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Pannella Marco - 9 novembre 1989
La Italia reservada a los "sin carnet": «vaya demagogia!.
Marco Pannella

SUMARIO: La propuesta de una ley que impida la afiliación a los partidos a personas que desempeñen determinados cargos es expresión de lo que la partidocracia y la cultura que produce piensan de sí mismas: la vida de la gente "bien" es incompatible con la afiliación a las instituciones políticas existentes. En otras esferas, en aquellas más elevadas de la democracia política y de la sociedad de derecho se piensa exactamente lo contrario.

(L'UNITA', 9 de noviembre 1989)

Los partidos italianos, se disponen a establecer que personas y funciones libres y responsables, capacitadas (u obligadas a) ser imparciales y a practicar la honestidad intelectual no se pueden "afiliar" a un partido. El "carnet" por lo visto hay que reservarlo para aquellos que no desempeñan funciones sociales, civiles ni institucionales que requieran imparcialidad y serenidad de juicio, libertad de juicio y de comportamiento.

Un cóctel de lapsus freudianos, demagogia, cultura antidemocrática e incapacidad de legislar de manera que el derecho positivo se revele practicable y eficaz, son las bases que han fomentado esta decisión.

Una de dos, o los partidos son la base esencial del juego democrático, y escuela de democracia ellos mismos o bien son fuente de no libertad, de dependencia, de irresponsabilidad con respecto a los derechos y a los deberes civiles constitucionales.

La partidocracia y la cultura circundante (inclusive la "qualunquisticamente"(1) "antipartidocrática") se juzgan a sí mismas de forma coherente con su naturaleza y su historia: la vida de gente "bien" no es compatible con el afiliarse a las instituciones políticas existentes. En otras esferas, que son las esferas más elevadas de la democracia, política y de las sociedades de derecho (y que comprenden "naturalmente" el cociente humano habitual de aberraciones y de errores), se cree exactamente todo lo contrario: es decir, que sólo la inscripción a un partido político, inscripción pública y notoria garantiza ese mínimo de sentido de responsabilidad y de práctica de la libertad que forma parte del derecho-deber básico del ciudadano democrático.

Ahí no se confunde la "independencia", atomística, solitaria, veleidosa del individuo con la libertad y la responsabilidad. Ahí, se sabe desde siempre que la fuerza y el honor de la persona libre consiste en saber escoger y gobernar las interdependencias de la naturaleza humana, en vez de negarlas. Ahí, por el contrario, se considera que proclamarse miembros responsables de una parte "democrática" constituye garantía pública de una dinámica social y personal que establezca la obligación (y la voluntad) de la aplicación imparcial de las leyes y de los deberes bajo la tutela del control público (y del interés personal en efectuar dicho control).

Ahí se sabe que la traición, la sumisión, la omertà(2), la parcialidad incontrolada e incontrolable desde siempre han tenido como bandera que les encubriese lo de estar por encima de las partes. Es cierto que así se demuestra saber que en la democracia quién crea estar por encima del juego democrático y de sus partes constituyentes no puede más que vivir muy "por debajo".

Desde luego, no estar inscrito al "partido", allá en donde no hay más que un partido, los demás están prohibidos y no hay democracia, es título de honor y fuerza civil.

Temer el partido, incluso el propio, cuando se constituye en parte separada, en iglesia, del proceso democrático institucional, a través de distintas formas de "centralismo", democrático, burocrático, oligárquico, monárquico, es desde luego comprensible, Es más, no temerlo me ha parecido siempre imprudente o presuntuoso.

En ese sentido no he aprobado nunca, por ejemplo, que los presidentes de la Cámara inscritos al Partido Ccomunista Italiano (PCI) hayan pertenecido o participado regularmente en las reuniones deliberatorias y ejecutivas del partido, cuando existía y existe la obligación para quien participa en dichos organismos de uniformarse a la voluntad colectiva, fuere cual fuere su postura personal en el proceso que la ha formado.

La historia, a parte de la lógica, debería haber convertido en cultura común, hecho descontado, que es propio de los que proclaman su propia "independencia" de los partidos, tanto si son generales, funcionarios públicos, grandes ejecutivos o patrones, o sans culottes o fanáticos del "país real", y de los mismos que han surgido y surgen las grandes traiciones, la omertà, las infidelidades o las incapacidades de respetar las leyes fundamentales y del Estado y de la sociedad (si podemos seguir contando con estas "referencias" distintas, en vez de otras).

El "partido de los independientes, de los capacitados y de los honestos" es exactamente lo contrario de lo que proclama o pretende ser, si no se convierte en partido "formal", "responsable", regido por "normas (propias), susceptible de juicio por parte de todo el mundo; normas y formas que constituyen un instrumento que no se puede eliminar para comprender qué es lo que hará, qué es lo que haría mañana, cuando tuviese que gobernar las instituciones: que estaría influido de forma determinante por la manera en la que hubiese escogido y demostrado ser capaz de gobernarse a sí mismo.

Excluir de la posibilidad de competir democráticamente para formar las voluntades y las decisiones "de la nación" a los ciudadanos italianos que desempeñan su servicio y sus funciones en el ejército, en la justicia, creo, por otra parte, totalmente anticonstitucional, así como antidemocrático. Por qué tal vez la escuela sea menos "sagrada" para la Sociedad y el Estado. Y la Sanidad, y lo demás?. La verdad es que la partidocracia se conoce a sí misma. Quién pertenezca a ella sin ser consciente de que la partidocracia es "otra cosa", que le haga la competencia a la democracia u opuesta a ella se halla ante contradicciones insuperables desde el punto de vista lógico y democrático. El partidócrata quiere que la "defensa de la patria" y la del "derecho" la hagan otros y no él. Tiene miedo - y tiene razón - de administrar personalmente momentos fundamentales de la vida de las instituciones, o que lo haga otro que se le parezca.

Pero, para ello, no hay más camino que el de establecer que no pueden acceder a aquellos momentos de responsabilidad y a aquellas funciones, miembros del partido radical que - desde 1967 - ha establecido estatutariamente que no puede llamarse "radical" cualquier organismo representativo, grupo parlamentario u otro, que no excluya explícitamente de sus normas la de la "disciplina" de partido, grupo, banda, familia, amistad, amor, etc..

Ello obviamente, por parte de quien no sea radical, y base en "prohibicionismos" de distinta calaña su visión personal del derecho, de la sociedad, de la política, de su vida civil y de la de los demás.

Yo, cada vez más, sigo siendo en este caso antiprohibicionista, y liberal. Que no se disgusten las almas muertas del laicismo de nuestras latitudes que desean - por lo visto - confiar las oportunidades democráticas y liberales a una especie de "partido estatal" de los "independientes" del juego y de las instituciones políticas de la democracia. Que no se disgusten quienes, desde su socialismo, pretenden equiparar la democracia italiana a la que existe en el PSI.

N.d.T.

(1) QUALUNQUISMO: Movimiento derechista creado en la Italia de la postguerra por el periodista y comediógrafo Guglielmo Giannini (el nombre se lo debe a su órgano de expresión, la revista "L'Uomo Qualunque" cuya traducción no literal sería "el hombre de la calle"). El qualunquismo, al que rápidamente prestaron su apoyo los descontentos, pero moderados, de la clase media, aquellos que habían sido fascistas no por convicción, sino por conformismo, desapareció de la escena política a los pocos años. No obstante, en Italia sigue empleándose la palabra para designar al magma electoral que, en términos más actuales se conoce como la "mayoría silenciosa".

(2) OMERTA': la ley del silencio.

 
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