Alexander LangerAmbientalista, diputado verde al Parlamento europeo, inscrito al Partido radical
SUMARIO: Alexander Langer afirma que el no violento debe estar dispuesto a poner en juego no sólo su salud sino también sus propias posturas y su rigidez.
Para ser "fuertes" en una acción no violenta tenemos que arriesgar: hay que jugarse algo. No sólo y no tanto la salud en un ayuno o las agresiones de la policía en una sentada, cuanto las propias posturas y la propia rigidez. Cuando el promotor de una acción no violenta como así mismo el que le ayuda conciben dicha acción como un simple "megáfono" de posturas inamovibles, casi como un instrumento para poner entre la espada y la pared a otra persona sin dejarse ni tan siquiera transformar (preocupándose sólo de contar las líneas del periódico, o los segundos en TV que "produce" la acción), el impacto no violencia corre el riesgo de caer en perogrulladas, en lo ya visto, en sospecha de instrumentalización. Los medios extremos - cuando lo son, porque no toda acción violenta comporta de por sí recurrir a medios extremos - se comprenden y se aprueban sólo al hallarse ante una injusticia realmente extrema: el padre de familia, desesperado, sin casa que amenaza con echarse de un quinto piso o el preso que recurre a
la huelga e hambre inspiran una credibilidad muy distinta de la que inspiran nuestros ayunos electorales.
Digo "nuestros", porque yo también he participado en los últimos 10-12 años en ayunos encaminados a denunciar la injusta exclusión de la gran comunicación (Tv, sobre todo) con motivo de campañas electorales o referendarias, y recientemente propuse (y realicé, con unas 70 personas aproximadamente) un "ayuno propiciatorio" de una semana, con un objetivo preciso fuertemente electoral: abrir un frente de diálogo y de posible iniciativa unitaria verde con motivo de las últimas elecciones europeas. Aunque en esa ocasión el ayuno no pretendía ser aplaudido - no iba dirigido contra nadie y no pretendía poner a nadie entre la espada y la pared, simplemente pretendía hacer que la seriedad fuera más creíble y subrayar la profundidad de un intento (convocatoria de un "concilio verde") - se trataba de una acción estrechamente vinculada a una cita electoral contingente. Me parecía desproporcionado comparado, una semana después, con los jóvenes de Tien An Men para los que el descubrimiento del ayuno y de la resistencia no
violenta se produjo en condiciones muy distintas y mucho más dramáticas.
A propósito de "drama", es lógico que la acción no violenta apunte hacia la dramatización, es un arma («pacífica!) de los pobres, que intenta sustituir aunque sólo sea mínimamente el gigantesco desequilibrio creado y mantenido por los patrones-ladrones de la información y del espectáculo, que transforman soberanamente los no-eventos en eventos, y borran y distorsionan noticias y eventos a su antojo.
Pero, precisamente por ello, creo que es menester encontrar palabras y formas, gestos y métodos nuevos para dar fuerza a la iniciativa no violenta en Italia y en Europa, que transforme y en cierta manera transfigure a quienes los practican y a quienes participan (construyendo de esta manera un vínculo de solidaridad y de interacción fuerte) y dando una posibilidad de agregación y de extensión comunicativa que ofrezca a otros la posibilidad de intervenir, asumiendo y compartiendo responsabilidades, en "grandes causas" (que son las que legitiman e incluso requieren acciones que acarrean daños físicos).
El sistema político y de los medios de comunicación en los que nos hallamos promete la máxima información y comunicación para abrumar a los destinatarios con mensajes formados por una mezcla propagandística de irrelevancia y de fraudulencia a favor de lo obvio triunfante. El ayuno, la manifestación no violenta, el silencio (tan difícil de transformarse en grito perceptible) tal vez ya no son capaces de seguir ofreciendo una especie de pilar eficaz que aspire a la espectacularidad y a la simplificación, pero no por ello han perdido la capacidad de transformar a quien recurre a él ni la capacidad de mostrar otra calidad de la verdad y de la democracia. No serán antídotos capaces de desenvenenar la mezcla, pero al igual que los estudiantes chinos tendremos que saber aguantar la derrota momentánea.
Y tal vez podamos, por nuestra parte, hacer algo para que nuestras acciones "unilaterales" y algo predicadoras sean más comunicativas. Porqué no añadir, por ejemplo, a una huelga de hambre una invitación a algún interlocutor para que dé con nosotros una larga caminata, para oir las razones de cada cual a lo largo de ésta, pelear y tal vez, hasta encontrar soluciones?