Angelo PanebiancoPolitólogo, escritor de artículos de fondo en el "Corriere della Sera", inscrito al Pr y miembro del Consejo federal.
SUMARIO: Angelo Panebianco señala, basándose en el ejemplo de la masacre de Tien An Men, la ineficacia de la no violencia cuando ésta se enfrenta a un grupo compacto y ferozmente determinado.
Si se me pregunta qué opino sobre el papel que las técnicas de la no violencia pueden desempeñar, responderé con dos observaciones. La primera es de carácter general (sobre la no violencia en sí), la segunda es de carácter específico (sobre el uso que e Partido radical hace de la no violencia en la política italiana). Sobre el primer punto diré que nada puede ser mitificado por un laico, ni tan siquiera la no violencia. De lo contrario estamos metiendo en la laicidad hasta a Gandhi, que sabía que la no violencia podía servir de algo al pueblo indio en su lucha contra la democracia británica (el precio, político y cultural, de disparar sobre masas inermes era demasiado alto para cualquier gobierno británico) pero huebiese sido un instrumento ineficaz contra Hitler y las S.S. Lo que quiero decir es que la valoración sobre las posibilidades de utilizar o no utilizar las técnicas no violentas de la desobediencia civil no es una cuestión de principios sino de aplicarlas en el momento idóneo, que exige, cada vez q
ue se utiliza, un análisis de costes/beneficios y un examen de la situación en la que se encuentra inmerso. Por ejemplo: la plaza Tien An Men puede entenderse como un caso paradigmático de aplicación de una estrategia no violenta que sale triunfante siempre y cuando la configuración de las fuerzas en campo responde a ciertas características; sin embargo, se convierte en una catástrofe cuando la configuración de las fuerzas cambia. Mientras la lucha en el seno del Partido comunista chino sigue abierta, Tien An Men desempeña un papel importantísimo, contribuye simultáneamente a debilitar y a paralizar el poder totalitario. Cuando cambia la coyuntura política, cuando el juego de las facciones en el seno del partido se resuelve en detrimento del secretario aperturista y a favor de los duros, en ese mismo momento, la estrategia no violenta pierde todo su valor. El resultado es obvio. A partir de este momento, lo único que se desconoce es el número de cadáveres que caerán cuando se dé la orden de fuego a discreció
n. El ejemplo trágico de Tien An Men, o incluso las relaciones entre Gandhi y la democracia británica, nos ayudan a comprender cuál es la regla que, incluso en situaciones mucho menos dramáticas, decreta el éxito o la derrota de la estrategia no violenta. Se entiende que utilizo la expresión "no violencia" refiriéndome al uso sistemático de las técnicas de la desobediencia civil, y no simplemente, de los instrumentos normales, no violentos, de la lucha política democrática. La regla puede enunciarse de la siguiente manera: la condición princiapal para que la no violencia tenga éxito depende del grado de divisiones que el no violento sabe crear/alimentar en el seno de la alineación adversaria. Si la alineación adversaria está dividida, el no violento puede explotar las divisiones, puede jugar, como se solía decir hace tiempo, con las "contradicciones" de los demás. Si la alineación adversaria es compacta, la no violencia (en el sentido estricto del término) es ineficaz y conduce a quien la utiliza (es el caso
de la huelga de hambre, por ejemplo) al fracaso. Pero para que la alineación adversaria se divida, es necesario, en primer lugar, que la estrategia no violenta esté al servicio de una batalla con contenidos claros y precisos, cuya finalidad sea obtener la victoria sobre un problema específico, y que dicha victoria sea posible, al menos desde el punto de vista abstracto. La estrategia no violenta exige, para tener éxito, que por lo menos una parte de la alineación oficial adversaria simpatice con la causa (objetivo) del no violento. De hecho, no se sompatiza con el no violento (no hay ningún motivo para ello), sino con su causa-objetivo. Resulta significativo el hecho de que el Partido radical haya obtenido sus mayores éxitos en los momentos en los que ha combatido batallas que en Italia han conseguido siempre granjearse gran número de simpatías y dividir a las "alineaciones" adversarias. Y resulta igualmente significativo que el mismo Partido radical haya asistido a la malogración de sus intrumentos de acci
ón en el momento en el que se ha volcado hacia casusas-objetivos distintos (el hambre en el mundo, la política transnacional), incapaces, por su naturaleza, de suscitar simpatías (auténticas, no de fachada) y de crear divisiones. Sé muy bien que muchos radicales no comparten mi opinión. Creen que todo depende no de la naturaleza de la causa-objetivo que va cambiando cada vez sino del hecho que han disminuido las condiciones de subsistencia de una auténtica democracia en Italia. No voy a entrar en una discusión que sería realmente larga sobre este punto ( qué es una "democracia"? en qué lugar de la tierra es posible, en el sentido enérgico de la expresión, "conocer para deliberar"?). Constato simplemente la existencia de una valoración distinta que, a su vez, procede de una opinión distinta sobre el estado de la democracia en Italia. Y, por lo tanto, aquí me paro. Convencido de que en este país, que yo considero muy "democrático" y muy poco liberal, o los radicales se asumen la defensa de los derechos indivi
duales de libertad o no lo hará nadie.