otros gobiernos occidentales prevean alguna forma de autorización para la venta de drogas, cosa que privaría a los traficantes de su mercado mientras que obligaría a los toxicómanos a someterse a un tratamiento de recuperación. La clave para luchar contra el tráfico estriba en eliminar su prodigiosa rentabilidad y en desmitificar el abuso de droga con un fuerte programa de información pública.